sábado, 28 de julio de 2007

Imaginando a Una Nueva Ciudad


Imaginémonos a una ciudad tal como la soñamos. ¿Qué cualidades tendría? ¿Qué elementos particulares o especiales? ¿Qué cosas podrían hacerla una ciudad modelo o una ciudad ideal?
Sabemos que hay servicios y funciones básicas que toda ciudad debe tener (buena agua, recogida de basura, policía municipal, tránsito adecuado, zonificaciones, calzadas, áreas de estacionamiento, zonas públicas, parques municipales, parques infantiles, iglesias, etc.), pero también están las cosas adicionales que pueden hacer de una ciudad algo especial.
Estoy seguro que has soñado con algo. Si lo has hecho y quieres compartirlo, por favor pulsa sobre "comentario" inmediatamente después de estas palabras y comparte tus ideas. Todos los demás lectores podrán ver tus comentarios. Yo te prometo que les daré publicidad luego en Soliloquio (en el LT-7) y a través de otros medios.Mientras más energía utilicemos imaginándonos una ciudad mejor que la que tenemos más posibilidades habrá de que se convierta en realidad.
Sueña, imagina, desea, comparte y, ahora, escribe. GRACIAS

Sueños Urbanísticos


Tengo muchos sueños. Sueño con un parque municipal, parques infantiles, una glorieta, un mercado municipal, una plaza de artesanos y muchas otras cosas más. No soy ni el único ni el primero en soñarlas, como tampoco soy el único que se pregunta cómo será posible obtenerlas, cuándo, en qué manera y por medio de quién.
Al mismo tiempo sueño con oportunidades aún por aprovecharse, cosas que enriquecerían las diferentes facetas de nuestra existencia comunitaria.
Primer ejemplo. La intersección de la calle Duarte con Calle Carmen, frente a la Ferretería Leonardo, crea un área muy especial. En cierto modo es como el corazón geográfico del pueblo. Me imagino un “Parquecito de Las Flores” en el área junto al río, algo así como un área pintoresca, bien preparada, central, limpia, nítida, colorida, adoquinada, donde hayan bancos para sentarse, una pequeña fuente de agua, una pequeña pajarera y flores, muchas flores, vendidas por personas locales, dejando espacio para que la gente camine, se siente y se tome fotos, además de que haya un boletinero público, con mapas y lista de eventos locales y hasta un sanitario público. Me imagino un poste elevado portando letreros como flechas dirigidas a todos los puntos cardinales, señalando ciudades y distancias alrededor del mundo, marcando el centro geográfico de Las Terrenas y del mundo, la intersección de muchos puntos, porque eso es ese punto, intersección patriótica (Duarte) y cultural (vírgen del Carmen), comercial y social (casi todo el pueblo y otros pasan a diario por ahí). Me imagino la conversión del puentecito en un puente “colgante”, bien decorado, algo así como una estructura que haga del puentecito algo verdaderamente especial, único, convertida en un punto al que hay que ir y que identifique a Las Terrenas. Ojalá que no tumben los árboles al lado de la cañada, para así aprovechar su sombra y crear un lugar refrescante, íntimo y especial. Podríamos invitar a arquitectos y a artistas para “planear el lugar” y convertirlo en el CENTRO obligado del pueblo, como también en un gran mural artístico que sirva de acopio a nuestra historia y a nuestro futuro. Me imagino un pequeño monumento, representativo y de alta calida. Llamemos al parquecito “Cuatro Esquinas,” o “El Centro,” o “El parquecito de las flores,” o algo parecido que sea significativo, memorable, romántico, pueblerino y, sobretodo, turístico. Tantas cosas podrían ir allí pero, más que nada, algo que simbolice lo mejor de todos nosotros.
Segundo ejemplo. La salida de Caño Seco al mar crea otras posibilidades. He oído a varias personas hablar de cuán bueno sería tener un puentecito de palotes, para que las personas crucen desde la policía hacia la Aldea de los Pescadores, usando lo pintoresco y especial del lugar, algo igualmente romántico, turístico, limpio y atractivo. Yo le añadiría un pequeño parque náutico desde el puentecito frente a la Ferretería Leonardo hasta el mar, limpiando y ampliando la cañada, para que pequeños botes, únicos en el país, suban y bajen por ahí, luego de que todo el entorno haya sido convertido en un jardín botánico, de tal manera que los turistas, locales e internacionales, luego de concluída su caminata por el pueblo o por la playa puedan subir o bajar disfrutando del entorno. Las Terrenas sería el único lugar del Caribe con semejante particularidad y con el cuidado adecuado que evitaría la afluencia de basura en el área, la existencia de un jardín botánico y un viajecito en piragua, pintoresco, barato y seguro haría de Las Terrenas algo verdaderamente sin igual.

