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domingo, 6 de marzo de 2011

Agentes de Cambio


Las comunidades son entes vivientes.  Algunas con como el cangrejo, que van pa’trás; otras como la ameba, maleables y adaptables; otras como un fosforito, se prenden y apagan rápido; otras como las olas del mar que suben y bajan según la marea; otras como un cohete, se elevan tanto hasta que ya no se ven; otras son como un pozo de agua, hay que tirar el cubo bien profundo para sacar algo; y otras son como un paisaje finamente orquestrado, con valles y montañas, con ríos y lagunas, con playas y humedales, con amaneceres y atardeceres inspiradores y con un constante pulsar de desarrollo y progreso.

Las comunidades progresistas y desarrollistas son ciudades inteligentes, no sólo en su capacidad tecnológica sino también en su capacidad humana.  Al mismo tiempo, la única manera de promover y preservar el desarrollo continuo es mediante la presencia de estándares de desempeño y mediante la aplicación de normas que ayudan en la ejecución de esos estándares.  Cuando no hay ni normas, ni estándares ni inteligencia tenemos un caos continuo, o sea, un desempeño atolondrado, como vacas sueltas en la calle.  

El salto del caos al desarrollo constante y permanente es complejo, pero es posible gracias a la acción de un elemento fundamentalmente poderoso en toda comunidad:  el agente de cambio.  El agente de cambio es el individuo, hombre o mujer, interesado en la transformación profunda de las cosas.  Es la persona cuya visión está orientada hacia la transformación por medio de ideas, talentos, habilidades, destrezas y recursos en sí mismo o en otros, poniéndolos a favor del servicio y del bien común.

Un agente de cambio no es la persona que habla mucho sin aportar nada significativo, aunque posea grandes bienes o esté encumbrada en una posición social o política.  Tampoco lo es la persona que resuelve con parchos los problemas complejos en la comunidad. Tampoco lo es la persona impasiva, inerte, que le deja a otros la búsqueda de soluciones o la ejecución de planes y proyectos.

Por naturaleza, el agente de cambio no tiene todas las respuestas, ni todos los recursos, ni todas las ideas.  El agente de cambio no ES el cambio en sí, sino que fomenta y auspicia la comunión de energías entre personas diversas pero interesadas en el bien común.  El agente de cambio utiliza la experiencia y el conocimiento que pueda tener para empujar y para provocar al análisis de situaciones preocupantes, confiado en que otros puedan tomar “al toro por los cuernos”, ya sea porque poseen mejores cualidades o recursos más factibles.  El propósito central detrás de las acciones del agente de cambio es la transformación.

Aunque puede serlo, el político tradicional no es, por naturaleza, un buen agente de cambio porque tiende a ponerse en el centro de todo.  Tampoco lo es el líder tradicional, autocrático, amparado en una posición política, social o religiosa.  El mejor agente de cambio es un promotor de las ideas, fortalezas, recursos y habilidades en los demás, buscando formas de canalizarlas, a veces mediante la provocación causada por una idea o por una posiblidad, otras veces mediante la búsqueda de respuestas a condiciones extremas y complejas causadas por las incapacidades e ineficacias del sistema imperante.  Más que todo, el agente de cambio a veces inicia algo y lo deja en manos de los más conocedores y capaces, porque el verdadero cambio, la transformación profunda, no está centrada en las acciones de una persona sino en la conjunción de las mejores ideas entre las personas más capaces y más conocedoras.  

            Una comunidad sin agentes de cambio se queda en manos de oportunistas y demagogos, o se ata a un derrotero autodestructivo.  Las comunidades, al igual que la mayoría de las cosas, cuando son dejadas a su propia suerte tienden a degenerarse, no a mejorar.  Cambiar el curso de las cosas requiere de la acción continua de buenos agentes de cambio.  Hoy, más que nunca, Las Terrenas necesita de agentes de cambio visionarios, valientes y veraces.

viernes, 14 de enero de 2011

El Año del Peñón


El 13 de abril del 2029 un asteroide de 300 metros de largo llamado Apofis va a pasar a 38,000 kilómetros de la tierra. Esa es la distancia a la que están colocados la mayoría de satélites que orbitan la tierra y es una décima parte de la distancia a la que está la luna (la luna está a 380,000 kms de la tierra). Se piensa que en el 2029 no chocaría con la tierra, pero el asteroide regresará en el 2036 y en ese entonces sí podría hacer contacto.


