lunes, 12 de junio de 2006

Sin Pensar

Aunque a veces uso mi imaginación, por regla general funciono en automático. O sea, sin pensar. No es que quiero que así sea, sino que así es que me salen las cosas.

Por ejemplo, si me majo un dedo clavando un clavo no pienso antes de gritar "¡co-o, co-ito, co-azo!" Si alguien me dice algo que me ofende, no lo piense dos veces antes de responderle con una ofensa proporcionalmente igual a la ofensa recibida. Y si usted se atreve a faltarme el respeto, puede estar seguro de que las pedradas, balazos y malas palabras le van a caer como lluvia en pleno mes de Mayo.

Actuar sin pensar es tan propio de mi conducta que la gatica que tenemos en casa, llamada Merengue, ya sabe desaparecerse del medio antes de que le dé una patada por el trasero cuando se sube a la mesa.

Pero, también sé ser muy generoso, sin pensarlo. Me gusta compartir con los amigos, no lo pienso antes de pagarles las bebidas y le doy bolas a todo el que me encuentro en el camino cuando voy en mi camioneta hacia Sánchez. Hace unas semanas me encontré con dos muchachas jóvenes, muy buenamozas, en el cruce de Sánchez, que necesitaban venir hacia Las Terrenas. Les dí una bola. No bien entraron en la camioneta cuando comenzaron a preguntarme que de dónde era. Les dije que de la capital. No me creyeron, comenzaron a decirme que tenía que ser un gringo. Yo les enseñé mi cédula. "Eso se consigue en cualquier parte," me ripostó una. "Bueno…", respondí yo. Luego me preguntaron si era casado y yo les dije la verdad. Me preguntaron si quería novia, yo les dije que ya había pasado esa etapa. Entonces yo les pregunté que a qué se dedicaban. Pausaron, se miraron entre sí y una me dijo, "yo vivo en mi casa con mi mamá." "¿Y tu mamá sabe que tú andas buscando novio por la calle?", le pregunté yo. "Ella es la primera que me manda," me dijo ella, "porque sabe que en mi casa no hay na' que comer."

Por poco actúo sin pensar para dejarme llevar de sus ingerencias y así proponerles algo que les daría algo de dinero…ya que no hay na' en la casa, claro está. Pero, afortunadamente para ellas, cambié el tema y les pregunté si les gustaba el paisaje. Se rieron. Entonces la que estaba sentada al lado mío me tocó la barriga y me dijo, "pero te ves muy bien." "Gracias," le respondí yo. Yo entonces le toqué su barriga y le dije lo mismo. Ella se rió. Creo que nos estábamos entendiendo, aunque en ese momento casi me voy por un barranco, por estar prestando atención a la sonrisita lasciviosa que ella tenía atrabancá en esa boquita linda que tenía. Pero nada pasó.

Les confieso que actué como todo un caballero, sin pensarlo mucho claro está, y deposité sendos cuerpos hermosos en frente de la Marina, después de cruzar el "policía acostao." Después de entrar a la Calle El Carmen me entró unas ganas de volver pa'trás y seguir conversando, pero soporté valientemente la tentación y terminé llegando a mi casa donde mi esposita me recibió con un besote y un abrazote. Casi cometo el error de contarle lo que había pasado—nuevamente, actuar sin pensar, pero me aguanté y sólo le dije que todo el viaje había ido bien. Me pregunto cuántos choferes en el trayecto Sánchez-Las Terrenas y Las Terrenas-Sánchez se enfrentan a semejantes aventuras.

Pero volviendo a lo de actuar sin pensar, creo que no soy el único que actúa sin pensar. Cada vez que pienso en la ciguapa de los otros días y del besote que me dió, me entra una rabia del carajo que me hace comenzar a actuar sin pensar. Me he encontrado con cuchocientas mil personas que me dicen que les gustó el cuento de la ciguapa, pero lo que ellos no saben es que no fue cuento ná, que ocurrió de verdad y que esa ciguapa se me sigue apareciendo cada vez que paso por la mismísima esquinita de la Calle Principal. La última vez que se me apareció me enfogoné tanto que le caí a pedrá limpia por todo el solar y cuando me vine a dar cuenta de lo que estaba haciendo casi estuve al punto de caer en el arroyo al final del solar. Por suerte que no caí en el agua, porque con toda la basura que viene arrastrando por ese Caño Seco, yo hubiera terminado convertido en una Ciguapa hedionda, cancerosa e indescriptiblemente fea.

Señores, la última vez que crucé el Caño Seco, camino a El Pueblecito, había un montón tan grande de basura, completa con ratones, pañales desechables, comida podrida, animales muertos y todo tipo de desechos, justo al lado del riíto, de tal manera que constantemente esa basura se deposita en el caño y, eventualmente, termina en nuestras playas. Si alguien actúa sin pensar son los responsables de la basura a quienes parece no importarles lo que está sucediendo ahí y en muchos otros sitios similares. ¿Pero señores, en pleno año 2006, un año de elecciones, en una comunidad que depende del turismo y la cosa se mantiene así? Eso es un crimen de primera magnitud y los culpables merecen que mil ciguapas los torturen de día y de noche. Si yo era tan malvaíto cuando chiquito y merezco mil latigazos en el mismísimo infierno, imagínense lo que esa gente se merece.

