miércoles, 18 de julio de 2007

Breve Espacio

A todos nos llega un breve espacio en la vida en que nos llenamos de un aire de existencia incomparable. Para algunos ese breve espacio nos llega al encontrarnos con Dios, sea cual sea su definición, varón o hembra, espacio o fuerza, color o sentimientos.

Para otros ese breve espacio se convierte en el recuerdo de un momento sublime, algo inesperado, totalmente deseado e impredeciblemente eterno, como un beso anticipado, un abrazo empedernido, una sonrisa apacible sobre un colchón sudoroso a quienes las sábanas abrazan como el cielo estrellado a fin de mayo.


Y para otros ese breve espacio de existencia incomparable pudo haber sido el abrazo de una madre, el cariño inigualable de una abuela, o la confianza impecable de un bebé aferrado a los brazos de su padre.


Años atrás caminaba por uno de esos breves espacios en la vida que nos llenan de pasión, humana, sólida, aterradora, pausada pero igualmente creciente, como una burbuja que rompe las entrañas queriendo salir para compartir su sonido, su esencia, su ardor. Montaba bicicleta bajo el cielo de Chicago, la ciudad de cuello azul del norte-centro norteamericano, amparado bajo uno de esas tardes que yo llamaba “Chicago-azul,” ese momento cuando el día parte para dar paso a la noche, pero siendo ni de día ni de noche lo que se ve es una brillantez alucinante reflejada en el espacio infinito, circundada por rascacielos y besada eternamente por el Lago Michigan que la entretiene, como si fuera una novia a distancia pero sentida muy de cerca.

En ese breve espacio aquella tarde de septiembre me tuve que parar al lado del lago para contemplar el nacimiento de mil estrellas que al mismo tiempo aparecieron en ese Chicago-azul-del-cielo como si hubieran sido llamadas por el duende de la noche, invitadas por las voces de millones de personas enamoradas del mismo lago, del mismo cielo, de la misma escena, del mismo espacio breve de la vida. Allí, en esa tarde de septiembre del 1993 me sorprendió una lágrima torpe que bajando por mi mejilla derecha me acordaba de unas cuerdas escondidas dentro de mi, las que tocan sinfonía curiosa, polifónica pero discorde, cada vez que me recuerdo de algo cuya melancolía no puedo reprimir.


En ese breve espacio de la vida recordé a mis hijos José y Salim y deseé que estuvieran conmigo. No estaban lejos, sólo al otro lado del lago, en Michigan, con su madre, de quien me había divorciado. Las roturas y groserías de la vida, de las que todos somos culpables, por más que traten no pueden romper fácilmente el amor de un padre por sus hijos. Quería tenerlos allí, bajo el mismo cielo Chicago-azul de septiembre, charlando, jugando, riendo, retozando con lo que fuera, a mi lado, al alcance de mi mano, de mi abrazo, de mi cuello, de mi corazón.

Ese momento melancólico pudo haber sido como muchos otros, como cuando me escondía en mi habitación en el segundo piso de la casa de mis abuelos, mirando hacia fuera, hacia esa montaña alta y siempre azul que besa todos los días al valle de Constanza. Parado ante ese marco artesanal, abriendo mis ojos al espacio frente a mi se me antojaba llorar por mi mamá, ausente, lejana, en Nueva York, buscando algo que nunca sabré qué fue, mientras mi hermana y yo compartíamos la ausencia de un hogar que no era más, que bien nunca realmente tuvimos y que profundamente deseábamos.

O quizás fue como cuando se murió mi abuela Fifita, en Santo Domingo, mientras yo estaba en Michigan. Mi querida abuela Fifita, su muerte ocultada por tres días porque, según me dijo mi papá, no me lo quiso decir para que no dejara mis clases en la universidad en Michigan. Ya todo estaba terminado. Ella en su sepultura y yo sin saber nada.

Mi abuela se murió sentada, frente a su hija Nilka. Echó un suspiro, entregó al mundo su última mirada sin sonrisas ni enojos y se nos fue. Así de más. Los detalles los supe después, lo que yo sí recordaría baja el amparo de ese Chicago-azul de cielo en septiembre fueron los momentos compartidos con ella, a sus pies y bajo su mirada, los juegos e historias, las preguntas escondidas, las esperanzas de mejor vida—para mi—que desde su corazón hermoso se prendaban para mi.

