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lunes, 26 de septiembre de 2011

Hacer el Bien Hasta Que Haga Daño



         La Madre Teresa de Calcutta dijo cierta vez que "En el momento de la muerte, no se nos juzgará por la cantidad de trabajo que hayamos hecho, sino por el peso de amor que hayamos puesto en nuestro trabajo. Este amor debe resultar del sacrificio de sí mismos y ha de sentirse hasta que haga daño."
         La frase de esta afamada servidora de la humanidad quien murió en el 1997 tiene mucha validez tratándose de alguien que por 45 años trabajó a favor de cientos de miles de pobres, enfermos, huérfanos y moribundos.  Uno sólo puede imaginarse la labor de toda una vida a veces hasta a riezgo de la propia, con tal de dar a alguien algo para que su vida sea un poco más llevadera.  Una anécdota que escuché una vez cuenta que vinieron a invitarla a una reunión muy importante con hombres de negocios interesados en ayudarla y ella se negó a ir porque, decía ella, “¿qué hago si se me muere uno de mis viejitos mientras estoy fuera?”  Obviamente tenía sus prioridades bien enfocadas.

         Pensar en alguien como Madre Teresa, o Mahatma Gandhi, o Martin Luther King, Jr., o Nelson Mandela, enseguida nos llena de recogimiento y respeto.  Pero, ¿y qué de aquéllos que hacen su trabajo silenciosamente, bendiciendo, sanando, haciendo el bien y mejorando la vida de los demás? 

         Esta comunidad tiene muchas personas que trabajan a favor de los demás de manera silenciosa pero productivamente y hace unos días perdimos a uno de ellos.  Conocí a Jerome hace varios años y la última vez que lo ví fue el viernes antes de ser vilmente asesinado en su casa.  Estábamos en una reunión de voluntarios de la Biblioteca Anacaona donde por tercera vez prestaría sus servicios como voluntario y nos pusimos de acuerdo para juntarnos el miércoles y así elaborar un proyecto que a Jerome le interesaba mucho:  el poder ayudar a la mayor cantidad de estudiantes posibles a que sepan como usar un diccionario, una enciclopedia y a poder escribir respuestas inteligentes y críticas a muchas de las tareas que tienen en sus escuelas.  Ayudar a las personas a elevar su capacidad académica era de mucho interés para Jerome quien en su trabajo y diario vivir se dedicaba a sanar a las personas, a darles terapias alternativas, a ayudarles con problemas físicos y síquicos y así por el estilo.  Era un sanador y era una persona extremadamente compasiva.  Muchas veces de su propio pecunio ayudaba a muchas personas en necesidad y todos los que lo conocíamos sabíamos de sus bondados y de su buen corazón.  Aunque algunas personas en su ignorancia y homofobia quieran disminuir y enlodar la dignidad humana y la capacidad de servicio desinteresado de Jerome, los que le conocimos sabemos que se trataba de una persona excepcional.

         El asesinato de Jerome afectó mucho a mi esposa.  Ha llorado mucho, le ha quitado el sueño, se ha sentido profundamente preocupada por las consecuencias y por el futuro de nuestra comunidad.  Estoy seguro que la experiencia ha sido similar y hasta peor para muchos y muchas que lo conocieron mucho más cerca y por más tiempo.  Jerome es la persona más cercana que hemos tenido que ha sufrido las consecuencias de un brote de violencia irrazonable.  Muchos tratan de buscar chivos expiatorios en razonamientos de tipo étnico, pero la situación es mucho más compleja y es, francamente, una falta de respeto a la memoria de Jerome el pensar que todo se puede resumir en una palabra despectiva hacia algunos en nuestra comunidad.
         Jerome pagó el sacrificio final, el de su vida, al abrir su puerta a una persona conocida que, seguramente, fue pidiendo ayuda para algo.  Es posible que sufrió el escarnio del engaño y, al fin de cuentas, haciendo el bien “hasta que haga daño” culminó pagando con su vida.  Es un sacrificio penoso y, para muchos de nosotros, ha sido un sacrificio muy caro, muy fuerte y muy doloroso.

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...