Pero, ¿saben una cosa? Los malos degracimaos de verdad no son tanto los que no hacen el trabajo que debieran estar haciendo con los cuartos que reciben de la LMD, sino los que ponen la basura ahi. Sí, los que echamos la basura sin funda, en áreas críticas como esa y sin que nos importe nada. Es bueno echarles la culpa a los burros por dar patadas a lo loco, pero aprendamos a tener responsabilidad propia y cuidar de nuestros entornos nosotros mismos.

Pero, carajo, ya se dieron cuenta de que escribí sin pensar y sin pensar se quedó así. Después de todo esto es un soliloquio, o sea, "pensar en voz alta." Y como yo generalmente actúo sin pensar, pues sin pensar se quedó.

Machos

Me atrevería a decir que dos de cada tres hombres es toda una mujer por dentro. No me mal entiendan, no es que quiera decir que sean homosexuales, afeminados o que carezcan de todo machismo o de cualquiera de esas cosas que nuestra sociedad machista y homofóbica nos enseña, o nos prescribe. Lo que quiero decir es que al sexo femenino se le conoce, generalmente, como más sensible, más en contacto con sus sentimientos y más capaz de expresión y que la mayoría de los hombres desearían ser igual a ellas en ese sentido.

Lo que sucede es que muchas veces nosotros los hombres nos suprimimos. No es que no sintamos, ni que no querramos, ni que no podamos expresar lo más profundo de nuestro ser. Por el contrario, todo hombre sabe (bueno, dos de cada tres hombres) que es muy capaz de sentir y hasta de llorar, pero se lo traga.

Hay dos ocasiones en la vida de cada uno de esos dos tercios de hombres en que los sentimientos se expresan a plenitud. La primera es cuando estamos perdidamente enamorados, "asfixiados" decimos por ahi. Entonces se nos sale el alma de poeta, cantamos canciones, repetimos el estribillo de las bachatas y de los boleros y se nos llenan los ojitos de lágrimas cuando pensamos en el objeto de nuestro amor. Como dicen por ahi, "un papel aguanta to' lo que se le ponga," así que aquellos que saben y pueden escribir mandan cartas de amoríos a las novias donde se dicen un montón de cosas; o echan tremendas miradas a su enamorada como si ese momento fuera el último en que se viera salir al sol; o repiten la bachata de porra un millón de veces hasta que la chica aprende y requete aprende de que el tipo está asfixiado por ella.

La segunda oportunidad cuando expresamos profundamente nuestros sentimientos es cuando nos emborrachamos. En ese estado se nos destapa hasta el cojoyito del alma y por ahi salen cosas que ni siquiera nos imaginábamos que teníamos. Mucho más si estamos en compañía de nuestros amigotes, cuando de veraz comenzamos a decir todo lo que pensamos, sentimos, deseamos, odiamos y hasta lo que lujuriamos o lo que secretamente repudiamos.

Mi papá fue enviado a Colombia siendo adolescente, para estudiar el sacerdocio. Por allá se pasó tres años en la Universidad Jaberiana y ya muy cerca de su ordenamiento decidió que eso no era para él, por la razón que fuera. Mi abuela me decía que el día en que lo vió llegar por el Aeropuerto de San Isidro y se desmontó del avión de la Fuerza Aérea Dominicana que Trujillo había autorizado usar para el viaje de regreso, ella suspiró que "hay, pero si vino a morirse," de lo flaco y escuálido que se veía. Décadas más tarde, borracho, el día antes del viaje mío al extranjero para comenzar mis estudios universitarios, me confesó en medio de su jumo en casa de un amigo en San Carlos, que él le había prometido a Dios que yo, su primogénito, iba a ser sacerdote. Yo no sé si eso fue realmente cierto (mi viejo a veces vive en medio de ese mágico realismo en que uno no sabe lo que es verdad o lo que es fantasía), pero su expresión tan sentida de su pesar al verme partir por muchos años, su cariño por mi y todo lo que podría haber existido en su corazón se salió así, de esa manera, entre una copa y la pared, entre ojos lagrimeantes y el hedor del ron en el aliento.

Muchos de nosotros, los hombres, somos conocidos por lo profundo que expresamos sentimientos tales, y otros, cuando estamos borrachos o cuando estamos perdidamente enamorados. La madre de mi primera esposa solía decir que un hombre se necesita en la casa por si hay que cambiar las bombillas. Lo que quiso decir con eso es que a veces los hombres dejan de expresar sus sentimientos y entonces se convierten en unas maquinitas de comer, de joder y de hacer el amor. Después, entrados en años, los hombres se vuelven como hermanitos de sus esposas y el amor se cambia o otra cosa. Eso depende, claro está, de dónde vengan esos hombres, porque aquí en Samaná cuando un hombre llega a los 50 es cuando comienza a tener mujeres e hijos. Aquí en Las Terrenas he conocido por lo menos a cinco hombres, ya en sus 70 años, y tienen hijos que apenas llegan ahora a los 20 y 25 años y hasta menos, después de haber procreado diez o quince más entre quién sabe cuántas mujeres.

