viernes, 23 de julio de 2010

Restauración

En algún momento de la historia de este universo todo existía en perfecta armonía. Durante la mayor parte de la historia de este mundo la naturaleza y los seres humanos convivían bajo una relación dinámica: había suficiente para todos y lo que se usaba era lo que se necesitaba para subsistir. La calidad del aire y del agua, al igual que la energía de la tierra y la riqueza de los lagos y mares estaban a niveles óptimos. Había más de lo esencial y lo que era usado no desgastaba lo existente.

Durante ese mismo tiempo hubo desastres, erupciones volcánicas, terremotos, huracanes, calentamientos y enfriamientos, guerras y pestilencias. En muchas ocasiones la mano del hombre contra el hombre era la causa de muerte de cientos de miles de personas.Entre la armonía y las destrucciones periódicas había cierto balance, cierta tensión creativa, lo que impedía que la tierra y sus recursos se destruyeran o que el ser humano desapareciera de sobre la faz de la tierra.

Las cosas han cambiado enormemente en los últimos siglos y han cambiado de manera alarmante en las últimas décadas. Gran parte de la humanidad no ha podido comprender que para sostener la vida es necesario que la tierra posea la capacidad de regenerarse y que nunca se agoten los recursos que hace posible que generaciones futuras disfruten de la calidad de vida que se pueda estar ofreciendo hoy. El principio de mantener los recursos naturales y su uso a niveles tales que las generaciones futuras no se afecten se le llama sostenibilidad.

Pero la sostenibilidad es casi imposible de identificar, monitorear, predecir y realizar. Por ejemplo, la pesca y la riqueza del mar que rodea a Las Terrenas ha sido agotada y destruída tan completamente que no hay ni visos ni esperanzas de que pueda reponerse a como era 50, 40, 30, 20, ni siquiera 10 años atrás. La próxima generación no encontrará las langostas, los langostinos, los pulpos, los cangrejos y los peces que encontramos hoy. Razonablemente, no podemos esperar que decenas de personas que viven de la pesca dejen de pescar por 5 años para darle un chance a la naturaleza a que se reponga. Sería factible (como muchas otras cosas), pero eso necesita cometido, fondos y creatividad.

Se habla mucho de desarrollo sostenible. Me gusta como suena, sostengo sus principios y me encantaría que ocurriera. Pero la parte realista de mi cerebro me dice "es imposible obtener niveles sostenibles de desarrollo en los actuales momentos y no hay nada que indique que las causas de no sostenibilidad vayan a cambiar en cualquier momento." Creo que estamos en medio de un viaje de auto destrucción y no está limitado a los recursos naturales.

Los que hacemos exploraciones sociales de manera regular nos damos cuenta, y notamos con preocupación, como existe una aparente marea autodestructiva dentro de nuestra comunidad. Más personas mueren en accidentes de tránsito que se pueden evitar. Mucho más invierten las familias en bebidas que en la educación de los hijos y las hijas, los niveles de contaminación del agua alcanzan índices epidémicos, más y más niñas menores salen embarazadas y más y más niños menores son explotados sexualmente, el ruido es insostenible en muchos sitios y no ha habido ninguna iniciativa de repoblar los árboles, ni de sanear los pantanos, ni de rescatar los humedales, que han sido destruídos o alterados en los últimos años.

Los vegetales que consumimos vienen de otras comunidades, después de haber sido manoseados, expuestos al sol, a la interperie, al polvo, a la contaminación y nos llegan mareados y en variedades reducidas y limitadas. La agricultura ha desaparecido del lugar y por eso la fuente de comida está situada cada vez más lejos. Para hablar de sostenibilidad tendríamos que hablar de vacas cercanas que produzcan buena leche, de gallineros que produzcan carne blancas y huevos sin tirar la sangre de las aves sacrificadas en las cunetas del centro del pueblo (la que atraviesa 650 metros por las cunetas de la calle principal hasta llegar al puente de Abundio y, finalmente, al mar).

Para hablar de sostenibilidad tendríamos que producir nuestros vegetales en valles y montañas más cercanas, reduciendo el costo y aumentando su calidad y durabilidad.