Si choca no destruiría la tierra pero dependiendo de dónde caiga podría causar grandes daños. Si cae en tierra una zona del tamaño de Francia sería totalmente destruída, si cae en agua podría crear un tsunami que inundaría totalmente al Japón. Los daños a la corteza terrestre, sus consecuencias sobre la foresta, la atmósfera y zonas cercanas durarían décadas.


La NASA de los Estados Unidos ha recalibrado sus estimados y redujo las probabilidades de choque, pero las informaciones no son completas. Con total certeza el asteroide pasará cerca, demasiado cerca, pero es muy temprano para saber por ciencia cierta si chocará con la tierra o no. En estos casos hay que pensar si organizaciones como la NASA dirían la verdad pensando en el pánico que podría causar.


El potencial desastre que este asteroide podría causar fertiliza la imaginación. No hay nada a lo que se le pueda comparar porque sus efectos serían mayores que cualquier guerra o plaga conocida y lo peor de todo es que se trata de una situación sobre la cual los seres humanos no pueden hacer nada en absoluto. Por eso es que los rusos han propuesto destruirlo en el espacio antes de llegar, lo que despierta increíbles escenarios que sólo han sido vistos en películas o en obras de ciencia ficción.


El terror que pueda causar un fenómeno natural como ése sólo puede compararse al temor creciente que algunos sentimos cuando pensamos en las condiciones presentes dentro del municipio. El temor proviene de tres factores importantes:

a) la ausencia de un plan-visión orientado hacia el desarrollo sostenible, incluyendo la creación de una marca-producto turístico para el municpio, que ayude a potenciar todo lo bueno que tenemos como destino turístico y a prevenir los daños causados por la contínua y creciente depredación de los recursos naturales y por la persistente desigualdad económica dentro del municipio;

b) la profunda corrupción e intransparencia en la manera en que el ayuntamiento conduce sus asuntos, condiciones que la conocen los inversionistas, los negociantes, los politicos y todos los que están al tanto de las cosas, un ejemplo de lo cual fue el fiasco Punta Poppy causado por un empleado del ayuntamiento actuando al margen de la ley; y,

c) la increíble ineficacia en el manejo de los servicios básicos y esenciales descritos en la Ley de Municipios, tales como el tránsito municipal, el control de ruidos y de la contaminación visual, la seguridad, el manejo de desechos sólidos, la construcción de contenes y calzadas, el manejo de espacios públicos y las actividades culturales, entre muchos otros factores.


El temor se origina porque esos tres factores, complejos pero reales, pueden causar terribles consecuencias sociales, económicas, políticas y culturales similares a la caída de un meteorito frente a nuestras costas y causando un tsunami que nos ahogue a todos. El temor no se limita a lo que el ayuntamiento ha hecho sino también a lo que ha dejado de hacer, lo que forza la pregunta, ¿pero qué diantres pasa aquí? ¿Cuánta más ineficiencia, cuánto más abuso, cuánta más depredación debemos soportar?


Por eso creo que el 2011 es el Año de la Oportunidad para Las Terrenas. Es en este año cuando debemos dar los giros necesarios, cuando debemos tomar las medidas difíciles pero necesarias, cuando debemos pensar en un plan de 5 años que transforme al municipio totalmente y lo coloque a la cabeza de la eficiencia, de la transparencia, del servicio comunitario, del desarrollo económico sostenible, de la preservación de los recursos naturales, de una mayor equidad social y de un crecimiento cultural y educativo sin igual. La comunidad y su capacidad de acción será profundamente puesta a prueba.



