miércoles, 3 de octubre de 2007

Indignidades

De todas las cosas que he descubierto en mis casi cinco años de vida en Las Terrenas la más terrible de todas ha sido la siguiente: nos abruma la indignidad.

Primer ejemplo. Durante el reciente operativo médico Mujer Saludable llevado a cabo por la Fundación Mahatma Gandhi en asociación con la Avanzada Comunal Enseñando y Sanando y con la colaboración de varios gestores locales se proveyeron 567 servicios médicos que incluyeron consultas médicas, ginecológicas, de planificación familiar, de sicología, de laboratorios y de farmacia (ver reporte en http://fundacionmahatmagandhi.com/mujer_reporte.html). Setenta mujeres solicitaron atención ginecológica y setenta de ellas (cien por ciento) padecían de algún tipo de infección vaginal. Claro está, por eso acudieron al operativo. Sin embargo, los que organizamos el operativo, luego de analizar los resultados nos continuábamos preguntando “¿por qué?” Todo el que es mujer o que ha compartido su vida con una de manera conyugal sabrá en qué consiste una infección vaginal. A veces la causa es el desarrollo normal femenino (desbalances en el ph); a veces la causan las relaciones sexuales debido a, entre otras cosas, falta de higiene; y, más a menudo, la causa es la ausencia de agua potable con la cual lavarse adecuadamente.

Como en la gran mayoría del territorio municipal no hay agua limpia y tratada adecuadamente es altamente probable que una gran cantidad de mujeres sufran de infecciones vaginales frecuentes. Según el último censo poblacional la proyección poblacional en Las Terrenas nos coloca en 20,000 habitantes, con un 49% de la población compuesta de mujeres; o sea, que deben haber unas 10,000 mujeres en el pueblo. Pregunta: ¿cuántas de ellas sufren de infecciones vaginales? Pregunta: Si al INAPA o si la sindicatura la dirigiera una mujer que haya sufrido múltiples infecciones vaginales por causa de agua no potable, ¿continuaría Las Terrenas teniendo un servicio de agua tan ineficiente como el que tenemos actualmente?

Yo estoy casi seguro que la primera mujer síndica en este pueblo hará posible, como primera obra de transcendencia, que toda mujer terrenera tenga acceso al agua adecuada para su higiene personal. Y si lo promete en campaña yo estoy convencido de que obtendría el 50% de los votos nada más con esa promesa. Porque, señores, no soy mujer pero es terrible sufrir de infecciones vaginales constantes. Que se lo diga la mujer que le quede más cerca. Que tantas mujeres tengan que sufrir irremediablemente tantos problemas médicos íntimos por falta de agua adecuada es una indignidad mayúscula.

Segundo ejemplo. Durante otro operativo médico de la Fundación Mahatma Gandhi una jovencita de unos 14 o 15 años se presentó aquejada de “dolores estomacales.” No eran problemas de dolores estomacales sino que estaba embarazada. Al preguntársele si era sexualmente activa respondió que sí, que se había acostado con tres tipos pero que “ninguno de ellos era su novio” y, por lo tanto, no podía estar embarazada. Su creencia era que sólo los novios embarazan. Con ese nivel de ignorancia estamos condenando a cientos de estas jóvenes a un círculo de pobreza, para ellas y para sus criaturas. Que la ignorancia crasa, como la de la joven, produzca tanta pobreza material y espiritual es, sin duda alguna, una indignidad. Y no le echemos culpa a los padres y a las madres, muchas de los cuales no saben cómo ayudar a sus propias hijas en situaciones como éstas. En Las Terrenas el 25% de la población femenina (1 de cada cuatro mujeres) está entre los 10 y los 19 años y casi el 60% del total de las mujeres en el municipio está por debajo de los 24 años. Esa es la población más activa sexualmente. ¿Cuántas de ellas saben protegerse de embarazos no deseados? ¿Cuántas de ellas saben que no tiene que ser un novio el que la pueda embarazar? Que una adolescente en un pueblo como Las Terrenas no sepa, a esta altura del juego, cómo se queda embarazada es una indignidad humana.

Tercer ejemplo. La primera vez que una jovencita de apenas 15 años tuvo sexo se infectó del HIV/SIDA. Apenas comenzando se jodió. Cuando se le preguntó que si había usado un condón la jovencita preguntó, “¿y qué es eso?” En una provincia donde según la Oficina Nacional de Estadísticas el 95% de las personas sabe del condón y el 98% sabe lo que es el SIDA es una situación “rara” lo que le ocurrió a esta chica. Pero con sus 20,000 habitantes el 5% que desconozca del condón sería igual a 1000 personas, 500 de las cuales serían mujeres (el 50% de esa población) y el 25% de esos 500, o sea 125, serían niñas y jovencitas entre 10 y 19 años. Obviamente, la jovencita de nuestro caso fue una de ellas. Y si le pasó a ella le podría ocurrir a las otras 124 también.

