sábado, 17 de junio de 2006

El Mito Monocultural

La identidad cultural es la fuerza más poderosa en el desarrollo psíquico del individuo. Es lo que nos da pertenencia, un lugar donde afincarnos emocionalmente y lo que nos permite unirnos sicológicamente a personas y grupos. Cuando digo "soy dominicano," la declaración lleva en sí el peso de muchas cosas: nacimiento, experiencia, gustos, vestuario, costumbres, gestos, ídolos, héroes y santos. Gran parte de esos elementos son visibles, pero la mayor parte son invisibles, como si se tratara de un témpano de hielo en el cual lo que se ve sobre la superficie es sólo 1/8 del tamaño real (el concepto cultural del témpano se atribuye al Dr. L. Robert Kohls).

La parte sumergida del témpano cultural es mayor y más compleja porque abarca no solo sentimientos sino también valores y una inmensidad de nociones y conceptos. Estos no se pueden percatar a simple vista, sino a través de mucho contacto y muchas conversaciones, por así decirlo, "entre amigos."
Digamos, por ejemplo, que mi amigo Francisco y yo nos sentimos muy dominicanos, creemos que la cuartilla tricolor es la bandera más hermosa del mundo y nos sabemos comer un buen mangú con queso frito a las 8 de la mañana. También bailamos merengue y si hay que "jondearse" un salcocho en la madrugada sabríamos cómo hacerlo. Pero mi amigo Francisco creo que a los niños se les disciplina dando golpes y yo no; a él le gusta los tragos y yo sólo puedo tomarme uno o dos; él cree que su trabajo se lo ganó luchando por el partido y que eso le da derecho a beneficiarse del mismo y para mí eso es corrupción. Además, el es liceísta hasta la raíz y a mi no hay quién me saque del equipo de Julián Javier y del Chilote Llenas.

El amor por la bandera, el apetito criollo y el baile son ejemplos de esas cosas visibles en todo entorno cultural, ya que al estar por encima de la superficie son rápidamente notables. Esas cosas superficiales son las que notan los turistas cuando caminan por ahí y se relacionan con los dominicanos (la basura, el desorden, la bulla y también la hospitalidad, las sonrisas, el calor humano y la informalidad natural del dominicano). Por el otro lado, los valores sobre la crianza de los niños, sobre el control personal, nociones de honradez e integridad, la manera en que se adjudica el respeto a los demás, entre muchos otros, son factores que no son inmediatamente visibles porque están por debajo de la superficie y solo "hablando nos entendemos," o sea, que sólo a través de conversaciones francas y trato largo y profundo se logran descubrir y discutir amplia y abiertamente.

El mejor ejemplo de lo anterior se encuentra en las relaciones románticas y maritales entre dominicanos y extranjeros, ya que en breve tiempo cada lado comprende y sufre las grandes diferencias culturales existentes entre ambos; diferencias que no eran visibles inmediatamente, pero que se hicieron críticas con el paso del tiempo. Pronto se descubre que lo que se pensaba que era, no era así, y que lo que sí era no era lo que se quería.
Creer que todos somos iguales es un mito, una mentira, porque nos empuja a creer que todas las personas son iguales, poseyendo un mismo acervo cultural, social, ético y moral. Por ejemplo, hace unos días escuché a un conocido expresar que "al que no le guste la música alta en las calles que se mude a otro sitio porque aquí los dominicanos somos así, nos gusta la música en alto." Este conocido nos metió a todos los dominicanos en la misma sopa, por así decirlo, ya que sin tomar en cuenta vastas diferencias internas e invisibles pretende hacer creer que todos los dominicanos valoramos de igual modo todas las cosas por el simple hecho de haber nacido aquí. Eso es un mito, un mito hasta cierto punto perverso y peligroso.

La verdad es más bien de naturaleza multi-cultural, compleja, por el hecho de que aún habiendo nacido en el mismo país y prefiriendo la misma comida y bailes, es totalmente posible que existan grandes diferencias en cuanto a preferencias sobre el volumen de la música en público o en privado, que algunas personas rechacen el concubinato mientras otros lo prefieran y se crean más hombres al mantenerlo, que algunos den golpes a sus hijos "porque a ellos lo criaron así" mientras otros crean que es un abuso y una perversidad de la autoridad paterna.