En esos breves espacios de la vida, incomparables e incomprensibles, el humano se crece y se hace recordar de que más que cualquier otra cosa—material o inmaterial—la riqueza más nata y prendorosa, la princesa de todas las emociones, el trono superior de nuestra humanidad es cuando abrimos corazón al sentimiento sincero, pasional, amoroso, inigualablemente frágil pero certero, de que en el fondo somos vaso frágil, embuídos de sentimientos hacia aquellos a quienes las vida nos hace llamar hijos.

Todo se va pero en esos breves espacios de la vida queda esa conexión total y firme hacia nuestros hijos, ligados misteriosamente a través de lazos inexplicables pero poderosos y a ellos, a nuestros hijos, les entregamos a veces una lágrima solitaria y valiente, cayendo hacia el infinito del recuerdo, bajo un cielo Chicago-azul, una tarde de septiembre.

viernes, 13 de julio de 2007

Arboles


Al final de mi calle hay un árbol de mango. Mejor dicho, había un árbol de mango porque ahora está totalmente seco. Cuando me mudé a este barrio hace cuatro años y medio me acuerdo lo frondoso que era, cómo todos los niños del barrio y de otros barrios venían a tumbar mangos en temporada y también cuán amplia y frondosa era su cobertura. Es una pena que ya no sea lo mismo. No sé si lo secaron o se secó, pero dejó de ser y ahora lo que quedan son las ramas y un tronco seco y despavorido, como un fantasma en ático olvidado.
No es el único árbol fallecido en nuestra comunidad. En la callecita donde antes estaba la Ferretería Europea había un árbol gigantesco, creo que de mango también, el cual también se secó, o lo secaron, y ahora lo que queda es un tronco erguido pero muerto por dentro, como el cadáver de un gigante que sin importar su estatura se sabe que ya no es ni nada ni nadie.
Una vecina nuestra, doña Cristina Núñez, respondió a nuestra pregunta sobre qué extrañaba más de su niñez en Las Terrenas diciendo que “los árboles.” Nos decía ella que podía identificar los lugares donde antes habían árboles frondosos, a veces preñados de mangos, otras veces de hojas, pero siempre un lugar bajo el cual la gente jugaba, jugaba dominos, se sentaban a charlar y se convertía en una zona de juego natural para niños y jóvenes. “Están casi todos desaparecidos,” nos dijo una tarde “y me da mucha pena,” concluyó.
A mi también me da mucha pena. Arboles idos y desaparecidos son como amores olvidados, no quedan de ellos ni siquiera la esperanza de un recuerdo; a veces confundimos realidad con magia y nos damos cuenta que quizás nunca existieron. Pero un árbol deja una huella difícil de olvidar. Sobre sus troncos se escribieron memorias, en sus ramas colgamos las risas de muchos juegos, bajo su sombra contemplábamos cómo el mundo se abría ante nuestros ojos. En esa mezcla mágica de tierra, hojas secas e insectos aprendimos muchas cosas y una de ellas fue nunca imaginarnos que ese mismo espacio iba a desaparecer.
Cuando crecía en Constanza me acuerdo que en el parque municipal había un flamboyán que a costa de tantos juegos y abusos infantiles se quedó chiquito, como un tapón de naturaleza prisionero de una esquina, sobre el cual saltábamos, jugábamos al topao y desarrollamos las mejores destrezas motoras que cuerpito alguno pudiera desarrollar. Yo era rey en ese árbol. Jugando al topao nadie me podía ganar y conocía cada rendijo de su espacio como también de dónde tirarme o dónde esconderme cuando venía el cuidador del parque a tratar de echarnos mientras blandía una ramita pelado azuzada sobre nosotros como queriendo decirnos “si te agarro te voy a dejar una marca de toda la vida.”
Quizás convenga recordar las palabras de la composición de Alberto Cortés (quien viene al pais junto a Pablo Milanés a principios de agosto), titulada “Mi Arbol y Yo”:

"Mi madre y yo lo plantamos
en el límite del patio
donde termina la casa.
Fue mi padre quien lo trajo,
yo tenía cinco añosy él apenas una rama.
Al llegar la primavera, abonamos bien la tierra
y lo cubrimos de agua;
con trocitos de madera,
hicimos una barrera
para que no se dañara.
Mi árbol brotó...mi infancia pasó...
Hoy bajo su sombra
que tanto creció...
tenemos recuerdos
mi árbol y yo.

