lunes, 14 de junio de 2010

Sacrificios

No hay cambios sin sacrificios.
El líder guía con el ejemplo.

Una madre se acercó a Mahatma Gandhi deseosa de que le ayudara a solucionar un problema que tenía con su hijo. Se acercó a Gandhiji pidiéndole que hiciera algo para que su niño dejara de comer tantos dulces. Gandhi la miró pacientemente y le dijo que regresara en dos semanas. La madre se retiró, curiosa y preocupada, no pudiendo entender el por qué de la espera. A las dos semanas la madre regresó y esta vez Gandhi miró directamente al niño y de una manera firma e imperativa le dijo que dejara de comer dulces. El niño se impresionó profundamente y dejó de comer dulces por todo el resto de su vida. Después del incidente la madre se acercó a solas a Gandhi y le preguntó el por qué de la espera de dos semanas. Este le sonrió y le confesó que cuando llegaron no podía decir nada porque en ese justo momento él mismo se estaba comiendo unos dulces.

Gandhi fue una de las grandes personalidades del Siglo XX, alguien que vivió lo que predicaba y que fue responsable de la independencia del segundo pais más populoso del mundo, la India, luchando sin violencia contra el imperio más poderoso en esos tiempos, el imperio británico. Tenemos que recordar que Gandhi tuvo una profunda influencia sobre Martin Luther King, Jr., el líder afro-americano de los derechos civiles en los Estados Unidos. Lo mismo ocurrió con Nelson Mandela, primer presidente negro del Sudáfrica, quien dijo que Gandhi era un hijo de Sudáfrica y a quien le debía profundamente sus concepciones de la no violencia. Tanto King como Mandela lograron profundas transformaciones en sus países respectivos.

Mahatma quiere decir “alma grande”, el apodo que le dió el escritor indio Rabindranath Tagore, premio Nobel de literatura, probablemente en referencia a su labor incansable a favor de los oprimidos, de los desahuciados, de los intocables y, sobretodo, a favor de todo el que necesitaba ayuda. Fue el forjador de la nación India al mismo tiempo que apoyó la creación de la nación musulmana de Pakistán, algo que finalmente le llevaría a la muerte. Su vida y su accionar nos puede enseñar varias cosas, justamente en este momento en que Las Terrenas se encuentra envuelta en una serie de condiciones que ameritan nuestra atención: huelgas, invasiones, falta de servicios adecuados, intransparencia, elevado costo de la luz, inseguridad e incertidumbre causada por la ausencia de una visión del futuro para la comunidad.

De todas las cosas que logró en la India, en Sudáfrica y en el resto del mundo, lo que más impresiona de Gandhi fue su concepción del liderazgo ejemplar. El líder debe ser ejemplo, puro y simple. Cuando miramos a nuestros líderes, ¿cuál es el ejemplo que nos dan? Cuando los jóvenes y nuestros nuevos profesionales aspiran a algo elevado, ¿en quién se fijan? Cuando hablamos de las decisiones y acciones que hay que tomar, de los correctivos que hay que implementar, de los cambios que hay que promover, ¿hacia dónde miramos para obtener visión, claridad, percepción, convicción y, sobretodo, ejemplo?

Hay un antiguo dicho que reza “los pueblos se merecen los líderes que tienen”. Si fuera cierto, ¿qué quiere decir para nosotros los terreneros? Me parece que si deseamos una mejor comunidad ésta llegará impulsada en gran parte por las cualidades morales, gerenciales y personales de sus líderes, pero ¿qué sucede si encontramos que los líderes que tenemos carecen de tales cosas? Soy de los que creen que nos merecemos mejores líderes, líderes que nos enseñen eficiencia, honestidad, transparencia y solidaridad; y, sobretodo, líderes que nos guíen con el ejemplo.

Gandhi comprendió que producir cambios fundamentales requiere profundos sacrificios y grandes transformaciones. A veces el sacrificio es supremo, a veces las transformaciones son muy costosas. La tarde del 30 de enero del 1948, diez minutos después de las 5, Gandhi caminaba hacia una plataforma para dirigir un servicio de oración ecuménica en el jardín. Nathuram Godse salió del grupo que se le acercaba, dobló sus manos en la manera tradicional de reverencia llamada “namaskar” y le disparó tres balazos a quemarropa. Algunos dicen que al caer al piso las últimas palabras de Gandhi fueron “He Ram”, “Oh Dios!”

No todos somos llamados a sacrificarnos de tal manera como para tener que morir por la patria. Eso le tocó a los patriotas del 14 de junio del 1959, los que lucharon contra la dictadura atroz del trujillato. Un gran sacrificio para nosotros es luchar contra la dictadura de la apatía en la que vivimos sumidos. Por causa de la apatía no vemos la destructiva plaga de la impunidad, ese cáncer maléfico que carcome la fibra moral del pueblo y que nos roba de un mejor futuro. La impunidad es la incapacidad de castigar lo malo, la indiferencia ante las pérdidas y daños causados por la ineficiencia y la corrupción. Para acabar con la impunidad es necesario ser valiente, como lo fueron los héroes y heroínas del 14 de junio del 1959. Ellos sufrieron el sacrificio supremo.

Es tiempo de lograr ciertas transformaciones y algunos sacrificios serán necesarios.

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