Vivir bajo el mito monocultural es sumamente peligroso porque los que se amparan en el mismo tienden a tomar decisiones por los demás basados en falacias culturales que, a la larga, pueden causar grandes conflictos. En el contexto de una comunidad tal mito puede ser altamente desastroso. Es mejor expresar que "mis preferencias son tal y tal," en lugar de meter a todo el mundo en el mismo bote. No sólo es asunto de clase social (el factor mas determinante dentro de la sociedad dominicana, en mi opinión), sino de formación cultural, ese proceso que nos concede una identidad en base a lo que se nos enseña formalmente (en el hogar, en las escuelas, en las iglesias) y lo que adoptamos informalmente por selección personal a través de nuestras relaciones con otras personas, a través de lo que observamos y aceptamos como realidad y, mayormente, en base a nuestra propia experiencia con el mundo que nos rodea.

El entorno humano no es monocultural, sino culturalmente pluralístico y diverso. Eso es lo que lo hace hermoso. Vive la difference!!!

El Espacio Entre Dos

Llegas como un sueño temprano, la estación del día cuando la fantasía es mejor que la realidad y el letargo de besos olvidados sabe a café con melao. Cuando hablas me haces pensar en esas tardes en la loma cuando el viento sobre la ciénaga carece de mosquitos, pero pica igual en la piel como cuando tus besos se agarran de mi cuello, mis oídos y mis hombros. ¡Cómo te gusta morder el lóbulo de mis orejas, como a mazorcas de maíz con miel, el ruido de tus labios aumentando a manera en que desaparecen las semillas entre tus dientes!
Lo que más me quema es el subir y bajar ardiente de tus pechos sobre el mío, como ron añejo un día de playa y sol, el pico de sus formas construyendo canales de placer sobre mi piel, burbujeando espesamente como sangre vertida en el mar. ¡Ay! Si tan sólo pudiera capturar el momento así, como niebla en pleno sol, pero sé que ni el agua ni el viento se prestan a ser esclavos de nada ni de nadie y es por eso que aunque quemes y aunque arrebates placer y dolor todavía te escapas de mi piel, satisfecha sí, ansiosa aún más, siempre pidiendo más, siempre buscando más, siempre deseando más. ¿De dónde diablos eres fiera feroz, el gato salvaje que se ve de noche y escapa de día, pero igual está ahí, acechando siempre, rugiendo constantemente, oculta, silente, dirigiéndose pausada pero certeramente a su destino: mis brazos, mis besos, mi amor.
Al mismo tiempo me emborracha tenerte así, tu pelo sobre sábana azul cielo, una finca de seda y algodón cubierta por esa sonrisa pesquisa que sólo tú puedes entregar, como la niña malcriada que sabe ha hecho lo malo y sabe también que hace reir. Me gusta ver tu mano abierta colgada del aire como escapándose de la cama, como si el espacio no alcanza para la inmensidad de tu anatomía, formas y curvas que llenan forma y pensamiento y que son imposibles de limitar, como imposible es querer subir al cocotero con pies de capitalino. Para subir hay que saber bajar, pero cuando me haces subir, cuando sí puedo, me dejas allá arriba, en pleno éxtasis del cual es suicidio bajar, no sin antes preparar la caída, tener tus brazos para sostenerme, para tocarme, para decirme que está bién y que hay más en el mismo lugar donde encontré todo lo otro que me diste, que me das, que me darás.
Una hora, un día, una semana no es suficiente para este espacio entre los dos, se agotan los minutos entre besos, tu piel encallada en la mía, las trenzas de tu cabello amarrada entre mis dedos como ancla en mar bravo, una prisión que ni olas ni cambios de marea me pueden hacer soltar, porque es más fuerte la prisión de tus besos que el mar afuera o el mar adentro. Total, el mar sólo es agua y tú, tú también eres agua y viento y sol y nubes y luna y, también, playa solaz bajo luz de luna, frondas acostadas al mar abrigando con su canto el susurro de tu amor de arena, sal y piel.
Si alguna vez me he querido separar de este espacio entre los dos ha sido para soñar aún más, para creerme duende y héroe capaz de hacer mucho menos y mucho más, no sólo de verdad sino también de mentiras, que lo mismo da que sea cierto como que no lo sea, contigo no hay límites, ni piedad, ni verdad, ni mentira, sólo la presencia de tus ojos en los míos, un túnel directo al otro lado de la realidad infinita donde todo se puede y donde todo se abandona. ¿Te das cuenta cómo pasan las horas sin que se sientan, sin que las manecillas pesen en la gravedad del tiempo, sin que el día comience o acabe, porque tocarte es no tener fechas por donde andar ni por donde aferrarse a la vida?
¿Por qué me castigas así? ¿Por qué eres tan bella, tan dulce, tan besable, tan acariciable, tan comible, tan deseable? Dime si es algo que haces o algo que comes, si es algo en el aire o en el agua, quizás lo heredaste, quizás lo robaste por ahí o te lo dieron. Me parece que el alelí, no, el jazmín te regaló ese suspiro de piel que se me mete entre la nariz embriagando cuerpo y alma para luego azotarme entre piso y pared. No importa que me lo trague como un prófugo a la libertad, o que arda en mis labios como agua en desierto, o que me lo eche encima como cascadas de chocolate sobre la piel, el hecho es que hueles a placer, a amor loco de primavera, el que se disfruta en luna llena bajo cielo y sobre el mar. Jazmín, sí, pero también azucenas, y hasta miel de cayenas que no importando cuán escondida esté sólo basta abrir sus pétalos, rozar los dedos y se abrirá a ti en toda su espléndida sabrosura.
Cuando pienso en ello se hace agua mi boca, así de loco es pensar en ti, tu llegada impredecible pero certera, como el amanecer en un día de tormenta, trayendo nubes y viento, sol quizás, lluvia de seguro, frío un poco, pero sobre todo esa melancolía por el sol, por el calor, por la libertad de echar al fuego carne, sangre y cuerpos, perdidos en una pasión sin palabras pero con gritos, en susurros y llantos, en suspiros y en canciones. Me llegas como poesía en bruto, para tocarte y pulirte hasta que las palabras no duelan decirse y las fantasías no se oculten sobre la sábana azul cielo.
Este espacio entre dos. ¿Te ves ahí como te veo yo? Es tan fácil verte así, sólo basta abrir los ojos al horizonte y allí estarás tú. Llegas como un sueño temprano, la estación del día cuando la fantasía es mejor que la realidad y el letargo de besos olvidados sabe a café con leche.

