martes, 29 de junio de 2010

Círculo Completo (ficción)

Hace tres décadas, Jean de Les Palotes, pasaporte francés en mano, llegó a Las Terrenas y le encantó. Se imaginó que como las playas eran tan hermosas debían costar un dineral. Preguntó el precio y le dijeron, “a uté se la dejamo barata, déno 200 peso la tarea.” Monsieur de Les Palotes no podía creer sus oídos, pero le gustó lo que oyó. Así que compró, compró y compró. Trenta años más tarde la tierra de la playa, desde Cossón hasta El Portillo está en manos de amigos de Jean, o de amigos de sus amigos, o de personas a quienes los amigos, de sus amigos, de sus amigos, de sus amigos, le vendieron, y no a 500 pesos la tarea sino a 50,000 Euros la tarea.

Hace unos meses a unos turpenes encumbrados se les ocurrió la idea de que hay demasiados extranjeros en Las Terrenas, de que tenían demasiadas tierras, que las vendían muy caras y que había que hacer algo al respecto porque con autopistas nuevas, aeropuertos nuevos, ferry nuevo en la bahía y todo lo demás, aparte del hecho de que Las Terrenas tiene las playas más lindas del país y está rodeada de hermosas montañas llenas de villas hermosísimas, pues hay que meterle mano y adueñarse de esas tierras sea como sea. El problema es cómo hacerlo.

Los turpenes encumbrados son turpenes porque tienen acceso al poder. En “El Poder” hay de todo y entre ese todo hay quienes se las juegan todas. “Paremos total y tajantemente todas las construcciones,” dijo uno de tales turpenes y así se hizo. “Pongamos restricciones a todo,” y así se hizo. “Explotémoslos pa’que se larguen de aquí,” y lo han logrado poco a poco. “Que quiebren con tó,” y así les ha pasado a algunos y otras más van en camino. Recientemente en un bar del Paseo se oyó a alguien decir medio borracho que un primo del turpén de los turpenes, vice qué se yo de uno de los lugares encargados de entorpecer las cosas, pues pidió dinero para dizque resolver algunos problemas. Miérquina, aquí no se salva nadie.

Bueno, poco a poco la gente comienza a salir de lo que tiene y prontamente el círculo se completa y la tierra llega a manos de indios nativos, los que aprovecharon la recién llegada bonanza de nuevas ofertas a precios de vaca muerta (izquierda), sobretodo aquellas tierritas a las que se las encauzó con multas y procesos judiciales todos debidamente documentados.
Dondequiera que voy me encuentro a un negociante que dice que se lo está llevando el mismísimo San Antonio. De los restaurantes ni se hable. Empresas han despedido la mitad de sus empleados, todas las ferreterías están al borde de la quiebra y muchos de los hotelitos que han hecho famosa a Las Terrenas tienen ya meses que no ven a Linda. Si no hubiera sido por los más de 50 millones que la política tiró a la calles hoy en día mucha gente estuviera comiendo caliche (uno de los candidatos provinciales tenía, él solo, 14 millones a su disposición, fruto de su barrilito). Ay! Gracias a Dios que por ahí viene otras elecciones y de las grandes, eso quiere decir que quizás pasemos hambre un año porque después de ahí hay que coger muchos cuartos otra vez.

No me extrañaría que un día de esto llegue un Señor Venezolano, amigo personal del turpén de los turpenes, y se lo lleve tó, como lo está haciendo del otro lado de la bahía y en un lugar que los indios llamaron Cotuí; pues no es de extrañarse que se aparezca por aquí. Dicen que como los gringos gringos (los de U.S.A.) siempre andan metiendo sus narices donde se queman las habichuelas, no es de extrañarse que el embajador plenipotenciario de los sinvergüenzas meta sus Hans, digo, sus hands (manos) en todo eso y hayan millones y millones de dólares detrás de todo este desbarajuste.

(Derecha, la tierra vuelve a manos de los indios?!)

Como todo buen dominicano a mi me gusta especular e inventar y, como no quiero quedarme atrás, voy a prenderle velas a las ciguapas de la calle Duarte a ver si me dan un beso otra vez y los piperos dejan de robarme en la biblioteca (este fin de semana intentaron por tercera vez). Cuando veo las cosas tan malas tengo que ponerme a pensar que por qué están así. Por eso me puse a conversar con una de las vacas rialengas que andan por la Duarte, las que pertenecen a un tal José, y agarrándole el rabo a la más prieta le demandé “¿Qué carajo ta’ pasando aquí?” Con un muuuú medio desorganizado, viró el cuello y me miró como con lástima. Meneó la pata trasera derecha, me largó un rabazo que casi me deja ciego y me tiró una plata verde por el hoyo trasero que me manchó los pantalones de verde hasta el día de hoy. Creo que con eso me quiso decir que no le importa y que, al igual que a la mayoría de los terreneros, no le importa ná que ná. “Que se lo lleven tó.”

Bueno, esto es lo que yo llamo un círculo completo. Las tierras vuelven a mano de los indios y las vacas, bueno, seguirán paseando por las calles sin ton ni son.

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