En este país la prevalencia del HIV/SIDA es de un 1.1, o sea, que en Samaná con 100,000 habitantes deben haber 1100 personas contaminadas y en Las Terrenas, con 20,000 habitantes deben haber, por lo menos 220 infectados. Pero según datos del UNAIDS, la prevalencia del SIDA puede ser del 1.1 al 12% según las características de la comunidad. Se calcula que existen unas 100,000 mujeres catalogadas como trabajadoras sexuales en todo el pais (ir aquí), pero en la República Dominicana el mayor beneficiario de la labor de las trabajadoras sexuales es el hombre local (no el turista) y como el foco principal de transmisión es el sexo heterosexual eso quiere decir que como Las Terrenas vive del turismo es probable que la prevalencia del SIDA en Las Terrenas es más alta del 1.1% ya que tanto hombres como mujeres pueden ser transmisores. Mujeres menores de 24 años transmiten el SIDA al doble del número que los hombres de la misma edad (ver aquí). Eso querría decir que un nivel más alto en Las Terrenas (dado su negocio sexual) podría ser sólo de un 2.2% o el doble del promedio nacional, lo que querría decir que en Las Terrenas hay 420 personas con el SIDA. Pero si el promedio local es de 5% entonces habrían más de 1000, o uno de cada 20 habitantes y la mitad de ellos serían mujeres (porque representan el 50% de la población).

Ojalá que no sea así pero, obviamente, a esta jovencita le tocó tener su primera experiencia sexual con uno de los infectados. Qué mala suerte y qué indignidad, carajo!

martes, 25 de septiembre de 2007

Pandora

Las mujeres son la causa de todos los males [dicen algunos]

Las mujeres son las culpables de todos los males, maldiciones y desgracias que hay en el mundo. De acuerdo a la mitología griega el mundo estaba habitado solamente por hombres. Prometeo, uno de los dioses, le regaló a los hombres el conocimiento de cómo hacer el fuego. Zeus, el dios máximo y creador supremo, se enojó muchísimo porque el dios Prometeo hizo posible que los hombres conocieran el fuego y para maldecir a los hombres por su nuevo conocimiento creó entonces a la primera mujer humana, Pandora, mandándola a la tierra con una caja en mano.
Al llegar a la tierra Pandora abrió la caja de donde salieron volando todos los males, maldiciones y desgracias, llenando al aire, mar y tierra de cosas terribles. Pandora cerró la caja justo en el momento en que se aprestaba a salir la esperanza. Desprovisto de la presencia de la esperanza la humanidad fenecía, hasta que Pandora más adelante volvió a abrir su caja y salió la esperanza, logrando ayudar a los humanos a que arreglaran su vida a pesar de los muchos pesares, males y maldiciones existentes.
La expresión “eso es como abrir la caja de Pandora” se refiere entonces a que cuando nos enfrentamos a la toma de una decisión la misma podría tener el potencial de traer mucho mal y no el bien o los buenos resultados esperados. Por la misma razón, cuando un grupo de personas se apresta a discutir un tema ya sea político o religioso, alguien dice “mira, deja eso tranquilo porque sería como abrir una caja de Pandora.”
El escritor clásico griego Hesíodo, creador del mito de Pandora era un machista patriarcal y anti-mujer. Vivió 700 años antes de Cristo y decía que la mujer era un gusano, con un apetito insaciable por la comida y por el sexo, capaz de engañar y seducir a los hombres para obtener ambos y con una capacidad increíble para causar daños. Con una creencia así no es de extrañarse que en su obra principal, Teogonía, pintara a la primera mujer como trayendo todos los males del mundo sobre la humanidad.
Durante el tiempo de Hesíodo los griegos aún no dominaban al mundo de aquel entonces (Alejandro el Grande aparecería 300 años más tarde), pero 200 años después de Hesíodo surgió Platón, sin duda alguna la persona más influyente en el pensamiento occidental. Platón fue el maestro de Aristóteles, quien a su vez fue maestro de Alejandro el Grande. Aristóteles tuvo una profunda influencia en la formación de la teología católica (ni la idea de la hostia como cuerpo de Cristo, ni el dualismo espiritual que caracteriza al catolicismo podrían existir sin Aristóteles) y también en el pensamiento occidental en general, lo que explica por qué se mira a Grecia como la cuna de la civilización occidental.
A fin de cuentas la filosofía Griega se incorpora profundamente al surgimiento de la poderosa iglesia católica romana y dirige de manera muy influyente su expansión filosófica en los primeros cinco siglos gracias a los escritos de los primeros Padres de la Iglesia como San Agustin, Clemente de Roma, San Jerónimo y San Atanasio, los que lograron conciliar teología católica con filosofía griega. Sin embargo el mayor de ellos fue Santo Tomás de Aquino, quien vivió en el siglo XIII. Santo Tomás estuvo de acuerdo con Aristóteles de que la mujer fue "malconcebida" o "deficiens et occasionatus" que traducido del latín quiere decir "sin terminar y de origen accidental."
La idea de lo malvada que es la mujer nos pasó entonces de Hesíodo a Platón a Aristóteles, a los padres de la iglesia católica. Como la iglesia católica dominó a Europa por 15 siglos, desde el tiempo apostólico, la edad media y el renacimiento, todas esas ideas estuvieron presentes en la formación de las naciones europeas, las que expandieron su poder a través de sus colonias en todas partes del mundo y llevando en ellas la semilla de ese concepto: que la mujer es la causa de todos nuestros males. Además, según Aquino y Aristóteles por causas de sus imperfecciones la mujer no podía ser parte de la creación original. Aquino, padre de la Iglesia Católica Romana, se opuso tajantemente a la ordenación eclesiástica de la mujer, una actitud que perdura hasta el día de hoy. Aquino tenía una actitud más aceptable y hasta misericordiosa de la mujer cuando se la compara a las ideas de Aristóteles de que la mujer era un "hombre imperfecto" con cualidades materiales (para procrear hijos y satisfacer al hombre) pero de capacidades inferiores que le impiden participar en política, gobierno y en la toma de decisiones. Esas eras las ideas que se discutían en la edad media en cuando a la mujer y las mismas nos han llegado hasta el día de hoy.
Lamentablemente, de todos los grupos humanos parecería que los cristianos son los que más creen que Eva es la raíz de todos los males, de esa manera equiparando a Eva con Pandora. Aunque fue Dios quien puso el árbol “del bien y del mal” en medio del jardín del edén y a pesar de que según la historia en Génesis tanto Adán como Eva desobedecieron la idea que perdura es que Eva-Pandora fue la causa de todo dolor y mal. En realidad, lo que Dios puso en el jardín del edén fue la capacidad de escoger. El concepto de la creación nos presenta con un Creador que no puso ante el hombre y la mujer solamente la capacidad de hacer el bien, dejándolos sin el poder de elección. El así llamado mal llega a la humanidad porque ambos, el hombre y también la mujer, escogieron comer del fruto que contenía tanto el bien como el mal.
La historia de Pandora es leña echada al fuego de una idea machista, patriarcal y abusiva, la que fue expandida con el tiempo y con la práctica. Antes de la llegada del régimen patriarcal al área de Palestina 1500 años antes de Cristo habían reinos gobernados por reinas y prácticas religiosas en las que la mujer o una imagen femenina era Dios. Todo eso desapareció ante el filo de la espada patriarcal, pero en la antigüedad muy probablemente habían más deidades femeninas que masculinas y en los sistemas de creencias en que la mujer era diosa y reina nunca se pensaba que la mujer era la causa del mal.
Cuando las mujeres eran reinas y diosas no decían que los hombres eran la causa de todos los males. Tan pronto se instalan los patriarcas aparece la idea de que la mujer es la causa de todos los males. Si usted encuentra la respuesta a por qué tenía que ser así por favor déjemela saber porque me interesa oirla.

