lunes, 26 de septiembre de 2011

Hacer el Bien Hasta Que Haga Daño



         La Madre Teresa de Calcutta dijo cierta vez que "En el momento de la muerte, no se nos juzgará por la cantidad de trabajo que hayamos hecho, sino por el peso de amor que hayamos puesto en nuestro trabajo. Este amor debe resultar del sacrificio de sí mismos y ha de sentirse hasta que haga daño."
         La frase de esta afamada servidora de la humanidad quien murió en el 1997 tiene mucha validez tratándose de alguien que por 45 años trabajó a favor de cientos de miles de pobres, enfermos, huérfanos y moribundos.  Uno sólo puede imaginarse la labor de toda una vida a veces hasta a riezgo de la propia, con tal de dar a alguien algo para que su vida sea un poco más llevadera.  Una anécdota que escuché una vez cuenta que vinieron a invitarla a una reunión muy importante con hombres de negocios interesados en ayudarla y ella se negó a ir porque, decía ella, “¿qué hago si se me muere uno de mis viejitos mientras estoy fuera?”  Obviamente tenía sus prioridades bien enfocadas.

         Pensar en alguien como Madre Teresa, o Mahatma Gandhi, o Martin Luther King, Jr., o Nelson Mandela, enseguida nos llena de recogimiento y respeto.  Pero, ¿y qué de aquéllos que hacen su trabajo silenciosamente, bendiciendo, sanando, haciendo el bien y mejorando la vida de los demás? 

         Esta comunidad tiene muchas personas que trabajan a favor de los demás de manera silenciosa pero productivamente y hace unos días perdimos a uno de ellos.  Conocí a Jerome hace varios años y la última vez que lo ví fue el viernes antes de ser vilmente asesinado en su casa.  Estábamos en una reunión de voluntarios de la Biblioteca Anacaona donde por tercera vez prestaría sus servicios como voluntario y nos pusimos de acuerdo para juntarnos el miércoles y así elaborar un proyecto que a Jerome le interesaba mucho:  el poder ayudar a la mayor cantidad de estudiantes posibles a que sepan como usar un diccionario, una enciclopedia y a poder escribir respuestas inteligentes y críticas a muchas de las tareas que tienen en sus escuelas.  Ayudar a las personas a elevar su capacidad académica era de mucho interés para Jerome quien en su trabajo y diario vivir se dedicaba a sanar a las personas, a darles terapias alternativas, a ayudarles con problemas físicos y síquicos y así por el estilo.  Era un sanador y era una persona extremadamente compasiva.  Muchas veces de su propio pecunio ayudaba a muchas personas en necesidad y todos los que lo conocíamos sabíamos de sus bondados y de su buen corazón.  Aunque algunas personas en su ignorancia y homofobia quieran disminuir y enlodar la dignidad humana y la capacidad de servicio desinteresado de Jerome, los que le conocimos sabemos que se trataba de una persona excepcional.

         El asesinato de Jerome afectó mucho a mi esposa.  Ha llorado mucho, le ha quitado el sueño, se ha sentido profundamente preocupada por las consecuencias y por el futuro de nuestra comunidad.  Estoy seguro que la experiencia ha sido similar y hasta peor para muchos y muchas que lo conocieron mucho más cerca y por más tiempo.  Jerome es la persona más cercana que hemos tenido que ha sufrido las consecuencias de un brote de violencia irrazonable.  Muchos tratan de buscar chivos expiatorios en razonamientos de tipo étnico, pero la situación es mucho más compleja y es, francamente, una falta de respeto a la memoria de Jerome el pensar que todo se puede resumir en una palabra despectiva hacia algunos en nuestra comunidad.
         Jerome pagó el sacrificio final, el de su vida, al abrir su puerta a una persona conocida que, seguramente, fue pidiendo ayuda para algo.  Es posible que sufrió el escarnio del engaño y, al fin de cuentas, haciendo el bien “hasta que haga daño” culminó pagando con su vida.  Es un sacrificio penoso y, para muchos de nosotros, ha sido un sacrificio muy caro, muy fuerte y muy doloroso.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Oximorónico