De cualquier manera, sería muy bueno que nosotros, los machos de hombres, aprendamos a decir un poquito más de lo que sentimos. Dicen que es buena terapia y dicen que cuando hablamos más acerca de lo que sentimos de repente comenzamos dizque a sentir más, a disfrutar más, a vivir más y a vivir más contentos. Parece que hay algo de verdad en eso, a decir por el éxito que comienza a tener la película dominicana más reciente, "Un macho de mujer," que en su primera semana fue vista por más de 120,000 personas. En la película, tres machos de hombres cambian de roles y se transforman en fabulosas amas de casas, haciendo traspiés de sus antiguas costumbres. A juzgar por el éxito de la película es posible creer que, en el fondo, los hombres realmente deseamos ser más como las mujeres y que siendo así disfrutamos más de la vida.

Imagínense eso, señores y señoras.

Malas Lenguas


Si uno le cree a las malas lenguas, a este pueblo se lo va a llevar el mismísimo diablo. "Ofrézcome, te reprendo, Satanás"…dirán algunos. Yo también, pero aún me quedo con la preocupación acerca del futuro. Déjenme explicarme a continuación.

Primero, imagínense que ya se dió la noticia de que en noviembre próximo se inaugura el Aeropuerto Internacional de El Catey y que algunos vuelos comenzarán a llegar a partir de entonces (aunque oficialmente la apertura será en febrero próximo). Claro está, no todos los turistas que lleguen por El Catey vendrán para acá, algunos irán para la ciudad de Samaná, otros para Las Galeras, otros para Cabrera y una porción para Las Terrenas. En un vuelo de mediano tamaño llegan unos 360 turistas. Suponiendo que por lo menos una tercera parte vengan para Las Terrenas eso quiere decir que, por le menos, unos 120 vendrán para acá. Si llegan 2-3 aviones cada semana entonces estamos hablando de 250-300 turistas más. ¿Dónde los vamos a meter? ¿De dónde vienen? ¿Qué tipo de turistas son? Los que no se preocupan de los detalles se sentirán contentos con los que lleguen ya que a algunos, de una manera u otra, los beneficiará. Pero, señoras y señores, si hablamos de turistas "baratos," además de lo que le puedan entrar a algunos hoteles y restaurantes, los más beneficiados serán aquellos y aquellas dedicadas al comercio sexual y a la drogadicción. Quisiera pensar que eso es una exageración de mi parte, pero los que verdaderamente saben sabrán de lo que estoy hablando.

Segundo, hablemos del turista "caro," el que se espera que llegue a Puerto Bonito y al Country Club. Esos, señores y señoras, no me los imagino en el pueblo, caminando entre basura, perros, zafacones, aguas negras, ruido y el humazo de carros y motores. ¿O acaso se imaginan ustedes a uno de esos tutumpotes arriezgando su vida cruzando la calle principal o montado en un motoconcho? ¿Se lo imaginan por la Calle Duarte contemplando el espectáculo de los (por lo menos) 200 galones de agua y sangre que las carnicerías y polleras echan por los badenes casi a diario, además del agua negra acumulada de tantas otras fuentes? No, señores y señoras, esas gentes se quedarán en sus yates, cabañas y clubes del Country Club y Puerto Bonito, recibiendo los buenos servicios de un personal traído de fuera (digo eso, porque no he oído que hayan comenzado a entrenar localmente al nuevo personal que laborará en esos lugares), porque ¿de dónde saldrán 1000 nuevos empleados bien entrenados para suplir las áreas de servicio necesarias?.

Tercero, hablemos del turista dominicano, el que podrá venir de la capital en menos de dos horas cualquier fin de semana. Imaginémonos por lo menos 100 yipetas más subiendo y bajando por esa loma, por la calle El Carmen y por la Duarte. Imaginémos los nuevos problemas de tráfico y polución, de estacionamiento, de peligro en la loma y en el pueblo, de las demandas para el transporte público, de los servicios que será necesario aumentar (luz, agua, recogida de basura) y del encarecimiento resultante para el habitante local. ¿En qué sitios vamos a meter a esa gente y cómo vamos a manejar el nuevo tráfico, esos nuevos servicios y los desperdicios resultantes? Me imagino que es sólo asunto de tiempo para que aquí nadie pueda vivir.

Y, entonces, uno tiene que hacerse la pregunta: ¿dónde está la gente y líderes que están discutiendo estos problemas? ¿Dónde están los que comienzan a planificar el futuro urbano, el manejo de la basura, del trafico vehicular, del estacionamiento y de los servicios básicos? ¿Será que las autoridades edilicias han preparado comisiones en preparación para estas nuevas circumstancias, potencialmente traumáticas para todos? ¿Será que las autoridades provinciales y del gobierno central lo tienen ya todo preparado para que Las Terrenas se mantenga siendo un "paraíso," un "Montecarlo del Caribe"? ¿A quién le pica, señores y señoras, lo que va a ocurrir en este pueblo en los meses siguientes cuando tendremos un flamante country club, una flamante marina, una flamante autopista a la capital y un flamante aeropuerto internacional?

Sueno la voz de alarma: a nosotros nos va a llevar el mismísimo diablo. Y en un año de elecciones municipales nadie parece estar pensando en eso porque lo más importante ahora y por los próximos meses es ser elegido y resolver la situación partidista en la que muchos están envueltos.