Todas esas cosas son idealismos. Por eso creo que en lugar de hablar de sostenibilidad (de la que realmente nadie está hablando en ningún sitio) deberíamos realmente hablar de restauración. Restaurar significa volver las cosas a su estado anterior. Es un proceso lento, premeditado, enfocado pero persistente. Es hablar de empezar con una hortaliza a la vez, es hablar de sembrar 500 arbolitos a la vez, es hablar de la piscicultura de la tilapia para darle un descansito al mar, es hablar de parar el chorro de sangre en las calles y de invertir más en la educación que en las bebidas, es hablar de dar a los niños y niñas los valores y derechos que se merecen.

Si queremos un mejor futuro hay que empezar a restaurar ahora mismo.

martes, 13 de julio de 2010

Cocotazos

Anote Tong, presidente de la República de Kiribati, anda buscando una nueva patria para los 105,000 habitantes de su archipiélago. Está dispuesto a mudarlos a todos a otro lugar. Las Islas Gilbert o Kiribati, antiguas colonias británicas, están pobladas por descendientes micronesios en el pacífico sur y constituyen el lugar donde primero empezó el nuevo milenio ya que están colocadas justo a la izquierda de la línea internacional del tiempo.

Esos 105,000 habitantes viven en 811 kilómetros cuadrados (Samaná tiene 847 kms cuadrados), lo que quiere decir que comparados a Samaná tienen un poco más del doble de habitantes distribuídos en varias islas. No todas las islas o atolones están habitadas, apenas unas 10 de un total de 33. Los atolones tienen forma de media luna, con una laguna interna de agua muy clara y cristalina, mientras que en la parte externa es mar abierto. Cuando estuve allá hace unos años iba a bañarme en la laguna pero me advirtieron que no lo hiciera ya que los kiribatianos usan la laguna interna como baño y como sanitario y podría encontrarme con objetos flotantes desagradables.
¿Por qué el presidente Tong quiere mudar a todos los habitantes de Kiribati? La razón es simple, el archipiélago va a desaparecer en un par de décadas por causa de la elevación del nivel de agua del mar a raíz del calentamiento. Cuando estaba en Tarawa, la isla principal, el punto más alto tenía apenas dos metros. Cuando hay ciclones en esa zona algunas de las islas desaparecen totalmente bajo las olas.
Para ir a dar un taller sobre desarrollo comunitario a un grupo de líderes en una de las islas cercanas tomé un avioncito de 22 pasajeros. Cuando subí al avión no podía creer lo que vi. La gente montaba racimos de guineos, chivos, gallinas, cajas de cerveza y latas de comida en su interior. Cuando cerraron la cabina no creía que podríamos despegar pero lo hicimos y una hora más tarde llegué a mi destino.
Los ancianos de la aldea me habían reservado una maneaba o choza al lado del mar desde la cual podía contemplar la puesta de sol (derecha). No había electricidad ni agua corriente. Me alumbraba con velas y el agua de beber era de lluvia. Mi maneaba era totalmente abierta, con una cama hecha con hojas de coco y la cena de esa noche fue pescado con coco y plátanos, acompañado con refresco de naranja llevado desde Australia (el principal suplidor de alimentos al pais). Al día siguiente me proveyeron de una bicicleta en la cual dí la vuelta a la isla y así pude llegar a mis reuniones.
En Kiribati, como en gran parte del Pacífico y hasta en partes de Asia, la cabeza es considerada como la parte más sagrada de la persona y no es apropiado tocarla bajo ninguna circunstancia. Esto me permitió utilizar un fenómeno cultural para facilitar la discusión de un tema del taller. Aquí en la República Dominicana es apropiado darle un “cocotazo” a un niño malcriado. Yo cogí un coco, lo golpeé con mis nudillos y le dije a los kiribatianos presentes que en mi pais a la cabeza se le dice popularmente “coco.” Un “cocotazo” consiste en golpear el coco (la cabeza) con los nudillos.
Después de tocar el coco con los nudillos lo hice pasar entre los participantes para que ellos le dieran un cocotazo al coco. Lo hicieron muertos de la risa. Entonces invité a uno de los participantes al frente y le dije que por un momento pensara que era dominicano. Yo todo lo que tenía era un pareo alrededor de mi cintura y una camisilla, estaba descalzo al igual que los demás. Yo le dije que yo me había transformado en kiribatino ese día y quería que él se convirtiera en dominicano por unos momentos. El hombre asintió. Entonces yo hice pasar a un niño al frente y le dije al hombre que el niño se había portado mal y que él debía hacer lo que hacen los dominicanos con un niño malcriado, darle un cocotazo. El pobre hombre miraba al niño y me miraba a mi. Simplemente no pudo hacerlo, el valor cultural de preservar la integridad de la cabeza fue más fuerte.
Yo aproveché esa lección para hacer múltiples aplicaciones al desarrollo comunitario y creo que ni ellos ni yo hemos olvidado lo que ocurrió. A veces pensamos que para lograr lo que queremos hay que violentar hasta lo más sagrado. No. A veces los mejores y más profundos cambios son resultado de preservar lo más sagrado en el ser humano: la vida, el respeto, la dignidad, la verdad y el medio ambiente.
En Las Terrenas, en asunto de meses, se ha notado una contínua desintegración de valores en la manera en que se violentan el respeto, la paz, los recursos naturales y la integridad física de niños y adultos. Además, vivimos en medio de la más completa corrupción e instransparencia y las consecuencias de esas violencias en contra de la dignidad humana no se harán esperar.
El universo se encargará de darle unos buenos cocotazos a unas cuantas gentes que se merecen eso y más.