           Había una vez un pueblo al lado del mar, sembrado entre los cocoteros, espejo de las olas, trovador de bachatas inéditas, parido entre cuevas, montes y pantanos, rodeado por un cinturón de jaibas y ciguapas, salcochado con el sazón de amaneceres arrolladores y besado cada tarde por el suave y tibio cantar de nacientes estrellas borrachas de amor.  Era un pueblo vendido al mar, recorrido espeluznantemente por vacas y toros silvestres que con sus colas y cachos adornan sus calles, abastecido felizmente por el constante susurro de peos motorizados.  Allí, en ese pueblo de nadie pero con todo, de todos y sin nada, el universo decidió crear un oxímoron.
            Un oxímoron es un artificio de la literatura, el que permite utilizar términos aparentemente contradictorios con el fin de crear un significado alterno (ver las cursivas en este artículo).  Un oxímoron es un absurdo, como cuando decimos “paz aguerrida” ya que si es paz no puede ser guerrera, o aguerrida, pero el significado que se crea es el de una paz persistente.  Oximorones pueden ser metáforas que crean nuevos significados como en “silencio atronador,” “dulce amargura,” “minuto eterno” y así por el estilo.
            A veces me siento tentado a pensar en Las Terrenas como un oxímoron por causa de las cosas absurdas que suceden.  Al lado de mi casa (frente al Banco León) hay apenas 30 metros de calle que son una verdadera tortura tanto para el peatón como para el transeúnte.  Después de dos meses de solicitar pública e infructuosamente que arreglen el pedacito y así preservar la seguridad de niños, peatones y transeúntes decidí afeitarme la barba en señal de protesta silenciosa.  Si en 15 días más no lo arreglan con pico y pala, o con caliche o con pala y rodillo mecánicos, me voy a cortar todo el pelo.  Otro caso es en relación con el vertedero, donde se sigue quemando la basura y contaminando el aire voluntariamente.  No me refiero a la combustión instantánea normal en todo vertedero de cielo abierto, sino a la quema adrede, para bajar la basura, la que crea un humo que transporta sustancias carcinógenas y nocivas a la salud por todo el cielo de Las Terrenas.  Parecería como si alguien deseara que nos muramos todos.  Por otro lado, el caos en el tránsito y en el aparcamiento lo que da no es pena, sino triste risa, al igual que los métodos erráticos utilizados para el manejo de los desechos sólidos. 
            Todo es reflejo de un estado absurdo de las cosas, un oxímoron de 24 horas al día donde más información crea desinformación, donde más construcciones destruyen, donde reclamar genera nuevas demagogias.  Todo parecería ser una alegre agonía donde se condenan felizmente a la compañía solitaria del desencanto a todos los que rechazamos ser alimentados con el sazón sinsaboro de la incompetencia.  Vivimos en una mágica realidad gobernada por la dulce ignorancia del afán improductivo de los que no saben cómo hacer bien las cosas. Vivimos subyugados al orgasmo doloroso de la mediocridad.
            Todo eso y mucho más me hace pensar sobre la necesidad de un co-manejo municipal, una manera de atraer a todas las fuerzas vivas para ayudar a crear conciencia, procesos, sistemas y recursos que nos ayuden a prevenir lo indeseado, cambiar lo errado y potenciar lo posible para bien de todos.  Una dictadura es el manejo férreo y autocrático de un gobernante manipulativo y demagógico.  Un co-manejo es el gobierno compartido con todos los interesados con el fin de preservar los recursos existentes.
            El gobierno municipal democrático no tiene que ser un absurdo; por el contrario, puede ser un dulce afán, un ejercicio en compartir lo que es de todos preservando lo que no es de nadie.  El co-manejo efectivo hace que oigan los ojos y que miren los oídos, porque mientras más estamos más somos. 
            Y eso no es un absurdo.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Una Necesidad Turística Imperante

Las Terrenas
 lo más natural posible

           Para muchos de nosotros resulta imperante que Las Terrenas se avoque a una clara, precisa, definida, contundente, efectiva y productiva marca-destino.  Las condiciones económicas en la población y entre los empresarios turísticos son tales que de no producirse cambios rápidos y certeros las consecuencias funestas serán demoledoras y permanentes para la gran mayoría del empresariado turístico y para la comunidad en general.

