sábado, 27 de agosto de 2011

Espinario


Hace cuatro días y medio me enterré una espinita en el entrededo al lado del dedo chiquito del pie derecho. Pudo enterrarse al frente del dedo, o en el lado, donde podría verla y sacarla, pero la malvá era enemiga de la paz y del placer, por lo que escogió esconderse donde más duele y donde es más difícil sacarla, angustiando mi ser hasta más no poder. No me valió ni agua caliente, ni embarres de pasta de ajo, ni aceite de oliva con sal. Como me estoy quedando medio ciego no he podido sacármela con las pinzas porque en lugar de agarrar la espinita lo que hago es darle un jalón a una de las partes más sensibles de mi pie. Por eso ya tengo no uno, ni dos, sino cinco moratones entre dedo y dedo.

Hace tres días se me antojó caminar descalzo por el lodo, a ver si ocurre un milagro y ocurrió. De una manera u otra la espinita se deslizó de mi carne, sacó la cabeza y desapareció. Yo no me había dado cuenta hasta el momento en que me duchaba y me enjabonaba entre los dedos del pié. Lo hacía con cuidado para no lastimarme, pero no sentí nada, así que me toqué con más intención y descubrí que no tenía nada ni nada me dolía.

Salté de la ducha feliz de la vida, consciente de que la malvá espinita ya no estaba ahi para dolerme ni para molestarme, cantando gracias y admiraciones a diestra y siniestra. Fue entonces que me dí cuenta de un pequeño dolor en el entrededo al lado del dedo chiquito del pie izquierdo. Me senté para ver mejor y de manera totalmente incomprensible, inexplicable, irracional y sorprendente ahi estaba la malvá espinita. O sea, de una u otra manera la espinita se había cambiado del pié derecho al pie izquierdo, colocándose exactamente en el mismo lugar pero del pie equivocado. ¿Cómo era posible? No lo sé, pero ahi estaba la espinita, en el pie izquierdo, en el entrededo próximo al dedo chiquito.

Hice la conexión inmediata con el lodo y decidí regresar a enlodarme los pies, lo único que esta vez me amarré una toalla alrededor del pie derecho antes de meter el pie izquierdo en el lodo. Caminé en el lodo por unos cinco minutos y después saqué el pie. Lo lave con una manguera y me toqué el área de manera muy cuidadosa, dándome cuenta que la espinita había desaparecido. Salté de alegría pero, al hacerlo me di cuenta de un dolorcito punzante en la parte superior del trasero. “¿Que qué?”, me dije a mi mismo. Como no puedo ver bien mi propio trasero fui al aposento a buscar un espejito y pude observar que medio a medio en la ranura del trasero parte arriba había una pequeña hincrazón y un colorcito morado en el medio. Era la malvá espinita, de seguro que sí.

¿Pero cómo podía ser? Y ahora, ¿qué hago? Pues, volví al lado y metí mi trasero hasta más no poder, lo re-moví de aquí para allá y después de cinco minutitos me pare y me toqué la parte superior de la ranura de mi trasero. No sentí nada. Fui a la manguera y me lavé, volviéndome a tocar. Nada. Nadita de nada. ¡Qué alegría! Repleto de felicidad me fui a vestir, pero entones sentí un dolorcito en un lugar totalmente inesperado, en la parte más redonda, la más colorada, en la misma puntita de mi…lengua!!

¡Cójele! Pero cómo es posible!!! Bueno, pensé, no hay manera, volví al lodo, estrujé mi lengua completa en el lodo, hice buches de lodo, respiré lodo, tragué lodo, hasta en los oídos se me entró el lodo y, finalmente, después de escupir y lavarme los buches con la manguera me di cuenta que la espinita había desaparecido. “¡Ay, qué bueno!”, exclamé, todavía con el sabor a lodo en mi aliento, en mis narices y en mi boca.

Me fui a bañar otra vez, a quitar de mi cuerpo todas las inmundicias del lodo. Pero cuando llegué al baño me di cuenta de un dolorcito muy singular en la parte frontal de mi cuerpo, más punzante y más terrible que todos los anteriores. “Oh no,” me dije, “ahi no, ahi no, por favor no….”

