miércoles, 20 de octubre de 2010

Biembienes y Galipotes Terreneros

Por allá por el 1546, durante el tiempo de la colonia española, muchos esclavos de origen africano se escaparon de los ingenios azucareros y de las minas de oro. Refugiándose en las montañas y en las zonas desérticas, los rebeldes fueron una fuente constante de temor para los colonizadores. Uno de los grupos más grandes de esclavos rebeldes, llamados “cimarrones,” se refugió en la zona de la Sierra de Bahoruco, constituyéndose en la primera rebelión negra en todas las Américas.

La fantasia popular prontamente convirtió a estos cimarrones en personajes fantásticos, los que no tienen nada que envidiar a los personajes míticos de Grecia o Egipto. Los personajes fantásticos de la Sierra del Bahoruco fueron llamados “Bienbienes” y se les describía como seres salvajes, desnudos, irracionales, que hablaban con simples pero temidos gruñidos. Además eran feos, deformes, de baja estatura, capaces de subirse a los árboles y trepar por los barrancos de las cordilleras. Aunque vivían en clanes se movían desordenadamente de parte en parte, saliendo principalmente de noche para buscar sus alimentos en los conucos y dejando huellas al revés, como la ciguapa, para que no descubrieran sus escondites.

Algunos de los Bienvienes comían carne humana, la que era conocida como “mondongo,” y era tal el terror que esta creencia provocaba que los colonizadores españoles no se atrevían a salir de sus fincas sino fuertemente armados y en grupos de 20 o 30 personas.

Hoy en día hay personas que parecen creer que los terreneros son Biembienes. Dicen que los terreneros son personas desordenadas, que todavía cuelgan de los árboles como monos, son traidores, brutos y capaces de cualquier maldad. Crean terror entre turistas y visitantes de Santo Domingo, por lo que éstos prefieren evitar transitar por el pueblo y se refugian en sus apartamentos y condominios. No se les puede tener confianza, le roban hasta a su propia madre y lo que hay que hacer con ellos es terminarles de quitarles la tierrita que les queda para poder traer al verdadero evangelio que ayudará a civilizar el entorno. Para ello es posible que se tenga que traer una pala para entonces arrasar por todas partes, recogiendo toda la basura que tiran los Biembienes y ampliando las calles que ellos no pudieron construir civilizadamente. La mejor manera de mejorar a Las Terrenas será, entonces, arrasar con esos malditos Biembienes para que la gente buena, civilizada, religiosa de sotana y de “buena cepa” (blanquitos y con dinero) puedan mejorar el lugar.

Los que le atribuyen a los Terreneros características de Biembienes se olvidan que aquí en Las Terrenas abunda otro tipo de personaje mítico dominicano, los Galipotes, seres mágicos que se pueden convertir en animales o en objetos inanimados como troncos de árboles y piedras. Estos galipotes son vistos como seres crueles y violentos, de tremenda fuerza e inmunidad a las armas de fuego. En lugares tenebrosos y en parajes solitarios los Galipotes se pueden convertir en perros salvajes, lo cual es un concepto que nos viene de Europa con la idea del “hombre lobo”, o lo que en francés llaman el “loup-garou”, o lugaru en buen dominicano.

Los Galipotes aparecen dando gigantescas zancadas, o pueden volar como las aves. Igualmente son capaces de chupar la sangre de los niños y hacerse invisibles. Yo sugiero que el próximo viernes santo los temerosos de estos Biembienes y Galipotes se hagan cruces con “palo de cruz,” y lleven al cura armas blancas bendecidas con agua santa y sal. De esa manera también aprenderán los conjuros necesarios para evitar ser comidos, triturados y chupados por estas increibles criaturas llamadas “Terreneros.”

Por otro lado, los que no creemos en esas cosas podemos sentarnos a darnos una jartura de risa ante las soberbias de esos profetas del malestar social, los que no deberían temer ni a Biembienes ni a Galipotes, sino a la pueril mezquindad de sus propios corazones.

Chivo Expiatorio

Tengo temor de que las crecientes tensiones sociales y económicas en la comunidad desembocarán en profundas consecuencias que serán a la vez traumáticas y dolorosas.