La Prueba del Lápiz

Hace varios años visité al pais sudafricano de Namibia, un lugar impresionante, fascinante y lleno de emociones, al que volvería varias veces por razones de trabajo. Allí me enteré de “la prueba del lápiz”, un sistema de medición racial implementado por los opresores blancos creadores del Apartheid. La prueba consistía en colocar un lápiz a través del pelo de la persona. Si el lápiz se caía solo del pelo la persona era declarada “blanca,” pero si el lápiz se quedaba entre el pelo la persona era declarada “negra” y era tratada como tal. Era un sistema profundamente racista e imperfecto porque aunque el lápiz de cayera del pelo si el color de la piel no era totalmente blanca entonces la persona era considerada “de color” y tratada discriminatoriamente.

¿Tenemos la prueba del lápiz en la República Dominicana? Teóricamente no y ciertamente no en la misma manera en que se llevó a cabo en Namibia y en Sudáfrica bajo el régimen del Apartheid. Sin embargo, hay pruebas parecidas por razones parecidas. Todo sistema de desigualdad social tiene su “prueba del lápiz.” Por ejemplo, la tarjeta Solidaridad y la de Bono Gas son utilizadas por el gobierno actual para atraer y mantener membresías políticas, ayudando a presionar a su favor en situaciones como en las pasadas elecciones. Si tienes el Bono Gas y la tarjeta Solidaridad es porque se espera que devuelvas el favor a través de tu lealtad al que te la dió, de esa forma eres declarado “de los nuestros.” Así pasas “la prueba del lápiz”. Igualmente, las así llamadas “botellas,” personas que no hacen nada pero reciben salarios o “ayudas” del gobierno municipal, o del provincial, o del central, ya han pasado la prueba de la membresía política, convirtiéndose en beneficiarios de un régimen desigual que sólo recompensa y beneficia a los que son compañeritos.
Los huacales de botellas no nacieron bajo este gobierno, han existido siempre, sin importar el partido gobernante, así que existen hoy y seguirán existiendo, porque son parte del sistema de desigualdad que es la sociedad dominicana.
Un sistema económico tiene su “prueba del lápiz” ya que algunas empresas benefician más a unos que a otros dependiendo de cuán bien pasan “la prueba del lápiz.” En este caso la prueba se basa sobre el nivel de lealtad a la empresa, o sea, cuán bien usted vive de acuerdo a lo que ellos digan, sin criticar y apoyando lo que ellos hagan. Consecuentemente, las empresas dan descuentos, rebajas y hasta anulan cobros a personas o entidades consideradas “amigas” de la empresa.

De manera similar, algunas empresas usan el eufemismo “buena presencia” para expresar el deseo de emplear a una mujer atractiva y sexy, opuesto a una fémina fea y poco atractiva. Aunque la ley impide la discriminación la realidad es otra, la gran mayoría de las empresas prefieren emplear a mujeres consideradas atractivas. Si usted es fea o es considerada insuficientemente atractiva para la empresa usted no pasa “la prueba del lápiz” del sexismo.

