viernes, 9 de febrero de 2007

Circunstancias

De todos los huertos que uno siembra en la vida los mejores frutos se cosechan del que nos dió más trabajo. Valoramos los mayores esfuerzos, apreciamos más lo que se nos hizo más difícil y recordamos más profundamente las horas amargas y dolorosas.

¿Por qué tiene que ser así? Pues no sé. Ortega y Gasset, el filósofo español destacaba “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo.” Esto quiere decir que cada persona conocer el por qué recuerda o añora las cosas y el por qué valora a unas más que otras.

Pero, atrévete a acompañarme en el siguiente ejercicio. Toma un pedazo de papel y un lápiz y escribe las tres cosas que te vengan a la mente como más importantes en tu vida. No cinco, ni diez, ni dos: tres. Si quieres puedes hacer una lista de veinte cosas, pero al final saca las tres más importantes. Luego que tengas a esas tres imagínate que se te dan cien dólares para repartirlas entre esas tres cosas, dándole más dinero a la que valoras más. No, no, no, no los repartas $33.33, $33.33, y $33.33. Una de las tres tiene que valer más que las otras dos, y de esas dos una será la menos valorizada.

Cuando hayas terminado tendrás tres asuntos valorizados de mayor a menor. Ahora mira a lo que escogiste como de más valor. ¿Qué es? ¿Por qué tiene tanto valor para ti? Pero, carajo, sólo lo estás haciendo tú y nadie te está viendo, NO MIENTAS y SE SINCERO/A contigo/a mismo/a. Luego pregúntate, ¿qué circunstancias me hacen pensar o sentir que éste es el asunto más importante en mi vida, lo de más valor? Y así como lo hiciste con ese mayor tema, házlo con los otros dos. Así te descubrirás más a ti…y a tus circunstancias.

Es muy posible que pensando en esas cosas te des cuenta que prácticamente todo en la vida es como una telaraña, todo parece estar íntimamente conectado una cosa con la otra y, al fin de cuentas, hasta las que parecen más lejanas se descubren más cerquitas una vez que vemos cómo están relacionados todos los puntos de nuestra telaraña, nosotros y nuestras circunstancias.

Hace unos años estaba con una chica de Turquía sentados sobre la grama del parque Grant de la ciudad de Chicago. Era un día de verano maravilloso, verde, soleado, tranquilo y el cielo parecía expandirse hasta el fin del universo. No nos podíamos aguantar, encontramos un árbol frondoso y nos escondimos bajo su amparo, haciendo el amor escondidos del público pero visibles a todo el universo. No fue el mejor sexo que he tenido en el mundo, pero fue muy especial y aunque me picaron dos hormiguitas donde no debían haberme picado, el momento fue increíblemente sensual y emotivo. Estábamos en peligro de que alguien nos viera o de que la policía del parque nos sometiera por exhibicionistas y amorales, pero en ese corto momento se suspendieron todas las demás posibilidades, tanto del mundo real como del imaginario, y nos quedamos suspendidos en un momento en el que el placer fue lo más pequeño y lo menos importante.

Su pecho junto al mío fue como un puente hacia el otro lado de la realidad. Sentía su corazón latiendo como si se le estuviera saliendo de las entrañas. Lloraba y yo las secaba con mis besos. Caramba, ¿por qué es que la felicidad les entra a las mujeres con llorar? Yo lo que quería era dar gritos, saltar, correr, reir. Pero nos quedamos allí, pegaditos, no queriendo ir para ninguna parte. Hasta que me picaron las desgraciadas hormiguitas y entonces todo volvió a la “normalidad.” Casi.

Circunstancial. Hoy sería diferente, no que no pueda hacer lo mismo (lo hemos hecho) sino que la telaraña es diferente. En primer lugar estoy casado con alguien a quien amo, que me gusta mucho y que es la mejor persona que ha llegado a mi vida. Cuando ríe es como si todo el mar de Las Terrenas me entrara por la boca y me saliera por el corazón. Cuando nos tomamos las manos no son sólo nuestros huesos y nuestra piel, sino que se nos unen así tantas historias y tantas circunstancias. Yo y mis circunstancias…y mi mujer.

Hacer el amor con Fatma ese día de verano en Chicago fue algo muy especial. Esas eran mis circunstancias, las que sólo sé yo. Pero no se asemeja en nada a las circunstancias de ahora, con mi amorcito, con mi mujercita, con mi cariñito y con mis circunstancias. Nos peleamos, nos enojamos, nos desquiciamos…a veces. Pero, a fin de cuentas, somos ella y yo y nuestras circunstancias y entre los dos hacemos todas las cosas mucho mejor.

Yo y mis circunstancias. Y mi amorcito también. De las tres cosas que valoro más en la vida ella está presente en todas, como puntos de encuentro en mi telaraña.

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