Pienso que nos hace falta un diálogo, una conversación sobre planes a largo plazo, estratégicos, bien pensados y elaborados técnicamente y con visión gerencial astuta y certera. Pienso que líderes actuales y aquellos por surgir necesitan rápidamente acquirir destrezas y talentos que quizás carecen actualmente, para así poder hacer frente a los desafíos del futuro cercano. Desde mi punto de vista, pienso que primero deben aprender a hablar se entre sí mismos, a pensar en término de consenso, de visión comunitaria, de bienestar conjunto aun cuando les sea dificilísimo y les parezca antinatural el que por un momento abandonen propuestas partidistas para buscar estrategias para el bien común.

Un buen ejemplo de lo bueno y de lo malo podemos observarlo en la iniciativa de los últimos meses de hablar sobre la seguridad ciudadana. Lo bueno: ha sido eso, hablar mucho, entre muchas personas interesadas, organismos que empujan al diálogo (la secretaría de turismo y sus representantes locales, POLITUR, la Asociación Humanitaria Domínico-Europea, los dueños de hoteles y restaurantes y muchos ciudadanos mayormente extranjeros, entre otros). Lo malo: que ha sido eso, mucho hablar, que después de tantas reuniones en los pasados 18 meses han habido muy pocos resultados visibles, prácticos y transformadores. Hemos gastado horas hablando, compartiendo lo que hartamente conocemos que ocurre, oyendo las mismas quejas y compartiendo los mismos ideales. Señores y señoras, quizás es el momento ya para que nos constituyamos en comisiones de trabajo, enfocadas cada uno en áreas específicas, buscando objetivos claros y tangibles y evaluando los resultados a corto y a largo plazo. Ya basta de hablar, ahora vamos a actuar, si no todo el proceso va a perder más credibilidad. Además, no puede ser asunto de unos pocos sino de todos, incluyendo las voces ausentes de la comunidad, que aunque no vengan hay que salir a buscarlas. Más que un foro de exposición necesitamos ahora un campo de acción y hay procesos que ayudan a llegar ahí.

Claro está, yo sólo estoy hablando en voz alta ("soliloquio") y ya todos saben que aquellos que comienzan a hablar en voz alta es porque se están volviendo locos, pasan de un "soliloquio" o un "soliloquear." Entre uno y otro no hay mucho trecho. Sin embargo, sigo pensando que en lugar de hablar de seguridad ciudadana, o de lo que viene o no viene por ahí; inclusive, en lugar de hablar de las elecciones de Mayo, lo que deberíamos estar haciendo es elaborando un plan estratégico para Las Terrenas durante los próximos diez años, un plan amplio pero certero, que incluya aspectos claves de la vida comunitaria—tal como la seguridad ciudadana—pero como entes interrelacionados entre sí, no independientes el uno del otro. Y por eso, desde el ayuntamiento hasta la junta de vecinos, pasando por TODOS los partidos políticos, las iglesias, los estudiantes universitarios, los clubes de madres, el ámbito judicial, el gubernativo, el comercial, los servicios, etc., a todos se les debe dar voz, vista y oído. Entonces, cuando lleguen las elecciones, será más fácil decidir por quién votar, por aquél o aquella que sea más capaz para llevar tal plan estratégico hacia su cometido exitoso.

Sueno la voz de alarma, pero también la voz de la esperanza. Quizás no soy solamente yo, quizás otros se sientan igual. Comenzemos a hablar, comenzemos a buscarnos, comenzemos a estrategizar. Procuremos el cambio, tengamos fé, tengamos esperanza.

Dominicanos

Para saber si la piña está agria hay que darle una mordida. No importa lo bonita que se vea, no importa sus colores y olores, su tamaño y forma, lo que vale es cuando se le mete los dientes.

Algo que yo he oído mencionar mucho, tanto en la radio como en la televisión, entre amigos y de boca de muchos extranjeros, es que los dominicanos somos una gente alegre, sencilla y hospitalaria. Igualmente somos la gente más llevadera del mundo. Soportamos abusos, molestias, descortesías y maltratos como si cualquier cosa. De hecho, al mal viento ponemos mala cara y aunque ese maldito motor se nos metió en el medio, el carro nos echó lodo y el vecino me tira la basura en el mismo frente de mi casa siempre lo recibimos con sonrisa, disculpamos al ofensor y seguimos adelante.

Sugiero explicar las razones detrás de esa conducta. Primero, todos podemos recibir el calificativo de ofensores de igualdad. O sea, que no es sólo una parte de la población la que ofende al vecino, al transeúnte, o al prójimo, sino que todos lo hacemos y, por lo tanto, si tú me ofendes hoy y yo estoy destinado a ofenderte mañana es entonces mejor tomarlo de buena forma porque así, a largo plazo, resultan mejor las cosas.