El Orgasmo

A juzgar por lo que se ve en Las Terrenas, los dominicanos somos tremendas maquinarias sexuales al punto de que podemos seducir, conquistar y satisfacer a todos los gustos, personas y deseos. Como me decía una amiga extranjera, parece que los dominicanos (hombres y mujeres) todavía "cuelgan de los árboles" por su aparente animalismo—esa mezcla imperfecta de sexualidad primitiva y avasalladora. Lo cual nos trae al tema del orgasmo.

Pues bien, todo hombre sabe—o se imagina—que el orgasmo es lo máximo, la cumbre del encuentro sexual, lo que más anhela, lo que más busca y también la medida de su hombría, de su valor social ante los demás hombres y de su valor propio (¡Dios mío, cuán engañados estamos!). Muchos miden su hombría por el nivel de placer y cantidad de orgasmos recibidos y cuando buscan a una mujer para obtener placer sexual juzgan el valor de la misma en base a su capacidad para proporcionales un orgasmo realmente extraordinario.

Las mujeres…bueno, eso es diferente. Como lo sabe toda mujer no siempre se llega al orgasmo y hay muchas que nunca lo han experimentado. Algunas esposas ven el orgasmo de su esposo como una obligación que hay que proporcionar, pero no necesariamente como algo para ellas. Muchas mujeres, al entrar en relación física con un hombre, también buscan recibir el mismo placer, sobretodo si ese hombre cumple con la imagen de ser alguien prodigioso, físicamente generoso y bien dotado y cumple con su función de proveedor sexual temporal (como en el caso de algunas de nuestras visitantes extranjeras al requerir los servicios de algunos sankipankis locales).

