Conciencia es aprender juntos.
La “mente” es lo que esa conciencia hace para ajustarse a las sorpresas de la vida. Cuando nos enamoramos de alguien o cuando alguien nos cae bien es porque las “sorpresas” son agradables e, igualmente, nos juntamos con las personas que nos hacen experimentar sentimientos agradables. La vida, sin embargo, tiene también cosas desagradables y lo que hacemos es comunicamos con otros seres humanos para tratar de evitarlas. Por ejemplo, si todo lo que tú has hecho en la vida es comer plátanos y vas de visita donde un extranjero que te ofrece para cenar ancas (patas) de rana vas a experimentar una “sorpresa.” Esa sorpresa amplía tu mente, o sea, tu percepción de lo que se puede comer o de lo que comen otras personas. Así que al ver las ancas (patas) de rana en el plato que tu amigo te ofreció le comunicas y dices que “yo no como eso.” Como es tu amigo, la próxima vez que lo visites no te va a ofrecer lo mismo y así evitas una experiencia desagradable.
Hacer conciencia es también hacer nuevas conexiones. Por eso le dices a tu amigo, “no estoy acostumbrado a las ancas de rana, pero la próxima vez voy a intentar comerlas a ver si aprendo a cómo disfrutarlas.” Esta apertura “de mente” o de “conciencia” es lo que permite al ser humano ampliar sus ámbitos cognoscitivos (lo que conoce) y conductivos (su manera de comportarse).
Conciencia es aprender juntos. Las células trabajan juntas, los seres humanos trabajamos juntos, las sociedades trabajan juntas y los eco-sistemas trabajan en conjunto. Al trabajar juntos, conociendo y aprendiendo juntos, se produce un nuevo tipo de Conciencia, la conciencia comunitaria. Es también conciencia humana.
La vida, la sociedad, la comunidad, el pueblo, el porvenir y el bienestar dependen del nivel superior de conexión que exista entre las partes. Acceso y comunicación son esenciales para conectar y mientras mayor sea el acceso mejor será la conexión y, como resultado, mejor será la vida en comunidad.
El que tiene oídos para oir oiga lo que el universo nos dice.
Eres un ser único compuesto por 100,000,000,000,000 células que trabajan juntas para producir y mantener la vida. Tus células mueren pero tú sigues viviendo porque nuevas células reemplazan a las que mueren, excepto las células del cerebro que se quedan contigo por el resto de tus días. En apenas cuatro meses más del 80% de tus átomos serán cambiados por nuevos átomos. En un año, todos excepto algunos átomos testarudos, serán totalmente nuevos. Por ello, lo que fuiste hace un año y lo que serás dentro de un año es totalmente diferente a lo que eres hoy.
La fuente de tu singularidad es el ácido deoxiribonucléico (ADN), heredado de los padres biológicos y base de la herencia. El ADN (derecha) es una cadena que contiene el código para todos nuestros atributos físicos así como las instrucciones para todas las funciones del cuerpo, incluyendo crecimiento, desarrollo, y reproducción. Gracias a las instrucciones en el código del ADN las células del oído funcionan diferentes a las células en el tobillo, porque los genes en las células del oído actúan para hacer oir mientras que los genes en las células del tobillo actúan para hacer caminar.
Cada célula tiene un núcleo y dentro de cada núcleo hay 46 cromosomas. Cada cromosoma tiene una cadena de ADN que parece una escalera curva llamada hélix (izquierda). Cada cadena del ADN está compuesta por combinaciones de genes, como si cada escalón de la escalera fuera un gene. Estas cadenas se envuelven alrededor de las miles de proteínas que existen dentro de cada célula y que son producidas por la célula misma. Sin ellas no habría vida. El ADN humano tiene de 20,000 a 25,000 genes y ese código dentro de cada célula viviente de tu cuerpo nunca ha muerto, cada parte del mismo tiene, por lo menos, 3,600,000,000 años, la fecha cuando empezó la reproducción celular.
