viernes, 27 de octubre de 2006

Muerte y Vida

Imagínese por un momento que no pueda respirar.

Hace días conocí de una persona que sufría de asma, le dió un ataque y se murió. Todo ocurrió porque aunque quería y quería sus pulmones no la dejaban y murió de asfixia. Me imagino que el que se ahoga en un río o en el mar le ocurre una muerte terrible, queriendo respirar y todo lo que hace es tragar agua y agua y hasta ahí le llegó la vida. Hace años trabajé en un hospital y me llamaron para asistir mientras trataban de revivir a un ancianito que se estaba muriendo. Le pusieron un tubo por la boca hacia la tráquea, trataron de darle oxígeno pero su propia flema lo ahogó porque le cubría todos los pulmones y el aire no podía llegarle. Lo último que me acuerdo fue la mirada de desesperación en sus ojos, él sabía que se estaba muriendo y que nadie podía hacer nada al respecto.
Cada uno tiene una manera de la que no quiere morir. Cuando las torres gemelas de Nueva Cork se estaban quemando algunos en los pisos más altos pensaron que no querían morir en el fuego, por eso se lanzaron desde allá arriba para morir una muerte segura al estrellarse contra el pavimento o por un paro cardíaco mientras descendían en el aire. Muchos no se montan en aviones pensando que se pueden caer mientras vuelan, mientras que otros, al primer asomo de una gripecita o de un viento frío cierran puertas y ventanas para que no les dé un pasme de muerte. Imagínese lo terrible que debe ser ver la muerte llegando. La semana pasada, un vendedor de leche llegó a una escuelita de Pennsylvania, cerró las puertas, sacó a la maestra embarazada, sacó a los varoncitos y a otras personas y se quedó con un grupo de niñas en el aula. Las ató juntas y luego les disparó a quemarropa, matando a cinco y dejando en grave estado a otras tantas. Me imagino lo que pasaba por las mentes de esas niñas viendo algo tan absurdo, tan terrible, tan cruel, tan inesperado, que la muerte las encontrara en una aula de clases..
Lo más cercano que tenemos a ese tipo de muerte absurda es lo que ha ocurrido en meses y años recientes en Haití, donde cada cambio de gobierno ha sido violento y donde cientos de personas han perdido la vida. Te encuentran en la calle y pam!, ya estás muerto. O imagínese viviendo en Iraq, viendo niños y adultos, civiles y militares matados o heridos por causa de la guerra. Usted está en su casa y pum!, le cae una bomba desde arriba.
NO hay guerra que no cause muertos, heridas, dolor y llantos. No hay muerte que no cause dolor. A alguien le duele, alguien siempre se duele. Lloramos porque la muerte siempre es dolorosa, sobretodo cuando la muerte ha sido inútil, estúpida y sin sentido.
Yo soy de los que piensan que la mejor manera de acabar con las muertes estúpidas causadas por guerras estúpidas creadas por hombres estúpidos es pensar más y más en la vida, en HONRAR la vida, en vivir cada día celebrando la vida y compartiendo la vida con todos, mirando en cada persona con vida a una representación de la divinidad y de la humanidad que compartimos, evitando pensar siempre en las demás como personas indeseadas, como objetos de nuestro odio, como blanco de la violencia interna de la que todos sufrimos. Imaginémonos cómo sería si en lugar de quitar la vida pensáramos más y más en dar vida.

Transcultural

Las Terrenas es una comunidad con profundas condiciones transculturales.

Lo transcultural se refiere a la presencia de diversas culturas y a sus relaciones entre sí. Las “condiciones transculturales” pueden ser buenas, pueden ser malas, pueden ser promisorias o pueden ser críticas.

En Las Terrenas, las condiciones transculturales traen de todo.