martes, 11 de septiembre de 2007

Pausa Poética

Anclado en tus dedos
El toque de tu mano se perdió en mi alma como ancla enterrada en cemento y sal. Mis dedos buscaban el alma escondida entre dedos y palma, entregados a la sensual agonía de mis yemas y tus poros, besándose en pleno día, en plena noche, sin fin, sin principio y sin razón de ser.
Buscarte con mis dedos es una tarea de entrega total, no sin antes pensarlo bien, conociendo el riesgo de no poder regresar a una realidad intrusa y obtusa. Mi brazo se extiende hacia ti, mi mano se abre al escrutinio incansable de tu perfume en el viento y tu mano le sale al encuentro, abierta, ansiosa, deseosa, curiosa, enamorada. Mis dedos se mueven de izquierda a derecha, se encuentran con tus nudillos, el roce de tu piel haciendo estragos en mis sentidos, la energía de ambos capaz de alumbrar una ciudad y el murmullo de piel con piel es un concierto de olas en playa descalza.
Tocar tu mano es sinfonía sensual desenfrenada bajo cielo rojizo, nubes salvajes y viento incansable. El final del día ha llegado, pero nuestros cuerpos apenas empiezan sus notas de amor, de pasión, de besos, de caricias, de suspiros y de ansiedades. La noche que comienza es como postre servido antes de la cena, sabiendo que cuando nuestros dedos se encuentran la noche deja de ser noche y pierde todo sentido de tiempo, abriendo paso a una larga sesión de cosquillas, culebritas en la piel y fantasías de labios coronando tu piel.
Si tus dedos existen es porque debe existir también en el universo la esperanza de un encuentro que nunca termine, el éxtasis de sueños inconclusos de los que nunca se puede uno despertar. Y si tocarte es así de sencillo, así de trágico, así de imaginable entonces déjame que te toque no sólo los dedos, sino las teclas ocultas de tu corazón, para vivir dentro de mi la melodía de tu cuerpo, de tu alma y de tu ser como el finale de fuegos artificiales que perduran, como la bachata aún por escribirse, como el merengue perdido en la fantasía de tus curvas, de tus olores, de tus resguardos, de tu todo.
Mi alma se perdió para ser encontrada anclada en ti, sin poder despegarme para salir a flote, hundida en el mar de fuego que tus dedos despertaron en mi. No me quiero ir a ningún otro sitio, prefiero quedarme así, ahogado en el océano de tus besos, olas y arena de pasión sin fin, susurros de vientos y palmas en perfecta sincronía y sólo la bulla del pesar por no haber descubierto tus dedos mucho antes, en la vida anterior, en el espacio infinito de un sueño que aún falta descubrirse.