Segundo, este es un pais pobre, aún en desarrollo y carente de cierta calidad en los servicios básicos. ¿Quién en este pais no ha tenido que bañarse una que otra vez con una cubeta y un jarrito? ¿Quién no ha tenido que comer a oscuras? ¿Quién no se ha tenido que montar en un motoconcho, camioneta, camión, patana y hasta burro, para poder llegar a su destino? ¿Quién no ha tenido que ir a un hospital o clínica donde no se encontró ni doctora, ni enfermera, ni medicinas para atenderlo y, por lo tanto, tuvo que salir huyendo por ahi a ver qué se hace? ¿En qué otro pais del mundo la profesión de "vivo" se reconoce como categoría oficial, reconocida oficialmente por empleadores, padres y vecinos? Cuando uno dice "ese es un vivo" es hasta un piropo. Señores, en este pais todos hemos tenido que ser "vivo" en un momento a otro, o nos hubiéramos caído muertos allí mismo.

Tercero, hay algo romántico en esa imagen del dominicano como tipo que es capaz de aguantarlo todo, de sufrirlo todo, de adaptarse a todo. El hombre busca a la mujer que no sea muy "parejera," que se meta donde hay que meterse y que prepare comida con lo que hay, usando lo que se pueda. ¿En cuál otro pais existen ciudadanos que si le dan un palo se vuelven para que le den otro palo en el otro lado de la espalda? El obrero está acostumbrado a que el jefe le robe su salario, no le dé beneficio y aún así vuelve a la misma persona para que lo engañen otra vez. El comerciante sabe que para echar pa'lante tiene que vivir cogiéndole a uno para resolverle a otro, que no hay garantía de que lo que le entregaron tiene la calidad ofrecida y que el nivel de pérdida puede ser alto, pero aún así "algo se le va a ganar."

Finalmente, nos abraza una religión común que enseña que el reino de los cielos es de los pendejos. O sea, "aguanta ahi que tu recompensa está en el reino de los cielos." A la mujer a quien el marido la llenó de moratones, "aguanta ahi que el Señor proveerá y te cuidará." Los niños que no comieron porque el papá se bebió to' los cuartos, "aguanten ahi, carajo, que aquí no hay na', salgan por ahi coñ- y encuentren algo pa comer." La mujer que tiene que "bu'cársela por ahi" para sostener a hijos, madre y su propia casa "es una santa" o una "tígera", pero, a fin de cuentas, mujer.

Este pais está lleno de gente valiente, fuerte y astuta. Puede que no sepamos leer ni escribir, pero sabemos buscárnolas. Arreglamos lo que sea, reparamos lo que sea, hacemos lo que sea, quizás mal hecho, quizás imperfectamente, pero lo hacemos. No nos ponemos con parejerías sobre si los platos están sucios o si el lugar es una pocilga; no, comemos donde quiera.

Claro está, no todos somos así. Para algunos los estándares son mucho más altos, las expectativas diferentes; y algunos que "ascendieron" de escala socio-económica jamás en la vida pueden volver atrás. Ese hombre que ya dejó de ser obrero tiene que buscársela para asegurarse de que nunca más vuelva al lugar de donde salió. Esa mujer que era pobre y ahora es de clase media no puede permitirse lavarse y secarse el pelo ella sola, tiene que ir al salón, emplear a una doméstica para que limpie los sanitarios y cocine y para que cuide a los niños. Con nuestro progreso hacemos malabares, para buscar la mejor vida posible, para darnos el gusto de mostrar lo que tenemos y para, claro está, disfrutar lo más que podamos.

Entre lo que vemos entre los dominicanos aquí y lo que existe realmente entre todos los dominicanos hay un largo trecho. O sea, que hay de todo, en todas las variedades habidas y por haber y en todas las formas y colores. Somos una sociedad muy compleja, mordida dolorosamente entre clases sociales y castigada sin piedad por el vaivén de corrientes partidistas. Al fin y al cabo, todos sí buscamos lo que buscan todas las personas alrededor del mundo—la felicidad, la tranquilidad, la satisfacción de nuestros deseos más profundos. Que algunos vivamos engañados es una cosa, lo cierto es que la búsqueda en una sola, es universal y se nos presenta de diversas maneras.

A ti, compatriota dominicano/a te saludo de corazón. Claro está, hay mucho que podemos hacer aún para mejorarnos a nosotros mismos y para aprender a aumentar nuestra calidad de vida; pero, al abrir los ojos cada día veo héroes y heroínas enfrascados en la lucha nuestra de cada día, brindando apoyo y fuerzas al débil, escuchando al que necesita hablar, compartiendo con el que busca compañía, sirviendo al más debil. A mi alrededor, veo grandes esperanzas y amplios sueños y veo a tanta gente con tanto amor. Sobretodo veo mucha belleza en alma y corazón. Tengo fe en mi gente y creo que de lo mejor que tenemos seguiremos dando. ¡Salve pueblo dominicano!

Don Pablo

Francamente es casi imposible saber cuándo le va a tocar a uno morirse. Por ejemplo, miren lo que ocurrió a don Pablo. Conocí a don Pablo hace exactamente 30 años cuando yo internaba como capellán en un hospital en Mayaguez, Puerto Rico. La esposa de don Pablo, doña María, estaba muy enferma y cada mañana a las 8, cuando hacía mis rondas, iba primero a su habitación. Eran una parejita lindísima. Siempre encontraba a don Pablo peinando la larga cabellera gris de su esposa. Lo hacía con tanto amor y cuidado, como si el cabello hubiese sido de perlas preciosas y frágiles a las que sólo se podían tocar con sumo cuidado.