Si ese giro no ocurre, entonces preparémonos para el peñón que nos va a caer encima más rápido de lo que pensamos.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La Lucha Por La Vida


La esperanza es un estimulante vital muy superior a la suerte (Friedrich Nietzche)

Cuando me encontré con él sabía que había “gato entre macuto.”  Me miró con una sonrisa picarezca, la mezcla ingrata de sed y de  hambre, como un sol clari-oscuro que pretende ofrecer noche y lo que regala es día.  Al borracho que amanece el sol le parece que se acuesta y, obviamente, al tipo éste el mucho aguardiente le cambiaba la ruta del astro por su frente y lo que sus ojos anunciaban era, simplemente, “tengo hambre.” 

El gato que llevaba dentro del macuto no era nada más ni nada menos que un extraño ser de dos patas, dos alas, un ojo, un pico y una cola de tres plumas. Entre susurros me dijo “ta’ nuevecito.”  Y yo le respondí, “déjame verlo.”  Abrió el saco y adentro pude ver que se movía, se sacudía, temblaba y también lloraba.  Los gallos no lloran, claro, eso estaba todo en mi imaginación, pero cuando ví que estaba tuerto estaba más convencido de que el dolor de la ausencia del ojo izquierdo hacía que el ojo derecho llorara por apariencias.

Se lo robó el día anterior en la gallera de El Abanico.  Era pinto rojizo, desnudo de las alas para abajo, las piernas jojotas, largas y fuertes.  En lo que pude ver desde dentro del saco el pobre gallo llevaba sobre sí todo el pesar de una historia de peleas ingratas, el pasatiempo ancestral que empezaron los chinos hace 3,400 años para primero comérselos, luego ponerlos a pelear y después para perfeccionarlos para la muerte. 

El pobre gallo había visto mejores días y mientras me compadecía de él, el borracho sinverguenza me susurraba al oído, con ese aliento repleto de malas noches, que si lo echaba a pelear me iba a ganar 100 mil pesos, por lo menos, sólo tenía que apostar a que iba a perder.

Terminé dándole 500 pesos por el gallo y por el saco.  Me lo llevé a mi casa, le eché un arroz viejo que tenía en la nevera y el pobre gallo primero me miraba a mi y luego al arroz.  Apenas le quedaba un poco de fuerzas para seguir viviendo.  Picó dos granos y me miró, pico dos granos más y me miró, para luego picar los 500 granos restantes con profunda devoción.  Un peso por grano de arroz y con esos 500 granos de arroz pasao por nevera volvió a la vida. 

Ni lo amarré ni lo encerré.  Se quedó donde lo puse.  No fué hasta el séptimo día cuando escuché un kikirikí y me imaginé que era uno de los gallos vecinos; pero no, era él, echándole el ojo a la polla pinta, dándole vueltas antes de decidir si todavía estaba bueno para montarse.  Me acordé de la frase de mi abuelo:  “esa polla ta’ buena pa’ montar”, refiriéndose a la morena en minifalda que vivía en el callejón al lado de mi casa, lo que yo a mis 9 añitos no podía comprender aún, como tampoco nunca pude comprender por qué el gallo le pica el cuello a la polla cuando se le monta.  Bueno, serán asuntos de animales, porque si yo le hubiera hecho algo así a cualquiera de mis novias hoy en día estaría castrado al estilo Lorena.

A fin de cuentas, el borracho se bebió tres botellas más con mis 500 pesos y yo le salvé la vida a un bendito gallo que ahora no hay quien lo desmonte.  Ocho gallinas no dan a basto y no sé de dónde diantre saca tanta fuerza, quizás al maiz de hoy le echan Viagra porque el tipo nada más vive montao.  Bueno, alguien me dijo que era como los enamorados dominicanitos, que viven montao to’ el tiempo pero que son nada más como un fosforito, se prenden rápido y se apagan más rápido aún.  Yo traté de convencer a la que me dijo eso que eso era ya historia vieja, que hoy en día hasta los carajitos de 18 años se tiran la pastillita dizque pa’ durar hasta la madrugada.