Y si te fueras
Despierto apenas al cerrar mis ojos,
No he dormido, no has estado aquí,
El vacío inmenso de tu almohada
Es como el color febril de tu ausencia.
Te fuiste.
Volviste.
Te quedas.
Te vas.
En el vaivén de tus movimientos te encuentro,
Me acerco a ti,
Te veo,
Te hablo,
Te encuentro.
Dijiste entonces “y si me fuera?”,
Y te contesté “nunca estarías sola.”
“¿Por qué?”, me dices.
“Porque es imposible que estés tú,
Sin mi.”
Si te vas pierdes tú más que yo,
Porque otro no tendrás como yo,
Y yo a ti te tendré siempre,
Estés o no estés.
Presente o ausente gano yo.
Si te fueras no importa.
Lo que importa es que estás aquí.
Tú sabes dónde.

martes, 4 de septiembre de 2007

Tikkun olam (תיקון עולם)

“El papel coge todo lo que se le ponga,” decía mi ex suegra, generalmente en referencia a las cartas que los enamorados escriben a sus novias, o a las promesas hechas en papel. Me atrevería a pensar que la expresión se aplica también al papel que otros usan para enamorarnos, como los políticos, los líderes comunitarios, los dueños de empresas, todos los que nos prometen un cielo siempre azul, una mesa siempre repleta, un ambiente preservado y natural, una ciudad ideal y servicios inigualables y de alta calidad. Nos enamoran, nos empalagan con sus melaos a flor de labios, nos embarran con abrazos de guarapo y miel.

Lo que el papel es capaz de coger se aplica también al plano personal, cuando nos decimos cosas los unos a los otros, cuando nos hacemos promesas y cuando nos decimos que las cosas serán diferentes. Así como el papel lo coge todo, el aire también acepta todas las palabras, discursos, verdades y mentiras que salen de nuestros labios. Y en ese decir y en ese escribir falso, frío y calculado, causamos mucho daño.

¿Qué hace uno cuando se ha hecho tanto daño? En probable que cada persona que lee estas palabras recordará algún momento cuando hizo daño a otra persona, a sí misma y hasta a la naturaleza. Las instituciones y organizaciones, ya sean iglesias, partidos políticos o compañías hacen daño también, por las cosas que hacen y por las que dejan de hacer. Comunidades enteras hacen daño permaneciendo apáticas ante realidades sociales auto-destructivas. Países hacen daño cuando toman decisiones conjuntas en contra de otras personas y de otras naciones, como parte de una imposición de un estilo de vida determinado que ayuda a preservar sus intereses económicos y políticos.

Vivimos rodeados de un planeta hermoso, lleno de variedad y de riqueza, de una Madre Tierra que cada día nos entrega una promesa real, un potencial para la existencia digna y hermosa. Pero los seres humanos, individualmente u organizados en sociedad, hemos hecho mucho daño, a nosotros mismos, a otros y al mundo mismo. Además, la naturaleza misma parece loca a veces, creando condiciones imposibles y profundamente dolorosas, como un ciclón, un tsunami, un terremoto, la explosión de un volcán y muchas cosas más.
En la tradición judía hay una frase hebrea que señala la necesidad de hacer algo para mejorar las cosas. tikkun olam (תיקון עולם), es una expresión en el Mishnah que hace referencia a las cosas que se deben hacer para “reparar el mundo,” o para evitar consecuencias funestas en una situación dada. En su contexto moderno muchos la interpretan para hacer un llamado a la justicia social, indicando que cada persona tiene la responsabilidad de reparar las condiciones sociales a su alrededor que crean dolor, injusticia, pobreza, muerte e inequidad.

Es imposible metérsele por dentro al político corrupto e incapaz, el que con la capacidad total de sus sentidos escoge no actuar o actuar mal ante las responsabilidades que pesan sobre sus hombros.
Lo mismo se puede decir del abusador, del violador, del ladrón y de todo personaje que explota en nosotros las más absurdas emociones. ¿Qué hacer? Reparar, reparar, reparar, mejorar las cosas en la mejor manera que podamos.