Me acuerdo como ahora que era martes en la mañana, el día en que don Pablo se iba a San Sebastián, donde vivían, a lavar la ropa de su esposa. El salía justo al momento cuando yo llegaba a la habitación y lo último que le escuché decir a doña María fue, "ya regreso amorcito, tan pronto termine ya regreso." A mi me susurró, "yo no quiero dejarla pero regreso ya mismo." Don Pablo subió al ascensor y desapareció piso abajo.

Mientras don Pablo iba a lavar la ropa su esposa murió. Me llamaron las enfermeras y enseguida les indiqué que tan pronto sintieran que don Pablo llegaba al piso que me llamaran. Desde mi oficina que quedaba al final del corredor ví cómo, exactamente a la una de la tarde, don Pablo salió del ascensor y rápidamente se dirigió a la habitación de su esposa con la ropa limpia en las manos. Y así como entró de rápido así mismo salió. Yo llegué a la estación de enfermeras justo cuando don Pablo, sus ojos llenos de lágrimas y temiéndose lo peor, le preguntaba a las enfermeras, "¿dónde está nanita, dónde está nanita? Así llamaba cariñosamente a su mujer.

Yo lo abrazé y le pedí que me acompañara a mi oficina. Habían menos de 100 pasos entre la estación de enfermeras y mi oficina y durante cada uno de esos pasos don Pablo susurraba entre sollozos "ay, mi nanita; ay, mi nanita." A mí se me partía el alma. Yo había visto morir a mucha gente ese verano, recuerdo todos los muertos de cáncer, incluyendo a la hermosa Josefina, una jóven de apenas 14 años con un cáncer duodenal irremisible; a los cuatro hijos de la familia Suárez, gente muy rica, que llegaron hechos pedacitos por causa de un accidente automovilístico; a Márgara, cuyo bebé falleció en el parto; y a don Ricardo, fallecido a consecuencia de un infarto fulminante. También me acuerdo de aquella pierna, fuerte y saludable, que me enseño el patólogo mientras me decía sosteniéndola en sus manos, "una pierna tan fuerte y tan bonita, y desperdiciarla así." Se trataba de un accidente de motor sufrido en la bajada de Bella Vista. Yo me las pasaba toda porque era a mí a quien le tocaba compartir las malas noticias con los familiares y hacer los últimos arreglos de lugar.

Pero ninguna de esas increíbles situaciones se me pareció a la de don Pablo. Tan pronto llegamos a la oficina el hombre se me tiró en el piso, comenzó a patalear, a darse en el concreto sólido con la cabeza mientras gritaba "yo quería irme primero, yo quería irme primero." En esos momentos a uno se le entra una cosa que no se puede parar. Abandonando mi rol formal y especializado, yo lo cogí en mis brazos, lo abrazé y llorando juntos le decía "se nos fue llena de su amor, don Pablo, usted le dió su amor como un tesoro y ella se nos fue cargarida de amor." En unos minutos se quedó dormido en mis brazos. Cuando despertó fuimos a la morgue a ver a su nanita. Ya parecía más consolado, todavía la miraba como si por los ojos se pudieran transmitir 70 años de felicidad compartida. Nanita murió a las 88 años y don Pablo tenía 86. Se casaron cuando ella tenía 18 y él 16 y nunca se habían separado el uno del otro. Procrearon 11 varones y adoptaron 3 niñas. Ocho de sus hijos habían muerto primero que ellos.

Don Pablo me regaló algo muy especial. La peineta que había usado esa mañana para peinar la cabellera gris y sedosa de su nanita. Estuvo 20 años conmigo hasta que se desapareció en una de mis mudanzas.

¡Voten por Yo!

¡Voten por Yo! ¡Voten por Yo! Soy el mejor, el único y el más bueno. Voten por YO porque YO me lo merezco.

En primer lugar YO soy totalmente honesto. Si alguna vez YO me quedé con dinero o propiedades de alguien, o si YO no he manejado bien mis cuentas, no ha sido con mala intención, fueron las circunstancias de la vida. Les juro que mi corazón y mente están limpios y de que YO soy capaz sólo de hacer el bien.

Segundo, es cierto que mi hablar es un poco limitado y que YO ni leo ni escribo bien, pero el público que me apoya me entiende y se identifican conmigo por esas mismas razones. Aunque no me guste leer o escribir, aunque YO me encuentro esta misma columna un poco larga (realmente muy larga), YO sigo creyendo que YO soy el mejor candidato para traer la educación a este pueblo que tanto la necesita. YO voy a construir escuelas técnicas y dirigir campañas de alfabetización para que todos los terreneros puedan mejorar su vida. Por favor no hagan caso a los horrores ortográficos en mis letreros o mis horrores de dicción al hablar, es que siempre YO ando muy apurado, la gente me atacan mucho y en campaña política es muy difícil hacer mejor de ahi.