Los que vivimos a la merced de los poderosos frecuentemente hemos sido probados con el lápiz y hemos sido hallados faltos. Bajo el régimen del Apartheid cuán profundamente entraba el lápiz en el pelo determinaba el “township” o poblado donde vivirías. Mientras más duro era para el lápiz entrar entre tu pelo eras considerado más negro y eras relegado a los pueblos de menos privilegios. De esa forma los blancos vivían en el centro del pueblo y en las mejores tierras, rodeados de un círculo de barrios de personas casi blancas, seguidas por otro círculo de personas y barrios “de color,” y finalmente al final, en la parte más lejos, estaban los pueblos de los negros, los más negros y los bién negros. Cuando visité la ciudad costera de Swakopmund, en Namibia, tuve la oportunidad de ver el mapa de planificación maestra de la ciudad, un centro vacacional próspero y rico, con todos sus círculos de barrios y zonas, todos debidamente organizados en base a la prueba del lápiz.

Aunque no tengamos una “prueba del lápiz” tal como fue usada en Namibia, tenemos otras pruebas de desplazamiento social, de distribución social sistemática, tanto en lo político como en lo religioso y también en lo económico. Déle un vistazo a Las Terrenas y aunque no estén arreglados en círculos concéntricos alrededor de una “zona blanca,” pregúntese quiénes son considerados menos que otros, quiénes son beneficiados más que otros y a quiénes les llegan los beneficios del régimen de desigualdad social en el que vivimos.
Y para darnos cuenta del alcance social que tiene el posicionamiento político, pregúntese quiénes son los más privilegiados en esta comunidad, por qué y en qué manera. Si a usted no le molesta pues siga como está. Si a usted le molesta, bueno, ¿qué piensa hacer al respecto?

martes, 29 de junio de 2010

Círculo Completo (ficción)

Hace tres décadas, Jean de Les Palotes, pasaporte francés en mano, llegó a Las Terrenas y le encantó. Se imaginó que como las playas eran tan hermosas debían costar un dineral. Preguntó el precio y le dijeron, “a uté se la dejamo barata, déno 200 peso la tarea.” Monsieur de Les Palotes no podía creer sus oídos, pero le gustó lo que oyó. Así que compró, compró y compró. Trenta años más tarde la tierra de la playa, desde Cossón hasta El Portillo está en manos de amigos de Jean, o de amigos de sus amigos, o de personas a quienes los amigos, de sus amigos, de sus amigos, de sus amigos, le vendieron, y no a 500 pesos la tarea sino a 50,000 Euros la tarea.

Hace unos meses a unos turpenes encumbrados se les ocurrió la idea de que hay demasiados extranjeros en Las Terrenas, de que tenían demasiadas tierras, que las vendían muy caras y que había que hacer algo al respecto porque con autopistas nuevas, aeropuertos nuevos, ferry nuevo en la bahía y todo lo demás, aparte del hecho de que Las Terrenas tiene las playas más lindas del país y está rodeada de hermosas montañas llenas de villas hermosísimas, pues hay que meterle mano y adueñarse de esas tierras sea como sea. El problema es cómo hacerlo.

Los turpenes encumbrados son turpenes porque tienen acceso al poder. En “El Poder” hay de todo y entre ese todo hay quienes se las juegan todas. “Paremos total y tajantemente todas las construcciones,” dijo uno de tales turpenes y así se hizo. “Pongamos restricciones a todo,” y así se hizo. “Explotémoslos pa’que se larguen de aquí,” y lo han logrado poco a poco. “Que quiebren con tó,” y así les ha pasado a algunos y otras más van en camino. Recientemente en un bar del Paseo se oyó a alguien decir medio borracho que un primo del turpén de los turpenes, vice qué se yo de uno de los lugares encargados de entorpecer las cosas, pues pidió dinero para dizque resolver algunos problemas. Miérquina, aquí no se salva nadie.

Bueno, poco a poco la gente comienza a salir de lo que tiene y prontamente el círculo se completa y la tierra llega a manos de indios nativos, los que aprovecharon la recién llegada bonanza de nuevas ofertas a precios de vaca muerta (izquierda), sobretodo aquellas tierritas a las que se las encauzó con multas y procesos judiciales todos debidamente documentados.
Dondequiera que voy me encuentro a un negociante que dice que se lo está llevando el mismísimo San Antonio. De los restaurantes ni se hable. Empresas han despedido la mitad de sus empleados, todas las ferreterías están al borde de la quiebra y muchos de los hotelitos que han hecho famosa a Las Terrenas tienen ya meses que no ven a Linda. Si no hubiera sido por los más de 50 millones que la política tiró a la calles hoy en día mucha gente estuviera comiendo caliche (uno de los candidatos provinciales tenía, él solo, 14 millones a su disposición, fruto de su barrilito). Ay! Gracias a Dios que por ahí viene otras elecciones y de las grandes, eso quiere decir que quizás pasemos hambre un año porque después de ahí hay que coger muchos cuartos otra vez.