Los que vivimos en Las Terrenas comprendemos que vivimos rodeados de una naturaleza espléndida, bendecidos por el Creador cada vez que sale el sol o que cae la lluvia, que también contamos con muchas personas física y espiritualmente hermosas, que hay padres, madres, niños, niñas, jóvenes y señoritas que son verdaderos regalos para cualquier comunidad. Tenemos a nacionales y extranjeros trabajando en muchas maneras a favor de los demás, algunos ayudan a que niños y niñas no pudientes tengan lo necesario para ir a la escuela, otras ayudan a que personas con deficiencias mentales puedan tener una vida decente, otras se preocupan por los envejecientes, por el hospital, por los que carecen de comida, por la escuela pública, por los que no tienen techo, por los que les hace falta salud y otros nos preocupamos de que hayan libros accesibles y listos para ser abiertos, para facilitar así el descubrimiento de un mundo posible y diferente.

En medio de todas las bendiciones que nos rodean hay, sin embargo, desgraciados, inmundos, abusadores, explotadores, corruptos, ineficaces, ignorantes y otros que son tan brutos que ni siquiera se dan cuenta de que lo son. Los que tenemos conciencia debemos ayudar a “reparar” el daño que esas personas perversas hacen cuando golpean a sus mujeres, cuando violan a niños y niñas, cuando roban o, simplemente, cuando no cumplen con sus responsabilidades. Reparar, reparar, reparar.

Si tú te sientes con un alma suficientemente grande como para amparar dentro de ella el deseo de hacer el bien, entonces ayuda a que el tikkum olam se haga realidad, a que podamos mantener el mejor estado de las cosas, a que podamos corregir las faltas de otros aunque cuando sea a un costo personal. A veces implicará secar una lágrima, dar un plato de comida, hablarle al pordiosero con dignidad y hasta sacrificar el bien propio. Sin tikkum olam nos volveríamos tan bárbaros y salvajes como los peores, defendiéndonos de todo y de todos, batallando una pelea sin fin, sin límites y sin esperanza de victorias.
Qué bueno que hay tantas personas en Las Terrenas que practican el tikkum olam. Yo personalmente les felicito y doy gracias por ellas y ellos y ojalá que hubieran más, para que ayudemos entre todos en la reparación de nuestras propias vidas, la de nuestras familias, la de nuestra comunidad y la del mundo en general. Gracias, gracias, gracias.

viernes, 31 de agosto de 2007

Don Pablo y Yo

Francamente es casi imposible saber cuándo le va a tocar a uno morirse. Por ejemplo, miren lo que ocurrió a don Pablo. Conocí a don Pablo hace exactamente 30 años cuando yo internaba como capellán en un hospital en Mayaguez, Puerto Rico. La esposa de don Pablo, doña María, estaba muy enferma y cada mañana a las 8, cuando hacía mis rondas, iba primero a su habitación. Eran una parejita lindísima. Siempre encontraba a don Pablo peinando la larga cabellera gris de su esposa. Lo hacía con tanto amor y cuidado, como si el cabello hubiese sido de perlas preciosas y frágiles a las que sólo se podían tocar con sumo cuidado.

Me acuerdo como ahora que era martes en la mañana, el día en que don Pablo se iba a San Sebastián, donde vivían, a lavar la ropa de su esposa. El salía justo al momento cuando yo llegaba a la habitación y lo último que le escuché decir a doña María fue, "ya regreso amorcito, tan pronto termine ya regreso." A mi me susurró, "yo no quiero dejarla pero regreso ya mismo." Don Pablo subió al ascensor y desapareció piso abajo.

Mientras don Pablo iba a lavar la ropa su esposa murió. Me llamaron las enfermeras y enseguida les indiqué que tan pronto sintieran que don Pablo llegaba al piso que me llamaran. Desde mi oficina que quedaba al final del corredor ví cómo, exactamente a la una de la tarde, don Pablo salió del ascensor y rápidamente se dirigió a la habitación de su esposa con la ropa limpia en las manos. Y así como entró de rápido así mismo salió. Yo llegué a la estación de enfermeras justo cuando don Pablo, sus ojos llenos de lágrimas y temiéndose lo peor, le preguntaba a las enfermeras, "¿dónde está nanita, dónde está nanita? Así llamaba cariñosamente a su mujer.

Yo lo abrazé y le pedí que me acompañara a mi oficina. Habían menos de 100 pasos entre la estación de enfermeras y mi oficina y durante cada uno de esos pasos don Pablo susurraba entre sollozos "ay, mi nanita; ay, mi nanita." A mí se me partía el alma. Yo había visto morir a mucha gente ese verano, recuerdo todos los muertos de cáncer, incluyendo a la hermosa Josefina, una jóven de apenas 14 años con un cáncer duodenal irremisible; a los cuatro hijos de la familia Suárez, gente muy rica, que llegaron hechos pedacitos por causa de un accidente automovilístico; a Márgara, cuyo bebé falleció en el parto; y a don Ricardo, fallecido a consecuencia de un infarto fulminante. También me acuerdo de aquella pierna, fuerte y saludable, que me enseño el patólogo mientras me decía sosteniéndola en sus manos, "una pierna tan fuerte y tan bonita, y desperdiciarla así." Se trataba de un accidente de motor sufrido en la bajada de Bella Vista. Yo me las pasaba toda porque era a mí a quien le tocaba compartir las malas noticias con los familiares y hacer los últimos arreglos de lugar.

