El Dilema Terrenero—2 de 3
Desafíos para la Justicia Social
Las Terrenas es una comunidad donde existen muchas injusticias sociales. Las Terrenas no es un caso excepcional, ni trágico, ni extremo, ni único. Ni siquiera es un caso funesto o dramático, siempre y cuando lo comparemos exclusivamente con condiciones similares en la provincia, en la región y en el país o si lo comparamos estrictamente con las condiciones que siempre han sido “normales” dentro del municipio.
Afirmar que hay “muchas” injusticias sociales que ameritan atención y sano juicio radica en el simple hecho de que no deberían existir. Es urgente abandonar las comparaciones basadas en lo que no somos y comenzar a ambicionar lo que podríamos ser. Como todos los dominicanos somos expertos en política (y en beisbol!), el ejemplo de lo antes dicho es decir que el PRM debiera dejar de situarse diciendo “no somos como el PLD” y, en su lugar, demostrar cómo es que lo hace mejor y diferente. De esa forma altera el pasado y crea nuevas y mejores pautas para el futuro.
En el contexto de la justicia social, Las Terrenas debiera situarse entonces en base a la búsqueda del potencial real del municipio y no en base a la constante comparación a lo que hasta ahora es, o en base a lo que siempre ha sido. Condiciones que nos mantienen atados a un presente y a un pasado igualmente despreciable aparecen a continuación, algunas de las cuales son realidades tácitas mientras que otras están basadas en creencias fatuas, falacias y percepciones empíricamente infundadas:
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• Hay pobres como en todos sitios y las causas de la pobreza son complejas e imposibles de cambiar.
• Hay menos pobres en Las Terrenas y los pobres de Las Terrenas están mejores que los de otros sitios porque en Las Terrenas hay más trabajo.
• El inversionista tiene derecho a sacar el máximo provecho a su inversión porque para eso se invierte, para ganar y ganar y ganar.
• El inversionista está para crear riqueza personal y no tiene responsabilidad de hacer inversión social en el municipio.
• Los recursos naturales del municipio son como cualquier otro y los que invierten en Las Terrenas no tienen que alterar sus planes si afectan en alguna manera los recursos naturales existentes.
• Para poder echar pa’lante hay que mantener contentos a los empresarios e inversionistas.
• Hay explotación sexual infantil porque es un destino turístico y porque los padres lo permiten.
• Las Terrenas es una “zona de tolerancia” y, por lo tanto, habrá explotación humana y tráfico humano normales para cualquier destino turístico.
• Es normal que hombres, nacionales o extranjeros, se beneficien sexualmente de la amplia oferta de niñas, niños y jóvenes porque las víctimas y sus familias se benefician económicamente.
• Grandes empleadores (i.e. Hotel Bahía Príncipe) como también grandes constructores de proyectos van fuera de Las Terrenas a buscar empleados porque así se evitan las demandas de beneficios laborales (entre otros factores).
• Se puede seguir rellenando los humedales porque todos los condominios, hoteles y villas que existen fueron construídos sobre humedales y si le permitieron a Balcones del Atlántico guadañar y rellenar 30,000+ m2 de humedales lo mismo le pueden permitir a los Vicini en El Portillo.
• Las mujeres son ciudadanas de segunda clase porque somos una sociedad patriarcal.
• Las familias de los políticos en el poder tienen derecho a los privilegios clientelares que les concede la política.
• Para vivir en paz todos tenemos que rendirle pleitisía a las “vacas sagradas” de Las Terrenas sean individuos o familias. Sumisamente hay que dejarles que hagan lo que quieran.
• Las causas y consecuencias de la pobreza y de la explotación humana son causadas por condiciones nacionales y el gobierno municipal (alcalde y concejo municipal) tienen escaso o ningún rol en cambiar tales condiciones.
• Promover la justicia social en el municipio no es responsabilidad edilicia.
Esa lista infame es sólo una muestra de las condiciones sobresalientes de injusticia social que nos afectan. Es posible que algunos la consideren como normales en una sociedad en desarrollo y, por lo tanto, carentes de importancia. Sin embargo, sean relevantes o no, la interrogante que nos concierne es si tales condiciones debieran ser de importancia o prioridad para las autoridades edilicias (el alcalde y los ediles o regidores). La diferencia entre una administración municipal con conciencia social y una carente de la misma radica en la respuesta que puedan darle a esa inquietante pregunta.
¿Cuáles son las demostraciones de conciencia social que hasta ahora ha dado la alcaldía? Ya que casi llegamos a un primer año de gestión, ¿qué han hecho hasta ahora el alcalde y los ediles para afrontar las condiciones antes mencionadas? ¿Cuáles son las evidencias notables de conciencia social en las acciones y pautas de la administración? ¿Han demostrado tanto el alcalde como los ediles que la creación de una sociedad más justa y equitativa es parte de su política y plan de acción?
Algunos ya han criticado a las autoridades actuales por prestar más atención a las apariencias y a mantener contentos a los sectores más acomodados, como los empresarios e inversionistas. Parte de la crítica es porque muy poca atención y recursos han sido dedicados a transformar las condiciones que afectan a los menos favorecidos sobretodo en los barrios. ¿Es justa la crítica dado el corto tiempo de gestión, dada la presencia de la pandemia, dadas las limitaciones económicas del municipio y dadas las profundas alteraciones al funcionamiento social normal por causa del Covid-19?
En medio de todas las distracciones reales o no, la mejora en la condición humana es primordial para un manejo efectivo y justo de una sociedad. El bienestar social no debe ser disfrutado por sólo unos pocos, los más notables. Justicia es dar a cada quien lo que merece y si amplios segmentos de la población carecen de lo justo es señal de que algo debe cambiar. Las funciones municipales claves (basura, tránsito, seguridad, cultura, espacios públicos, gerencia financiera, etc.) son determinantes para crear bienestar humano; pero, ¿habrá bienestar y buena gerencia sin justicia social?
Hacer de la justicia social el eje determinante en la gestión municipal es un verdadero y oportuno desafío, lo que podría colocarnos en el centro de una transformación social profunda, convertirnos en un torbellino de alteraciones sistémicas, gerenciales, organizacionales y sociales sin paralelo en nuestra historia pero fundamentales para crear el futuro socialmente justo y equitativo que todos deseamos, como veremos en la próxima entrega.
(En las fotos, luchadores de la justicia social en nuestra isla: Hatuey, Caonabo, Anacaona, Enriquillo, Antón de Montesinos, Lemba, Luperón, Mamá Tingó, Caamaño, Los Palmeros, Amín Abel Hasbún, Minerva Mirabal, Manolo Tavarez Justo)