Bueno, le tengo pena a la mujer que tenga que soportar todo eso, aunque a las pollas parece no importarle los picotazos que le da mi gallo, el que fue gato dentro de un macuto y hoy en día es el feliz padre de 23 pollitos de pelea, pero no de las de gallera, sino de la pelea por la vida, la de cada día, la que se busca contra todo viento y marea, sin ton ni son, con mordida y sin pesar, viviendo aunque sea del aire pero viviendo. 

Cuando me deprimo pienso en mi gallito y concluyo que si argo tan ceiquitica de la mueite ta’ prendío como un jacho e poique de viví la vida nadie lo sabe mejoi quei pobre diablo que cada día se la bu’ca como sea.

Los que están más cerca de la muerte son los que mejor disfrutan de la vida que los visita cada día.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Premio al Servicio


Existen en la comunidad organizaciones activas e individuos visionarios los que, aunque mayormente desconocidos a la mayoría de nosotros, permanecen ayudando en diversas formas y respondiendo a las necesidades de las gentes. Hay personas que sostienen programas de asistencia educativa, enseñanza de idiomas, apoyo sicológico, desarrollo religioso, desarrollo artístico y sostenimiento académico, sobretodo pagando los gastos educativos de niñas y niños que de otra manera no podrían estar en la escuela.

Así como ellos y ellas, hay otras tantas personas que hacen el bien y ojalá supiéramos mejor quiénes son. Lo importante es reconocer que una comunidad necesita el apoyo de todos.

Las Terrenas será tan fuerte como lo sean sus instituciones comunitarias y ahí radica tanto nuestra gran necesidad como también nuestro gran potencial.
Una forma de potenciar el servicio comunitario es reconociendo a los individuos y a las organizaciones que trabajan para el bien común, que hayan reconocimientos anuales sin deslines políticos y que se produzcan en base a categorías adecuadas según los ámbitos existentes.

Cuando nosotras mismas aprendamos a reconocer y a valorar lo que tenemos muchos más se sentirán animados a igualmente dar y servir a los demás.

viernes, 23 de julio de 2010

Restauración

En algún momento de la historia de este universo todo existía en perfecta armonía. Durante la mayor parte de la historia de este mundo la naturaleza y los seres humanos convivían bajo una relación dinámica: había suficiente para todos y lo que se usaba era lo que se necesitaba para subsistir. La calidad del aire y del agua, al igual que la energía de la tierra y la riqueza de los lagos y mares estaban a niveles óptimos. Había más de lo esencial y lo que era usado no desgastaba lo existente.

Durante ese mismo tiempo hubo desastres, erupciones volcánicas, terremotos, huracanes, calentamientos y enfriamientos, guerras y pestilencias. En muchas ocasiones la mano del hombre contra el hombre era la causa de muerte de cientos de miles de personas.Entre la armonía y las destrucciones periódicas había cierto balance, cierta tensión creativa, lo que impedía que la tierra y sus recursos se destruyeran o que el ser humano desapareciera de sobre la faz de la tierra.

Las cosas han cambiado enormemente en los últimos siglos y han cambiado de manera alarmante en las últimas décadas. Gran parte de la humanidad no ha podido comprender que para sostener la vida es necesario que la tierra posea la capacidad de regenerarse y que nunca se agoten los recursos que hace posible que generaciones futuras disfruten de la calidad de vida que se pueda estar ofreciendo hoy. El principio de mantener los recursos naturales y su uso a niveles tales que las generaciones futuras no se afecten se le llama sostenibilidad.

Pero la sostenibilidad es casi imposible de identificar, monitorear, predecir y realizar. Por ejemplo, la pesca y la riqueza del mar que rodea a Las Terrenas ha sido agotada y destruída tan completamente que no hay ni visos ni esperanzas de que pueda reponerse a como era 50, 40, 30, 20, ni siquiera 10 años atrás. La próxima generación no encontrará las langostas, los langostinos, los pulpos, los cangrejos y los peces que encontramos hoy. Razonablemente, no podemos esperar que decenas de personas que viven de la pesca dejen de pescar por 5 años para darle un chance a la naturaleza a que se reponga. Sería factible (como muchas otras cosas), pero eso necesita cometido, fondos y creatividad.