Pero la sexualidad en las mujeres es algo más compleja porque, como lo sabe toda mujer, en la mayoría de los casos el placer sexual—y sensual—no es siempre tener un orgasmo y ese mismo placer no siempre tiene que estar ligado a lo físico sino al entorno general de la relación con su pareja. Una cosa es tener una "sesión" o dos en que se quitan todos los tapujos y frenos y otra es la relación sexual y sensual a largo plazo. Además, las mujeres se someten (¡involuntariamente!) a un proceso de socialización que menosprecia su sexualidad, poniéndola por debajo de la del hombre y al servicio de ellos. Una mujer "buena" no puede ser "sensual" porque lo sensual y lo sexual son generalmente calificados como "malo", "sucio" e "impropio." Muchas veces al tener una relación íntima con el hombre la mujer tiene que tratar de poner a un lado todas esas imágenes negativas en su cabeza. A veces lo logra, a veces no. Además, para muchas mujeres el placer sexual se limita a actividades juzgadas "aceptables" dejando poco espacio para la variedad, la improvisación o la creatividad de ambas partes.

Yo pienso que a muchas mujeres les agradará saber que hay lugares en el mundo donde no todo se somete a la descripción varon-céntrica descrita al inicio. Un caso bien notable es el de la isla Mangaya, en la Polinesia (Pacífico Sur) donde las mujeres alcanzan dos y tres orgasmos ¡por coito! ¡Válgame Dios! ¿Cómo es posible? Bueno, en esa sociedad, a diferencia de la nuestra en que el placer del hombre es el centro, el satisfacer sexualmente a la mujer es la principal responsabilidad del hombre. Al llegar a la pubertad, los 12 o 13 años, los varones mangayos deben pasar por ciertos ritos de iniciación que les va a permitir aprender cómo complacer a las mujeres. Ciertas mujeres adultas se prestan para enseñarles sobre la anatomía femenina y también sobre la manera de provocar el mayor nivel de excitación y placer en la mujer. Es tanto así que en base a ese entrenamiento se espera que cada mujer mangaya obtenga por lo menos un orgasmo durante las relaciones sexuales y el varón que sea incapaz de dárselo es desterrado socialmente de la comunidad. ¡Imagínese eso!

Eso nos presenta con ciertas implicaciones. Primero, que no es que las mujeres mangayas están mejor dotadas en sus clítoris o úteros, ni que los hombres están mejor dotados en su penes. Es realmente un asunto de técnica. Segundo, que en cuanto al entrenamiento sexual del varón si los hombres se encargan del mismo terminarán machistas, egoístas y—principalmente—inadecuados para garantizar el placer sexual en sus hembras. Tercero, los hombres son, por regla natural, no sólo malos maestros sino también malos practicantes, con la única bendición de que sus hembras, con el fin de preservar el frágil ego masculino, no les dicen la verdad sino que los hacen que se sientan machos, complacientes y complacidos.

Después de las dos o tres semanas de entrenamiento a manos de mujeres que saben más de la anatomía y sicología femenina que cualquier médico especialista occidental, los varones mangayos también aprenden que el proporcionar placer a la mujer no es por simple gratificación de la misma, sino que es una necesidad en la mujer (¡ofrézcome!). Claro está, nosotros en el Occidente estamos desprovistos de una vision sagrada y sensualmente erotica de la sexualidad, limitándonos mayormente a lo físico y a lo mecánico. Pensar diferente sobre la sexualidad implicaría tener que aprender todo de manera diferente. La ausencia de un kamasutra, o de un tantra, en nuestro medio socio-cultural nos impide ver al orgasmo más allá del coito y por eso no aprendemos más sobre lo sagrado y lo creativo en la función sexual, a diferencia de otras culturas, incluyendo muchas culturas indígenas como la mangaya, en que lo sexual es una celebración abierta, natural y constante de lo físico, lo emocional, lo espiritual, lo anatómico, lo social y lo cultural.

Nótese que el tener muchos orgasmos no es necesariamente la medida de una sexualidad satisfactoria y creativa. Lo que realmente importa es la manera en que se visualiza la sexualidad. Visualizar nuestra sexualidad nos presenta con ciertos problemas. Por ejemplo, una dominicana recientemente me dijo que su hombre tiene que complacerla dos o tres veces al día (¡diache!) y que por eso ella nunca se aparearía con un extranjero "flojo." Me alegró mucho oir a otras dominicanas que inmediatamente revelaron que esa chica estaba un poco "chiflada" o se trataba de una ninfómana. Al mismo tiempo revelaron que a veces no es tanto experimentar el orgasmo sino el estar con su pareja, comfortablemente satisfechos, los que le proporciona ese sentido de franco placer. Aunque por dentro revelaron tener un "algito" de que sí, caramba, por lo menos un orgasmo cada vez sería maravilloso aunque no tendría que ser necesariamente uterino o clitorino (donde se concentran, lamentablemente, muchos médicos, sexólogos y terapeutas occidentals).