Con el correr de los años,
con los pantalones largos
me llegó la adolescencia.
Fue a la sombra de mi árbol,
una siesta de verano,
cuando perdí la inocencia.
Luego fue tiempo de estudio,
con regresos a menudo
pero con plena conciencia
que iniciaba un largo viaje,
sólo de ida el pasaje
y así me ganó la ausencia.

Mi árbol quedó y el tiempo pasó...
Hoy bajo su sombra
que tanto creció...
tenemos recuerdos
mi árbol y yo.

Muchos años han pasado
y por fin he regresado
a mi terruño querido.
En el límite del patio,
allí me estaba esperando,
como se espera a un amigo.
Parecía sonreírme, como queriendo decirme:"
"Mira, estoy lleno de nidos"
"...Ese árbol que plantamos
hace tantos, tantos años,
siendo yo apenas un niño.

Aquel que brotó
y el tiempo pasó....
Mitad de mi vida
con él se quedó.
Hoy bajo su sombra
que tanto creció....
Tenemos recuerdos...
Mi árbol y yo.”

jueves, 14 de junio de 2007

Seguridad

Todas las cosas que pedimos nos llegaron:
· Una nueva dotación policial;
· Más y mejores equipos para la policía;
· Nuevos supervisores provinciales y regionales;
· La visita del Jefe de la Policía Nacional;
· Investigaciones de Asuntos Internos de la P.N.;
· Equipo de investigaciones para la P.N,;
· Procesamiento de conocidos delincuentes (algunos se entregaron ellos mismos para ser investigados);
· Patrullas, allanamientos, investigaciones, etc.
· Conocimiento de que la P.N. no necesita nada y que el gobierno le dará lo que necesita en términos de comida, alojamiento, gasolina y equipos;
· Conocimiento de que podemos ir directamente al Jefe de la Policía Nacional si queremos denunciar actos de oprobio de parte de los agentes.
Esto quiere decir que con todas estas cosas se va a acabar la delincuencia en Las Terrenas, tendremos a un cuerpo policial modelo y todos viviremos en paz de ahora en adelante. Se acabarán los asaltos, los robos, los disparos al aire libre, los engaños a extranjeros y prontamente daremos el gran salto a ser el lugar más seguro del pais.

Cierto?

A mi extrañó mucho que en todo este reperpero que se armó con la llegada del Jefe de la Policía Nacional, los nuevos agentes y equipos hubo un tema que no se trató, que NADIE mencionó y que se quedó en el aire. Es un tema sagrado, cuidadoso, peligroso. Tiene dos sílabas y seis letras y comienza con una D y termina con una S. ¿Cómo fue que nadie mencionó nade de los estragos causado por la gente y las circunstancias relacionadas a ese asunto? Señores, si habían un momento para decirlo era en presencia del Jefe de la Policía Nacional. Pero no. Ni la gente de la Alianza, ni los reporteros presentes, ni las autoridades locales, provinciales o regionales, ni los líderes de asociaciones, ni los extranjeros, ni la policía, ni la procuraduría fiscal NI NADIE. Esas sílabas no salieron de la boca de nadie aún cuando el mismo Jefe de la Policía Nacional había dicho en la prensa nacional que el 70% de la delincuencia se debía a ese asunto. Será en el resto del pais porque aquí no se le hizo mención alguna.

Pero, aparte de eso, ¿será que el personal bien entrenado (fresquecitamente graduado de la Academia Policial de Hatillo), que los nuevos equipos de investigación y los nuevos recursos van a producir aquí lo que no se ha logrado en otras partes? Como a nosotros nos gusta mencionar a los U.S.A. como ejemplo en todo voy a hacerlo yo también (aunque creo que es una de las desgracias nuestras), o sea, en los “Estados” hay de todas esas cosas buenas, desde bastones hasta tanques de guerra y aún así tienen un problema delincuencial—y del asunto ese que comienza con D y termina en S y tiene seis letras—que se los está llevando el mismísimo diablo y no se acaba!!