Los dominicanos son un grupo heterogéneo, vienen de todas partes del país, algunos nacieron en Las Terrenas pero su mayoría nacieron en otras partes. Los hay pobres, ricos, clase media, educados, mal educados, profesionales, legos, ignorantes y hasta los hay pulidos, cultos y altamente civilizados. Los hay negros, morenos, hinchos, blancos, mulatos, rubios, ojos claros, pelo lacio y pelo de alambre. Los hay altos y chiquitos, gordos y flacos, con parásitos y sin parásitos, jóvenes y viejos. Y la máquina de parir dominicanos no se para, yo me atrevería a decir que de cada tres mujeres dominicanas dos están preñadas. Claro está, esa es una exageración. El hecho es, que cuando usted dice “dominicano,” se está referiendo a un universo inmenso de personas, cada una de las cuales con características similares a los demás, pero también con grandes diferencias entre sí. Por eso, los dominicanos hacen diferencias entre los “de la loma,” y los del pueblo, entre los cibaeños y los samanés, entre los nagueros y los sancheros y hasta a los que somos de la capital a veces nos llaman extranjeros.

Por su parte, los extranjeros que vienen a Las Terrenas son muy diversos entre sí. Los así llamados “gringos” pueden ser franceses, italianos, españoles, suizos, alemanes, belgas, holandeses, yugoslavos, búlgaros, rusos, canadienses, argentinos, japoneses y de muchísimas otras partes. Al ser tan diversos, estos “gringos” son difíciles de categorizar porque aún entre ellos mismos, siendo de una misma nacionalidad, pueden ser muy diferentes entre sí.

Por ejemplo, hay franceses de Francia, hay otros que vinieron de Martinique, St. Barts, del Africa y de otras ex colonias francesas. Entre ellos hay muchos que se llevan muy bien entre sí mientras que he conocido algunos franceses que no quieren saber para nada de otros franceses. He escuchado a franceses decir que hay demasiado franceses racistas y clasistas, que hay muchos que son ladrones y engañosos, pero soy el primero en reconocer que he conocido a muchos franceses que son excelentes seres humanos, que se han integrado muy bien y que hacen grandes aportes a la comunidad.

Creo que lo mismo podría decir de cada grupo nacional representado en nuestra comunidad. Los hay buenos y los hay malos, los hay sinceros y los hay pillos, los hay dignos y los hay indignos. Hay algunos que son verdaderos seres humanos y los hay otros que están aquí abusándose entre ellos mismos, abusando dominicanos y abusando a todo el mundo. Y, en ese sentido, ¿no diríamos lo mismo de los dominicanos?

De hecho, las condiciones transculturales son tales que muchas personas entre todos los grupos representados, se llevan muy bien, se relacionan entre sí y han logrado establecer amistadas, matrimonios y sociedades comerciales sin grandes problemas. Hay otros que han tenido muchos problemas intentando hacer lo mismo y éstos son a veces los que más hablan y los que más critican lo que existe hoy en Las Terrenas.

Creo que en algún momento no muy lejano algo debe hacerse para que comprendamos mejor lo que está ocurriendo en los aspectos transculturales. Algo como la búsqueda de una mayor comprensión y entendimiento. A veces, la mayoría de los conflictos se originan en francos y sinceros malentendidos, o en la presencia de ciertas expectativas irrazonables y hasta insensatas.

Cuando se unen las diferencias étnicas, nacionales, de color de piel, de posición económica y de condiciones sociales se crean condiciones potencialmente explosivas. La mejor manera de verlo es entre las relaciones entre dominicanos y haitianos, los que por razones históricas, socio-culturales y, francamente, a raíz de mucho prejuicio y de mucha mala sangre, parecen no poder llevarse bién. Lo interesante de las condiciones transculturales en Las Terrenas es que así como muchos extranjeros (“gringos”) ven a los dominicanos de manera despectiva, como gente sin cultura y sin educación, así mismo muchos dominicanos ven a los haitianos, creando un círculo explosivamente vicioso. Y así como algunos extranjeros se ven despectivamente entre sí, así mismo algunos dominicanos no se relacionan entre sí.