No me extrañaría que un día de esto llegue un Señor Venezolano, amigo personal del turpén de los turpenes, y se lo lleve tó, como lo está haciendo del otro lado de la bahía y en un lugar que los indios llamaron Cotuí; pues no es de extrañarse que se aparezca por aquí. Dicen que como los gringos gringos (los de U.S.A.) siempre andan metiendo sus narices donde se queman las habichuelas, no es de extrañarse que el embajador plenipotenciario de los sinvergüenzas meta sus Hans, digo, sus hands (manos) en todo eso y hayan millones y millones de dólares detrás de todo este desbarajuste.

(Derecha, la tierra vuelve a manos de los indios?!)

Como todo buen dominicano a mi me gusta especular e inventar y, como no quiero quedarme atrás, voy a prenderle velas a las ciguapas de la calle Duarte a ver si me dan un beso otra vez y los piperos dejan de robarme en la biblioteca (este fin de semana intentaron por tercera vez). Cuando veo las cosas tan malas tengo que ponerme a pensar que por qué están así. Por eso me puse a conversar con una de las vacas rialengas que andan por la Duarte, las que pertenecen a un tal José, y agarrándole el rabo a la más prieta le demandé “¿Qué carajo ta’ pasando aquí?” Con un muuuú medio desorganizado, viró el cuello y me miró como con lástima. Meneó la pata trasera derecha, me largó un rabazo que casi me deja ciego y me tiró una plata verde por el hoyo trasero que me manchó los pantalones de verde hasta el día de hoy. Creo que con eso me quiso decir que no le importa y que, al igual que a la mayoría de los terreneros, no le importa ná que ná. “Que se lo lleven tó.”

Bueno, esto es lo que yo llamo un círculo completo. Las tierras vuelven a mano de los indios y las vacas, bueno, seguirán paseando por las calles sin ton ni son.

lunes, 14 de junio de 2010

Sacrificios

No hay cambios sin sacrificios.
El líder guía con el ejemplo.

Una madre se acercó a Mahatma Gandhi deseosa de que le ayudara a solucionar un problema que tenía con su hijo. Se acercó a Gandhiji pidiéndole que hiciera algo para que su niño dejara de comer tantos dulces. Gandhi la miró pacientemente y le dijo que regresara en dos semanas. La madre se retiró, curiosa y preocupada, no pudiendo entender el por qué de la espera. A las dos semanas la madre regresó y esta vez Gandhi miró directamente al niño y de una manera firma e imperativa le dijo que dejara de comer dulces. El niño se impresionó profundamente y dejó de comer dulces por todo el resto de su vida. Después del incidente la madre se acercó a solas a Gandhi y le preguntó el por qué de la espera de dos semanas. Este le sonrió y le confesó que cuando llegaron no podía decir nada porque en ese justo momento él mismo se estaba comiendo unos dulces.

Gandhi fue una de las grandes personalidades del Siglo XX, alguien que vivió lo que predicaba y que fue responsable de la independencia del segundo pais más populoso del mundo, la India, luchando sin violencia contra el imperio más poderoso en esos tiempos, el imperio británico. Tenemos que recordar que Gandhi tuvo una profunda influencia sobre Martin Luther King, Jr., el líder afro-americano de los derechos civiles en los Estados Unidos. Lo mismo ocurrió con Nelson Mandela, primer presidente negro del Sudáfrica, quien dijo que Gandhi era un hijo de Sudáfrica y a quien le debía profundamente sus concepciones de la no violencia. Tanto King como Mandela lograron profundas transformaciones en sus países respectivos.

Mahatma quiere decir “alma grande”, el apodo que le dió el escritor indio Rabindranath Tagore, premio Nobel de literatura, probablemente en referencia a su labor incansable a favor de los oprimidos, de los desahuciados, de los intocables y, sobretodo, a favor de todo el que necesitaba ayuda. Fue el forjador de la nación India al mismo tiempo que apoyó la creación de la nación musulmana de Pakistán, algo que finalmente le llevaría a la muerte. Su vida y su accionar nos puede enseñar varias cosas, justamente en este momento en que Las Terrenas se encuentra envuelta en una serie de condiciones que ameritan nuestra atención: huelgas, invasiones, falta de servicios adecuados, intransparencia, elevado costo de la luz, inseguridad e incertidumbre causada por la ausencia de una visión del futuro para la comunidad.