Lo que SI SE SABE es que los mejores resultados en cuanto a protección policial y seguridad ciudadana tienen dos componentes esenciales, inclusive superiores a todo lo demás. Primero, el inmiscuimiento de la sociedad, o sea, que los ciudadanos son actores y gestores en su propia seguridad y lo toman seriamente teniendo voz y voto en lo que está sucediendo; y, segundo, que los policías caminan el vecindario. En inglés le dicen “walking and talking.” “Walking” es “caminando,” o sea, dándole la vuelta al vecindario, mirando y siendo mirado, observando y siendo observado, conociendo y que lo conozcan; y “talking” es “hablando,” o sea, dándose a conocer con los vecinos, en los barrios, en las escuelas e iglesias, en las canchas, charlando con la gente y preguntando, siempre preguntando e interesándose en la comunidad. El método antiguo era que la policía era órgano de represión, intocable, alejado del pueblo y dentro de una cultura de franco aislamiento. El método moderno es el oficial policial como ciudadano armado pero parte de la comunidad. Aquí sabremos que las cosas andarán mejor cuando los policías caminen por las zonas y barrios y se apeen de sus motores que yo no sé quién diablos comenzó con la bártula de que los policías tenían que andar encaramados en esas vainas.
Un sistema de patrullaje policial comunitario ES lo que ha dado resultados en las ciudades donde la delincuencia era rey y reina. Ejemplo de ello fue la ciudad de Nueva York. ¿Qué impide que aquí los policías caminen? De hecho, deberían andar en bicicletas y hasta en caballo y, claro está, a pies, haciendo patrullas en zonas específicas y haciendo el “walking” and “talking.” Vamos a llamarlo, en buen dominicano, “brillando”, no amarrando la chiva, ni dando palos, ni chopeando, sino haciendo un trabajo profesional, comunitario y de primer orden. ¿Por qué no? Las Terrenas podría ser la primera comunidad dominicana en implementar un modelo de policía comunitaria usando bicicletas, patrullas a pié y dejar los motores y camionetas para responder a los llamados de emergencia. Eso implicaría que cada policía debe tener un walkie-talkie, pero yo prefiero policías con walkie-talkies que quemando gasolina y ruedas por ahí.

Hay hombe, qué bueno sería ver patrullajes organizados, concienzudos, respetuosos, civiles y a una comunidad envuelta en su propia seguridad, informando y participando, no encubriendo ni quejándose todo el tiempo. Caramba, ¿pero cómo llegamos ahí? Eso demandaría tremenda labor de educación ciudadana. ¿Y a quién le toca eso? A la misma gente que debieron haber empezado todo ese marullo que finalmente lo tuvo que hacer la Alianza de Empresarios Turísticos. Sí, esa misma gente a quienes se le ha confiado el destino del municipio, a esa gente sobre las que hay que hablar con mucho cuidado para que no se ofendan, las gentes cuyo lugar comienza con una A y termina con una O y tiene cinco sílabas. Hay mamá, no se puede decir tampoco. Nadie lo dijo en las reuniones y yo tampoco lo voy a decir. Pero qué bueno sería si esa gente estuvieran haciendo lo que verdaderamente deberían hacer. Esto fuera….un verdadero paraíso.

jueves, 7 de junio de 2007

Deseo

Si usted tuviera un solo deseo en la vida, uno solito y ni uno más, ¿cuál sería? Algunos ejemplos:
· Paz en el mundo
· Que acabe el hambre en el mundo
· Que todos los seres humanos tengan un techo
O quizás podría ser
· Que no hayan más enfermedades, cáncer o SIDA
· Que se acabe la guerra en Irak
· Que a todo el mundo se le dé un pedacito de tierra
O puede que el deseo sea
· Sacarse la lotería
· Una yipeta
· Más cuartos que Lola

Hace varias semanas le hice la pregunta a un grupo de adolescentes y ellos me respondieron:
· Un Humvee amarillo
· Una yipeta como la de un bachatero muy conocido
· Tres novias con tetas grandes (eso fue un varón)
· Un armario lleno de vestidos (eso fue una hembra)
· Vivir en la capital

A juzgar por esas respuestas se puede saber algo de lo que los jovencitos están pensando aunque sería un poco más difícil saber por qué. Lo importante es que lo que pensamos dentro y revelamos fuera puede ser una buena demostración de las cosas que valoramos, porque nadie desea algo que no quiere o que no aprecia. Si un joven de 14 años no piensa en “hacerse ingeniero” sino en tener un Humvee entonces sabemos dónde están sus valores. Si una niña piensa en “tener un armario lleno de vestidos” y no en hacerse doctor en medicina entonces sabemos en qué está pensando.

