lunes, 12 de junio de 2006

Azúcar

La primera vez que se me apretó el corazón por una muchacha fue mucho antes de Chavela, mi primer amor. Estaba jugando a los carritos con Carlitos en el balcón de mi casa cuando Merceditas, su prima, salió corriendo de su casa y se metió en la guagua estacionada frente a su casa. "¿Y para dónde se fue Merceditas?" Le pregunté a Carlitos, quien no me supo contestar excepto para decirme "déjame ir a ver." Momentos más tarde regresó.

Carlitos me sugirió que fuera a la guagua a ver lo que encontraba, mientras me miraba con una carita picarezca con tinte de diablo cojuelos. Yo abandoné la seguridad del balcón de mi casa y me adentré en territorio desconocido, cual explorador empedernido ante una inmensa selva. Me acuerdo como ahora que la guagua tenía tres escalones en la entrada. Era una GMC vieja, medio destartalada, con forros de vinil en los asientos y vidrios manchados en las ventanas. Pero como era la única guagua para transporte colectivo en el pueblo todos estaban conforme.

Tan pronto subí a la guagua de lo primero que me di cuenta era de que no había nadie. O, por lo menos, no se veía a nadie por el momento. Con unos pasitos de cucaracha comenzé a avanzar hacia la parte posterior mientras miraba de izquiera a derecha a cada uno de los asientos. Finalmente el suspenso terminó cuando noté que al final del pasillo, en el lugar cariñosamente conocido como "la cocina", había alguien. Era Merceditas, escondida detrás del último asiento como para que nadie la viera ni la sintiera.

Con su mano derecha hizo dos gestos: primero se llevó el índice derecho a la boca en señal de que guardara silencio y, el segundo, con el mismo índice me hizo señal de que me acercara. Yo no tenía la menor idea de lo que estaba ocurriendo. Finalmente, al acercarme a su rostro, la malvá muchacha me tiró el brazo al cuello y me dió el primer beso de mi vida, apuntando y acertando directamente entre mis labios. Su boca me supo a azúcar y después de ese momento inquietante, inesperado, lleno de nerviosismo y de un placer hasta ese entonces desconocido, Merceditas salió corriendo de la guagua y me dejó allí plantado en la nada y en el todo, con un sentimiento tan indescriptible que sólo se puede comparar a un sueño profundo y apacible.

Sólo me tomó unos instantes para darme cuenta de lo que había sucedido. Merceditas, al verme en el balcón jugando con su primo, había corrido hacia lo cocina y se echó una cucharada de azúcar en la boca, luego siguió corriendo y se metió en la guagua y allí me esperó. Pienso que su primo Carlitos sabía algo de lo que estaba ocurriendo ya que él fué quien me sugirió que fuera a descubrir lo que podría estar ocurriendo.

Ese beso dulce, enmelao, azucarado, secreto, regalado y a la vez robado, fue mi primer beso y les confieso, amigos todos, que nunca me he podido olvidar de él. Yo apenas tenía 9 indefensos añitos y así de zopetón se me abrieron los ojos hacia la vasta inmensidad de la vida, hacia las sorpresas que me aguardaban detrás de asientos, puertas, cortinas, paredes y matas. Quién me diría que Merceditas me dejaría marcado con el deseo inaudito y constante de recibir otro beso tan dulce como el que ella me regaló ese día. Aunque era muy joven entonces y estoy hecho un viejo ahora, sé muy dentro de mi alma que nunca he recibido ni recibiré otro beso como ese. No sólo por el alto contenido de azúcar de esos labios tiernos, vírgenes y coquetos, sino por lo que ofrecieron en aventura insospechada, en sueños de tortura interminable en los días que siguieron y por la incógnita que dejaron en cuanto a su significado, no sólo sobre el significado del beso mismo, sino también sobre la vida, el amor, el placer, la lujuria, y sobre los secretos infinitos e inconclusos que existen entre varones y hembras.

Merceditas, me dejaste sellado con la lápida de un beso preñado de ilusiones, de sospechas, de deseos y de ignorancia. No sabía lo que hacía pero tú parecías saberlo todo. Me diste de tu merced, Merceditas, por lo que ahora sólo me queda repetir tu nombre en esos momentos en que el recuerdo añejo de labios azucarados me tortura hasta hacerme perder la noción del tiempo. Entonces me veo nuevamente en la cocina de esa guagua bendita, agachándome junto a ti, viendo a tu índice prometiéndome una sorpresa repleta de sensaciones que hasta hoy han quedado conmigo y que no desaparecerán jamás.

