sábado, 6 de marzo de 2010

La Mitad del Cielo

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora (o también Día Internacional de la Mujer) se celebra el día 8 de marzo y está reconocido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En este día se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo integro como persona. Es fiesta nacional en algunos países.
La idea de un día internacional de la mujer surgió al final del siglo XIX, en plena revolución industrial y durante el auge del movimiento obrero. La celebración recoge una lucha ya emprendida en la antigua Grecia por Lisístrata, quien empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra, y que se vio reflejada en la Revolución Francesa: las mujeres parisienses, que pedían "libertad, igualdad y fraternidad", marcharon hacia Versalles para exigir el sufragio femenino, pero no fue sino hasta los primeros años del siglo XX cuando se comenzó a proclamar, desde diferentes organizaciones internacionales de izquierda, la celebración de una jornada de lucha específica para la mujer y sus derechos. (fuente de lo anterior: Wikipedia).
La celebración de este evento debe llevarnos a la reflexión. Por ejemplo, 100,000 niñas son secuestradas cada año en la China para instalarlas en burdeles y traficarlas por todas partes del mundo.
Nosotros que vivimos en una comunidad donde existen varias maneras de traficar con menores debiéramos preocuparnos, sobretodo después de una celebración de carnaval en la que sus organizadores permitieron un batón ballet que hacía que niñas menores se tiraran sobre la calle a bailar el perreo y a hacer gestos vulgares y sobre-sexualizados. A las niñas no parecía importarles, tampoco a sus dirigentes y mucho menos a los organizadores del evento.
En el mundo muere una mujer cada minuto durante el parto. Mueren más mujeres dando a luz que los soldados y civiles que mueren en una guerra. Las muertes ocurren mayormente en paises en desarrollo, los que muchas veces carecen del cuidado prenatal básico o de servicios adecuados de salud femenina. De hecho, dar a luz es tan riesgoso hoy en día como lo fue hace 20 años. Solamente en Latinoamérica mueren 15,000 mujeres en el parto cada año, una situación verdaderamente inaceptable. La gran mayoría de estas muertas ocurren entre madres adolescentes, pobremente preparadas para parir, pero que fueron entregadas al matrimonio por sus padres, ya sean por razones económicas o por razones culturales.
Algunos expertos piensan que si los presupuestos y los servicios de salud estuvieran principalmente en manos de mujeres otra cosa fuera. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Población hacen falta dos cosas para cambiar las cosas: voluntad política e inversión financiera.
Es vergonzoso que el dinero no aparezca para mejorar las condiciones de la mitad del mundo (la “mitad del cielo” según un proverbio chino), pero sí para que los machos del mundo jueguen a la guerra. Los que vivimos en una comunidad donde no hay programas oficiales para mejorar la calidad de vida de la niñez y adolescencia femenina y donde no existen programas especializadas para atender a la salud maternal y femenina, no debe extrañarnos que muchas mujeres en Las Terrenas padecen muchos de los males que otras mujeres alrededor del mundo también sufren. Si tuviéramos una mujer como directora de INAPA, o como síndica, ¿piensa Ud. que ocurrirían tantas infecciones vaginales por causa del agua contaminada que corre por nuestras tuberías (cuando corre…!).
Todo lo que puede hacerse para mejorar la calidad de vida de las mujeres, sobretodo en las áreas de salud femenina ya existen y ya están en uso en los países desarrollados e industriales. O sea, no es por falta de tecnología disponible, pero sí es por falta de voluntad política y de inversión.
Según el Indice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, Noruega ocupa el primer lugar en el mundo por calidad de vida. La mayoría de los ministros de gobierno son mujeres y el gobierno noruego ha sido uno de los principales promotores de los derechos de igualdad de género, paz y seguridad en el mundo. Gran parte de lo realizado en Noruega se debió a Gro Harlem Brundtland y su “gobierno de mujeres” en 1986. Esa fue la misma Brundtland del famoso “Reporte Brundtland” titulado “Nuestro Futuro Común” que tanto énfasis dio a la preservación de los recursos naturales y al enfoque de sostenibilidad en el manejo del gobierno y del desarrollo económico.
Al acercarnos a otra celebración de los derechos conquistados por las mujeres pensemos en nuestras madres y en nuestras ancianas aquí en Las Terrenas, las que tienen gran cantidad de sabiduría acumuladas, a la que muchos de estos líderes machos y patriarcales harían bien en reconocer.
Y en ese proceso, atendamos al presente y al futuro de nuestras niñas y adolescentes, para ver si de una vez por todas prohibimos que ellas se tiren a la calle a perrear durante la mayor fiesta patriótica de la vida cívica dominicana.