De todas las cosas que logró en la India, en Sudáfrica y en el resto del mundo, lo que más impresiona de Gandhi fue su concepción del liderazgo ejemplar. El líder debe ser ejemplo, puro y simple. Cuando miramos a nuestros líderes, ¿cuál es el ejemplo que nos dan? Cuando los jóvenes y nuestros nuevos profesionales aspiran a algo elevado, ¿en quién se fijan? Cuando hablamos de las decisiones y acciones que hay que tomar, de los correctivos que hay que implementar, de los cambios que hay que promover, ¿hacia dónde miramos para obtener visión, claridad, percepción, convicción y, sobretodo, ejemplo?

Hay un antiguo dicho que reza “los pueblos se merecen los líderes que tienen”. Si fuera cierto, ¿qué quiere decir para nosotros los terreneros? Me parece que si deseamos una mejor comunidad ésta llegará impulsada en gran parte por las cualidades morales, gerenciales y personales de sus líderes, pero ¿qué sucede si encontramos que los líderes que tenemos carecen de tales cosas? Soy de los que creen que nos merecemos mejores líderes, líderes que nos enseñen eficiencia, honestidad, transparencia y solidaridad; y, sobretodo, líderes que nos guíen con el ejemplo.

Gandhi comprendió que producir cambios fundamentales requiere profundos sacrificios y grandes transformaciones. A veces el sacrificio es supremo, a veces las transformaciones son muy costosas. La tarde del 30 de enero del 1948, diez minutos después de las 5, Gandhi caminaba hacia una plataforma para dirigir un servicio de oración ecuménica en el jardín. Nathuram Godse salió del grupo que se le acercaba, dobló sus manos en la manera tradicional de reverencia llamada “namaskar” y le disparó tres balazos a quemarropa. Algunos dicen que al caer al piso las últimas palabras de Gandhi fueron “He Ram”, “Oh Dios!”

No todos somos llamados a sacrificarnos de tal manera como para tener que morir por la patria. Eso le tocó a los patriotas del 14 de junio del 1959, los que lucharon contra la dictadura atroz del trujillato. Un gran sacrificio para nosotros es luchar contra la dictadura de la apatía en la que vivimos sumidos. Por causa de la apatía no vemos la destructiva plaga de la impunidad, ese cáncer maléfico que carcome la fibra moral del pueblo y que nos roba de un mejor futuro. La impunidad es la incapacidad de castigar lo malo, la indiferencia ante las pérdidas y daños causados por la ineficiencia y la corrupción. Para acabar con la impunidad es necesario ser valiente, como lo fueron los héroes y heroínas del 14 de junio del 1959. Ellos sufrieron el sacrificio supremo.

Es tiempo de lograr ciertas transformaciones y algunos sacrificios serán necesarios.

Vida y Muerte

Cambios en la vida comienzan con la muerte

Para entender la vida hay que entender a la muerte. La mejor manera de empezar sería imaginándome muerto, dentro de un ataúd, la puerta cerrada sobre mi rostro, sin respirar, sin moverme y sin pensar en nada. Lo hice una vez dentro de un ataúd y una segunda vez dentro de las entrañas de una caverna, 20 metros bajo tierra, cuando apagué mi linterna y no se veía nada, ni se oía nada y casi no se sentía nada. Oigame, ¡esa fue una experiencia del cachimbo!

La verdad es que comencé a morirme desde antes de nacer. No muerto completo sino muerto a pedacitos. Mis células y hasta organismos completos dentro de mi comenzaron a aniquilarse a sí mismos por el beneficio que causaban a otras partes del todo. Eso tiene un nombre, se le llama apoptosis, un mecanismo de autodestrucción existente en cada organismo multicelular. Por ejemplo, mi mano tiene cinco dedos porque las células que existían entre mis dedos murieron cuando era todavía un embrión. Un embrión, aún desde su etapa de 8 a 10 células depende de la muerte de algunas células (el espermatozoide que penetra al óvulo constituye una primera unidad celular, luego se divide automáticamente en dos células, luego en cuatro, luego en ocho y así hasta alcanzar su madurez genética). En otras palabras, si no fuera por esa muerte nunca hubiera llegado a estar vivo.