Tercer ejemplo. En nuestro pueblo todo va de cuesta arriba o cuesta abajo, pero no ásperamente ni con demasiadas curvas. Yo sigo soñando con la idea compartida desde hace dos años de que la ciudad cuente con un sistema de transporte público centralizado, todo eléctrico, usando carritos de golf, con una planta de carga solar y su personal de mantenimiento y limpieza. Imagínense cómo sería Las Terrenas sin la contaminación, ruido y problemas de tráfico que la ausencia de un adecuado sistema de transporte interno crea. Los motochonchistas serían empleados por la Corporación de Transporte Municipal, recibirían un salario decente y en lugar de los cientos de motores tendríamos carritos de golf con rutas por todo el pueblo. ¿Por qué no ser pioneros en transporte colectivo usando energía renovable?

Cuarto ejemplo. Frente a la playa podríamos tener el mejor parque municipal del país. Construyamos un faro, con una gran luz que ayude a crear una marca comercial pintoresca y atractiva. Metámoslo dentro del mar, creando un “rompeolas” que sería un paseo muy particular, desde donde salen yolas a dar paseos marinos, desde donde se lanzan los fuegos artificiales en ocasiones especiales, desde donde se podrían dar hasta conciertos, desde donde se promoverían un sin número de cosas relacionadas a nuestra realidad como ciudad costera. He oído mencionar a otros ideas similares y creo que tiene gran potencial. Lo he visto en otros países. Pero volviendo a la parte de parque municipal, junto a la Casa Blanca se podrían redistribuir el espacio para ser parada de autobuses (turísticos y de transporte interurbano), colocar un área de juego infantil, sanitarios públicos, hasta duchas y convertirlo en un jardín botánico también (yo creo mucho en reverdecer, en enflorecer y en la creación de pequeños parques).
Quinto ejemplo. Las Terrenas podría ser una “ciudad de parques” porque tenemos tantos rinconcitos donde se podrían poner un par de bancos, unas plantas y flores adecuadas y darle un aire muy particular a la ciudad. Creo que todos nos sentiríamos orgullosos de vivir en una ciudad de parques, transformando depósitos de basura en parques de flores, como la curvita próxima a la calle Principal en la carretera a Playa Bonita, una de las partes más feas del pueblo y una de las más sucias, al igual que la intersección de La Ceiba y Playa Bonita, al lado del supermercado León. Desafortunadamente, casi todas las áreas atractivas para parques son ahora paradas de motoconchos. Imagínense el cambio si encontramos una salida florecida, medioambiental, sostenible y creativa a todos esos puntos neurálgicos que tiene la ciudad.

Finalmente, la estupidez del tráfico vehicular actual que hace que camiones extrapesados transiten por un puentecito que no fue construído para ello y que forza a todo el tráfico pesado y general a pasar por la zona turística más crítica de la ciudad podría cambiarse si construímos desde Casa Blanca hasta la Playa de Los Pescadores un “entablado turístico”, haciendo que la calle sea un verdadero atractivo turístico, con pequeñas áreas para exhibiciones artesanales y artísticas, puntos para tomar fotos, centros de información y medios de promover el desarrollo económico en la comunidad. El entablado conectaría el centro de transporte (al lado de Casa Blanca) con los restaurantes en la Aldea de los Pescadores creando un corredor turístico por excelencia.

Son sólo ejemplos y en la mente de muchas otras personas hay ideas similares y hasta mejores. Qué bueno sería si pudiéramos tener un sitio que nos ayude a compilar los cientos de sueños que todos tenemos para hacer de nuestra comunidad la mejor del país y del area.