La Maldición Blanca

Escrito por Eduardo Galeano
Publicado en Abril 2004 en varios periódicos latinoamericanos http://www.kaosenlared.net/noticia/haiti-la-maldicion-blanca


El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo.
Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Aristide.
Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor. Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.
Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones.
Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo. Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien. Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental.
Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del Africa. El mandato de los ancestros. La maldición negra, que empuja al crimen y al caos.
De la maldición blanca, no se habló. La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado: -¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias? -El anterior. -Pues, que se restablezca. Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados. Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”.
Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte. A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro.
El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos. A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad.
Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar.
En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854. En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York. El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas.
Y mataron mucho. No fue fácil apagar los fuegos de y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe. Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras. País Sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros.
Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios. Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.
En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes. En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares.
Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.

Paradigmas

Un paradigma es un modelo, un cuadro mental que nos permite seguir las cosas según concepciones premeditadas o inconscientes.

Por ejemplo, la mayoría de las mujeres viven bajo el paradigma de que ella son las que deben ocuparse del hogar, del cuidado de los niños, de la comida y de la salud familiar. La mayoría de los hombres viven bajo el paradigma de que ellos son los principales proveedores, los que se buscan el pan en la calle, los “padres de familia” que son responsables de mantener la casa. Otro ejemplo de una condición social paradigmática son los servicios del gobierno.

En el caso dominicano, a manera de ejemplo, se espera que el estado provea servicios de salud y de educación gratuitos, tal como lo manda la Constitución y las leyes, lo que hace malamente pero lo sigue haciendo aún. En un aspecto relacionado, el paradigma tradicional promueve el que los líderes políticos tiendan a ser autoritarios, que manden y trazen pautas de manera centralizada y por ello la gente espera que el líder político “resuelva,” porque para eso es jefe.

En estos tiempos ocurren “cambios paradigmáticos,” como la mujer que decide que no va a vivir bajo el modelo tradicional, que no va a vivir dependiendo del esposo, que no se va a quedar en la casa, que sale a trabajar fuera y que maneja su propio dinero y toma sus propias decisiones.