Aún de adulto no podría vivir sin la muerte. Sin la apoptosis me moriría completamente cubierto de cánceres. Mis células están constantemente desarrollando mutaciones que podrían producir un caos celular. Pero un sistema interno de vigilancia, como el mantenido por una proteína conocida como p53 (llamada el "guardian del genome") detecta tales errores celulares y les ordena a que cometan suicidio celular masivo.

Esas muertes celulares programadas me mantienen vivo. También permiten que en lo más profundo de mis intestinos las células se regeneren, permitiendo el procesamiento de alimentos y desechos. Igualmente mi piel cambia totalmente cada ocho días, así que nuevas celulas ocupan el lugar de las células que se han suicidado. Si después de levantarme en la mañana tomo las sábanas y las sacudo voy a ver un polvillo en el aire. No es el caliche de la calle sino mi piel muerta, desechada por el cuerpo y recogida por la sábana. Mi colchón, está llenito de células muertas que mi piel desechó, y ese olor peculiar de mi colchón y de mi almohada es de esas células muertas, podridas, apestosas y sucias. Si alguna vez encuentro cucarachas o insectos pequeñitos en mi colchón es porque están buscando a esas células muertas para alimentarse de ellas.

De igual manera, cuando mi cuerpo ha terminado de combatir a una infección y se encuentra repleto de células blancas obsoletas, todas ellas cometen suicidio como si estuvieran obedeciendo una orden militar, para que así la infección e hinchazón subsanen. Si las células blancas no perecen la hinchazón sería permanente. Pus es nada más y nada menos que células blancas muertas.

Ahora cierro mis ojos por un momento y me imagino que dentro de mi cuerpo, ahora mismo, en este mismo instante, hay células que se están muriendo, o suicidándose, para que el resto de mi pueda seguir viviendo. Yo, que pensaba que todo lo que hacía era vivir, me doy cuenta que también me estoy muriendo. No muriendo para morirme, sino muriendo para poder vivir.

Ahora observo a todas esas chicas tan hermosas (derecha), lindas, fragantes, elegantes, eróticas, con el vaivén de sus cadencias, con sus rostros hermosos y sus sonrisas picarezcas, con todas sus promesas y todas sus ofertas (lo mismo se puede decir de los hombres). Se están muriendo. Cada día, cada hora, cada instante, se están muriendo. Partes de ellas se mueren para que el todo de ellas pueda vivir.

Como sé que me estoy muriendo por dentro…para poder vivir, voy a aprovechar al máximo ese sacrificio supremo que han hecho mis células para mantenerme vivo. Ellas quisieron que siguiera vivo para que disfrutara mi vida. Voy a ayudarlas tomando decisiones sabias y honestas en cuanto a mi mismo y a los demás, en cuanto a mi familia, mi ambiente, mis seres queridos, mis amigos y mi comunidad. Y sé que tomando decisiones sabias y sensatas en cuanto a mi mismo, todas las demás personas y la comunidad resultarán beneficiadas.

Te invito a que hagas lo mismo.

miércoles, 2 de junio de 2010

Transgresiones

No hay cambios sin transgresiones.

El artista es un transgresor. Altera la realidad conocida por la mayoría de nosotros y la presenta visualmente de manera alterna, diferente, provocativa, alterada, transformada; o sea, transgredida. Si no tuviéramos transgresores como Cezanne, Renoir, Dalí, Picasso, Hashigushi Goyo, o como Charlie, Esteban o Moiseau entonces la realidad sólo sería en blanco y negro o en colores pasteles. Los pinceles, los acrílicos, las navajas, el taladro, la guitarra o simples piedras ayudan al artista a transgredir el espacio simple y monótono, creando para el mundo nuevos espacios, nuevas emociones y nuevas experiencias. El artista nos ayuda a explorar los tabús, a veces profundizándose en lo prohibido y ayudándonos de esa manera a comprender de manera diferente nuestra realidad. Sin esas transgresiones todo estaría en un máximo de dos dimensiones y limitado a los siete colores del arco iris.

El educador es un transgresor. No me refiero al que se para en un aula para vomitar lo que se tragó, sino al que llega a un aula con la intención consciente de crear una revolución por medio de cada lección. Si los alumnos salieron del aula como llegaron perdieron una preciosa oportunidad de cambiar el teclado de sus mentes, la combinación numérica de sus corazones. El educador transgresor hace del aula un taller de la revolución, fomentando el que sus alumnos desafíen las realidades conocidas, alteren la apatía creada por el consumismo y provoquen alteraciones forzosas en la manera en que se conduce la sociedad. La falta de educadores transgresores y de educandos transgredidos ha ayudado a crear entre nosotros una sociedad de vacas que van camino al matadero.