¿A quién le echamos la culpa si nuestros niños y jóvenes han traspuesto sus valores y se enfocan en lo más superficial? Bueno, no tengo la respuesta pero hay tres cosas que he observado y me preocupan.

Primero, hace varias semanas una señora vino a la biblioteca y se quejaba de que su hija no estaba aprendiendo mucho. Entonces reveló algo muy interesante. Aparentemente el maestro de su hija se ha hecho abogado recientemente y en lugar de ir a enseñar manda a la ayudante a enseñar para el poder atender su “negocio.” Como hay demasiados niños en el aula la hija de esta doña, que necesita un poco de atención particular, no está aprendiendo nada pero sí ha estado adquiriendo muy malos hábitos de conducta.

Segundo, uno de los candidatos políticos que recientemente visitó a Las Terrenas trajo consigo mucho dinero para repartir. Preguntándole a una persona que conozco lo que opinaba al respecto él me contestó que en este pais y, particularmente, aquí en Las Terrenas esa era la manera de hacer política, porque a la gente no le interesa la solución de los problemas en la comunidad sino que le “resuelvan sus problemas particulares”; en otras palabras, que le den algo para resolver una deuda, comprar algo de comida o tener unos billetes en el bolsillo “para bebérselo.” Si eso piensan los adultos y lo comparten en su hogar y con sus amigos entonces la comunidad será un reflejo de ese pensar y de esos valores. Romper con ese pensar es muy difícil porque vivimos en una “cultura del desempeño” donde lo que vale es resolver algo rápido y lo rápido se resuelve con dinero. O sea, a muchos no les preocupa la solución permanente de un problema sino resolver “lo de él, los demás que se vayan pa’l carajo.”

Tercero, en la pasada contienda política se construyeron 2 o 3 acueductos barriales y luego se paró todo. Bueno, en este pueblo tenemos un grave problema de agua y aunque el gobierno central ha comenzado a construir un acueducto provincial faltan por lo menos 36 meses para llegar ahí. ¿Qué van a hacer las gentes mientras tanto? Bueno, pues seguir con la raquiña en la piel, los parásitos, las enfermedades gastrointestinales, las infecciones de oídos, de vagina y de ojos todos provocados por el uso de agua contaminada. Se seguirá lavando ropa y mondongo en la misma cañada y también se seguirá vendiendo tanques de agua a precios exorbitantes. ¿Por qué no seguir con pequeños acueductos barriales para solucionarles el problema de agua a la gente, para que hayan menos enfermedades, para elevar la calidad de vida de las personas, para reducir los gastos de medicinas y el tiempo perdido en enfermedades, para que los niños y adultos vivan vidas más saludables, etc. , etc., y más etc.?


Muchos se quejan de que en este pais hay demasiada política y demasiadas elecciones. Yo pienso todo lo contrario. Yo creo que deberían haber elecciones cada año, porque esa parece ser la mejor manera de atender a las necesidades de la gente. Si hay elecciones cada año eso quiere decir que—al igual que las elecciones municipales pasadas—los candidatos se van a pelear para construir acueductos, canchas, escuelas, centros comunales y para hacer operativos de salud, de dar techos y poner tuberías. Si tuviéramos elecciones cada año en Las Terrenas se nos acabarían todos los problemas porque cada uno de los candidatos va a meter cuartos a solucionar problemas que le compiten a los políticos solucionar.

Si yo tuviera un deseo en la vida, ¿cuál sería? Que hayan elecciones cada seis meses y que se hagan listas de todas las cosas que los candidatos van a resolver, construir y solucionar, para que dentro de tres o cuatro años vivamos en un verdadero paraíso, con escuelas rurales a izquierda y derecha, con agua potable reborbotando en cada barrio y en cada rincón, con las calles arregladas, con los puentes y calzadas construídas, con parques infantiles, con bibliotecas, con centros comunales, con un hospital moderno y equipado que funciona a la perfección, con centros de informática para la juventud, con un calendario socio-cultural repleto de eventos, con una academia de música, con un coro municipal, con una banda municipal, con retretas cada domingo, con unas calles y callejones limpios, sin basura, con un sistema de tránsito bien planeado, efectivo y con sus áreas de estacionamiento debidamente marcadas. En fin, un pueblo moderno, civilizado y limpio.

A mi que me den elecciones cada año. Las Terrenas las necesita.

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...