El orgasmo es bueno, justo y necesario, pero para llegar ahi y para llegar ahi asiduamente hace falta una concepción diferente de la sexualidad, una en la que tanto hombres como mujeres reaprenden ciertas cosas indispensables.

Mujeres, la próxima vez que su amante le pregunte "¿cómo estuve querida?" Respóndale, "bueno, amor, ¿sabes que hay una islita en el pacífico sur donde…?"

lunes, 12 de junio de 2006

Azúcar

La primera vez que se me apretó el corazón por una muchacha fue mucho antes de Chavela, mi primer amor. Estaba jugando a los carritos con Carlitos en el balcón de mi casa cuando Merceditas, su prima, salió corriendo de su casa y se metió en la guagua estacionada frente a su casa. "¿Y para dónde se fue Merceditas?" Le pregunté a Carlitos, quien no me supo contestar excepto para decirme "déjame ir a ver." Momentos más tarde regresó.

Carlitos me sugirió que fuera a la guagua a ver lo que encontraba, mientras me miraba con una carita picarezca con tinte de diablo cojuelos. Yo abandoné la seguridad del balcón de mi casa y me adentré en territorio desconocido, cual explorador empedernido ante una inmensa selva. Me acuerdo como ahora que la guagua tenía tres escalones en la entrada. Era una GMC vieja, medio destartalada, con forros de vinil en los asientos y vidrios manchados en las ventanas. Pero como era la única guagua para transporte colectivo en el pueblo todos estaban conforme.

Tan pronto subí a la guagua de lo primero que me di cuenta era de que no había nadie. O, por lo menos, no se veía a nadie por el momento. Con unos pasitos de cucaracha comenzé a avanzar hacia la parte posterior mientras miraba de izquiera a derecha a cada uno de los asientos. Finalmente el suspenso terminó cuando noté que al final del pasillo, en el lugar cariñosamente conocido como "la cocina", había alguien. Era Merceditas, escondida detrás del último asiento como para que nadie la viera ni la sintiera.

Con su mano derecha hizo dos gestos: primero se llevó el índice derecho a la boca en señal de que guardara silencio y, el segundo, con el mismo índice me hizo señal de que me acercara. Yo no tenía la menor idea de lo que estaba ocurriendo. Finalmente, al acercarme a su rostro, la malvá muchacha me tiró el brazo al cuello y me dió el primer beso de mi vida, apuntando y acertando directamente entre mis labios. Su boca me supo a azúcar y después de ese momento inquietante, inesperado, lleno de nerviosismo y de un placer hasta ese entonces desconocido, Merceditas salió corriendo de la guagua y me dejó allí plantado en la nada y en el todo, con un sentimiento tan indescriptible que sólo se puede comparar a un sueño profundo y apacible.

Sólo me tomó unos instantes para darme cuenta de lo que había sucedido. Merceditas, al verme en el balcón jugando con su primo, había corrido hacia lo cocina y se echó una cucharada de azúcar en la boca, luego siguió corriendo y se metió en la guagua y allí me esperó. Pienso que su primo Carlitos sabía algo de lo que estaba ocurriendo ya que él fué quien me sugirió que fuera a descubrir lo que podría estar ocurriendo.

Ese beso dulce, enmelao, azucarado, secreto, regalado y a la vez robado, fue mi primer beso y les confieso, amigos todos, que nunca me he podido olvidar de él. Yo apenas tenía 9 indefensos añitos y así de zopetón se me abrieron los ojos hacia la vasta inmensidad de la vida, hacia las sorpresas que me aguardaban detrás de asientos, puertas, cortinas, paredes y matas. Quién me diría que Merceditas me dejaría marcado con el deseo inaudito y constante de recibir otro beso tan dulce como el que ella me regaló ese día. Aunque era muy joven entonces y estoy hecho un viejo ahora, sé muy dentro de mi alma que nunca he recibido ni recibiré otro beso como ese. No sólo por el alto contenido de azúcar de esos labios tiernos, vírgenes y coquetos, sino por lo que ofrecieron en aventura insospechada, en sueños de tortura interminable en los días que siguieron y por la incógnita que dejaron en cuanto a su significado, no sólo sobre el significado del beso mismo, sino también sobre la vida, el amor, el placer, la lujuria, y sobre los secretos infinitos e inconclusos que existen entre varones y hembras.