Tercero, también quiero decirles que YO he cambiado mucho. Fíjense que YO vivía dándome tragos, YO tenía unos liítos por la izquierda y YO tuve que meterme en deuda, pero todo eso ya pasó. Inclusive, YO ya no tiro basura en la calle, mis papelitos y botellitas van directicos al zafacón. Ni YO hago ruidos innecesarios ni llevo una pistola al cinto. Tanto es así que en apego fiel a la ley YO he prohibido totalmente que mi equipo de promoción utilice las camioneticas esas anunciendo mi nombre YO, repitiéndole sin tin si non, a ritmo de bachata, de merengue y de regetón. YO sé que algunos de los que me apoyan son tan fanáticos que todavía lo hacen. Perdónenlos que es porque están en campaña, pero tan pronto YO sea elegido todo eso va a cambiar y YO voy a comenzar a prohibir todas esas vagabunderías. Señores, es que cuando entra la política nosotros los YO dominicanos, sobretodo los YO terreneros, somos altamente creativos y como llevamos la musiquita por dentro tenemos que inventarnos algo, no sólo la música sino también los colores. Por eso es que postes, paredes y casas llevan mis YO colores. Pero eso sí, cuando voten por YO y tan pronto YO salga elegido YO seré un fiel guardián del medio ambiente.

Cuarto, YO prometo que se acabarán los hoyos en las calles, los badenes mal hechos y los obstáculos en las aceras. Y Las Terrenas dejará ser una Villa de Caliche. Y voy a trabajar para mejorar las calzadas. YO mismo me he caído ya como diez veces en las pistas de obstáculos que llamamos calzadas. Aunque YO llevo la frente guayada con todos los cables, letreros y zinc que cuelgan sobre las calzadas, YO les prometo que eso YO lo voy a cambiar tan pronto YO llegue a la silla, para que nuestro pueblo sea también un pueblo para los transeúntes, no sólo para los motoristas. A los primeros que YO les voy a jalar los moños va a ser a esos extranjeros locos que andan por ahi montados en quads y yipetas como si tuvieran en una selva. Si no se arreglan YO los montaré en el avión y los mandaré al mismo sitio de donde vinieron.

Quinto, cuidado del que piense de que YO no soy una persona capaz. YO soy el mejor de todos, YO soy el mejor estratega, YO soy el mejor gerente, YO soy el mejor orador, YO soy el más convincente, YO soy el que mejores recursos tiene. Aunque algunos piensen que YO he engañado a algunas gentes, extranjeros y dominicanos, YO voy a ser el líder más honesto en la historia de este pueblo. Es cierto que YO doy botellas de ron, botellitas y fundidas de agua, sacos de arroz, planchas de zinc y madera para todo el que quiera, que YO construyo canchas y YO edifico puentes. Y si todo eso YO lo puedo hacer ahora, imagínense lo que YO podré hacer cuando YO sea elegido por este pueblo.

Sexto, señores, para qué esperar más. Es más, no hay ni que esperar para el 16 de mayo ni mucho menos para el 16 de agosto. Háganme su líder por proclama popular y si eso no se puede entonces hagan lo que todo terrenero en sano juicio debe hacer. Voten por el mejor, por el más sabio, por el que va a cambiar todo, por la mejor oferta, por las mejores promesas, por la mayor capacidad, por la mayor esperanza, por el mejor historial, por el ejemplo más grandioso, por el de mayor integridad, por el más amistoso, por la sonrisa más abierta, por el más dadivoso, por el que ha construído más canchas, por el que ha repartido más cuartos, por la verdadera esperanza en carne y hueso de nuestra gloriosa Las Terrenas.

Y, finalmente, señores, aunque no lo parezca, YO soy de Samaná, de aquí mismitico de Las Terrenas. Sucede que mi tatarabuelo era de aquí y aunque mi familia se fue para otros sitios YO regresé al lugar de mi origen sanguíneo. Por eso YO creo que debemos cerrarle las puertas a todo el que no es de aquí. YO grito y declaro a viva voz, "Las Terrenas para los Terreneros. Que se vayan todos los otros pa'l cachimbo." Eso de que es mejor buscar la diversidad, la pluralidad, la multiculturalidad es el discurso de los que quieren abusar de nosotros. La prueba de un buen candidato es tener un nombre como YO, terrenero y los que no lo tengan que cierren campaña porque todo el mundo sabe que los terreneros sólo votan por terreneros, que los terreneros votamos en familia y que aunque nos cambiamos para aquí y para allá acabamos votando por nosotros mismos. Terrenero, YO soy to voz, YO soy tu sangre, YO soy to corazón, YO soy to brazo y tus pies, YO soy un hijo de esta tierra, de aquíٕ no me saca nadie y YO soy el mejor. Terrenero, vota por YO.

Lavando en el Río

Cimbapo ci li peka; ci li kutima ku cimbipo.
"No vale la pena tratar de cambiar la mente de un testarudo."
Proverbio de los Umbumdu de Angola (Africa)

Hace varios años estaba en Namibia, en el sur del continente africano, conversando con una colega quien me contó una de esas historias que guardan lecciones para toda una eternidad.

Me relataba que a una comunidad que conocía le llegó una voluntaria a trabajar en la escuela de la aldea. La voluntaria daba clases de inglés, colaboraba con los grupos de madres y prestaba apoyo a otras iniciativas comunitarias. La voluntaria había observado que las mujeres iban dos veces a la semana al río a lavar sus ropas y dentro de poco comenzó a pensar que era una pérdida de tiempo muy grande. Sólo compartió sus sentimientos con un par de personas las cuales, como era de esperarse, lo compartieron con otras tantas personas y, dentro de poco, pues la gran mayoría de la gente ya sabía sobre lo que ella pensaba.