Pero ninguna de esas increíbles situaciones se me pareció a la de don Pablo. Tan pronto llegamos a la oficina el hombre se me tiró en el piso, comenzó a patalear, a darse en el concreto sólido con la cabeza mientras gritaba "yo quería irme primero, yo quería irme primero." En esos momentos a uno se le entra una cosa que no se puede parar. Abandonando mi rol formal y especializado, yo lo cogí en mis brazos, lo abrazé y llorando juntos le decía "se nos fue llena de su amor, don Pablo, usted le dió su amor como un tesoro y ella se nos fue llenita de amor." En unos minutos se quedó dormido en mis brazos.

Cuando despertó fuimos a la morgue a ver a su nanita. Ya parecía más consolado, todavía la miraba como si por los ojos se pudieran transmitir 70 años de felicidad compartida. Nanita murió a las 88 años y don Pablo tenía 86. Se casaron cuando ella tenía 18 y él 16 y nunca se habían separado el uno del otro. Procrearon 11 varones y adoptaron 3 niñas. Ocho de sus hijos habían muerto primero que ellos.

Don Pablo me regaló algo muy especial. La peineta que había usado esa mañana para peinar la cabellera gris y sedosa de su nanita. La peineta estuvo 20 años conmigo hasta que se desapareció en una de mis mudanzas.

jueves, 23 de agosto de 2007

Valorar

En algún momento de la vida a todos nos llega el momento de valorar las cosas.

En base a los valores hacemos lo propio: matamos, salvamos, mentimos, creemos, lloramos, reimos, abandonamos, acudimos, decimos, callamos, oimos, hablamos, odiamos y, por suerte, también amamos.

En una aldea de la región oeste del continente africano los habitantes comenzaron a sentirse muy preocupados. Sus vacas dejaron de dar leche de la noche a la mañana. Consternados llamaron a una reunión para saber si alguien había descubierto lo que pasaba. Nadie sabía nada. ¿Qué hacemos?, se preguntaron. A un joven valiente se le ocurrió una idea. “Pienso quedarme despierto esta noche para velar por las vacas y ver si descubro algo.” “Buena idea”, contestaron los ancianos de la aldea. Así que esa noche el joven se quedó medio oculto, velando por las vacas, esperando a ver lo que pasaba.

Exactamente a la media noche algo nunca antes visto se presentó ante él. Del cielo a la tierra un rayo de luna apareció y sobre su superficie plateada el joven miró cómo una joven de excepcional belleza descendía llevando en sus manos una ponchera. Al llegar a la tierra la bella doncella celestial procedió a ordeñar las vacas colocando la leche en la ponchera. Una vez terminada ascendió por el sendero luminoso de luna y desapareció en el espacio infinito.

El joven experimentó sentimientos de sorpresa, de miedo, de atracción y también de decisión. Decidió que la próxima noche prepararía una trampa para apresar a la bella doncella celestial y así solucionar el problema de una vez por todas. Lo pensó, lo planeó y lo hizo.

La próxima medianoche el joven esperaba la llegada de la dulcinea del cielo y, efectivamente, justo a medianoche el sendero de luz brillante apareció nuevamente y pudo ver cómo, al punto de descender a la tierra, la princesa nocturna cayó en la trampa que la aguardaba. “Déjenme ir, déjenme ir!”, gritaba la doncella desesperada. El joven acudió rápidamente y sin dudarlo comenzó a intemperarla preguntándole “¿Por qué nos robas nuestra leche?” La hermosa damisela le rogaba que la dejara ir, pero el joven valiente se negaba. Finalmente la joven explicó lo que sucedía. “Vengo de una tribu del cielo y necesitamos de esta leche para sobrevivir ya que no tenemos tierra para cultivar.” Y entonces rogó, “Por favor déjame ir.”

El joven aldeano lo pensó y entonces le contestó: “Está bien, te dejaré ir, pero con una sola condición, que te cases conmigo.” La doncella se iba a negar pero al pensarlo un momento le dijo: “Me casaré contigo, pero primero déjame ir a mi casa y a mi gente y en tres días regreso y me caso contigo.” El muchacho accedió y la joven princesa regresó al cielo por el rayo de luna que la trajo a la tierra.

Tres días más tarde la bella princesa apareció sobre el rayo de luna llevando en sus manos una caja de madera. Acercándose al joven aldeano le dijo: “Voy a casarme contigo y te voy a hacer muy feliz, pero tienes que prometerme que nunca abrirás esta caja.” “No hay problema,” contestó el joven.

Se casaron y eran muy felices, pero un día la doncella salió de viaje y el joven aldeano no pudo resistir más y abrió la caja. Para su asombro no encontró nada, la vió vacía. Al regresar del viaje la doncella vió en el rostro del muchacho la verdad. “Abriste la caja, ¿verdad?” “Sí, pero no encontré nada, estaba totalmente vacía.”