La Navidad

La primera navidad de la que tengo memoria me regalaron un traje de vaqueros, completo con pistolas, canana y tiros. También me dieron arcos y flechas, como si una misma persona pudiera representar simultáneamente a los vaqueros y a los indios. Mi envidia no me ayudaba a celebrar el regalo que le dieron a mi mejor amigo y vecino, José Abraham, a quienes los reyes le regalaron un triciclo rojo. Yo me moría de la envidia. Como a los reyes se le dejaba yerba (para dar a los camellos), un vasito de agua y cigarrillos Cremas (para los magos) siempre sospeché que a los reyes magos no les gustó lo que les dejé y que quizás José Abraham le había dejado algo mucho más especial.

En unos días se celebrará la navidad, el año nuevo y el "día de los santos reyes." Ni la navidad, ni el año nuevo ni los reyes eran cristianos, aunque dichas celebraciones forman parte del calendario mayormente católico romano. Los "santos reyes" eran realmente astrólogos paganos de Persia, Egipto y Mesopotamia y no "santos" reyes.

Según los eruditos es más probable que Jesús naciera en septiembre, séis meses después de la pascua, pero no en diciembre ya que se habla en el texto de nuevo testamento de la presencia de pastores tendiendo a sus ovejas en el monte, lo que sería imposible hacer durante el frío invierno de diciembre en Judea. ¿Entonces de dónde nos llega la fecha del 25 de diciembre? De las tradiciones paganas. Las más notables quizás fueron la fiesta babilónica al hijo de Isis, diosa de la naturaleza, celebrada el 25 de diciembre, acompañada con ruidosas fiestas, grandes comilonas y bebederas y el intercambio de regalos. En Roma, el solsticio de invierno se celebraba muchos cientos de años antes del nacimiento de Cristo. Los romanos llamaban a la fiesta de navidad "saturnalia" en honor a Saturno, dios de la agricultura. En enero celebraban las "calendas", representando el triunfo de la vida sobre la muerta. Toda esa estación se le conocía como Dies Natalis Invicti Solis, o "el nacimiento del sol invicto." Fue allí en Roma que comenzó la tradición de los "mummers", grupos de cantores y bailadores vestidos en disfraces que iban de casa en casa entreteniendo a los vecinos. Así que ese fue el comienzo de los aguinaldos y de los "asaltos" o "parrandas" navideñas.

En escandinavia (Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca) el período de fiestas se le conocía como Yule y todo era una gran fiesta con muchas bebidas, comilonas y no tanto con atención a la espiritualidad. En la cultura celta (islas británicas) se reverenciaba todo lo verde y algunas ramas especiales como las utilizadas para decorar las puertas de nuestras casas en este tiempo. Todas eran símbolos de fertilidad.

La primera evidencia de la existencia de una celebración navideña se remonta al año 354 de nuestra era, celebrando el nacimiento de Cristo y sustituyendo el mismo evento que se celebraba Enero 6. Así que en el día en que hoy se celebra el "día de los reyes" era cuando se celebraba la navidad, o el nacimiento de Cristo. Los villancicos empezaron el la edad media, asociándose directamente al nacimiento de Cristo. Alrededor de ese tiempo en Italia se comenzó a presentar escenas del nacimiento de Cristo, iniciadas aparentemente for San Francis de Assissi como una manera de aumentar el nivel espiritual de las gentes.

Al principio los grupos conservadores en las iglesias cristianas estaban opuestos a la celebración de la navidad ya que conocían su origen pagano y las fiestas paganas que sustituía. Realmente no se sabe a ciencia cierta el día del nacimiento de Cristo, así que la navidad realmente reemplazó a numerosas fiestas paganas. La primera referencia a la navidad celebrada el 25 de diciembre ocurre en Inglaterra en el 1043.

En el caso de México y centroamérica, los indígenas festejaban durante el invierno o Panquetzaliztli, el advenimiento de Hitzilopochtli, Dios de la Guerra. En su evangelización los religiosos agustinos sustituyeron la imagen de Hitzilopochtli por la de José y María. Las fiestas comenzaron a ser conocidas como "aguinaldos" y se hacían pequeños intercambios de regalos que incluía dulces y juguetes a los niños.