Merceditas, me dejaste sellado con la lápida de un beso preñado de ilusiones, de sospechas, de deseos y de ignorancia. No sabía lo que hacía pero tú parecías saberlo todo. Me diste de tu merced, Merceditas, por lo que ahora sólo me queda repetir tu nombre en esos momentos en que el recuerdo añejo de labios azucarados me tortura hasta hacerme perder la noción del tiempo. Entonces me veo nuevamente en la cocina de esa guagua bendita, agachándome junto a ti, viendo a tu índice prometiéndome una sorpresa repleta de sensaciones que hasta hoy han quedado conmigo y que no desaparecerán jamás.

La Navidad

La primera navidad de la que tengo memoria me regalaron un traje de vaqueros, completo con pistolas, canana y tiros. También me dieron arcos y flechas, como si una misma persona pudiera representar simultáneamente a los vaqueros y a los indios. Mi envidia no me ayudaba a celebrar el regalo que le dieron a mi mejor amigo y vecino, José Abraham, a quienes los reyes le regalaron un triciclo rojo. Yo me moría de la envidia. Como a los reyes se le dejaba yerba (para dar a los camellos), un vasito de agua y cigarrillos Cremas (para los magos) siempre sospeché que a los reyes magos no les gustó lo que les dejé y que quizás José Abraham le había dejado algo mucho más especial.

En unos días se celebrará la navidad, el año nuevo y el "día de los santos reyes." Ni la navidad, ni el año nuevo ni los reyes eran cristianos, aunque dichas celebraciones forman parte del calendario mayormente católico romano. Los "santos reyes" eran realmente astrólogos paganos de Persia, Egipto y Mesopotamia y no "santos" reyes.

Según los eruditos es más probable que Jesús naciera en septiembre, séis meses después de la pascua, pero no en diciembre ya que se habla en el texto de nuevo testamento de la presencia de pastores tendiendo a sus ovejas en el monte, lo que sería imposible hacer durante el frío invierno de diciembre en Judea. ¿Entonces de dónde nos llega la fecha del 25 de diciembre? De las tradiciones paganas. Las más notables quizás fueron la fiesta babilónica al hijo de Isis, diosa de la naturaleza, celebrada el 25 de diciembre, acompañada con ruidosas fiestas, grandes comilonas y bebederas y el intercambio de regalos. En Roma, el solsticio de invierno se celebraba muchos cientos de años antes del nacimiento de Cristo. Los romanos llamaban a la fiesta de navidad "saturnalia" en honor a Saturno, dios de la agricultura. En enero celebraban las "calendas", representando el triunfo de la vida sobre la muerta. Toda esa estación se le conocía como Dies Natalis Invicti Solis, o "el nacimiento del sol invicto." Fue allí en Roma que comenzó la tradición de los "mummers", grupos de cantores y bailadores vestidos en disfraces que iban de casa en casa entreteniendo a los vecinos. Así que ese fue el comienzo de los aguinaldos y de los "asaltos" o "parrandas" navideñas.

En escandinavia (Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca) el período de fiestas se le conocía como Yule y todo era una gran fiesta con muchas bebidas, comilonas y no tanto con atención a la espiritualidad. En la cultura celta (islas británicas) se reverenciaba todo lo verde y algunas ramas especiales como las utilizadas para decorar las puertas de nuestras casas en este tiempo. Todas eran símbolos de fertilidad.

La primera evidencia de la existencia de una celebración navideña se remonta al año 354 de nuestra era, celebrando el nacimiento de Cristo y sustituyendo el mismo evento que se celebraba Enero 6. Así que en el día en que hoy se celebra el "día de los reyes" era cuando se celebraba la navidad, o el nacimiento de Cristo. Los villancicos empezaron el la edad media, asociándose directamente al nacimiento de Cristo. Alrededor de ese tiempo en Italia se comenzó a presentar escenas del nacimiento de Cristo, iniciadas aparentemente for San Francis de Assissi como una manera de aumentar el nivel espiritual de las gentes.