A veces hay espinas que vuelven y vuelven…y duelen!!


martes, 23 de agosto de 2011

Emblematicología


Algunas cosas nunca cambian...

Había una vez un pueblo al lado del mar, sembrado entre los cocoteros, espejo de las olas, trovador de bachatas inéditas, parido entre cuevas, montes y pantanos, rodeado por un cinturón de jaibas y ciguapas, salcochado con el sazón de amaneceres arrolladores y besado cada tarde por el suave y tibio cantar de nacientes estrellas borrachas de amor.

El más grande con el pueblo a sus pies.
Era un pueblo vendido al mar, recorrido espeluznantemente por vacas y toros silvestres que con sus colas y cachos adornan sus calles, abastecido felizmente por el constante susurro de peos motorizados; ahi, en ese pueblo de nadie y de todos, de todo y de nada, habían cuatro pistoleros rocinantes, cada uno compitiendo por la corona más emblemática, la del supremo ejemplo de todo lo que es, puede ser, ha sido y será.

El primero de ellos era todo trueno y centellas y, según él, con la soberbia proverbial de los de su clase, partió con su rayo de luz las más recónditas oscuridades de una aldea remota, desconocida y atrasada. Lanzó sus rayos y nació el todo de la nada, todo lo que se era dejó de ser y todo lo que no se era se hizo. Es el salvador del pueblo, el creador del pueblo, el dueño del pueblo.

El Llanero Solitario
El segundo de ellos se abrió paso con su ambición: redondito, agachadito, maestro de las sombras y mago de la anticipación. Lo cubre el manto de la corrupción, lo besa la ciguapa encantada de la manipulación, su fálico es una manguera de lodo que embarra todo lo que toca, haciendo oculto de lo claro, transformando en mentiras las verdades más elementales, pero como no hay nadie mejor que él para lo que hay que hacer las masas hacen de su harina el pan nuestro de cada día.

Codicia sin frenos
El tercer vaquero es tan espectacular como los otros, llega como rey, compra, vende y convence a todo el que quiera escucharle de que es lo mejor que le ha ocurrido a mi pueblo allende al mar. Tiró 30,000 tiros, uno por cada metro cuadrado que llenó de lodo para construir sobre éste los castillos de sueño de los cientos que comprar una imagen elegante pero nefasta y con sus subterfugios financieros se dá el gusto de traer al Príncipe de los Príncipes para bendecir al descaro más emblemático en toda la historia de este lugar.

Vaca sagrada
El cuarto es una vaquera indomable, dueña de sus actos y de su boca, la que hace que los que están con ella y los que no están se pregunten en qué está, porque con una mano hace y con la otra deshace, su misión hacer amigos pasajeros de algunos y enemigos permanentes de otros. La cubre toda una catedral de oportunidades perdidas, el resultado de una ceguera monumental, de una incapacidad oculta tras coronas sórdidamente políticas. Total, no necesita a nadie y por eso al hacer deshace y cuando deshace hace lo que todo quisiéramos que no hiciera.

Cada uno de estos vaqueros es emblema de lo que pudo ser y no fue, la desgracia de mi pueblo allende al mar que en lugar de emblemas auténticos, honrados, serviciales y honestos lo que tiene son personas que tienen que alquilar pistoleros a sueldo para proclamar sombras de virtudes, reflejos de maldades conocidas pero embadurnadas del brillo de intereses comprados. Estos vaqueros indomables son una bendición para Las Terrenas porque nos ayudan a entender todo lo que deseamos evitar en nuestros líderes del futuro. 

Aunque nos cueste en el presente aprendamos la lección. El futuro merece tener a una nueva generación de jóvenes líderes que se atrevan a hacer de la honestidad su mejor amiga, que se emborrachen del honor de decir la verdad, que se embarren en la arena del servicio desinteresado y que se atrevan llevar ante el altar del honor a la novia más bella y deseada: mi pueblo allende al mar.

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...