miércoles, 3 de enero de 2007

Fantasía

Confieso que no existe nada comparable a besar tu cuello.
No cualquier parte del mismo, sino ese punto ardiente
donde la línea final de tu pelo hace puente con el lunar rojizo en tu espalda.
Hay un puente y un abismo escondidos
entre esos dos puntos,
porque cuando lo tocan mis labios se me esconde la vida,
se me escapa el aliento y me ahogo en el eclipse de tu encuentro.
Cómo puedes tener un lugar así, tan escondido.
Tan deseado.
Tan volátil.
Tan frágil.
Tan poderoso.
Tan sutil.
Tan tuyo.
Me quedo pegado a él como luna al cielo,
como color en la piel, como vástago a su teta.
Explorando los recónditos más intensos de ese punto transversal
en que tantos universos aparecen y se escapan,
porque ese espacio sideral en tu cuello contiene todo el universo
de dulzura, pasión y amarguras.
Me siento hombre y niño mientras lo beso y allí,
en ese lugar escondido que sólo tú
(porque te lo he dicho)
y yo
(porque lo beso despierto y dormido)
lo conocemos, y en él se nace a la muerte y se desvanece la vida.
Quiero nunca tener que dejar de besar tu cuello,
en ese espacio escondido que primero encuentran mis dedos
y luego mis besos.
Después de eso me pierdo yo,
escondido en ese espacio total de mi embriaguez por ti,
revolcado en el perfume vital de un cuello imposible de olvidar
e imposible de fingir.
Primero ese espacio en tu cuello.
Después, nada más.

(Pintura de Mayabanex Vargas)

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