sábado, 17 de junio de 2006

El Mito Monocultural

La identidad cultural es la fuerza más poderosa en el desarrollo psíquico del individuo. Es lo que nos da pertenencia, un lugar donde afincarnos emocionalmente y lo que nos permite unirnos sicológicamente a personas y grupos. Cuando digo "soy dominicano," la declaración lleva en sí el peso de muchas cosas: nacimiento, experiencia, gustos, vestuario, costumbres, gestos, ídolos, héroes y santos. Gran parte de esos elementos son visibles, pero la mayor parte son invisibles, como si se tratara de un témpano de hielo en el cual lo que se ve sobre la superficie es sólo 1/8 del tamaño real (el concepto cultural del témpano se atribuye al Dr. L. Robert Kohls).

La parte sumergida del témpano cultural es mayor y más compleja porque abarca no solo sentimientos sino también valores y una inmensidad de nociones y conceptos. Estos no se pueden percatar a simple vista, sino a través de mucho contacto y muchas conversaciones, por así decirlo, "entre amigos."
Digamos, por ejemplo, que mi amigo Francisco y yo nos sentimos muy dominicanos, creemos que la cuartilla tricolor es la bandera más hermosa del mundo y nos sabemos comer un buen mangú con queso frito a las 8 de la mañana. También bailamos merengue y si hay que "jondearse" un salcocho en la madrugada sabríamos cómo hacerlo. Pero mi amigo Francisco creo que a los niños se les disciplina dando golpes y yo no; a él le gusta los tragos y yo sólo puedo tomarme uno o dos; él cree que su trabajo se lo ganó luchando por el partido y que eso le da derecho a beneficiarse del mismo y para mí eso es corrupción. Además, el es liceísta hasta la raíz y a mi no hay quién me saque del equipo de Julián Javier y del Chilote Llenas.

El amor por la bandera, el apetito criollo y el baile son ejemplos de esas cosas visibles en todo entorno cultural, ya que al estar por encima de la superficie son rápidamente notables. Esas cosas superficiales son las que notan los turistas cuando caminan por ahí y se relacionan con los dominicanos (la basura, el desorden, la bulla y también la hospitalidad, las sonrisas, el calor humano y la informalidad natural del dominicano). Por el otro lado, los valores sobre la crianza de los niños, sobre el control personal, nociones de honradez e integridad, la manera en que se adjudica el respeto a los demás, entre muchos otros, son factores que no son inmediatamente visibles porque están por debajo de la superficie y solo "hablando nos entendemos," o sea, que sólo a través de conversaciones francas y trato largo y profundo se logran descubrir y discutir amplia y abiertamente.

El mejor ejemplo de lo anterior se encuentra en las relaciones románticas y maritales entre dominicanos y extranjeros, ya que en breve tiempo cada lado comprende y sufre las grandes diferencias culturales existentes entre ambos; diferencias que no eran visibles inmediatamente, pero que se hicieron críticas con el paso del tiempo. Pronto se descubre que lo que se pensaba que era, no era así, y que lo que sí era no era lo que se quería.
Creer que todos somos iguales es un mito, una mentira, porque nos empuja a creer que todas las personas son iguales, poseyendo un mismo acervo cultural, social, ético y moral. Por ejemplo, hace unos días escuché a un conocido expresar que "al que no le guste la música alta en las calles que se mude a otro sitio porque aquí los dominicanos somos así, nos gusta la música en alto." Este conocido nos metió a todos los dominicanos en la misma sopa, por así decirlo, ya que sin tomar en cuenta vastas diferencias internas e invisibles pretende hacer creer que todos los dominicanos valoramos de igual modo todas las cosas por el simple hecho de haber nacido aquí. Eso es un mito, un mito hasta cierto punto perverso y peligroso.

La verdad es más bien de naturaleza multi-cultural, compleja, por el hecho de que aún habiendo nacido en el mismo país y prefiriendo la misma comida y bailes, es totalmente posible que existan grandes diferencias en cuanto a preferencias sobre el volumen de la música en público o en privado, que algunas personas rechacen el concubinato mientras otros lo prefieran y se crean más hombres al mantenerlo, que algunos den golpes a sus hijos "porque a ellos lo criaron así" mientras otros crean que es un abuso y una perversidad de la autoridad paterna.

Vivir bajo el mito monocultural es sumamente peligroso porque los que se amparan en el mismo tienden a tomar decisiones por los demás basados en falacias culturales que, a la larga, pueden causar grandes conflictos. En el contexto de una comunidad tal mito puede ser altamente desastroso. Es mejor expresar que "mis preferencias son tal y tal," en lugar de meter a todo el mundo en el mismo bote. No sólo es asunto de clase social (el factor mas determinante dentro de la sociedad dominicana, en mi opinión), sino de formación cultural, ese proceso que nos concede una identidad en base a lo que se nos enseña formalmente (en el hogar, en las escuelas, en las iglesias) y lo que adoptamos informalmente por selección personal a través de nuestras relaciones con otras personas, a través de lo que observamos y aceptamos como realidad y, mayormente, en base a nuestra propia experiencia con el mundo que nos rodea.

El entorno humano no es monocultural, sino culturalmente pluralístico y diverso. Eso es lo que lo hace hermoso. Vive la difference!!!

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