Nada de importancia ocurrió durante las primeras semanas de estadía de la voluntaria, pero un día, en una reunión comunitaria, la voluntaria explotó. En medio del público comenzó a criticar la costumbre, argumentando que las mujeres gastaban demasiado tiempo lavando unas cuantas piezas de ropa, que debían pasar más tiempo trabajando en otras alternativas para ganarse su sustento y de que le estaban dando un muy mal ejemplo a las niñas y señoritas de la aldea quienes debían aprender de sus mayores mejores hábitos de trabajo y de vocación.
Todos se sintieron un poco transtornadas y hasta ofendidos por la situación sobretodo tratándose de una persona que no era de ahí, pero no dijeron nada, sólo que salieron del lugar frustrados y acongojados un poco.

La voluntaria sintió que había cumplido con su deber de "decir la verdad," de advertirles sobre un mal que dañaba, según ella, el porvenir de la comunidad y de haber cumplido con lo que ella sentía era su deber como participante activa en el bienestar de la comunidad.

Nada nuevo ocurrió hasta varias semanas más tarde cuando una de las mujeres de mayor edad vino a visitar a la voluntaria a su casa. Se sentaron a compartir una taza de té y a charlar un poco. La señora charlaba con ella de varias cosas y entre esas cosas le relató sin mayor importancia lo que había ocurrido ese día en el río, mientras las mujeres lavaban sus ropas. Le decía de la madre que mientras le lavaba el pelo a la hija que se iba a casar pronto también le hablaba sobre cómo mantener la vida familiar, como tratar a su esposo y cómo prepararse para tener hijos. También de cómo algunas mujeres hablaban de la cosecha de café que iban a recoger y de que debían llevar la cosecha a vender a otra aldea porque recibirían mejor precio. También compartieron sus opiniones sobre el jefe de la aldea que recientemente se había casado con su tercera esposa, una mujer 20 años más joven que él y simpatizaban con los sentimientos de la primera esposa que no estaba muy a gusto con la situación. Le relataba también sobre el hijo de una de las mujeres, que había sido enviado al ejército y quien viviría durante el tiempo de su servicio militar en otra aldea, en medio de otro grupo étnico que hablaba un idioma diferente y tenían costumbres diferentes.

En fin, la señora compartió esas y muchas otras cositas que ocurrieron mientras las mujeres lavaban sus ropas. Luego la señora se fué. La voluntaria se quedó en su casa pensando un poco. Poco a poco sintió que su mente y corazón se preñaban con nuevas impresiones e ideas, hasta parir de sopetón todo un arcoiris de profundos sentimientos, algunos de dolor y congoja y otros de comprensión sin igual.

Mi colega me dijo que la voluntaria le confesó más adelante que lo que ella comenzó a sentir era algo nuevo y diferente, porque poco a poco ella comenzó a entender lo que realmente ocurría en el río, mientras las mujeres lavaban sus ropas. Era cierto que las mujeres podrían lavar sus ropas en menos de una hora, pero "ir al río" no era solamente para lavar ropas. Allí, entre piedras y estanques, bajo las sombras de las grandes árboles y en medio del canto, risas y juegos de niñas y jovencitas, las mujeres compartían entre ellas sus vidas, sus sueños, sus necesidades y sus realidades. Allí se mantenían todas informadas, se solucionaban problemas, se compartían recursos, se daban consejos, se aconsejaban entre sí sobre cómo proceder con esposos y con hijos, se enseñaban cómo manejar mejor sus recursos, cómo compartir sus enseres de la casa cuando habían necesidades especiales y cosas por el estilo. Allí se tomaban decisiones que los esposos nunca se enterarían, se tomaban medidas y se solucionaban problemas que sólo ellas sabían; por encima de todo, allí en el río, entre enjuagues y enjuagues, se conocía un mundo paralelo a la vida de la aldea, un mundo tal sin el cual la aldea realmente no hubiera podido existir.

Esa comprensión le llegó a la voluntaria como le llega a uno una calentura desde dentro hacia afuera. Fue algo incontrolable, como un vómito inesperado, colvulsionando las entrañas, los tuétanos y los huesos. Y cuando todos los tremores hubieron pasado la voluntaria nació a una nueva realidad de sí misma, de dónde estaba y de lo que estaba sucediendo.

Al día siguiente cuando las mujeres de la aldea llevaban sus bateas para lavar al río la voluntaria las acompañó. Ese día ella nació a un mundo nuevo de comprensiones, de dichas y pesares compartidos, de sueños y realidades comunes y de esperanzas a flor de piel en cada una de ellas. De ahi en adelante nadie la podía sacar del río cuando las mujeres iban a lavar sus ropas.

Tal como esa experiencia, hay muchas realidades en la vida que nos llegan en un gotero, recibiéndolas gota a gota, para que no nos haga mucho daño. Las grandes sentimientos se suelen "parir," y casi siempre vienen acompañados de dolores de parto; de la misma manera, una vez paridos producen mucha felicidad, porque vemos el comienzo de una nueva vida interior, un nuevo sentir, un nuevo respeto y una mejor comprensión.

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...