[Si tienes ideas que deseas compartir, ve al tópico "Sueños Urbanísticos" arriba y escribe un comentario para compartir tus opiniones.]

sábado, 21 de julio de 2007

Desnudez

En este espacio inverosímil de tiempo que llamamos vida se nos atraviesan momentos de espera a los cuales nadie puede atajar. Son como relámpagos en noche clara de lucha llena. Son extraños, imposibles, inquietantes y, sobretodo, indiferentes.
El momento de espera puede ser fugaz. O eternamente presente…o ausente.
Cuando nos llega el tiempo nos contemplamos como somos: desnudos. Y una vez descubrimos cuán desnudos estamos hacemos lo mismo que Eva: nos cubrimos. La lucha de una vida entera se convierte en el mero afán de protegernos de nuestra propia desnudez.
La vida es un largo trayecto del desnudo al desnudo.
Se cubre el niño porque se le ha dicho que se tape. Se cubre la niña porque se le ha dicho que nadie debe verla. Se cubre el adolescente para no verse menos, ni más. Se cubre el hombre por costumbre, se cubre la mujer por ternura. Se cubre el ladrón para no ser visto. Se cubre el político con lo que hace para que no se vea lo que no hace. Se cubre el débil con su bocaza vulgar para que no se le note que es pedro que ladra pero no muerde. Se cubre el rudo para que no se le vea que tiene alma también y, más que todo, se cubre el feo para que sólo se le vea lo bonito que tiene.
Nos cubrimos todos.
Y de todo lo que nos cubrimos lo más necesario es cubrirnos de nuestra nostalgia, de ese ángel intruso que se nos aparece para llevarnos cerca a cualquier sitio que nos recuerde de alguien a quien hemos amado mucho. Nos confronta con las palabras, los perfumes, los suspiros, los deseos, los llamados, los sueños y las esperanzas del otro ser con quien compartimos nuestra desnudez. A esa persona a quien le revelamos todo, a quien le dijimos algo que está más cerca de nuestra alma que nuestra propia existencia.
¿Te acuerdas? Le dijiste todo, hasta lo más profundo, tus miedos, tus pesadillas, tus deseos, tus más profundos deseos. Y hoy viene el ángel de la melancolía para recordarte que la próxima vez debes cubrirte tu desnudez un poco mejor. Tantas veces nos visita el ángel que terminamos cubriéndonos todo. No sólo nos cubrimos los ojos evitando mirar a los otros ojos, no sólo cubrimos nuestros oídos pretendiendo no oir ni bueno ni malo, no sólo cubrimos nuestros pechos para no dar de nuestra leche, sino que también nos cubrimos el alma para que después nadie nos diga que nos desnudamos fácilmente ante cualquiera que se aparezca ofreciéndonos amor.
La desnudez.
Mal aprendimos a que la desnudez es solamente sexual y a que debe ser atrayente y apetecible. Se nos olvidó el grito primal de juntar piel con el vacío sideral, unidos con todo y separados por nada. Prefiero la vida sin ángel de la melancolía, para que la desnudez sea permanente, sensata, libre y célebre para no tener que pasar por todas las etapas del maquillaje corporal, perdiendo lo que verdaderamente somos ante los ojos de los demás.
Nacimos desnudos y no importa cuánto nos pongan encima también nos moriremos desnudos.
Viva la desnudez.

Pablo Milanes / El breve espacio en que no estas

miércoles, 18 de julio de 2007

Breve Espacio

A todos nos llega un breve espacio en la vida en que nos llenamos de un aire de existencia incomparable. Para algunos ese breve espacio nos llega al encontrarnos con Dios, sea cual sea su definición, varón o hembra, espacio o fuerza, color o sentimientos.

Para otros ese breve espacio se convierte en el recuerdo de un momento sublime, algo inesperado, totalmente deseado e impredeciblemente eterno, como un beso anticipado, un abrazo empedernido, una sonrisa apacible sobre un colchón sudoroso a quienes las sábanas abrazan como el cielo estrellado a fin de mayo.


Y para otros ese breve espacio de existencia incomparable pudo haber sido el abrazo de una madre, el cariño inigualable de una abuela, o la confianza impecable de un bebé aferrado a los brazos de su padre.