Se habla mucho de desarrollo sostenible. Me gusta como suena, sostengo sus principios y me encantaría que ocurriera. Pero la parte realista de mi cerebro me dice "es imposible obtener niveles sostenibles de desarrollo en los actuales momentos y no hay nada que indique que las causas de no sostenibilidad vayan a cambiar en cualquier momento." Creo que estamos en medio de un viaje de auto destrucción y no está limitado a los recursos naturales.

Los que hacemos exploraciones sociales de manera regular nos damos cuenta, y notamos con preocupación, como existe una aparente marea autodestructiva dentro de nuestra comunidad. Más personas mueren en accidentes de tránsito que se pueden evitar. Mucho más invierten las familias en bebidas que en la educación de los hijos y las hijas, los niveles de contaminación del agua alcanzan índices epidémicos, más y más niñas menores salen embarazadas y más y más niños menores son explotados sexualmente, el ruido es insostenible en muchos sitios y no ha habido ninguna iniciativa de repoblar los árboles, ni de sanear los pantanos, ni de rescatar los humedales, que han sido destruídos o alterados en los últimos años.

Los vegetales que consumimos vienen de otras comunidades, después de haber sido manoseados, expuestos al sol, a la interperie, al polvo, a la contaminación y nos llegan mareados y en variedades reducidas y limitadas. La agricultura ha desaparecido del lugar y por eso la fuente de comida está situada cada vez más lejos. Para hablar de sostenibilidad tendríamos que hablar de vacas cercanas que produzcan buena leche, de gallineros que produzcan carne blancas y huevos sin tirar la sangre de las aves sacrificadas en las cunetas del centro del pueblo (la que atraviesa 650 metros por las cunetas de la calle principal hasta llegar al puente de Abundio y, finalmente, al mar).

Para hablar de sostenibilidad tendríamos que producir nuestros vegetales en valles y montañas más cercanas, reduciendo el costo y aumentando su calidad y durabilidad.

Todas esas cosas son idealismos. Por eso creo que en lugar de hablar de sostenibilidad (de la que realmente nadie está hablando en ningún sitio) deberíamos realmente hablar de restauración. Restaurar significa volver las cosas a su estado anterior. Es un proceso lento, premeditado, enfocado pero persistente. Es hablar de empezar con una hortaliza a la vez, es hablar de sembrar 500 arbolitos a la vez, es hablar de la piscicultura de la tilapia para darle un descansito al mar, es hablar de parar el chorro de sangre en las calles y de invertir más en la educación que en las bebidas, es hablar de dar a los niños y niñas los valores y derechos que se merecen.

Si queremos un mejor futuro hay que empezar a restaurar ahora mismo.

martes, 13 de julio de 2010

Cocotazos

Anote Tong, presidente de la República de Kiribati, anda buscando una nueva patria para los 105,000 habitantes de su archipiélago. Está dispuesto a mudarlos a todos a otro lugar. Las Islas Gilbert o Kiribati, antiguas colonias británicas, están pobladas por descendientes micronesios en el pacífico sur y constituyen el lugar donde primero empezó el nuevo milenio ya que están colocadas justo a la izquierda de la línea internacional del tiempo.

