“La mente que percibe la limitación es la limitación” (Buda)
En este pedacito de ombligo que llamamos Las Terrenas se conjugan causas, efectos y factores que hacen de nuestra vida el suave disturbio de lo que es. Las playas siguen bellas y atractivas, las montañas siguen firmes y verdes, el aire sigue fresco y ondulante, la música sigue rítmica y pasional, el tránsito sigue caótico y desafiante, la gente sigue amable y simpática, los hombres siguen siendo atractivos y exóticoss, las mujeres siguen hermosas y sensuales y, como si eso no fuera suficiente, la vida sigue la rutina diaria de entregarnos en bandeja de plata uno de los mejores lugares en este Caribe nuestro de cada día.
Toda persona pensante en la comunidad sabe que tenemos todo lo necesario para seguir siendo un complejo entramaje de traumas y desafíos, desde lo personal y humano hasta lo formal y organizacional. Cada día uno se levanta, abre los ojos y descubre sentimientos en las personas que jamás podían ser imaginados, desde amor, pasión y admiración hasta despecho, rencor y envidias. Al mismo tiempo uno también descubre compasión, simpatía, solidaridad y paciencia. Yo, que no soy muy paciente, me tengo que pellizcar la piel cada vez que me bendice alguien con su profunda consideración y simpatía. Cada día me encuentro con personas que me juzgan lo peor y aunque a veces me sienta frustrado, cansado y hastiado me dejo igualmente abrazar de las sinceridades y del cálido beso que me otorgan tanta gente que hace el bien, me desea el bien y comparte el bien.
Testarudamente rechazo vivir para satisfacer las sicologías antojadizas de personas que viven bajo las sombras de sentimientos tristemente despreciables. Me mantengo al margen de tantas cosas porque me doy cuenta de que no soy ni tan importante ni tan indispensable, milenios de años luz me separan de ser el centro del universo. Si desaparezco mañana o dentro de una hora el universo seguirá su curso, el mundo seguirá dando vueltas y las personas se mantendrán donde están. Soy un granito inverosímil en el trayecto diario de este amplio y complejo terruño.
Creo que expreso el sentir de muchos, sobretodo de aquellos que aspiramos a no ser veletas de los caprichos de otros, ya sea porque estamos muy ocupados haciendo algo que consideramos más significativos que nosotros mismos o porque, dicho claramente, realmente no somos tan importantes. El constante redescubrimiento de mi insignificancia es un postre exquisito para el paladar del diario vivir. Que malo sería creerse tan importante como para verse en la obligación de insultar, ningunear, ignorar y ofender a los demás. Recórcholis, cada día me sorprendo de la mente limitada de aquellos que se consideran mejor que los demás.
Me imagino que este exabrupto del corazón es provocado nada más y nada menos que por el nacimiento de un nuevo año, o sea, la llegada de la primavera el 21 de marzo, denominado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Día Internacional del Nowruz, la fecha célebre persa que marca tanto el fin del año anterior como el comienzo del nuevo y que en la tradición Zoroastriana, quizás la religion más antigua del mundo, dió origen a la creencia en la resurrección de los muertos y el amanecer de una nueva vida. Para mi el 21 de marzo es cuando verdaderamente empieza el nuevo año, ofreciendo una nueva oportunidad de reflexionar lo que termina y lo que empieza, regenerando el tiempo y reempezando la vida.
Yo espero que esta nueva primavera, esta regeneración del tiempo, ofrezca a Las Terrenas más de las cosas buenas y que a nosotros los humanos nos provoque tesoneramente a recordar cuán insignificantes y cuán valiosos somos. Nuestra insignificancia ante el universo es lo que nos permite valorar acertadamente lo que somos aquí y siempre. Lo que somos es un valor que aprendemos sólo cuando ofrendamos a los demás la bondad que se merecen.
Feliz primavera, feliz nowruz!!
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