Airada la doncella le respondió con tesón: “Es imposible que pueda seguir viviendo contigo, me tengo que ir.” “Pero, ¿por qué?, fue sólo por curiosidad.” “No te dejo porque la hayas abierto,” dijo la doncella, “yo sabía que en algún momento u otro lo harías. Te dejo porque dices que estaba vacía.” “Pero sí lo estaba,” dijo el joven varón. Entonces la doncella le explicó: “Mira, cuando dejé mi casa y mi gente recogí todo lo que era hermoso y precioso para mi, el silencio del cielo, el polvo de las estrellas, el espacio que todo lo llena, ¿cómo podré vivir contigo cuando aquello que es lo más precioso para mi es nada para ti?” (Del libro “Who Needs God” del Rabí Harold Kushner).

A todos nos llega el momento de valorar y cuando lo hacemos las consecuencias son a menudo inmutables: avanzamos o retrocedemos, luchamos o nos dejamos vencer o, simplemente, existimos plenamente o existimos vacíos como el huevo que no tiene nada adentro y todo lo que ofrece es un frágil cascarón.

El amor es la manera más inmensa de valorar.

El amor es la manera más intensa de valorar.

Amamos la patria, amamos nuestra madre o nuestro padre, amamos nuestros hijos, amamos a nuestro amante o cónyuge. El poeta turco Nazim Hikmet escribía desde su celda poemas para su esposa cada noche entre 9 y 10. En uno de ellos le decía, “El gozo de amarte es como una segunda persona dentro de mi.” ¡Que profunda sencillez!

En otro de sus versos floreados y melancólicos le compartía: “¡Cuán hermoso es pensar en ti, escribir acerca de ti, recostado aquí en mi prisión y recordar las palabras que decías, no las palabras mismas sino la manera en que las decías!”

Tal como lo hizo Hikmet, si has amado, si amas o cuando ames, descubrirás el milagro de valorar las cosas que escapan a tus sentidos. Verás más que las expresiones o las imágenes; podrás ver los bosquejos de las palabras en el aire y el perfume de las miradas ocultas tras una sonrisa inesperada.

Imaginémonos por un momento que valoramos no sólo al amado o a la amada, sino todo lo que se encuentra en nuestro entorno. Por ejemplo, la basura echada sin cuidado dice mucho sobre lo que valoramos en la Madre Tierra. ¿Quién echa mierda sobre el rostro de su propia madre? Pero se lo hacemos a la Madre Tierra a diario. ¿Por qué? Porque no la valoramos. Imagínense si la valorábamos como debiéramos. Y si hiciéramos lo propio con nuestros amigos, con nuestros talentos, con nuestras relaciones, con nuestros compañeros y nuestras compañeras, con nuestros amantes y cónyuges.

¿Cómo sería si la Madre Tierra o la Madre Patria fuera una segunda persona dentro de nosotros y la amásemos como tal?

“Te deseo,” decía Nazim Hikmet. “La vida debería ser tan hermosa como lo eres tú.”
No hay nada más que se pueda decir, Nazim lo dijo todo.

jueves, 16 de agosto de 2007

Viaje

Mi primer accidente vehicular ocurrió en un trayecto entre Hato Mayor y Sabana de la Mar. Mi amigo Wayne Alvarez, quien conducía, y yo nos quedamos dormidos y en una de esas muchas curvas seguimos derecho. El carro bajó por una cuneta hacia un pasto de ganado y nos despertamos porque una palma desvergonzada se nos atravesó bruscamente en el camino.

A causa del choque el vidrio delantero del carro salió disparado y cayó sin romperse a unos diez metros más adelante. Todas las cosas que llevábamos en la parte atrás del vehículo se nos echaron encima. Wayne torció el guía de conducir con su pecho pero no tuvo ni huesos rotos ni daños internos. Yo torcí con mi brazo la ventanita derecha y en algún sitio me rompí el mentón porque ahí comencé a sangrar. Me dolía tremendamente el brazo pero no hubo fracturas.
Wayne se había pasado todo un año arreglando al Volkswagen “cepillo”, pintando, cambiando piezas y comprando gomas.

Todo se inicia después de graduarnos de secundaria el 15 de Mayo. Emprendimos un recorrido por toda la república con una tienda de campaña, dos sacos de dormir, un mapa de la Texaco, una estufa de gasolina, mochilas, frazadas, algo de comida y unos pesos en el bolsillo.

Empezamos el recorrido por el sur, pasando por Baní y Azua, durmiendo nuestra primera noche en el parque municipal de Duvergé. Unos muchachitos metieron la cara dentro de nuestra tienda a la mañana siguiente y así nos despertamos. Dimos la vuelta al Lago Enriquillo y ya de noche, pasando frente al destacamento de policía en Neiba, no vimos la zanja en la calle y la pasamos rápidamente sin darnos cuenta. El cepillo hizo un gran ruído por el abuso a los amortiguadores y desde dentro del carro escuchamos cuando los policías “sobaron” sus armas largas y se aprestaron a dispararnos. Nos dimos un gran susto. Hacía apenas unos meses desde que Caamaño había sido apresado y muerto y los militares estaban todavía algo nerviosos, diría yo.