En el esquema general de las cosas los individuos, las organizaciones, las comunidades y los gobiernos toman acciones desesperadas cuando las condiciones son desesperantes. Los que analizamos a la sociedad podemos darnos cuenta la creciente tensión racial entre algunos dominicanos y la comunidad haitiana.

Me temo que las desesperantes condiciones locales causadas por la incapacidad del ayuntamiento local, junto a causas externas algunas de las cuales son prevenibles y otras posibles de alteración, harán que muchas personas utilicen a la comunidad haitiana como chivo expiatorio, echándole la culpa de todo y viendo en ellos la manera más fácil de solucionar algunas cosas.

Es un análisis supérfluo y peligroso el pensar que castigando a un grupo se resuelven los problemas de todos los demás. Así hicieron los Fariseos con Jesús, prefiriendo que muriera uno para preservar el status quo de la mayoría. Las personas sensatas, de conciencia, las personas de convicciones éticas profundas deben comenzar a visualizar el peligro y motivarse a tomar acción social para prevenir que una desgracia social ocurra en nombre de “Las Terrenas” o de “los terreneros.”

Terreneros somos todos.

Hace ya unos diez años que Las Terrenas es más multicultural que monocultural, más políglota que monolinguista, más interdependiente que dependiente de un solo grupo social y más multinacional y étnicamente pluralista que el pseudo nazismo purificador de los que ven a los haitianos como sus enemigos.

Es curioso, porque algunos podríamos argumentar que un análisis de la evolución social y económica de Las Terrenas en los últimos 20 años revelaría que muchas más personas extranjeras de piel blanca han causado mayores problemas sociales y económicos, siendo personas pudientes, que lo que han causado la gran cantidad de personas extranjeras de piel negra, mayormente pobres y haitianos, en ese mismo tiempo.

Pero a nuestro racismo internalizado le resulta más fácil culpar a los haitianos y olvidarnos de las complejidades sociales en nuestro medio.

Evitemos el chivo expiatorio, en ninguna parte del mundo ha servido de nada el utilizar a un grupo social como culpable de sus males (la Alemania nazi echó culpa a los judíos de todas sus penosas condiciones sociales y económicas antes de la Segunda Guerra Mundial) y no resultará aquí tampoco.

La búsqueda de la solución debe ser constructiva, no racista, los resultados deben resultar en una mayor confraternidad y multiculturalidad, no en crear condiciones sociales extremas ni antagonistas.

Tres Ciudades


Anteriormente habíamos planteado que Las Terrenas se ha convertido en una comunidad de doble identidad, dos ciudades, una compuesta por la clase pudiente que invierte y construye, la otra compuesta por la clase no pudiente, la que se ha marginado a barrios y fuera del centro. Esta dualidad crea profundas tensiones sociales y en los últimos años ha hecho evidente las grandes diferencias entre los que pueden y los que no pueden, con ricos que son más ricos y pobres que son más pobres. Sin embargo, las condiciones de los últimos meses ha alterado aún más esa realidad y, en lugar de dos ciudades lo que tenemos ahora son tres ciudades en una. Una de las ciudades sigue siendo la clase marginada, la que apenas sobrevive, atropellada por el alto costo de la vida, por la carencia de servicios básicos y mantenida a los niveles de calidad de vida más bajos posibles. La segunda ciudad está compuesta por la clase más pudiente, propietaria, inversionistas medios, dueños de negocios y de bienes raíces, profesionales y, obviamente, aparte de la clase marginada visible y realmente. Pero ahora tenemos una tercera realidad, la presencia de una clase supra, los que nos llegan desde fuera con grandes bolsillos, los dueños de apartamentos y condominios que cuestan más de medio millón de dólares, los que se sentirían más a gusto pasando una aplanadora por la ciudad para quitar todo lo feo, lo sucio, lo pobre y lo marginado y así tener el entorno limpio, organizado, atrayente y necesario para que sus propiedades mantengan valor.

(Izq. Cap-Cana, así se ve Las Terrenas en el pensar de muchos en la Clase Supra).

