sábado, 17 de junio de 2006

El Espacio Entre Dos

Llegas como un sueño temprano, la estación del día cuando la fantasía es mejor que la realidad y el letargo de besos olvidados sabe a café con melao. Cuando hablas me haces pensar en esas tardes en la loma cuando el viento sobre la ciénaga carece de mosquitos, pero pica igual en la piel como cuando tus besos se agarran de mi cuello, mis oídos y mis hombros. ¡Cómo te gusta morder el lóbulo de mis orejas, como a mazorcas de maíz con miel, el ruido de tus labios aumentando a manera en que desaparecen las semillas entre tus dientes!
Lo que más me quema es el subir y bajar ardiente de tus pechos sobre el mío, como ron añejo un día de playa y sol, el pico de sus formas construyendo canales de placer sobre mi piel, burbujeando espesamente como sangre vertida en el mar. ¡Ay! Si tan sólo pudiera capturar el momento así, como niebla en pleno sol, pero sé que ni el agua ni el viento se prestan a ser esclavos de nada ni de nadie y es por eso que aunque quemes y aunque arrebates placer y dolor todavía te escapas de mi piel, satisfecha sí, ansiosa aún más, siempre pidiendo más, siempre buscando más, siempre deseando más. ¿De dónde diablos eres fiera feroz, el gato salvaje que se ve de noche y escapa de día, pero igual está ahí, acechando siempre, rugiendo constantemente, oculta, silente, dirigiéndose pausada pero certeramente a su destino: mis brazos, mis besos, mi amor.
Al mismo tiempo me emborracha tenerte así, tu pelo sobre sábana azul cielo, una finca de seda y algodón cubierta por esa sonrisa pesquisa que sólo tú puedes entregar, como la niña malcriada que sabe ha hecho lo malo y sabe también que hace reir. Me gusta ver tu mano abierta colgada del aire como escapándose de la cama, como si el espacio no alcanza para la inmensidad de tu anatomía, formas y curvas que llenan forma y pensamiento y que son imposibles de limitar, como imposible es querer subir al cocotero con pies de capitalino. Para subir hay que saber bajar, pero cuando me haces subir, cuando sí puedo, me dejas allá arriba, en pleno éxtasis del cual es suicidio bajar, no sin antes preparar la caída, tener tus brazos para sostenerme, para tocarme, para decirme que está bién y que hay más en el mismo lugar donde encontré todo lo otro que me diste, que me das, que me darás.
Una hora, un día, una semana no es suficiente para este espacio entre los dos, se agotan los minutos entre besos, tu piel encallada en la mía, las trenzas de tu cabello amarrada entre mis dedos como ancla en mar bravo, una prisión que ni olas ni cambios de marea me pueden hacer soltar, porque es más fuerte la prisión de tus besos que el mar afuera o el mar adentro. Total, el mar sólo es agua y tú, tú también eres agua y viento y sol y nubes y luna y, también, playa solaz bajo luz de luna, frondas acostadas al mar abrigando con su canto el susurro de tu amor de arena, sal y piel.
Si alguna vez me he querido separar de este espacio entre los dos ha sido para soñar aún más, para creerme duende y héroe capaz de hacer mucho menos y mucho más, no sólo de verdad sino también de mentiras, que lo mismo da que sea cierto como que no lo sea, contigo no hay límites, ni piedad, ni verdad, ni mentira, sólo la presencia de tus ojos en los míos, un túnel directo al otro lado de la realidad infinita donde todo se puede y donde todo se abandona. ¿Te das cuenta cómo pasan las horas sin que se sientan, sin que las manecillas pesen en la gravedad del tiempo, sin que el día comience o acabe, porque tocarte es no tener fechas por donde andar ni por donde aferrarse a la vida?
¿Por qué me castigas así? ¿Por qué eres tan bella, tan dulce, tan besable, tan acariciable, tan comible, tan deseable? Dime si es algo que haces o algo que comes, si es algo en el aire o en el agua, quizás lo heredaste, quizás lo robaste por ahí o te lo dieron. Me parece que el alelí, no, el jazmín te regaló ese suspiro de piel que se me mete entre la nariz embriagando cuerpo y alma para luego azotarme entre piso y pared. No importa que me lo trague como un prófugo a la libertad, o que arda en mis labios como agua en desierto, o que me lo eche encima como cascadas de chocolate sobre la piel, el hecho es que hueles a placer, a amor loco de primavera, el que se disfruta en luna llena bajo cielo y sobre el mar. Jazmín, sí, pero también azucenas, y hasta miel de cayenas que no importando cuán escondida esté sólo basta abrir sus pétalos, rozar los dedos y se abrirá a ti en toda su espléndida sabrosura.
Cuando pienso en ello se hace agua mi boca, así de loco es pensar en ti, tu llegada impredecible pero certera, como el amanecer en un día de tormenta, trayendo nubes y viento, sol quizás, lluvia de seguro, frío un poco, pero sobre todo esa melancolía por el sol, por el calor, por la libertad de echar al fuego carne, sangre y cuerpos, perdidos en una pasión sin palabras pero con gritos, en susurros y llantos, en suspiros y en canciones. Me llegas como poesía en bruto, para tocarte y pulirte hasta que las palabras no duelan decirse y las fantasías no se oculten sobre la sábana azul cielo.
Este espacio entre dos. ¿Te ves ahí como te veo yo? Es tan fácil verte así, sólo basta abrir los ojos al horizonte y allí estarás tú. Llegas como un sueño temprano, la estación del día cuando la fantasía es mejor que la realidad y el letargo de besos olvidados sabe a café con leche.

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