Cruzamos por la capital y seguimos hacia el norte. Paramos en Santiago y nos jondeamos para Montecristi. De regreso subimos por Puerto Plata y la noche en que llegamos pusimos la tienda de campaña en la esquinita del malecón frente al Fuerte San Felipe, al lado del mar. A la mañana siguiente sacamos la cara de la tienda y vimos a 3 guardias portando armas largas frente a nosotros. A lo mejor pensaron que éramos guerrilleros, pero nos dejaron ir. Seguimos por Sosúa, Cabarete, Río San Juan y la Laguna Cri Crí, Cabrera y entonces Nagua.

Seguimos derecho hacia Samaná donde llegamos en medio del lodazal y la lluvia. Samaná estaba en el medio de la destrucción (o reconstrucción) de Balaguer y había lodo por todas partes. El carro se enchivó. Haciéndose de noche no teníamos dónde quedarnos hasta que nos encontramos con una Iglesia Adventista y le preguntamos si alguien nos pudiera alojar por la noche. Bendecidamente la familia Wilmore nos acogió y nos dio tremendo desayuno de plátanos con arenque al día siguiente.

Regresamos al centro de la isla camino por Cotuí, llegamos a la capital y seguimos “jondeao” hacia el Este, pasando por San Pedro, La Romana, Boca de Yuma, Higuey y seguimos hacia el Seibo y luego Hato Mayor. Era domingo de tarde cuando llegamos a Hato Mayor. Pretendíamos seguir hacia Sabana de la Mar y de ahí ir a Los Haitises.

Fue en el trayecto a Sabana de la Mar que nos ocurrió el accidente. Diez días de mal dormir y muchos hoyos en el camino se acumularon y nos vencieron a los dos. Por suerte un camión pasó por allí cargado de borrachos que bajaban de la playa en Sabana de la Mar. Se desmontaron toditos, levantaron el cepillo a pura fuerza y lo pusieron en la carretera. El maldito carrito seguía funcionando pero el bonete del frente estabá abollado en el mismo centro, la tapa dejaba suficiente espacio como para poder llenar el tanque de gasolina. Subimos el vidrio delantero dentro del carro, pusimos los motetes adentro otra vez y continuamos muy adoloridos camino a Sabana de la Mar que nos quedaba a 10 kilómetros.

Ya llegando al pueblo vimos desde la carretera al hospital municipal donde entramos y me tomaron 4 puntos en la “quijá.” Fuimos a la policía a dar un informe y luego decidimos volver a Hato Mayor para pasar la noche, porque conocíamos a unos compañeros de clase ahí. El viento frío y los insectos nocturnos hizo el trayecto a Hato Mayor muy miserable y fue una noche de mucho dolor.

Al día siguiente arrancamos para la capital. Cuando llegamos a casa de mi abuela lo hice vendado en la quijada y con un brazo enganchado en un trapo alrededor del cuello. Mi abuela casi se desmayó pero se sintió mejor al verme caminar en mis dos pies y al oirme hablar sin problemas. Acompañé a Wayne a su casa. Desde la esquina de la casa entramos al carro de reversa, para que la familia no viera los resultados del choque, hubiera sido un choque para ellos también.

Así terminó el regalo de graduación que nos dimos a nosotros mismos. No nos habíamos emborrachado, ni endrogado. No nos acostamos con ninguna carajita. Anduvimos por todo nuestro país, vimos mucho, conocimos muchas gentes, descubrimos muchísimas cosas y los recuerdos nos llegan hasta el día de hoy. Cosas de la vida, mi amigo Wayne siguió hacia los Estados Unidos a estudiar ingeniería en Walla Walla, Washington. Después terminaría yo por los países también. El se casó con una gringa de po’allá y yo, ahora me encuentro casado con una gringa de po’allá también. Hace por lo menos trenta años que no nos hablamos o que sabemos del uno o del otro, pero sabemos que fuimos marcados para siempre con una amistad muy especial en aquellos años. Wayne y yo nos graduamos como los dos estudiantes topes de la clase graduanda del 1973, los únicos que “liberamos” todas las materials. El dió el discurso Valedictorian y yo fui el presidente de la clase graduanda.

Aquél era el año 1973. Yo tenía un afro y, además de mi incipiente bigote, tenía unas “patillas” puntiagudas y usaba pantalones campanas de poliéster con rayitas. Mis camisas eran floreadas y calzaba zapatacones de dos pulgadas de alto. Imagínense el espectáculo. Tenía 5 pies y 4 pulgadas de altura y pesaba 105 libras. Carajo, cómo cambian los tiempos. Ayer, 15 de agosto, cumplí 51 años y qué bueno sería si pudiera volver pa’trás y vivir otra vez algunos de esos años.

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...