Los supra quieren hacer de Las Terrenas otro Bávaro, otro Cap Cana, otro Casa de Campo y mientras Las Terrenas se ha destacado como un polo turístico EN comunidad, ahora desean que las nuevas autopistas obvíen al pueblo con sus rutas alternas y con sus nuevos planes buscan alterar la realidad actual para adecuarlas al valor de sus nuevas propiedades. La clase supra no está contenta con Las Terrenas como es ahora (ni lo debiéramos estar nosotros, pero por razones diferentes).

Me temo que hay un matrimonio intencional o casi-intencional entre una administración municipal que está dejando que el municipio se auto destruya con la aparatosa y desastrosa condición de los servicios básicos (tránsito, basura, calzadas, etc.), y la clase social supra a quienes les convendría el caos absoluto para entonces “salvarnos” a su medida.

Hay demasiadas tensiones entre estas tres ciudades, hay demasiado peligro y es necesario que comencemos a ver estas cosas para poder responder tajante y efectivamente.

La Pérdida de la Soberanía

Cuando se pierde la soberanía se crea un caos jurídico, social y gerencial.

La soberanía es el poder absoluto de gobernarse, lo que jurídicamente en el caso de un municipio implica que el gobierno municipal es “batuta y constitución” sobre el territorio que le concierne.
Esto está debidamente prescrito en la Ley 176-07 sobre el Distrito Nacional y los Municipios donde se define en el Artículo 2 que “el ayuntamiento constituye la entidad política administrativa básica del Estado dominicano, que se encuentra asentada en un territorio determinado que le es propio. Como tal es una persona juridica descentralizada, que goza de autonomía política, fiscal, administrativa y funcional, gestora de los intereses propios de la colectividad local, con patrimonio propio y con capacidad para realizar todos los actos jurídicos que fueren necesarios y útiles para garantizar el desarrollo sostenible de sus habitantes y el cumplimiento de sus fines en la forma y con las condiciones que la Constitución y las leyes lo determinen.”
El municipio de Las Terrenas penosamente ha perdido su soberanía. En apariencias la tiene, pero en realidad carece de ella. A manera de ejemplos, un empresario de grandes influencias se hace dueño de un camino comunero de más de 100 años; una empresa constructora destruye 3 hectáreas o 30,000 m2 para crear una densidad poblacional 3 veces mayor a la autorizada; y el Ministerio de Turismo construye caminos y zonas peatonales sin autorización municipal y alterando permanentemente el acceso público a playas y zonas residenciales.
Además, los servicios propios del ayuntamiento, indicados por la ley del Distrito Nacional y los Municipios, tales como el tránsito, la recogida de basura, servicios educativos, etc., están abandonados o funcionan de manera altamente ineficientes.
Estas cosas y muchas más ocurrieron a la vista del ayuntamiento municipal anterior, que es el mismo que tenemos ahora, el que ha abandonado de facto sus prerrogativas constitucionales de soberanía, de funcionalidad y se servicio y se las ha entregado sobre el regazo de “personas poderosas” o, en el caso del ayuntamiento mismo, a personas ineficaces. ¿A cambio de qué? No lo sabemos…totalmente, lo que sí sabemos es que lo que se ha perdido NUNCA se va a recuperar porque los incumbentes del ayuntamiento carecen del deseo, del concepto, de la capacidad y de la vocación de hacer una buena función gerencial municipal.
Esta pérdida de soberanía se refleja igualmente en la incapacidad de dar seguimiento adecuado a proyectos y trabajos que afectan espacios públicos y comunes, donde sólo ha importado cobrar el dinero, pero donde no se supervisa ni se evalúa para ver si se está preservando la integridad de los bienes municipales de acuerdo a los más mínimos estándares.
La democracia se ejerce a través de autoridades debidamente electas que juran cumplir la ley, pero cuando tales “autoridades” abandonan las más esenciales prerrogativas constitucionales lo que obtenemos es un caos jurídico, gerencial y social.
Las Terrenas es un municipio caóticamente esclavizado por la mediocridad de una administración sin visión, sin capacidad y sin soberanía.

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...