            No cabe duda en ninguna mente que Las Terrenas en particular y Samaná en general constituyen polos turísticos atractivos, viables y fructíferos.  Sus atrayentes son únicos, son especiales y son envidiables.  Ningún otro mercado turístico nacional (ni caribeño) ofrece en oferta y en potencial lo que ofrece Samaná en general y Las Terrenas en particular.  Pero hay una circunstancia indeseable y fortuita:  el Estado no se ha enfocado en el desarrollo de mercado (aunque sí en las infraestructuras), el Alcalde y su administración han hecho caso omiso a las obvias necesidades de su rol (al tiempo que han hecho lo posible por no hacer nada) y el empresariado recién ahora hace gestos de unidad y objetividad (pero permanecen divididos y tirantes entre sí a causa de las obvias tensiones en filosofías y en poderes económicos).  

            Al fin de cuenta, todavía carecemos de una certera imagen de mercado, de atractivos que se hayan desarrollado para ampliar el mercado y de las condiciones necesarias para promocionar un destino todo-año en lugar de temporada alta (muy reducida por ciento).  Rutas que pudieran desarrollarse permanecen en la imaginación de algunos o en la ejecución de unos pocos, ciertamente no en ofertas que atraen a cientos y miles de personas.  La nueva autopista nos ha traído primordialmente al capitaleño, pero la ausencia de una mercadoternia internacional efectiva nos ha prevenido de la presencia del resto del mundo de manera significativa y constante.  Al mismo tiempo, los problemas municipales reprimen al turista y los insta a no regresar otra vez.

            El desarrollo de una marca-destino o “branding” no puede ser medalaganario ni puede depender de los políticos.  Debe ser resultado de procesos técnicos, científicos, mercadológicos y estratégicos.  Implica el ceder los intereses individuales de ciertas empresas o personas en pos del bien común.  Mucho se ha escrito al respecto y fondos han sido puestos a la disposición de municipios, de organizaciones empresariales y del Estado en general para asistir en su implementación.  Pero los tales no han llegado a Las Terrenas.  ¿Por qué y a qué se debe que a esta altura del juego aún carezcamos de un “branding” particular a Las Terrenas?

            La respuesta es compleja pero se puede resumir en tres factores;  primero, la falta de visión y capacidad dentro de la administración edilicia sin la cual no se puede desarrollar ni implementar un branding efectivo; segundo, la diversidad de opiniones e intereses mercadotécnicos entre los miembros de la clase empresarial (la misma diversidad cultural que nos enriquece igualmente nos perjudica) y, tercero, las constantes tensiones entre municipio-Estado-empresariado.  Un reino dividido entre sí no puede triunfar ni permanecer.  En medio del caos se aprovechan los que tienen poderes y recursos para impulsar y potenciar intereses privados y particulares.

            El “branding” o marca destino es indispensable si queremos que el turismo llegue a los niveles que todos deseamos.  Pero igualmente importante es que en su desarrollo no se obvien las implicaciones sociales.  Tenemos problemas sociales profundos que impiden ciertos aspectos importantes tales como las limitaciones culturales, educacionales y técnico-profesionales entre los miembros de la población que pudiera beneficiarse de los empleos que puedan surgir.  Traer gente de otras comunidades no es la respuesta, porque crea presiones sociales, de servicios y de costos, por mencionar algunas.  La carencia de servicios municipales eficientes (manejo de desechos sólidos, tránsito vehicular, aparcamiento, seguridad, información al turista, facilidades/seguridad para el transeúnte, entre otros) y la percepción de deshonestidad y engaño entre funcionarios y profesionales tal como ha sido revelado en la prensa recientemente no ayudan.  Resulta indispensable, entonces, buscar ámbitos de diálogo, de decisión y de ejecución para que algunos elementos perjudiciales desaparezcan o se reduzcan y para que nuevos elementos que actualmente no existen se puedan producir.

            Los costos en la luz, en la renta y en la seguridad impactan igualmente.  Debería haber un congelamiento en los costos, pero para ello debe haber una agenda común en la que muchos actores sacrifiquen beneficios a corto plazo para producirlos a largo plazo.  Más que nada, no debemos olvidarnos de las teorías conspiratorias, la que nos dice que hay muchos actores externos a quienes les favorece las condiciones existentes para venir a comprar e invertir a precios de vaca muerta.  Algunas fuerzas poderosas se están haciendo de mucho a todo costo para apostar a beneficios enormes en el futuro cercano y ahi, entiendo, hay empresarios poderosos, políticos inescrupulosos y todo lo demás que se pueda añadir.