Sorprendentemente, todos los seres humanos compartimos el 99.9% del mismo código. Tus hijos, tus vecinos, el Presidente Leonel Fernández y todos los que viven en la conchinchina al otro lado del mundo tienen el 99.9% del código ADN que tú tienes, sin importar nacionalidad, color de la piel, sexo, idioma, religión, orientación sexual o política, ni su status socio-económico. Los atributos físicos tales como las diferencias en estatura, color de la piel, color de cabello, rasgos faciales y otros se encuentran en sólo el 0.01% del ADN humano. Los humanos somos más parecidos los unos a los otros que diferentes.
El gusanito C. Elemens (izquierda abajo) tiene 20,000 genes; el mosquito anopheles (derecha) tiene 17,400; el ratoncito miguel tiene (abajo izquierda) 37,000; y la abeja (abajo derecha) tiene 20,000.
El ADN mantiene la vida y el ciclo de la vida consiste en todas las conexiones hechas a través del período de existencia de nuestras células, respondiendo a las diferencias que se nos presentan, observando nuestras respuestas y las de otros. La energía interna nos mantiene en contacto constante con el mundo interno y con el mundo exterior. No siempre podemos predecir lo que ocurrirá en una conexión por lo que vivimos constantemente en medio de sorpresas a las que nos ajustamos consciente o inconscientemente. Entre los seres humanos el tener “conciencia” es tener la capacidad de sorpresa. Una sorpresa es algo nuevo, inesperado, impredecible y cada segundo, minuto, hora y día nos trae nuevas sorpresas.
La “mente” es lo que esa conciencia hace para ajustarse a las sorpresas de la vida. Cuando nos enamoramos de alguien o cuando alguien nos cae bien es porque las “sorpresas” son agradables e, igualmente, nos juntamos con las personas que nos hacen experimentar sentimientos agradables. La vida, sin embargo, tiene también cosas desagradables y lo que hacemos es comunicamos con otros seres humanos para tratar de evitarlas. Por ejemplo, si todo lo que tú has hecho en la vida es comer plátanos y vas de visita donde un extranjero que te ofrece para cenar ancas (patas) de rana vas a experimentar una “sorpresa.” Esa sorpresa amplía tu mente, o sea, tu percepción de lo que se puede comer o de lo que comen otras personas. Así que al ver las ancas (patas) de rana en el plato que tu amigo te ofreció le comunicas y dices que “yo no como eso.” Como es tu amigo, la próxima vez que lo visites no te va a ofrecer lo mismo y así evitas una experiencia desagradable.
Tener conciencia es esa capacidad de comunicación, verbal y no verbal; o sea, conciencia es conocer juntos o conocer en comunidad. Cuando decimos que alguien “es una persona consciente” es porque es una persona que entiende y comunica bien.
Hacer conciencia es también hacer nuevas conexiones. Por eso le dices a tu amigo, “no estoy acostumbrado a las ancas de rana, pero la próxima vez voy a intentar comerlas a ver si aprendo a cómo disfrutarlas.” Esta apertura “de mente” o de “conciencia” es lo que permite al ser humano ampliar sus ámbitos cognoscitivos (lo que conoce) y conductivos (su manera de comportarse).
Conciencia es aprender juntos. Las células trabajan juntas, los seres humanos trabajamos juntos, las sociedades trabajan juntas y los eco-sistemas trabajan en conjunto. Al trabajar juntos, conociendo y aprendiendo juntos, se produce un nuevo tipo de Conciencia, la conciencia comunitaria. Es también conciencia humana.
El que trabaja en comunidad es una persona de conciencia, solidaria, comunicativa y conectada.
Por eso el líder comunitario comunica como función clave de las relaciones humanas porque la vida—la vida humana y la vida en comunidad—depende de las conexiones hechas. Por otro lado, cada vez que alguien se levanta desconectado de los demás, queriendo convencer de que lo sabe todo y/o que tiene las respuestas a todo, rompe el ciclo de conciencia comunitaria.
La vida, la sociedad, la comunidad, el pueblo, el porvenir y el bienestar dependen del nivel superior de conexión que exista entre las partes. Acceso y comunicación son esenciales para conectar y mientras mayor sea el acceso mejor será la conexión y, como resultado, mejor será la vida en comunidad.
El que tiene oídos para oir oiga lo que el universo nos dice.
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