sábado, 30 de diciembre de 2006

Nuevo Año, Nuevas Creaciones

El universo ha parido un nuevo tiempo, un elemento artificial de nuestra existencia llamado “año”, un tirano agreste gobernando planes, sueños y decisiones.

A mi me gusta más el año que comienza con el advenimiento de la primavera, nouruz, el equinoccio de primavera, marzo 21, pero en fin y cuenta nos ajustamos como todo el mundo a lo que dispongan otros, dando rienda suelta a lo que todos celebran ahora y posponer la creencia personal para más tarde.

Sea ahora o sea después un nuevo año nos trae oportunidades para re-crearnos, para re-hacernos de muchas maneras. Algunos los llaman “resoluciones,” mientras que yo prefiero llamarlas “recreaciones.” Se me ocurren algunas.

Quiero re-crearme al beso, a ese encuentro espiritual entre dos mundos que se desean, la entrega ilimitada de suspiros internos que no pueden callar y que se ponen a jugar sobre la superficie más posible y más tierna, callando voluntariamente a lo que otros hablarían. Por eso me gusta cómo el austríaco Gustav Klimt lo ha representado en “El Beso” (arriba izquierda), ese gráfico dorado en el que sólo se ven los rostros y manos de dos seres explotando al eroticismo de una entrega sin igual, como la que todos soñamos, o hemos realizado, o ansiamos, o tenemos, o añoramos o que nunca podremos tener (puede pulsar sobre cada gráfico para verlo en tamaño gigante). En un beso se dan tantas cosas y se olvidan otras tantas. Se me ocurre que en el nuevo año debo, igualmente, darme a y olvidarme de, simultáneamente, tantas cosas, como en otro cuadro de Klimt, el fabuloso “Adan y Eva” (izquierda) donde la entrega se refleja tan totalmente en ambos rostros (se dice que fue un autorretrato de Klimt y de su malograda esposa).


Quiero recrearme también al simple pero constante arte de vivir. El nuevo año nos ofrece nuevas oportunidades para celebrar la vida, para sentirnos satisfechos por lo que la vida nos trae y por lo que nos quita, celebrando pura y bacanalmente las ofertas de cada día, como lo representó Henri Matisse en “El baile” (abajo izquierda), repleto de esa dejadez que sólo los que viven en paz pueden percibir, como los cinco bailarines en la obra. Aquí se baila mucho, pero yo me refiero a la danza del alma, a ese momento cumbre cuando todo lo que somos, aquí y en cualquier otro mundo esotérico, se expresa en la sinfonía polifónico de mente, cuerpo, espíritu y esencia.

Quiero igualmente recrearme a mis relaciones. Quizás, Cézanne con su color naranja cálido y motivador, lo expresó mejor en “Las bañistas” (abajo), donde nos acuerda del calor humano que no podemos reprender aunque querramos, el mismo que abunda cuando encontramos razones para extender la mano del compañerismo, de la comprensión y de la solidaridad hacia otros.


Quiero recrearme a la presencia mutua del gozo y del dolor. Por eso, hablando de estas cosas, el que me repica en la mente es Vincent van Gogh con su “Noche Estrellada” (abajo izquierda), ese universo infinito de azul donde el amarillo de Vincent explota como nos debe explotar la vida cada día, con fuerza, con pasión, con puro deseo y con grandes esperanzas, aún cuando sepamos que puede haber mucho dolor por dentro, como ciertamente la experimentó él en aquella noche en que se cortó la oreja, o en la otra en que cegó su vida.. Vincent, Vincent, tanto nos diste y tanto nos enseñaste y, cual lo dice la canción, quizás aún no te comprendemos.


Así que al comienzo de este nuevo calendario, tomados de manos con el universo escojamos las cosas que deseamos recrear, rehacer, realizar, reponer, recoger, remozar, restablecer, renacer en los días que siguen, para que nos volvamos reincidentes en el arte de vivir. Uno de mis alumnos escribió en su examen final la semana pasada “no sé por qué existo.” Ojalá que no nos pase eso, que sepamos para qué estamos aquí y que al saberlo o que al redescubrirlo, le re-entremos de lleno y con ganas a todo lo que el 2007 nos traiga.

Felicidades a todos y a todas.

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