            Empecemos por empujar la marca-destino y, quizás, con mucha suerte, muchas cosas podrán mejorar. (Ver más en http://fundacionmahatmagandhi.com/cluster_marca.html.

martes, 6 de septiembre de 2011

"Es Tan Difícil"

Hola Marcos:
            Te escribo esta carta porque, francamente, a esta altura del juego ya no sé qué mas hacer.  Cuando varios meses atrás me prometiste el cielo y la vida no te tomé en serio porque, ¿a quién se le ocurre ofrecer tales cosas?  En tus ojitos verdi-azules noté ese tono ensoñador de los que saben muy poco de la vida, o sea, de la vida que vivimos aquí.  Yo sé que conoces de la vida, después de todo no naciste ayer y, de hecho, tienes más años que yo.  Pero mi vida ha sido dura, muy dura, muy pobre, muy jodida, lo que me hace una persona menos confiada, más cuidadosa y menos soñadora.

            Esto no quiere decir que no tenga mis sueños y mis decepciones. Me acuerdo de las muchas veces que me quería ir, lejos de ti, de tus abrazos, de tu salamería, de la melcocha de tus besos espantados por el calor del mediodía sobre sábanas que no aguantaban un sudor más.  Después de esos momentos de estupor, de verte bajo el peso de mi cuerpo suspirando vanamente los placeres con los que te engañaba, terminaba volviendo mi rostro hacia la pared para no ver más en tu rostro la satisfacción que a mi misma me hastiaba.  Hubiese querido que fuese “mi primera vez” con un enamorado, pero no, Marcos, ya han sido cinco, séis, diez, o más y tú tampoco has podido marcar sobre mi cuerpo la herida mortal del amor para siempre.  

            No me siento culpable porque no te he dejado solo, porque cada noche que vengo donde ti me entrego, siguiendo melodiosamente tus caricias y comportándome como el cocotero del patio bajo la brisa, extendiendo mis brazos para acompañar el movimiento incansable de tus labios sobre mis pechos.  Confiesas que tengo la piel más dulce y más suave que jamás hayas conocido.  Ay, mi Marcos, te puedo llevar a cualquier barrio en Las Terrenas y vas a descubrir que en cada calle hay veinte o trenta chicas como yo, cada uno prometiendo piel de melao y suavidad de seda entre pecho y pecho.  ¿A quién quieres engañar?  Será a ti mismo, porque hace años que a mi ya no me engaña nadie, ni siquiera el padre de mi hija quien fue el primero que me enseñó que no hay tal cosa como  una mentira amarga.  Todas son dulces, las que te dicen al oído o en los callejones, en susurros o en maldiciones.  Hasta los engaños repetidos cada noche son endulzados con melao aunque al amanecer tengan sabor de trapo viejo en la boca.

            Marcos, Marcos, párate ahi, devuélvete, móntate en la guagua y súbete en el avión.  Regresa a tu pais, llévate en tus maletas el recuerdo que creaste para satisfacer tus propias fantasias.  De aquí no me saca nadie, ni sueños ni promesas, ni yola ni Yolanda, ni dólares ni Dolores, ni visas ni Euros.  Cuando llegues allá mirarás atrás y pensarás en mi.  Sí, eso lo sé, carajo, porque hice lo imposible para que no te olvidaras de mi, de mi piel, mis senos, mis entrañas, mis abrazos, mis risas y mis placeres, los que son fórmula macabra, embrujadora, marcándote para siempre con el veneno mortal de recuerdos imperecederos.  Se te caerán los dientes, Marcos, y todavía pensarás en mi, en el sudor inagotable de cada amor que hicimos en cada esquina de la casa.  Mientras hurtabas el placer de mi cuerpo nunca supiste el color del techo, yo sí Marcos.  Nunca supiste el olor de las cayenas al otro lado de la ventana, yo sí Marcos.  Nunca escuchaste los perros, yo sí Marcos.  Nunca escuchaste al platanero ni al que compra hierros viejos, yo sí marcos. Cuando te parabas de la cama lo primero que decías era “tengo hambre”.  Por eso, en parte, nunca confié en tus palabras porque si recién me acababas de comer cómo diantre podías tener hambre, ¿o es que nunca te diste cuenta de toda la energía que me costaba amarte?  Si había alguien con hambre debí haber sido yo porque mentirte como lo hacía cada vez que hacíamos el amor me sacaba todo lo que tenía por dentro.