Años atrás caminaba por uno de esos breves espacios en la vida que nos llenan de pasión, humana, sólida, aterradora, pausada pero igualmente creciente, como una burbuja que rompe las entrañas queriendo salir para compartir su sonido, su esencia, su ardor. Montaba bicicleta bajo el cielo de Chicago, la ciudad de cuello azul del norte-centro norteamericano, amparado bajo uno de esas tardes que yo llamaba “Chicago-azul,” ese momento cuando el día parte para dar paso a la noche, pero siendo ni de día ni de noche lo que se ve es una brillantez alucinante reflejada en el espacio infinito, circundada por rascacielos y besada eternamente por el Lago Michigan que la entretiene, como si fuera una novia a distancia pero sentida muy de cerca.

En ese breve espacio aquella tarde de septiembre me tuve que parar al lado del lago para contemplar el nacimiento de mil estrellas que al mismo tiempo aparecieron en ese Chicago-azul-del-cielo como si hubieran sido llamadas por el duende de la noche, invitadas por las voces de millones de personas enamoradas del mismo lago, del mismo cielo, de la misma escena, del mismo espacio breve de la vida. Allí, en esa tarde de septiembre del 1993 me sorprendió una lágrima torpe que bajando por mi mejilla derecha me acordaba de unas cuerdas escondidas dentro de mi, las que tocan sinfonía curiosa, polifónica pero discorde, cada vez que me recuerdo de algo cuya melancolía no puedo reprimir.


En ese breve espacio de la vida recordé a mis hijos José y Salim y deseé que estuvieran conmigo. No estaban lejos, sólo al otro lado del lago, en Michigan, con su madre, de quien me había divorciado. Las roturas y groserías de la vida, de las que todos somos culpables, por más que traten no pueden romper fácilmente el amor de un padre por sus hijos. Quería tenerlos allí, bajo el mismo cielo Chicago-azul de septiembre, charlando, jugando, riendo, retozando con lo que fuera, a mi lado, al alcance de mi mano, de mi abrazo, de mi cuello, de mi corazón.

Ese momento melancólico pudo haber sido como muchos otros, como cuando me escondía en mi habitación en el segundo piso de la casa de mis abuelos, mirando hacia fuera, hacia esa montaña alta y siempre azul que besa todos los días al valle de Constanza. Parado ante ese marco artesanal, abriendo mis ojos al espacio frente a mi se me antojaba llorar por mi mamá, ausente, lejana, en Nueva York, buscando algo que nunca sabré qué fue, mientras mi hermana y yo compartíamos la ausencia de un hogar que no era más, que bien nunca realmente tuvimos y que profundamente deseábamos.

O quizás fue como cuando se murió mi abuela Fifita, en Santo Domingo, mientras yo estaba en Michigan. Mi querida abuela Fifita, su muerte ocultada por tres días porque, según me dijo mi papá, no me lo quiso decir para que no dejara mis clases en la universidad en Michigan. Ya todo estaba terminado. Ella en su sepultura y yo sin saber nada.

Mi abuela se murió sentada, frente a su hija Nilka. Echó un suspiro, entregó al mundo su última mirada sin sonrisas ni enojos y se nos fue. Así de más. Los detalles los supe después, lo que yo sí recordaría baja el amparo de ese Chicago-azul de cielo en septiembre fueron los momentos compartidos con ella, a sus pies y bajo su mirada, los juegos e historias, las preguntas escondidas, las esperanzas de mejor vida—para mi—que desde su corazón hermoso se prendaban para mi.

En esos breves espacios de la vida, incomparables e incomprensibles, el humano se crece y se hace recordar de que más que cualquier otra cosa—material o inmaterial—la riqueza más nata y prendorosa, la princesa de todas las emociones, el trono superior de nuestra humanidad es cuando abrimos corazón al sentimiento sincero, pasional, amoroso, inigualablemente frágil pero certero, de que en el fondo somos vaso frágil, embuídos de sentimientos hacia aquellos a quienes las vida nos hace llamar hijos.

Todo se va pero en esos breves espacios de la vida queda esa conexión total y firme hacia nuestros hijos, ligados misteriosamente a través de lazos inexplicables pero poderosos y a ellos, a nuestros hijos, les entregamos a veces una lágrima solitaria y valiente, cayendo hacia el infinito del recuerdo, bajo un cielo Chicago-azul, una tarde de septiembre.