Lo más importante de este período es quizás la manera en que se puede celebrar. Es un momento ideal para reflexionar y para meditar acerca de las bendiciones que recibimos, compartiendo lo que tenemos con los demás y proponiéndonos nuevas empresas, ideales y metas en el nuevo año. Es un momento también para tratar de ser más justos, compasivos y pacientes con nosotros mismos y para los demás. Si detrás de las bebederas, comilonas y regalos no existe un espíritu de agradecimiento, de humildad, de compasión y de generosidad entonces hemos perdido el espíritu de la navidad. Ojalá que no, ojalá que todos nos convirtamos en personas que seamos un poquito mejor que lo que éramos el pasado enero.

Así que a todos los lectores, felicidades, mucha paz, mucha esperanza y lo mejor para todos!

Morir Soñando

Para entender la vida hay que entender a la muerte. La mejor manera de empezar sería imaginándome muerto, dentro de un ataúd, la puerta cerrada sobre mi rostro, sin respirar, sin moverme y sin pensar en nada. Lo hice una vez dentro de un ataúd y una segunda vez dentro de las entrañas de una caverna, 20 metros bajo tierra, cuando apagué mi linterna y no se veía nada, ni se oía nada y casi no se sentía nada. Oigame, ¡esa fue una experiencia del cachimbo! La verdad es que comencé a morirme desde antes de nacer. No muerto completo sino muerto a pedacitos. Mis células y hasta organismos completos dentro de mi comenzaron a aniquilarse a sí mismos por el beneficio que causaban a otras partes del todo. Eso tiene un nombre, se le llama apoptosis, un mecanismo de autodestrucción existente en cada organismo multicelular. Por ejemplo, mi mano tiene cinco dedos porque las células que existían entre mis dedos murieron cuando era todavía un embrión. Un embrión, aún desde su etapa de 8 a 10 células depende de la muerte de algunas células (el espermatozoide que penetra al óvulo constituye una primera unidad celular, luego se divide automáticamente en dos células, luego en cuatro, luego en ocho y así hasta alcanzar su madurez genética). En otras palabras, si no fuera por esa muerte nunca hubiera llegado a estar vivo. Aún de adulto no podría vivir sin la muerte. Sin la apoptosis me moriría completamente cubierto de cánceres. Mis células están constantemente desarrollando mutaciones que podrían producir un caos celular. Pero un sistema interno de vigilancia, como el mantenido por una proteína conocida como p53 (llamada el "guardian del genome") detecta tales errores celulares y les ordena a que cometan suicidio celular masivo. Esas muertes celulares programadas me mantienen vivo. También permiten que en lo más profundo de mis intestinos las células se regeneren, permitiendo el procesamiento de alimentos y desechos. Igualmente mi piel cambia totalmente cada ocho días, así que nuevas celulas ocupan el lugar de las células que se han suicidado. Si después de levantarme en la mañana tomo las sábanas y las sacudo voy a ver un polvillo en el aire. No es el caliche de la calle sino mi piel muerta, desechada por el cuerpo y recogida por la sábana. Mi colchón, está llenito de células muertas que mi piel desechó, y ese olor peculiar de mi colchón y de mi almohada es de esas células muertas, podridas, apestosas y sucias. Si alguna vez encuentro cucarachas o insectos pequeñitos en mi colchón es porque están buscando a esas células muertas para alimentarse de ellas. De igual manera, cuando mi cuerpo ha terminado de combatir a una infección y se encuentra repleto de células blancas obsoletas, todas ellas cometen suicidio como si estuvieran obedeciendo una orden militar, para que así la infección e hinchazón subsanen. Si las células blancas no perecen la hinchazón sería permanente. Pus es nada más y nada menos que células blancas muertas. Ahora cierro mis ojos por un momento y me imagino que dentro de mi cuerpo, ahora mismo, en este mismo instante, hay células que se están muriendo, o suicidándose, para que el resto de mi pueda seguir viviendo. Yo, que pensaba que todo lo que hacía era vivir, me doy cuenta que también me estoy muriendo. No muriendo para morirme, sino muriendo para poder vivir. Ahora observo a todas esas chicas tan hermosas, lindas, fragantes, elegantes, eróticas, con el vaivén de sus cadencias, con sus rostros hermosos y sus sonrisas picarezcas, con todas sus promesas y todas sus ofertas (lo mismo se puede decir de los hombres). Se están muriendo. Cada día, cada hora, cada instante, se están muriendo. Partes de ellas se mueren para que el todo de ellas pueda vivir. En pocas horas este año se va a morir. Se muere para que nazca uno nuevo. Con cada año nuevo se abren nuevas esperanzas y promesas. Como sé que me estoy muriendo por dentro…para poder vivir, voy a aprovechar al máximo ese sacrificio supremo que han hecho mis células para mantenerme vivo. Ellas quisieron que siguiera vivo para que disfrutara mi vida. Voy a ayudarlas tomando decisiones sabias y honestas en cuanto a mi mismo y a los demás, en cuanto a mi familia, mi ambiente, mis seres queridos, mis amigos y mi comunidad. Y sé que tomando decisiones sabias y sensatas en cuanto a mi mismo, todas las demás personas—y la comunidad—resultarán beneficiadas. Te invito a que hagas lo mismo.