            Te escribo estas media-verdades cuando estás al otro lado del mundo, del cual no quiero que vuelvas, por lo menos no vuelvas a buscarme, no vuelvas con nuevas (o viejas) promesas.  Séis mil setecientos kilometros me separan físicamente de ti, pero para mi son séis mil setecientos mundos, porque en el otro mundo, en el sensato, el real, el de cada día, el de no tener nada y desearlo todo, en ese mundo mío, muy mío, ahi vivo con mi distancia.  Tu mundo y el mío nunca se encontrarán, líneas paralelas que nunca se cansan de verse a distancia.  Entre tú y yo hay demasiados espacios vacíos de por medio que nunca se llenarán y, Marcos, más que nada, hay millones de cosas que nunca sabrás y que ni en ésta ni en la otra vida podrás descubrir.  

            Como lo dice Zacarías, "es tan difícil", Marcos, pero así es.
            Tu Bella.









sábado, 27 de agosto de 2011

Espinario


Hace cuatro días y medio me enterré una espinita en el entrededo al lado del dedo chiquito del pie derecho. Pudo enterrarse al frente del dedo, o en el lado, donde podría verla y sacarla, pero la malvá era enemiga de la paz y del placer, por lo que escogió esconderse donde más duele y donde es más difícil sacarla, angustiando mi ser hasta más no poder. No me valió ni agua caliente, ni embarres de pasta de ajo, ni aceite de oliva con sal. Como me estoy quedando medio ciego no he podido sacármela con las pinzas porque en lugar de agarrar la espinita lo que hago es darle un jalón a una de las partes más sensibles de mi pie. Por eso ya tengo no uno, ni dos, sino cinco moratones entre dedo y dedo.

Hace tres días se me antojó caminar descalzo por el lodo, a ver si ocurre un milagro y ocurrió. De una manera u otra la espinita se deslizó de mi carne, sacó la cabeza y desapareció. Yo no me había dado cuenta hasta el momento en que me duchaba y me enjabonaba entre los dedos del pié. Lo hacía con cuidado para no lastimarme, pero no sentí nada, así que me toqué con más intención y descubrí que no tenía nada ni nada me dolía.

Salté de la ducha feliz de la vida, consciente de que la malvá espinita ya no estaba ahi para dolerme ni para molestarme, cantando gracias y admiraciones a diestra y siniestra. Fue entonces que me dí cuenta de un pequeño dolor en el entrededo al lado del dedo chiquito del pie izquierdo. Me senté para ver mejor y de manera totalmente incomprensible, inexplicable, irracional y sorprendente ahi estaba la malvá espinita. O sea, de una u otra manera la espinita se había cambiado del pié derecho al pie izquierdo, colocándose exactamente en el mismo lugar pero del pie equivocado. ¿Cómo era posible? No lo sé, pero ahi estaba la espinita, en el pie izquierdo, en el entrededo próximo al dedo chiquito.

Hice la conexión inmediata con el lodo y decidí regresar a enlodarme los pies, lo único que esta vez me amarré una toalla alrededor del pie derecho antes de meter el pie izquierdo en el lodo. Caminé en el lodo por unos cinco minutos y después saqué el pie. Lo lave con una manguera y me toqué el área de manera muy cuidadosa, dándome cuenta que la espinita había desaparecido. Salté de alegría pero, al hacerlo me di cuenta de un dolorcito punzante en la parte superior del trasero. “¿Que qué?”, me dije a mi mismo. Como no puedo ver bien mi propio trasero fui al aposento a buscar un espejito y pude observar que medio a medio en la ranura del trasero parte arriba había una pequeña hincrazón y un colorcito morado en el medio. Era la malvá espinita, de seguro que sí.

¿Pero cómo podía ser? Y ahora, ¿qué hago? Pues, volví al lado y metí mi trasero hasta más no poder, lo re-moví de aquí para allá y después de cinco minutitos me pare y me toqué la parte superior de la ranura de mi trasero. No sentí nada. Fui a la manguera y me lavé, volviéndome a tocar. Nada. Nadita de nada. ¡Qué alegría! Repleto de felicidad me fui a vestir, pero entones sentí un dolorcito en un lugar totalmente inesperado, en la parte más redonda, la más colorada, en la misma puntita de mi…lengua!!

¡Cójele! Pero cómo es posible!!! Bueno, pensé, no hay manera, volví al lodo, estrujé mi lengua completa en el lodo, hice buches de lodo, respiré lodo, tragué lodo, hasta en los oídos se me entró el lodo y, finalmente, después de escupir y lavarme los buches con la manguera me di cuenta que la espinita había desaparecido. “¡Ay, qué bueno!”, exclamé, todavía con el sabor a lodo en mi aliento, en mis narices y en mi boca.