Esos 105,000 habitantes viven en 811 kilómetros cuadrados (Samaná tiene 847 kms cuadrados), lo que quiere decir que comparados a Samaná tienen un poco más del doble de habitantes distribuídos en varias islas. No todas las islas o atolones están habitadas, apenas unas 10 de un total de 33. Los atolones tienen forma de media luna, con una laguna interna de agua muy clara y cristalina, mientras que en la parte externa es mar abierto. Cuando estuve allá hace unos años iba a bañarme en la laguna pero me advirtieron que no lo hiciera ya que los kiribatianos usan la laguna interna como baño y como sanitario y podría encontrarme con objetos flotantes desagradables.
¿Por qué el presidente Tong quiere mudar a todos los habitantes de Kiribati? La razón es simple, el archipiélago va a desaparecer en un par de décadas por causa de la elevación del nivel de agua del mar a raíz del calentamiento. Cuando estaba en Tarawa, la isla principal, el punto más alto tenía apenas dos metros. Cuando hay ciclones en esa zona algunas de las islas desaparecen totalmente bajo las olas.
Para ir a dar un taller sobre desarrollo comunitario a un grupo de líderes en una de las islas cercanas tomé un avioncito de 22 pasajeros. Cuando subí al avión no podía creer lo que vi. La gente montaba racimos de guineos, chivos, gallinas, cajas de cerveza y latas de comida en su interior. Cuando cerraron la cabina no creía que podríamos despegar pero lo hicimos y una hora más tarde llegué a mi destino.
Los ancianos de la aldea me habían reservado una maneaba o choza al lado del mar desde la cual podía contemplar la puesta de sol (derecha). No había electricidad ni agua corriente. Me alumbraba con velas y el agua de beber era de lluvia. Mi maneaba era totalmente abierta, con una cama hecha con hojas de coco y la cena de esa noche fue pescado con coco y plátanos, acompañado con refresco de naranja llevado desde Australia (el principal suplidor de alimentos al pais). Al día siguiente me proveyeron de una bicicleta en la cual dí la vuelta a la isla y así pude llegar a mis reuniones.
En Kiribati, como en gran parte del Pacífico y hasta en partes de Asia, la cabeza es considerada como la parte más sagrada de la persona y no es apropiado tocarla bajo ninguna circunstancia. Esto me permitió utilizar un fenómeno cultural para facilitar la discusión de un tema del taller. Aquí en la República Dominicana es apropiado darle un “cocotazo” a un niño malcriado. Yo cogí un coco, lo golpeé con mis nudillos y le dije a los kiribatianos presentes que en mi pais a la cabeza se le dice popularmente “coco.” Un “cocotazo” consiste en golpear el coco (la cabeza) con los nudillos.
Después de tocar el coco con los nudillos lo hice pasar entre los participantes para que ellos le dieran un cocotazo al coco. Lo hicieron muertos de la risa. Entonces invité a uno de los participantes al frente y le dije que por un momento pensara que era dominicano. Yo todo lo que tenía era un pareo alrededor de mi cintura y una camisilla, estaba descalzo al igual que los demás. Yo le dije que yo me había transformado en kiribatino ese día y quería que él se convirtiera en dominicano por unos momentos. El hombre asintió. Entonces yo hice pasar a un niño al frente y le dije al hombre que el niño se había portado mal y que él debía hacer lo que hacen los dominicanos con un niño malcriado, darle un cocotazo. El pobre hombre miraba al niño y me miraba a mi. Simplemente no pudo hacerlo, el valor cultural de preservar la integridad de la cabeza fue más fuerte.
Yo aproveché esa lección para hacer múltiples aplicaciones al desarrollo comunitario y creo que ni ellos ni yo hemos olvidado lo que ocurrió. A veces pensamos que para lograr lo que queremos hay que violentar hasta lo más sagrado. No. A veces los mejores y más profundos cambios son resultado de preservar lo más sagrado en el ser humano: la vida, el respeto, la dignidad, la verdad y el medio ambiente.
En Las Terrenas, en asunto de meses, se ha notado una contínua desintegración de valores en la manera en que se violentan el respeto, la paz, los recursos naturales y la integridad física de niños y adultos. Además, vivimos en medio de la más completa corrupción e instransparencia y las consecuencias de esas violencias en contra de la dignidad humana no se harán esperar.
El universo se encargará de darle unos buenos cocotazos a unas cuantas gentes que se merecen eso y más.

sábado, 24 de octubre de 2009

La Increíble Torpeza de Don Marcos

Todo el que se sienta a pensar por lo menos durante cinco minutos cada día sabrá que hay dos cosas que nunca se pueden hacer: lavar platos con una cortada en un dedo y estornudar cuando el bebé está durmiendo.