Para Siempre Adiós

Para Siempre Adiós
Cuando pienso en el uso del tiempo es como si visitara a un cementerio. Cuando voy a un cementerio lo único que hago es encontrarme con la memoria, o para hacer una cita con una lágrima bohemia. Del cementerio no saco nada, sólo imágines que ya existían en mi mente, algo empolvadas, pero veo cual espejo la realidad que tarde o temprana será tan mía como la de los cadáveres que allí se encuentran. Entre mi memoria y mis lágrimas me doy cuenta que cuando estoy con mi gente lo hago no por lo que podamos hacer sino para simplemente estar juntos. Haciendo memorias creamos las lágrimas que luego brotarán de nuestros ojos en el cementerio. No importa si tenemos medio millón de minutos en este año 2006, lo importante es crear memorias para que cuando vayamos al cementerio tengamos de qué acordarnos.
El cementerio es entonces ese lugar donde el banco de nuestro tiempo se convierte en los cheles de nuestra memoria. Los cheles se convierten en billetes cuando la memoria nos acuerda de lo mucho que teníamos y de lo poco que nos hacía falta cuando estábamos con aquellos a quienes le hemos dado nuestro amor y nuestro cariño. Mejor aún, lo mejor es crear memorias para que mientras vivamos sepamos darle valor a lo que vivimos y, mucho más aún, para que sepamos darle valor a aquellos con quienes vivimos lo vivido. Qué triste sería llegar al cementerio y no tener memorias ni de nada ni de nadie. Cierto, cierto, siempre nos acordamos de algo, pero me refiero a esas memorias profundas, transcendentes, las que nos tocan el alma, como un clavo bien clavado en la caoba de nuestro ser.
Así que en este año 2006, con su medio millón de minutos, vivámoslo para la memoria, no la memoria superficial e intransigente, sino para la memoria final y duradera, la que nos aparta de la memoria de un perro o gato, de un árbol o de un viento, la que nos trae sonrisas a nuestros labios y lágrimas a nuestros ojos. Que este año nos traiga de todo lo bueno, pero sobretodo, que nos traiga buenas memorias, las que sólo podemos hacer tú y yo, con nuestras propias manos, con nuestros propios labios, con nuestras propias mentes, con nuestros abrazos y besos, con nuestro pensar, con nuestro actuar, con lo mejor que podemos darnos a nosotros mismos y a los demás. ¡Qué buen año nos espera. ¡¡¡Que viva el 2006!!!