viernes, 13 de julio de 2007

Arboles


Al final de mi calle hay un árbol de mango. Mejor dicho, había un árbol de mango porque ahora está totalmente seco. Cuando me mudé a este barrio hace cuatro años y medio me acuerdo lo frondoso que era, cómo todos los niños del barrio y de otros barrios venían a tumbar mangos en temporada y también cuán amplia y frondosa era su cobertura. Es una pena que ya no sea lo mismo. No sé si lo secaron o se secó, pero dejó de ser y ahora lo que quedan son las ramas y un tronco seco y despavorido, como un fantasma en ático olvidado.
No es el único árbol fallecido en nuestra comunidad. En la callecita donde antes estaba la Ferretería Europea había un árbol gigantesco, creo que de mango también, el cual también se secó, o lo secaron, y ahora lo que queda es un tronco erguido pero muerto por dentro, como el cadáver de un gigante que sin importar su estatura se sabe que ya no es ni nada ni nadie.
Una vecina nuestra, doña Cristina Núñez, respondió a nuestra pregunta sobre qué extrañaba más de su niñez en Las Terrenas diciendo que “los árboles.” Nos decía ella que podía identificar los lugares donde antes habían árboles frondosos, a veces preñados de mangos, otras veces de hojas, pero siempre un lugar bajo el cual la gente jugaba, jugaba dominos, se sentaban a charlar y se convertía en una zona de juego natural para niños y jóvenes. “Están casi todos desaparecidos,” nos dijo una tarde “y me da mucha pena,” concluyó.
A mi también me da mucha pena. Arboles idos y desaparecidos son como amores olvidados, no quedan de ellos ni siquiera la esperanza de un recuerdo; a veces confundimos realidad con magia y nos damos cuenta que quizás nunca existieron. Pero un árbol deja una huella difícil de olvidar. Sobre sus troncos se escribieron memorias, en sus ramas colgamos las risas de muchos juegos, bajo su sombra contemplábamos cómo el mundo se abría ante nuestros ojos. En esa mezcla mágica de tierra, hojas secas e insectos aprendimos muchas cosas y una de ellas fue nunca imaginarnos que ese mismo espacio iba a desaparecer.
Cuando crecía en Constanza me acuerdo que en el parque municipal había un flamboyán que a costa de tantos juegos y abusos infantiles se quedó chiquito, como un tapón de naturaleza prisionero de una esquina, sobre el cual saltábamos, jugábamos al topao y desarrollamos las mejores destrezas motoras que cuerpito alguno pudiera desarrollar. Yo era rey en ese árbol. Jugando al topao nadie me podía ganar y conocía cada rendijo de su espacio como también de dónde tirarme o dónde esconderme cuando venía el cuidador del parque a tratar de echarnos mientras blandía una ramita pelado azuzada sobre nosotros como queriendo decirnos “si te agarro te voy a dejar una marca de toda la vida.”
Quizás convenga recordar las palabras de la composición de Alberto Cortés (quien viene al pais junto a Pablo Milanés a principios de agosto), titulada “Mi Arbol y Yo”:

"Mi madre y yo lo plantamos
en el límite del patio
donde termina la casa.
Fue mi padre quien lo trajo,
yo tenía cinco añosy él apenas una rama.
Al llegar la primavera, abonamos bien la tierra
y lo cubrimos de agua;
con trocitos de madera,
hicimos una barrera
para que no se dañara.
Mi árbol brotó...mi infancia pasó...
Hoy bajo su sombra
que tanto creció...
tenemos recuerdos
mi árbol y yo.

Con el correr de los años,
con los pantalones largos
me llegó la adolescencia.
Fue a la sombra de mi árbol,
una siesta de verano,
cuando perdí la inocencia.
Luego fue tiempo de estudio,
con regresos a menudo
pero con plena conciencia
que iniciaba un largo viaje,
sólo de ida el pasaje
y así me ganó la ausencia.

Mi árbol quedó y el tiempo pasó...
Hoy bajo su sombra
que tanto creció...
tenemos recuerdos
mi árbol y yo.

Muchos años han pasado
y por fin he regresado
a mi terruño querido.
En el límite del patio,
allí me estaba esperando,
como se espera a un amigo.
Parecía sonreírme, como queriendo decirme:"
"Mira, estoy lleno de nidos"
"...Ese árbol que plantamos
hace tantos, tantos años,
siendo yo apenas un niño.

Aquel que brotó
y el tiempo pasó....
Mitad de mi vida
con él se quedó.
Hoy bajo su sombra
que tanto creció....
Tenemos recuerdos...
Mi árbol y yo.”

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...