Me fui a bañar otra vez, a quitar de mi cuerpo todas las inmundicias del lodo. Pero cuando llegué al baño me di cuenta de un dolorcito muy singular en la parte frontal de mi cuerpo, más punzante y más terrible que todos los anteriores. “Oh no,” me dije, “ahi no, ahi no, por favor no….”

A veces hay espinas que vuelven y vuelven…y duelen!!


martes, 23 de agosto de 2011

Emblematicología


Algunas cosas nunca cambian...

Había una vez un pueblo al lado del mar, sembrado entre los cocoteros, espejo de las olas, trovador de bachatas inéditas, parido entre cuevas, montes y pantanos, rodeado por un cinturón de jaibas y ciguapas, salcochado con el sazón de amaneceres arrolladores y besado cada tarde por el suave y tibio cantar de nacientes estrellas borrachas de amor.

El más grande con el pueblo a sus pies.
Era un pueblo vendido al mar, recorrido espeluznantemente por vacas y toros silvestres que con sus colas y cachos adornan sus calles, abastecido felizmente por el constante susurro de peos motorizados; ahi, en ese pueblo de nadie y de todos, de todo y de nada, habían cuatro pistoleros rocinantes, cada uno compitiendo por la corona más emblemática, la del supremo ejemplo de todo lo que es, puede ser, ha sido y será.

El primero de ellos era todo trueno y centellas y, según él, con la soberbia proverbial de los de su clase, partió con su rayo de luz las más recónditas oscuridades de una aldea remota, desconocida y atrasada. Lanzó sus rayos y nació el todo de la nada, todo lo que se era dejó de ser y todo lo que no se era se hizo. Es el salvador del pueblo, el creador del pueblo, el dueño del pueblo.

El Llanero Solitario
El segundo de ellos se abrió paso con su ambición: redondito, agachadito, maestro de las sombras y mago de la anticipación. Lo cubre el manto de la corrupción, lo besa la ciguapa encantada de la manipulación, su fálico es una manguera de lodo que embarra todo lo que toca, haciendo oculto de lo claro, transformando en mentiras las verdades más elementales, pero como no hay nadie mejor que él para lo que hay que hacer las masas hacen de su harina el pan nuestro de cada día.

Codicia sin frenos
El tercer vaquero es tan espectacular como los otros, llega como rey, compra, vende y convence a todo el que quiera escucharle de que es lo mejor que le ha ocurrido a mi pueblo allende al mar. Tiró 30,000 tiros, uno por cada metro cuadrado que llenó de lodo para construir sobre éste los castillos de sueño de los cientos que comprar una imagen elegante pero nefasta y con sus subterfugios financieros se dá el gusto de traer al Príncipe de los Príncipes para bendecir al descaro más emblemático en toda la historia de este lugar.

Vaca sagrada
El cuarto es una vaquera indomable, dueña de sus actos y de su boca, la que hace que los que están con ella y los que no están se pregunten en qué está, porque con una mano hace y con la otra deshace, su misión hacer amigos pasajeros de algunos y enemigos permanentes de otros. La cubre toda una catedral de oportunidades perdidas, el resultado de una ceguera monumental, de una incapacidad oculta tras coronas sórdidamente políticas. Total, no necesita a nadie y por eso al hacer deshace y cuando deshace hace lo que todo quisiéramos que no hiciera.

Cada uno de estos vaqueros es emblema de lo que pudo ser y no fue, la desgracia de mi pueblo allende al mar que en lugar de emblemas auténticos, honrados, serviciales y honestos lo que tiene son personas que tienen que alquilar pistoleros a sueldo para proclamar sombras de virtudes, reflejos de maldades conocidas pero embadurnadas del brillo de intereses comprados. Estos vaqueros indomables son una bendición para Las Terrenas porque nos ayudan a entender todo lo que deseamos evitar en nuestros líderes del futuro. 