Al principio los grupos conservadores en las iglesias cristianas estaban opuestos a la celebración de la navidad ya que conocían su origen pagano y las fiestas paganas que sustituía. Realmente no se sabe a ciencia cierta el día del nacimiento de Cristo, así que la navidad realmente reemplazó a numerosas fiestas paganas. La primera referencia a la navidad celebrada el 25 de diciembre ocurre en Inglaterra en el 1043.

En el caso de México y centroamérica, los indígenas festejaban durante el invierno o Panquetzaliztli, el advenimiento de Hitzilopochtli, Dios de la Guerra. En su evangelización los religiosos agustinos sustituyeron la imagen de Hitzilopochtli por la de José y María. Las fiestas comenzaron a ser conocidas como "aguinaldos" y se hacían pequeños intercambios de regalos que incluía dulces y juguetes a los niños.

Lo más importante de este período es quizás la manera en que se puede celebrar. Es un momento ideal para reflexionar y para meditar acerca de las bendiciones que recibimos, compartiendo lo que tenemos con los demás y proponiéndonos nuevas empresas, ideales y metas en el nuevo año. Es un momento también para tratar de ser más justos, compasivos y pacientes con nosotros mismos y para los demás. Si detrás de las bebederas, comilonas y regalos no existe un espíritu de agradecimiento, de humildad, de compasión y de generosidad entonces hemos perdido el espíritu de la navidad. Ojalá que no, ojalá que todos nos convirtamos en personas que seamos un poquito mejor que lo que éramos el pasado enero.

Así que a todos los lectores, felicidades, mucha paz, mucha esperanza y lo mejor para todos!

Morir Soñando

Para entender la vida hay que entender a la muerte. La mejor manera de empezar sería imaginándome muerto, dentro de un ataúd, la puerta cerrada sobre mi rostro, sin respirar, sin moverme y sin pensar en nada. Lo hice una vez dentro de un ataúd y una segunda vez dentro de las entrañas de una caverna, 20 metros bajo tierra, cuando apagué mi linterna y no se veía nada, ni se oía nada y casi no se sentía nada. Oigame, ¡esa fue una experiencia del cachimbo! La verdad es que comencé a morirme desde antes de nacer. No muerto completo sino muerto a pedacitos. Mis células y hasta organismos completos dentro de mi comenzaron a aniquilarse a sí mismos por el beneficio que causaban a otras partes del todo. Eso tiene un nombre, se le llama apoptosis, un mecanismo de autodestrucción existente en cada organismo multicelular. Por ejemplo, mi mano tiene cinco dedos porque las células que existían entre mis dedos murieron cuando era todavía un embrión. Un embrión, aún desde su etapa de 8 a 10 células depende de la muerte de algunas células (el espermatozoide que penetra al óvulo constituye una primera unidad celular, luego se divide automáticamente en dos células, luego en cuatro, luego en ocho y así hasta alcanzar su madurez genética). En otras palabras, si no fuera por esa muerte nunca hubiera llegado a estar vivo. Aún de adulto no podría vivir sin la muerte. Sin la apoptosis me moriría completamente cubierto de cánceres. Mis células están constantemente desarrollando mutaciones que podrían producir un caos celular. Pero un sistema interno de vigilancia, como el mantenido por una proteína conocida como p53 (llamada el "guardian del genome") detecta tales errores celulares y les ordena a que cometan suicidio celular masivo. Esas muertes celulares programadas me mantienen vivo. También permiten que en lo más profundo de mis intestinos las células se regeneren, permitiendo el procesamiento de alimentos y desechos. Igualmente mi piel cambia totalmente cada ocho días, así que nuevas celulas ocupan el lugar de las células que se han suicidado. Si después de levantarme en la mañana tomo las sábanas y las sacudo voy a ver un polvillo en el aire. No es el caliche de la calle sino mi piel muerta, desechada por el cuerpo y recogida por la sábana. Mi colchón, está llenito de células muertas que mi piel desechó, y ese olor peculiar de mi colchón y de mi almohada es de esas células muertas, podridas, apestosas y sucias. Si alguna vez encuentro cucarachas o insectos pequeñitos en mi colchón es porque están buscando a esas células muertas para alimentarse de ellas. De igual manera, cuando mi cuerpo ha terminado de combatir a una infección y se encuentra repleto de células blancas obsoletas, todas ellas cometen suicidio como si estuvieran obedeciendo una orden militar, para que así la infección e hinchazón subsanen. Si las células blancas no perecen la hinchazón sería permanente. Pus es nada más y nada menos que células blancas muertas. Ahora cierro mis ojos por un momento y me imagino que dentro de mi cuerpo, ahora mismo, en este mismo instante, hay células que se están muriendo, o suicidándose, para que el resto de mi pueda seguir viviendo. Yo, que pensaba que todo lo que hacía era vivir, me doy cuenta que también me estoy muriendo. No muriendo para morirme, sino muriendo para poder vivir. Ahora observo a todas esas chicas tan hermosas, lindas, fragantes, elegantes, eróticas, con el vaivén de sus cadencias, con sus rostros hermosos y sus sonrisas picarezcas, con todas sus promesas y todas sus ofertas (lo mismo se puede decir de los hombres). Se están muriendo. Cada día, cada hora, cada instante, se están muriendo. Partes de ellas se mueren para que el todo de ellas pueda vivir. En pocas horas este año se va a morir. Se muere para que nazca uno nuevo. Con cada año nuevo se abren nuevas esperanzas y promesas. Como sé que me estoy muriendo por dentro…para poder vivir, voy a aprovechar al máximo ese sacrificio supremo que han hecho mis células para mantenerme vivo. Ellas quisieron que siguiera vivo para que disfrutara mi vida. Voy a ayudarlas tomando decisiones sabias y honestas en cuanto a mi mismo y a los demás, en cuanto a mi familia, mi ambiente, mis seres queridos, mis amigos y mi comunidad. Y sé que tomando decisiones sabias y sensatas en cuanto a mi mismo, todas las demás personas—y la comunidad—resultarán beneficiadas. Te invito a que hagas lo mismo.