Para el marido tradicional esta mujer es una “rebelde,” para sus amigos y amigas es también una “rebelde” y no faltan quienes la puedan acusar de malatender a los niños, al marido y a la casa. Los religiosos tradicionalistas dirían igualmente que esta mujer rebelde no sigue el precepto de Dios de estar sujeta al marido y de atender a su casa “como Dios manda.”
En el aspecto político los cambios paradigmáticos fomentan un concepto del liderazgo menos centralizado, más participativo, más orientado al empoderamiento de la gente para que resuelvan en gran parte sus propios problemas. Las tradiciones paradigmáticas y los cambios paradigmáticos entran en conflicto cuando la gente no está preparada para los cambios de modelo o de paradigma. Si el marido o la sociedad no están listas para una mujer “liberada” entonces habrán conflictos; si la sociedad o la comunidad no está preparada para un líder político participativo entonces habrán conflictos.
En los modelos tradicionales a la gente no les importa que sus líderes sean corruptos, que roben, que gobiernen de manera centralizada y que beneficien sólo a unos pocos, porque creen que ese es el modeloel paradigmaa seguir. Es lo que han visto antes, es lo que tienen ahora y es lo que esperan en el futuro.
En los negocios y en las profesiones funcionan varios modelos o paradigmas. Un ingeniero que conozco me dijo hace un tiempo que él es un depredador. Lo que quiso decir es que a él no le importa construir donde tenga que construir, destruyendo lo que tenga que destruir y alterando lo que tenga que alterar, con el fin de hacer el trabajo deseado, al menor costo y con los mayores beneficios. Todo lo demás que se vaya “a la porra.”
Un cambio de paradigma implicaría construir una obra de ingeniería haciendo caso a las condiciones imperantes de tal manera que se destruya lo menos posible y se preserve lo máximo mientras se realiza el diseño de la obra de manera adecuada y eficiente. Un paradigma dice “métete por ahí sin importarte más nada,” mientras que otro modelo o paradigma dice “construye de manera sostenible.” (figura a la derecha, ¿puedes ver las dos figuras, una joven y una vieja?)
El modelo de sostenibilidad es un nuevo paradigma, el que invita a conservar lo que existe en el presente para que se beneficien igualmente las generaciones futuras. O sea, usa los recursos pero no para explotarlos o desperdiciarlos, sino preservándolos de tal manera que esos mismos recursos estén a la disposición de las generaciones futuras.
Los ventarrones políticos que se avecinan y que continuarán hasta Mayo 16 ofrecen amplias oportunidades para evaluar los paradigmas existentes. Si usted está conforme con las cosas como son entonces usted vive bajo los viejos paradigmas. Si usted ve la necesidad de cambios entonces usted busca nuevos paradigmas, nuevos modelos. Todo cambio trae conflictos, pero los resultados a mediano y a largo plazo prometen beneficios superiores a los actuales.
No todos los cambios son buenos, pero muchos son necesarios. Cambiar por cambiar no es razonable, pero cuando es obvio que las cosas podrían ser mejores entonces es tiempo de vivir bajo nuevos y mejores paradigmas.

Tres Oportunidades

Estoy convencido que a todos nos llegan tres grandes oportunidades en la vida.

La primera es cuando nacemos y respiramos por primera vez.

Esa es una oportunidad innata, no solicitada, nos llega como un regalo y, forzosamente, como una obligación, porque la naturaleza se encarga de que les llegue a todos los nacidos de manera igual. Muchos pierden esa oportunidad por razones igualmente naturales, o por desgracias, o por circunstancias más allá de la capacidad de ese bebé de cambiar.

La segunda nos llega cuando con toda conciencia optamos por hacer algo malo.

Creo que todos los seres humanos nacemos con una tendencia a ver lo bueno y a hacer el bien, pero en algún momento de la vida y una vez adquirimos plena conciencia de nuestros hechos y de sus consecuencias, escogemos hacer el mal. Muchos siguen haciendo el mal en mayor medida que hacen el bien y se convierten en maldiciones vivientes para ellos mismos y para la humanidad.

Creo igualmente que todo ser humano tiene una habilidad innata de hacer el mal, como de hacer el bien, como en el caso de los niños que “se portan mal,” pero en el caso de los niños no se les puede adjudicar “plena conciencia.” La oportunidad a la que me refiere es la que se le presenta a todo ser humano una vez hay conciencia del bien y conciencia del mal. Escoger lo malo toma mucha energía y un cierto pensar, profundo pensar. El mal no se hace a ciegas, se hace con conocimiento.
La tercera oportunidad nos llega cuando optamos hacer la paz.

Hacer la paz significa no hacer nada que cause daño, sufrimiento, indignidades u ofensas a otras personas. Hacer la paz es una decisión, es una elección, es una motivación y no es nada fácil. Rodeados, como estamos, de tantas oportunidades de hacer tantas cosas, el escoger hacer la paz, crear la paz, potenciar la paz, es una gran oportunidad y una que tienen consecuencias poderosas y muchas veces impredecibles. Lo que sí yo sé es que mientras más hacedores de paz tengamos mejor viviremos en comunidad.

Si todavía no has escogido la paz, piénsalo. Es una oportunidad, una de las grandes oportunidades en la vida.

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...