Aunque nos cueste en el presente aprendamos la lección. El futuro merece tener a una nueva generación de jóvenes líderes que se atrevan a hacer de la honestidad su mejor amiga, que se emborrachen del honor de decir la verdad, que se embarren en la arena del servicio desinteresado y que se atrevan llevar ante el altar del honor a la novia más bella y deseada: mi pueblo allende al mar.

miércoles, 27 de julio de 2011

La Tiranía de la Vida

Renoir, "Almuerzo de remeros", 1881.
Le he dicho a mis hijos (y a mi querida esposa) que no hagan planes conmigo para después de los 75 años.  No veo necesidad en estos momentos de vivir más.  Setenta y cinco años son más que suficientes para vivir castigando este mundo.  Es mejor crear espacio para otra persona.  Ellos me dicen que no debiera hablar así y que no tengo derecho a privarlos de mi presencia como si sus sentimientos o deseos no importaran.  Yo les digo que a mi no me interesa vivir jodiendo a otros estando en el medio por tanto tiempo, que me estén cambiando pañales y que tengan que soportarme enfermedades y testarudeces propias de la edad.  Hablan como si uno tiene que sujetarse a la obligación de vivir porque eso es así.
Terris Chiavo

La vida es realmente una tiranía, una obligación a veces incómoda a veces placentera, como un camino cuya dirección a veces es clara y a veces confusa, pudiendo uno escoger ir a la derecha o a la izquierda, pero siempre terminando en algún destino esperado o inesperado.  Al fin de cuentas, vivir no es solamente el camino sino el trayecto, como lo decía el poeta español Antonio Machado convertido en hermosa melodía por el cantautor español Joan Manuel Serrat, ¨caminante no hay camino, se hace camino al andar.¨

La tiranía de la vida crea dos obligaciones inevitables, una hacia uno mismo y otra hacia los demás.  Son obligaciones que empiezan en el momento de la concepción, cuando ya la madre y el padre comienzan a crearse expectativas y a hacerse dueño de nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestros corazones. ¨Es MI hija¨, ¨YO te crié¨, ¨me debes la vida¨.  Tantas obligaciones son asfixiantes y continúan hasta la muerte, cada año pesando más y más sobre nuestros hombros.  

Bueno, no solamente hay que rendirle tributo a las obligaciones hacia padres y familiares, uno también tiene obligaciones hacia uno mismo: cuidarse, mantenerse saludable, cepillarse los dientes, comer, estudiar, vestirse, sentir y dar placer, respirar, pensar y hacer de nuestras psicosis algo que trabaje a nuestro favor y no en contra.  Es esa obligación lo que nos hace ser los seres vivientes más egoístas sobre la faz de la tierra, porque amparados bajo la tiranía de vivir nos la pasamos asegurando que podamos tener más que los otros y hasta mejor.  Robamos, mentimos, matamos para asegurarnos de cumplir bien la suprema obligación de serle fiel a nuestras propias vidas, y a veces robamos, mentimos y matamos para serle fiel a nuestras obligaciones hacia los demás.

El que está muerto no tiene obligación de nada, ni a sí mismo ni a los demás.  La muerte es la suprema libertad, creando un hueco inmenso que sólo lo llena el vacío de la nada:  cero sentimientos, cero ambigüedades, cero dolor, cero placer, cero obligaciones, sólo el cojoyito de un recuerdo olvidado en las memorias de aquéllos que nos conocieron en vida.

Algunos de nosotros que vivimos bajo el amparo de la belleza imponderable de este terruño terrenero se nos hará más difícil sepàrarnos de las obligaciones de vivir porque Las Terrenas es un ambiente liberante, repleto de francas libertades con sus paralelos libertinajes y muchos vienen aquí simplemente para sentirse libres de hacer lo que les venga en gana, dejando atrás las rigideces creadas por leyes, por familiares, por sociedades, por uno mismo.  Aquí, en estas cuatro esquinas, se puede amar, gozar, bailar, disfrutar, sufrir, llorar, ganar, perder, ayudar o joder y muchos vienen aquí queriendo vivir no solamente 75 años sino 100 y mucho más.

El peligro de vivir en Las Terrenas lo crea la imperiosa necesidad de disfrutarlo todo y, con ello, esclavizarnos bajo la tiranía de una vida sensual, bacanal, festinando nuestras energías en completo desenfreno.  Ahora que lo pienso, quizás debo cambiar y en lugar de cesar mi existencia a los 75 años continuarla hacia los 100, siempre y cuando sea bajo el imperio indescriptible y apabullante de una orgía festinalmente sensual como sólo lo sabe ofrecer nuestro terruño terrenero.


Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...