En algún sitio leí que el miedo es más fuerte que todas las virtudes. Una virtud se entiende que es una disposición de hacer el bien. Por ejemplo, la sinceridad, la cortesía, la templanza, la veracidad, la honestidad, la caridad, la prudencia, la justicia, la esperanza y la fé. Las virtudes pueden verse de manera religiosa o de manera social, pero en cualquiera de los casos es una inclinación hacia hacer el bien, ya sea el bien por amor al bien, o el bien por amor a otras personas, o el bien por amor a una causa o propósito.
El miedo puede ser más fuerte que cualquiera de las virtudes enumeradas. El miedo se presenta tanto en animales como en los seres humanos y, según Wikipedia, es una emoción profunda manifestada por el rechazo al riesgo o la amenaza. También puede ser un sentimiento profundamente desagradable causado por la percepción de un miedo real o supuesto, en el presente o en el futuro.
Todo ser humano ha sentido miedo en algún momento de su vida. El el diario vivir decimos que los miedosos con unos cobardes y que los valientes son los que rechazan el miedo. En realidad, todos sentimos el miedo seamos cobardes o valientes y la diferencia es muchas veces dependiente de cuán bien finjamos no tener miedo.
Puede haber miedo (sentimiento de amenaza o peligro) entre aquellos que por primera vez cruzan la loma entre Sánchez y Las Terrenas, por sentirse atemorizado ante las tantas curvas y precipicios. Puede haber miedo de los que nos pueda decir nuestro compañero o compañera emocional si descubre que le hemos sido infiel. Hay miedo en el empleado o empleada que ha robado y piensa que podría ser descubierta. Hay miedo en el niño que “tira la piedra y esconde la mano” porque piensa que un adulto, o su padre o madre, descubrirá su fechoría y lo van a castigar.
Hay miedo ante el deseo de invertir mucho dinero, desconociéndose si dará resultado o no. Hay miedo al empezar una nueva empresa y hay miedo de tirarse a la calle a luchar por los derechos merecidos, según lo establezcan las leyes y la constitución. Como resultado de todas estas cosas podríamos pasarnos todas nuestras vidas repletos de miedo, de temor, de amenazas ante peligros reales o imaginados. Debe ser una vida terrible, la de estar constantemente paralizados por el temor y por la sospecha de que algo terrible pueda suceder.
Hay otro miedo igualmente real y tangible y es el miedo a perder el favor de las otras personas. Muchas personas viven en un teatro constante, fingiendo ser lo que no son, diciendo las cosas que no sienten pero aparentando ser algo con tal de no ponerse bajo el peligro de ser rechazados. Por ejemplo, una persona que tema perder su empleo se convierte en un “esclavo” o esclava del jefe, o del líder político, porque si no lo hace así tiene miedo de que perdería el chequecito o el empleíto.
A otras personas se les amenaza con cerrarles el paso, con cerrarles las puertas, si no se comprometen a seguir una dirección esperada o a manifestarse políticamente a favor de tal o cual candidato. El miedo es real porque muchos de los políticos manejan fondos y condiciones que pueden hacerle la vida imposible a muchas gentes. Por eso es que la política clientelista, la que vive de crear el miedo entre los posibles sostenedores o los posibles votantes, es muy popular ya que casi todos los seres humanos rechazan el sentimiento de amenaza y porque dependen del favor de otros para poder subsistir. Como no son entes independientes viven constantemente moviéndose por aquí y por allá, como veletas humanos, evitando siempre el peligro de que sus verdaderos sentimientos seas descubiertos; viven, en otras palabras, queriendo evitar sentir miedo porque el miedo los podría controlar, los podría desgarrar, los podría destruir.
La política clientelista crea miedo, vive del miedo, engendra el miedo y promueve el miedo como arma eficaz en la búsqueda del poder. Mire a su alrededor y pregúntese dos cosas: ¿vive usted amparado por el miedo? Y, ¿conoce usted a líderes locales que dependen de crear ese miedo en usted?
El miedo es un límite que nos creamos cuando desconocemos que hay factores superiores a las causas del miedo. Por ejemplo, el amor, la comprensión, el conocimiento, echan fuera al miedo. Los más miedosos son los que más ignoran. Conocimiento es poder. Si usted desea abandonar el miedo aprenda a amar y aprenda a conocer.
Escribo por si acaso se me olvidan ciertas cosas, como la vida en comunidad, lo real, lo imaginado, lo bueno, lo malo, uno mismo y otras cosas. Desde Las Terrenas, Latitude: 19.3167 | Longitude: -69.5333. Poesías y otros sondeos en http://misegundapersona.blogspot.com.
martes, 28 de julio de 2009
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