Don Marcos era un viejo torpe y tozudo que se sentaba al frente de su casa recostado sobre una mecedora semi-pintada a la que le hacía falta uno de los brazos. “La mece se parece a mi,” decía Don Marcos, “está chueca y jodida, como todos los que nos dirijimos a la tumba.”

Eso lo decía don Marcos cada día cuando los que pasaban frente a él lo saludaban. “Aquí como esta maldita mecedora, listo pa’ irme de aquí.” Eso se lo decía a los hombres porque a las mujeres, sin importar edad, tamaño, color de la piel, vestimenta, color de los ojos o de los zapatos, lo que le decía era “adiós buena polla, tú si tá’ elegante hoy, aquí toy yo, tu gallo.”

Don Marcos era un “fre’co”, de esos a los cuales nada ni nadie podía enmendar.

Un día se puso a lavar la tazita de café después del almuerzo y se dio cuenta de que tenía una cortada en un dedo. Parece que uno de los clavos que agarraba al brazo ya desaparecido de la mecedora lo había cortado. El no sintió nada, pero cuando comenzó a fregar sintió una quemazón y un picor enorme y entonces se miró el dedo.

-“Carajo,” dijo, “hasta los dedos se me están picoteando.”

En eso entró al aposento para buscar una curita en su mesita de noche y en la cuna estaba el primogénito de su nieta, casi recién nacido. Cusa era el apodo que tenía la nieta la que tuvo su primer bebé a los flamantes 15 años, fruto de una recogida inocente un martes de noche en la Esquina Verde. Un carajito de 16 años le ofreció una cerveza y los dos terminaron ya saben ustedes dónde. Nueve meces y dos días más tarde nació Ramoncito, de 5 libras exactas.

Ramoncito no estaba muy fuerte y era de muy mal dormir. Cusa estaba tratando de coger un sueñito cuando Don Marcos entró en la habitación. Cuando él se agachó a buscar la curita en la gaveta de la mesita de noche le salió tremendo estornudo.

-“Tiquituá!!!” Se estralló don Marcos con una fortaleza que no sabía tenía todavía.

Ramoncito dio un salto en la cunita y enseguida pegó un grito y comenzó a llorar.

“C-ñ-,” gritó Cusa desesperada, habiendo pasado una mala noche con Ramoncito y casi gritando de desespero entre estar dormida y estar despierta. Sólo las madres que pasan malas noches con sus hijos saben lo que sentía Cusa en ese momento.

Don Marcos se sintió mal pero se sintió peor cuando se dio cuenta de que la herida del dedo comenzó a sangrar cuando buscando la curita en la gaveta se abrió la herida y se hizo otra con una navaja de afeitar que se había olvidado estaba ahí.

-“Al deo malo to’ se le pega,” acertó a decir el viejo, mientras hacía el intento de salir de la habitación lo antes posible, antes de que a Cusa se le antojara decir que se encargara del bebé y tratara de dormirlo en la mecedora. “Ya yo no toy pa’ fuñir con muchachitos mocosos y sucios, ya yo crié lo’ mío”, concluyó antes de desaparecer por la puerta de entrada.

Lo que don Marcos no sabía era que una ciguita se había posado en el asiento de la mecedora y en los breves segundos en que estuvo ahí le dejó un “paquetito,” un pequeño mojoncito húmedo y resbaladizo. Cuando el viejo se sentó sintió algo húmedo en el trasero, pero no pudo imaginarse lo que pudo haber sido. “Yo no tengo diarrea” fue lo que pensó, así que se quedó sentado tranquilito mientras que el mojoncito se esparcía por todo el fundillo.

Me imagino que así nos pasa a todos los que nos estamos poniendo viejos, una cosa viene detrás de la otra y el día menos pensado nos damos cuenta de que la vida sigue su camino, que "el mundo sigue girando, girando” y que para sentir el aire en los pulmones, la saliva en la boca y el hedor en los sobacos no hace falta más que estar vivitos y coleando.

Carta Abierta Para los Concejales

  Carta abierta a los concejales de Las Terrenas CONCEJALES PARA UN FUTURO MÁS CERTERO Por José Bourget, comunitario Querid@s Concejales: Si...