viernes, 23 de julio de 2010

Restauración

En algún momento de la historia de este universo todo existía en perfecta armonía. Durante la mayor parte de la historia de este mundo la naturaleza y los seres humanos convivían bajo una relación dinámica: había suficiente para todos y lo que se usaba era lo que se necesitaba para subsistir. La calidad del aire y del agua, al igual que la energía de la tierra y la riqueza de los lagos y mares estaban a niveles óptimos. Había más de lo esencial y lo que era usado no desgastaba lo existente.

Durante ese mismo tiempo hubo desastres, erupciones volcánicas, terremotos, huracanes, calentamientos y enfriamientos, guerras y pestilencias. En muchas ocasiones la mano del hombre contra el hombre era la causa de muerte de cientos de miles de personas.Entre la armonía y las destrucciones periódicas había cierto balance, cierta tensión creativa, lo que impedía que la tierra y sus recursos se destruyeran o que el ser humano desapareciera de sobre la faz de la tierra.

Las cosas han cambiado enormemente en los últimos siglos y han cambiado de manera alarmante en las últimas décadas. Gran parte de la humanidad no ha podido comprender que para sostener la vida es necesario que la tierra posea la capacidad de regenerarse y que nunca se agoten los recursos que hace posible que generaciones futuras disfruten de la calidad de vida que se pueda estar ofreciendo hoy. El principio de mantener los recursos naturales y su uso a niveles tales que las generaciones futuras no se afecten se le llama sostenibilidad.

Pero la sostenibilidad es casi imposible de identificar, monitorear, predecir y realizar. Por ejemplo, la pesca y la riqueza del mar que rodea a Las Terrenas ha sido agotada y destruída tan completamente que no hay ni visos ni esperanzas de que pueda reponerse a como era 50, 40, 30, 20, ni siquiera 10 años atrás. La próxima generación no encontrará las langostas, los langostinos, los pulpos, los cangrejos y los peces que encontramos hoy. Razonablemente, no podemos esperar que decenas de personas que viven de la pesca dejen de pescar por 5 años para darle un chance a la naturaleza a que se reponga. Sería factible (como muchas otras cosas), pero eso necesita cometido, fondos y creatividad.

Se habla mucho de desarrollo sostenible. Me gusta como suena, sostengo sus principios y me encantaría que ocurriera. Pero la parte realista de mi cerebro me dice "es imposible obtener niveles sostenibles de desarrollo en los actuales momentos y no hay nada que indique que las causas de no sostenibilidad vayan a cambiar en cualquier momento." Creo que estamos en medio de un viaje de auto destrucción y no está limitado a los recursos naturales.

Los que hacemos exploraciones sociales de manera regular nos damos cuenta, y notamos con preocupación, como existe una aparente marea autodestructiva dentro de nuestra comunidad. Más personas mueren en accidentes de tránsito que se pueden evitar. Mucho más invierten las familias en bebidas que en la educación de los hijos y las hijas, los niveles de contaminación del agua alcanzan índices epidémicos, más y más niñas menores salen embarazadas y más y más niños menores son explotados sexualmente, el ruido es insostenible en muchos sitios y no ha habido ninguna iniciativa de repoblar los árboles, ni de sanear los pantanos, ni de rescatar los humedales, que han sido destruídos o alterados en los últimos años.

Los vegetales que consumimos vienen de otras comunidades, después de haber sido manoseados, expuestos al sol, a la interperie, al polvo, a la contaminación y nos llegan mareados y en variedades reducidas y limitadas. La agricultura ha desaparecido del lugar y por eso la fuente de comida está situada cada vez más lejos. Para hablar de sostenibilidad tendríamos que hablar de vacas cercanas que produzcan buena leche, de gallineros que produzcan carne blancas y huevos sin tirar la sangre de las aves sacrificadas en las cunetas del centro del pueblo (la que atraviesa 650 metros por las cunetas de la calle principal hasta llegar al puente de Abundio y, finalmente, al mar).

Para hablar de sostenibilidad tendríamos que producir nuestros vegetales en valles y montañas más cercanas, reduciendo el costo y aumentando su calidad y durabilidad.

Todas esas cosas son idealismos. Por eso creo que en lugar de hablar de sostenibilidad (de la que realmente nadie está hablando en ningún sitio) deberíamos realmente hablar de restauración. Restaurar significa volver las cosas a su estado anterior. Es un proceso lento, premeditado, enfocado pero persistente. Es hablar de empezar con una hortaliza a la vez, es hablar de sembrar 500 arbolitos a la vez, es hablar de la piscicultura de la tilapia para darle un descansito al mar, es hablar de parar el chorro de sangre en las calles y de invertir más en la educación que en las bebidas, es hablar de dar a los niños y niñas los valores y derechos que se merecen.