¿Qué hacer? La situación es muy complicada pero algo hay que hacer. Una situación similar y así de compleja ocurre en la isla de Mauricio, en el Océano Indico. Hace varios años se empezó a afrontar el problema de manera organizada y sistemática. En Mauricio existen cinco sociedades básicas, cuatro grandes religiones y nueve idiomas en uso, sin embargo su sociedad se ha convertido en modelo internacional de cohesión y del enriquecimiento cultural. No está ajeno a problemas, pero ayuda a saber que aquí en Las Terrenas tenemos un potencial similar.

Me atrevería a pensar que hay muchos que también quisieran hacer algo para que nos entendiéramos mejor. Esta semana cuando se celebra el mal llamado “Día de la Raza,” pensemos en lo que significa vivir en una comunidad tan mixta, compleja y donde las condiciones transculturales son verdaderamente importantes. Si usted quisiera hacer algo para mejorar las relaciones transculturales déme un toquecito por teléfono o ver qué nos inventamos.

Honrar La Vida

Hay por lo menos dos formas de vivir la vida: con y sin dignidad.
Con dignidad se vive cuando los minutos que transcurren, seguidos por las horas, días y semanas, producen en la persona un sentir de satisfacción, un sentimiento interno de haber vivido a la altura de lo mejor, de haber cumplido con el deber auto-escogido y con el deber al que nos somete la sociedad civilizada.
Por ejemplo, el niño o niña que va a la escuela, que luego coge sus libros y se va a la biblioteca en la tarde a hacer sus tareas, que te mira a los ojos con cierto nivel de firmeza, te hace preguntas, escucha, se para erguido como alguien que tiene esperanzas, que va a su casa y sus padres le hablan sobre la importancia de lavarse los dientes, de lavarse las manos, de mantener su higiene, de saber hablar con los demás, de respetarse a sí mismo, ese es un niño o niña que desarrolla un concepto de la dignidad personal.
Sin dignidad se vive cuando ni siquiera sentimos lo que deberíamos sentir, cuando nada nos importa, cuando dejamos de respetarnos a nosotros mismos y a los demás, cuando encontramos poco placer en el servicio a los demás o en la mejora de nuestra vida y la de nuestros seres amados.
Por ejemplo, el niño terrenero que te pide diez pesos, o que limpia tus zapatos y usa los diez pesos para comprar cemento de pegar zapatos, para “fumárselo,” o sea, para ponerlo dentro de una bolsa de papel y olerlo, ha perdido su dignidad. Las células cerebrales que mata el cemento inhalado así jamás podrán ser recuperadas, entorpeciendo su desarrollo biológico, intelectual y, sobretodo, su dignidad. Igualmente, la niña cuya madre no la orienta adecuadamente, que la envía a la calle a buscarse hombres, que le crea como única aspiración el que use el placer que podría proporcionar su vientre para que se consiga un “gringo” que le resuelva sus problemas, o sea, los problemas de la mamá, no los de la hija, también ha perdido su dignidad.
Nadie nace con dignidad o sin ella. Es algo que se adquiere, es algo que se da, es algo que se comparte. No se puede ir a la tienda a conseguirla, sino que se forja en el afán diario de la vida. Hace unos meses, uno de esos abogaditos ingenieros que aparecen por ahí violentó ásperamente mi propiedad, en su afán de buscarse la vida. Tumbó una mata de aguacate parida, tiró de mi lado los desperdicios de la zapata que hizo para una pared limítrofe que él mismo escogió dañando unos materiales que tení yo. La mata de aguacate que tumbó cayó sobre el techo de la casa dañando las hojas de zinc y luego tuvo la cachaza de decir ante el fiscalizador que todo lo que hizo lo hizo bajo su derecho. Qué les parece? Llegamos a un acuerdo y él se comprometió a resolver algunas cositas, cuatro, para ser exactos. Eso fue hace cuatro meses. Luego le mandé correo electrónico y no contestó. Lo llamé por teléfono y no cogió mi llamada. Las cosas siguen como estaban, yo abusado e indignado y él cantante y sonante, sobretodo después de haber dicho que era una persona muy respetable. ¿Dónde dejó ese tipo su dignidad y en qué manera se dispuso de la mía?
Recientemente el dueño del solar donde está la biblioteca mandó una gente a tumbar una malla ciclónica que habíamos puesto para impedir la entrada de animales y personas (nos han robado cuatro veces). La tumbó y la dejó tirada ahí como diciendo “puedo hacer lo que quiera, la propiedad es mía.” Lo hizo sin hablar, sin dialogar, sin buscar entendimientos, así pura y simplemente, amparado bajo el derecho de “recobrar lo suyo.” ¿Dónde dejó ese tipo su dignidad, o la nuestra? ¿Dónde va uno a que lo ayuden, a que lo orienten, a que medien en la situación ayudando a uno a no responder con la misma violencia? Claro está, esos son incidentes minúsculos ya que estoy seguro que algunos de mis lectores tendrían mucho más para compartir.
La verdad es que el simple hecho de vivir la vida nos presenta constante desafíos para mantener la dignidad propia y para hacer lo mismo con el prójimo. A veces a uno le da ganas de violentarse, de amenazar, de proferir palabras injuriosas. Hacía por lo menos cinco años que no llamaba a nadie con quien tenía alguna relación un “racista,” pero cuando uno se siente golpeado en su dignidad la reacción tiende a ser una de indignación.
Hay Virgencita de La Milagrosa, Santa Bárbara bendita, brujos de Samaná, todos los santos, ángeles y espíritus bondadosos que obran desde el más allá, ayúdennos con la paciencia, aumenten nuestra dignidad y la de los demás para que hagamos de esta vida compartida una verdadera labor de honrar la vida.