Los niños son transgresores. No aceptan los espacios, ni las órdenes, ni las reglas, ni la manera en que funcionan las cosas. Los forzamos a que se pongan ropa, a que no se enloden, a que hagan estrictamente lo que le decimos y a que crean nuestras mentiras; pero pronto descubren que hay muchas maneras de hacer las cosas y que les voceamos para encubrir nuestra falta de lógica y nuestra ignorancia. Cuando los niños se convierten en espejos de nuestras conformidades dejan de transgredir y se convierten en adultos chiquitos: morosos, aburridos, ignorantes y malhumorados.

El político es un anti-transgresor por naturaleza y por necesidad. Codicia la conformidad y fornica diariamente con las musas de la pobreza. Ama a los pobres porque son los desempoderados y puede hacer con ellos lo que les plazca y lo que le place es que todo siga como es. Por eso no transgrede, para no cambiar las cosas. Concreto, contenes, obras, corrupción, impunidad y manipulaciones son los artificios del político para dejar las cosas como son, para que el engaño continúe. Hacer buena política, la del servicio, la de la honestidad, sería transgredir demasiado y por eso no tiene ni la capacidad ni el deseo de trangredir. El político transgresor sería un suicida. Por eso no conocemos de ningún político que se haya suicidado.

Los capitalistas son anti-transgresores por obligación. El capital es una maldad maléfica aunque desgraciadamente necesaria. Su antítesis es la transgresión provocada por el capital con equidad social. Necesitamos capitalistas transgresores, los que trabajan para la equidad y la sostenibilidad, para que haya una mejor redistribución de la riqueza y mejores garantías de un futuro mejor. El capitalista común, explotador y depredador, se cree dueño de su capital y de los recursos que lo crearon, tratando al componente humano dentro del esquema de explotación como una utilería más, dispensable, cambiable y abandonable. Por otro lado, el capitalista transgresor invierte igual o más en el desarrollo humano y en la equidad económica que se atreve a poner en riesgo a los capitalistas tradicionales, desenmascarando sus sistemas de explotación. Hay muy pocos capitalistas transgresores porque los capitalistas explotadores se encargan de hacerlos desaparecer.

La transgresión es una experiencia social y espiritual. Los que la viven han revelado obtener profundas recompensas personales y grandes sacrificios materiales. En el mundo se escasean los Nelson Mandela, los Mahatma Gandhi, las Madre Teresa, los Martín Luther King, los Grameen Shakti, los César Chávez, las Arundhati Roy, los Paulo Freire, los Muhammad Yunnus, los Malcom X, las Rigoberta Menchú, los Juan Bosch.

Los transgresores son ejemplos civilistas. Uno de nuestros más grandes transgresores, Francisco Alberto Caamaño Deñó, le tocó ser presidente de la república en sustitución, por acto del Congreso Nacional, al electo Presidente Juan Bosch, derrocado en un golpe de estado. En un acto multitudinario en la Torre del Homenaje el transgresor Caamaño renuncia a la presidencia el 3 de septiembre del 1965 con las siguientes palabras:
Porque me dio el pueblo el poder, al pueblo vengo a devolver lo que le pertenece. No pudimos vencer, pero tampoco pudimos ser vencidos. Nunca tal vez en la vida de los dominicanos se había luchado con tanta tenacidad contra un enemigo tan superior en número y en armas. Luchamos, sí, con bravura de leyenda, porque íbamos desbrozando con la razón el camino de la Historia. Ante el pueblo dominicano, ante sus dignos representantes que aquí encarnan el Honorable Congreso Nacional, renuncio como Presidente Constitucional de la República. Dios quiera y el pueblo pueda lograrlo, que esta sea la última vez en nuestra historia que un Gobierno legítimo tenga que abandonar el poder bajo la presión de fuerzas nacionales o extranjeras. Y tengo fe en que así será.”
Transgresores así hacen mucha, mucha falta.
Comenzando desde arriba: Martin Luther King, Arundhati Roy, Grameen Shakti, Paulo Freire, Nelson Mandela, Mohammen Yunnus, Francisco Alberto Caamaño Deñó, Juan Bosch, Madre Teresa de Calcuta, Rigoberta Menchú, Malcolm X, Mahatma Gandhi, Ché Guevara, César Chávez.

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...