Si queremos un mejor futuro hay que empezar a restaurar ahora mismo.

martes, 13 de julio de 2010

Cocotazos

Anote Tong, presidente de la República de Kiribati, anda buscando una nueva patria para los 105,000 habitantes de su archipiélago. Está dispuesto a mudarlos a todos a otro lugar. Las Islas Gilbert o Kiribati, antiguas colonias británicas, están pobladas por descendientes micronesios en el pacífico sur y constituyen el lugar donde primero empezó el nuevo milenio ya que están colocadas justo a la izquierda de la línea internacional del tiempo.

Esos 105,000 habitantes viven en 811 kilómetros cuadrados (Samaná tiene 847 kms cuadrados), lo que quiere decir que comparados a Samaná tienen un poco más del doble de habitantes distribuídos en varias islas. No todas las islas o atolones están habitadas, apenas unas 10 de un total de 33. Los atolones tienen forma de media luna, con una laguna interna de agua muy clara y cristalina, mientras que en la parte externa es mar abierto. Cuando estuve allá hace unos años iba a bañarme en la laguna pero me advirtieron que no lo hiciera ya que los kiribatianos usan la laguna interna como baño y como sanitario y podría encontrarme con objetos flotantes desagradables.
¿Por qué el presidente Tong quiere mudar a todos los habitantes de Kiribati? La razón es simple, el archipiélago va a desaparecer en un par de décadas por causa de la elevación del nivel de agua del mar a raíz del calentamiento. Cuando estaba en Tarawa, la isla principal, el punto más alto tenía apenas dos metros. Cuando hay ciclones en esa zona algunas de las islas desaparecen totalmente bajo las olas.
Para ir a dar un taller sobre desarrollo comunitario a un grupo de líderes en una de las islas cercanas tomé un avioncito de 22 pasajeros. Cuando subí al avión no podía creer lo que vi. La gente montaba racimos de guineos, chivos, gallinas, cajas de cerveza y latas de comida en su interior. Cuando cerraron la cabina no creía que podríamos despegar pero lo hicimos y una hora más tarde llegué a mi destino.
Los ancianos de la aldea me habían reservado una maneaba o choza al lado del mar desde la cual podía contemplar la puesta de sol (derecha). No había electricidad ni agua corriente. Me alumbraba con velas y el agua de beber era de lluvia. Mi maneaba era totalmente abierta, con una cama hecha con hojas de coco y la cena de esa noche fue pescado con coco y plátanos, acompañado con refresco de naranja llevado desde Australia (el principal suplidor de alimentos al pais). Al día siguiente me proveyeron de una bicicleta en la cual dí la vuelta a la isla y así pude llegar a mis reuniones.
En Kiribati, como en gran parte del Pacífico y hasta en partes de Asia, la cabeza es considerada como la parte más sagrada de la persona y no es apropiado tocarla bajo ninguna circunstancia. Esto me permitió utilizar un fenómeno cultural para facilitar la discusión de un tema del taller. Aquí en la República Dominicana es apropiado darle un “cocotazo” a un niño malcriado. Yo cogí un coco, lo golpeé con mis nudillos y le dije a los kiribatianos presentes que en mi pais a la cabeza se le dice popularmente “coco.” Un “cocotazo” consiste en golpear el coco (la cabeza) con los nudillos.
Después de tocar el coco con los nudillos lo hice pasar entre los participantes para que ellos le dieran un cocotazo al coco. Lo hicieron muertos de la risa. Entonces invité a uno de los participantes al frente y le dije que por un momento pensara que era dominicano. Yo todo lo que tenía era un pareo alrededor de mi cintura y una camisilla, estaba descalzo al igual que los demás. Yo le dije que yo me había transformado en kiribatino ese día y quería que él se convirtiera en dominicano por unos momentos. El hombre asintió. Entonces yo hice pasar a un niño al frente y le dije al hombre que el niño se había portado mal y que él debía hacer lo que hacen los dominicanos con un niño malcriado, darle un cocotazo. El pobre hombre miraba al niño y me miraba a mi. Simplemente no pudo hacerlo, el valor cultural de preservar la integridad de la cabeza fue más fuerte.
Yo aproveché esa lección para hacer múltiples aplicaciones al desarrollo comunitario y creo que ni ellos ni yo hemos olvidado lo que ocurrió. A veces pensamos que para lograr lo que queremos hay que violentar hasta lo más sagrado. No. A veces los mejores y más profundos cambios son resultado de preservar lo más sagrado en el ser humano: la vida, el respeto, la dignidad, la verdad y el medio ambiente.
En Las Terrenas, en asunto de meses, se ha notado una contínua desintegración de valores en la manera en que se violentan el respeto, la paz, los recursos naturales y la integridad física de niños y adultos. Además, vivimos en medio de la más completa corrupción e instransparencia y las consecuencias de esas violencias en contra de la dignidad humana no se harán esperar.
El universo se encargará de darle unos buenos cocotazos a unas cuantas gentes que se merecen eso y más.