Para Siempre Adiós

Para Siempre Adiós
Cuando pienso en el uso del tiempo es como si visitara a un cementerio. Cuando voy a un cementerio lo único que hago es encontrarme con la memoria, o para hacer una cita con una lágrima bohemia. Del cementerio no saco nada, sólo imágines que ya existían en mi mente, algo empolvadas, pero veo cual espejo la realidad que tarde o temprana será tan mía como la de los cadáveres que allí se encuentran. Entre mi memoria y mis lágrimas me doy cuenta que cuando estoy con mi gente lo hago no por lo que podamos hacer sino para simplemente estar juntos. Haciendo memorias creamos las lágrimas que luego brotarán de nuestros ojos en el cementerio. No importa si tenemos medio millón de minutos en este año 2006, lo importante es crear memorias para que cuando vayamos al cementerio tengamos de qué acordarnos.
El cementerio es entonces ese lugar donde el banco de nuestro tiempo se convierte en los cheles de nuestra memoria. Los cheles se convierten en billetes cuando la memoria nos acuerda de lo mucho que teníamos y de lo poco que nos hacía falta cuando estábamos con aquellos a quienes le hemos dado nuestro amor y nuestro cariño. Mejor aún, lo mejor es crear memorias para que mientras vivamos sepamos darle valor a lo que vivimos y, mucho más aún, para que sepamos darle valor a aquellos con quienes vivimos lo vivido. Qué triste sería llegar al cementerio y no tener memorias ni de nada ni de nadie. Cierto, cierto, siempre nos acordamos de algo, pero me refiero a esas memorias profundas, transcendentes, las que nos tocan el alma, como un clavo bien clavado en la caoba de nuestro ser.
Así que en este año 2006, con su medio millón de minutos, vivámoslo para la memoria, no la memoria superficial e intransigente, sino para la memoria final y duradera, la que nos aparta de la memoria de un perro o gato, de un árbol o de un viento, la que nos trae sonrisas a nuestros labios y lágrimas a nuestros ojos. Que este año nos traiga de todo lo bueno, pero sobretodo, que nos traiga buenas memorias, las que sólo podemos hacer tú y yo, con nuestras propias manos, con nuestros propios labios, con nuestras propias mentes, con nuestros abrazos y besos, con nuestro pensar, con nuestro actuar, con lo mejor que podemos darnos a nosotros mismos y a los demás. ¡Qué buen año nos espera. ¡¡¡Que viva el 2006!!!

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...