¡No! Permanecer y transcurrir,
no es perdurar, no es existir,
¡Ni honrar la vida!
Hay tantas maneras de no ser,
tanta conciencia sin saber adormecida...
Merecer la vida no es callar y consentir,
tantas injusticias repetidas...
¡Es una virtud, es dignidad!
Y es la actitud de identidad ¡más definida!
Eso de durar y transcurrir
no nos da derecho a presumir.
Porque no es lo mismo que vivir...
¡Honrar la vida!
¡No! Permanecer y transcurrir
no siempre quiere sugerir
¡Honrar la vida!
Hay tanta pequeña vanidad,
en nuestra tonta humanidad enceguecida.
Merecer la vida es erguirse vertical,
más allá del mal, de las caídas...
Es igual que darle a la verdad,
y a nuestra propia libertad ¡La bienvenida!...
Eso de durar y transcurrir
no nos da derecho a presumir.
Porque no es lo mismo que vivir...
¡Honrar la vida!
(Música y letra de Eladia Blázquez,
cantada por Mercedes Sosa).

Drogadictos y Otras Cosas

Supongamos por un momento que de la noche a la mañana desaparecen todos los puntos de drogas en Las Terrenas. Imaginémonos también que todo el sistema formal e informal que mantiene la presencia de tales puntos tambien desaparece. O sea, imaginemos la posibilidad de que un día de éstos nos levantemos de la cama y descubramos que en Las Terrenas han desaparecido todos los centros de distribución de drogas ilícitas y el aparataje que hacía posible su presencia.

¿Que pasaria?

Bueno, muchos piensan que el problema de drogas en Las Terrenas se elimina si se destruyen los puntos de drogas. Sin embargo, aunque es cierto que eliminar los centros de distribución es muy importante también lo es el decidir qué va a pasar con lo que dejan atrás, o sea, los drogadictos.