La Prueba del Lápiz

Hace varios años visité al pais sudafricano de Namibia, un lugar impresionante, fascinante y lleno de emociones, al que volvería varias veces por razones de trabajo. Allí me enteré de “la prueba del lápiz”, un sistema de medición racial implementado por los opresores blancos creadores del Apartheid. La prueba consistía en colocar un lápiz a través del pelo de la persona. Si el lápiz se caía solo del pelo la persona era declarada “blanca,” pero si el lápiz se quedaba entre el pelo la persona era declarada “negra” y era tratada como tal. Era un sistema profundamente racista e imperfecto porque aunque el lápiz de cayera del pelo si el color de la piel no era totalmente blanca entonces la persona era considerada “de color” y tratada discriminatoriamente.

¿Tenemos la prueba del lápiz en la República Dominicana? Teóricamente no y ciertamente no en la misma manera en que se llevó a cabo en Namibia y en Sudáfrica bajo el régimen del Apartheid. Sin embargo, hay pruebas parecidas por razones parecidas. Todo sistema de desigualdad social tiene su “prueba del lápiz.” Por ejemplo, la tarjeta Solidaridad y la de Bono Gas son utilizadas por el gobierno actual para atraer y mantener membresías políticas, ayudando a presionar a su favor en situaciones como en las pasadas elecciones. Si tienes el Bono Gas y la tarjeta Solidaridad es porque se espera que devuelvas el favor a través de tu lealtad al que te la dió, de esa forma eres declarado “de los nuestros.” Así pasas “la prueba del lápiz”. Igualmente, las así llamadas “botellas,” personas que no hacen nada pero reciben salarios o “ayudas” del gobierno municipal, o del provincial, o del central, ya han pasado la prueba de la membresía política, convirtiéndose en beneficiarios de un régimen desigual que sólo recompensa y beneficia a los que son compañeritos.
Los huacales de botellas no nacieron bajo este gobierno, han existido siempre, sin importar el partido gobernante, así que existen hoy y seguirán existiendo, porque son parte del sistema de desigualdad que es la sociedad dominicana.
Un sistema económico tiene su “prueba del lápiz” ya que algunas empresas benefician más a unos que a otros dependiendo de cuán bien pasan “la prueba del lápiz.” En este caso la prueba se basa sobre el nivel de lealtad a la empresa, o sea, cuán bien usted vive de acuerdo a lo que ellos digan, sin criticar y apoyando lo que ellos hagan. Consecuentemente, las empresas dan descuentos, rebajas y hasta anulan cobros a personas o entidades consideradas “amigas” de la empresa.

De manera similar, algunas empresas usan el eufemismo “buena presencia” para expresar el deseo de emplear a una mujer atractiva y sexy, opuesto a una fémina fea y poco atractiva. Aunque la ley impide la discriminación la realidad es otra, la gran mayoría de las empresas prefieren emplear a mujeres consideradas atractivas. Si usted es fea o es considerada insuficientemente atractiva para la empresa usted no pasa “la prueba del lápiz” del sexismo.

Los que vivimos a la merced de los poderosos frecuentemente hemos sido probados con el lápiz y hemos sido hallados faltos. Bajo el régimen del Apartheid cuán profundamente entraba el lápiz en el pelo determinaba el “township” o poblado donde vivirías. Mientras más duro era para el lápiz entrar entre tu pelo eras considerado más negro y eras relegado a los pueblos de menos privilegios. De esa forma los blancos vivían en el centro del pueblo y en las mejores tierras, rodeados de un círculo de barrios de personas casi blancas, seguidas por otro círculo de personas y barrios “de color,” y finalmente al final, en la parte más lejos, estaban los pueblos de los negros, los más negros y los bién negros. Cuando visité la ciudad costera de Swakopmund, en Namibia, tuve la oportunidad de ver el mapa de planificación maestra de la ciudad, un centro vacacional próspero y rico, con todos sus círculos de barrios y zonas, todos debidamente organizados en base a la prueba del lápiz.

Aunque no tengamos una “prueba del lápiz” tal como fue usada en Namibia, tenemos otras pruebas de desplazamiento social, de distribución social sistemática, tanto en lo político como en lo religioso y también en lo económico. Déle un vistazo a Las Terrenas y aunque no estén arreglados en círculos concéntricos alrededor de una “zona blanca,” pregúntese quiénes son considerados menos que otros, quiénes son beneficiados más que otros y a quiénes les llegan los beneficios del régimen de desigualdad social en el que vivimos.
Y para darnos cuenta del alcance social que tiene el posicionamiento político, pregúntese quiénes son los más privilegiados en esta comunidad, por qué y en qué manera. Si a usted no le molesta pues siga como está. Si a usted le molesta, bueno, ¿qué piensa hacer al respecto?

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...