Los drogadictos son seres humanos que han perdido gran parte de su dignidad personal por causa de su adicción. Son personas, sí, personas que han sufrido en carne propia las terribles consecuencias de malas decisiones y de hábitos destructivos. El uso de sustancias nocivas para su salud produjo también terribles consecuencias para sus amigos y familiares, mientras que la sociedad entera sufrió porque para mantener su adicción tuvieron que maltratar a otros a través del robo, del abuso y hasta de la violencia.

Si pensamos en los drogadictos como personas debemos entonces preguntarnos, qué va a pasar con ellos una vez que las fuentes principales para sus drogas han desaparecido. Porque el drogadicto no deja de serlo cuando el punto de drogas desaparece. Su cuerpo y su mente, viciados por usos multiples, regulares y constantes, han perdido ciertos controles y se muestran incapaces de detener el impulso hacia las drogas. En casi todos ellos el cuerpo se vuelve incontrolable, se retuerce, se quiebra, clamando por la droga con una furia de fuerza indescriptible. Muchos desearán morirse, otros se hundirán en la desesperanza y nadie puede saber de lo que pueden ser capaces. Lo que sí sabemos es que querrán la droga con una voracidad inigualable.

La adicción es un fenómeno físico pero también es sicológico. Apartarse del consumo de las drogas trae consigo grave consecuencias físicas y sicológicas, tanto para el adicto como para sus amigos y familiares. Así que cuando desaparezcan los puntos de drogas en Las Terrenas, ¿qué va a ocurrir con los cientos de drogadictos en nuestro medio? ¿Quién los va a ayudar? ¿Quién les dará las drogas “legales” que necesitan para ayudarlos en el proceso de recuperacion? ¿Quién estará disponible para aconsejar y guiar a los amigos y familiares que lidiaran con el problema a diario? ¿Quién ayudará a los drogadictos cuando sus cuerpos se sientan razgados por una sed de drogas que no podrá ser satisfecha? Muchos dirán, “se merecen el dolor,” pero ese dolor no se sufre solo. Por cada drogadicto/a que busque la recuperación por lo menos diez personas serán afectadas, ya sea por razones médicas o sicológicas. Si en Las Terrenas hay cien drogadictos (usuarios consistentes) entonces estamos hablando de mil personas que resultarán afectadas de una manera u otra.

En Las Terrenas no tenemos los sicólogos, siquiatras y, me imagino, ni siquiera las drogas necesarias para asistir a los drogadictos en su proceso de transición. Tampoco tenemos los consejeros ni las entidades de trabajo social para que los familiares y amigos reciban la ayuda necesaria. Lo que esto quiere decir es que la solución a un problema crea otros grandes problemas de caracter social, médico y comunitario.

Soy el primero en apoyar la “limpieza” y la erradicación de los puntos de drogas aquí y en cualquier otro sitio, pero tanto la drogadicción como la erradicación de la misma son problemas de salud pública y de política de salud pública de una naturaleza compleja y costosa. Así como sufrimos las consecuencias de puntos de drogas activos y constantes, así también sufriremos las consecuencias, altamente complejas, de drogadictos que necesitan del tratamiento y apoyo necesarios para que puedan restaurar sus vidas.

Los que piensan que las drogas son un problema de pura y simple erradicación muy pronto descubrirán que por cada acción punitiva se producirán profundos problemas sociales, médicos y sicológicos que no podemos comenzar a imaginarnos. ¿Cuál sería la solución? Que junto al cierre de los puntos de distribución se traigan además sicólogos, trabajadores sociales, médicos, drogas y puntos de tratamiento para ayudar y apoyar a los que van a necesitar reestablecer sus vidas en los aspectos sociales, sicológicos y médicos.

La pregunta es realmente sencilla. ¿Qué vamos a hacer con los drogadictos? Una opción es humana y digna (preocuparnos por su bienestar y tratamiento). La otra es insensata (que se la resuelvan como puedan). Me parece que los líderes de la comunidad tienen delante de sí un gran desafío, uno que nuevamente les permitirá demostrar su capacidad de compasión, integridad y presteza.

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...