Un Día

Cada día nos llega con 24 horas, ni una más ni una menos. A cada hora la acompañan sus respectivos minutos y segundos y son tantos que al final de un año completo nos habrán pasado por encima 525,600 minutos y 3,153,600 segundos. Eso es mucho tiempo. Si usted quiere saber lo largo que es todo ese tiempo simplemente cuente del 100 al 160 y eso es un solo minuto. Siga contando, sin comer ni beber ni dormir y dentro de 365 días va a llegar al conteo final de 525,600 minutos. Imagínese todo lo que puede hacer en todo ese tiempo!! Imagínese también todo lo que se puede dejar de hacer en ese mismo tiempo.
Como está empezando un año Nuevo y me faltan más de 520,000 minutos antes de que se acabe el 2006 me propongo que en todo ese tiempo voy a hacer y a dejar de hacer varias cosas.
Diez cosas que voy a dejar de hacer:
1. Dejar de maldecir cada vez que me pasa por el lado un motoconcho con su diarrea malodorosa de humo blanco y gris.
2. Dejar de quejarme cada vez que recibo el cobro de la luz y pienso en los salarios que reciben los ejecutivos de Luz y Fuerza.
3. Dejar de cerrar las ventanas cada vez que a las 3 de la mañana me despierta la bulla del callejón al lado del Banco Popular.
4. Dejar de llorar cada vez que mueren niños inocentes e indefensos, trancados en sus casas, soñando con una mejor vida.
5. Dejar de tener pesadillas donde una bala perdida cae sobre la cabeza de mi niño.
6. Dejar de sufrir por las heridas hechas sobre la carne viva de nuestra Madre Tierra gracias al "progreso" que nos van a traer la Marina y el Campo de Golf.
7. Dejar de preguntarme por qué algunos de mis vecinos echan la basura en el solar baldío al lado de mi casa, cuando apenas unos pasos más y la podrían echar en el zafacón de basura de la calle Duarte.
8. Dejar de cerrar los ojos cuando un motoconcho se me atraviesa en el mismo medio como si el conductor--y su pasajera--fueran de goma y no les doliera nada si los atropellara sin poder hacer nada para evitarlo.
9. Dejar de preocuparme porque 99 de las 100 personas que conozco no leen absolutamente nada.
10. Dejar de maldecir las desgracias traídas por el Presidente Bush sobre su propio pueblo, sobre nuestro pueblo y sobre todo el mundo.
Diez cosas que voy definitivamente a hacer:
1. Voy a comenzar a dormir una siesta cada día.
2. Voy a seguir soñando con una academia de música y un taller de ciencias para la niñez y juventud de Las Terrenas.
3. Voy a mover cielo y tierra hasta que podamos tener un parque infantil en Las Terrenas.
4. Voy a hacer más ejercicios, por lo menos cuatro veces a la semana.
5. Voy a dejar de comer carne, poco a poco.
6. Voy a pasar más tiempo en la calle, hablando con la gente, y menos tiempo frente a mi computadora.
7. Voy a seguir desaprendiendo todas las cosas estúpidas que aprendí en los 25 años que pasé en las aulas.
8. Voy a seguir sembrando algo cada día.
9. Voy a producir menos basura.
10. Voy a trabajar duro duro duro para ayudar a despolitizar el futuro socio-cultural de mi pueblo adoptivo de Las Terrenas.
No sé si podré dejar de hacer y a la vez hacer tantas cosas, algunas de ellas nuevas, pero quizás ese medio millón de minutos en el 2006 me ayudará a hacerlo todo possible.

"Enamorao a Raja Tabla"

La última vez que me enamoré todo lo veía en blanco y negro. No sé por qué pero eso era lo que veían mis ojos. No importaba si empezaba de izquierda a derecha o de derecha a izquierda todo era blanco y negro. Si movía mi cabeza de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba, todo era blanco y negro. En las esquinas, en los finales, en las curvas, en los símbolos, en los espacios, en las pausas y hasta en la exclamaciones, todo era blanco y negro y yo estaba perdidamente enamorado.

Pero antes de que me llamen "loco," quisiera explicar que no fue culpa mía. Fue culpa de una chica que me encontró por ahi, me miró a los ojos y me dijo "tómalo." Y yo lo tomé en mis manos, en mis brazos, en mi mente, en todo mi ser y estuve borracho con ese amor hasta que se me acabaron los espacios en blanco y negro. Entonces me sentí tan desdichado con ese final, pero a la vez tan entusiasmado y tan contento con lo que recibí de ese amor.

Yo no sé si ustedes se han enamorado de esa manera pero era como dice la bachata, yo estaba "más perdío que un camino viejo," tan asfixiao como una garrapata en lomo de yegua virgen, tan ciego como un gallo de pelea borracho con clerén. Y, lo peor de todo, yo no podía despegarme de ese blanco y negro. Lo tenía agarrado tan fuertemente que no lo solté hasta que se me hizo de día y se me cansaron los ojos de tantas curvas que ví.

¿Quieren saber cómo se llamaba? Se llamaba Pi. Para ser más específico se llamaba "Life of Pi" y lo escribió un canadiense llamado Yann Martel. Sí, me enamoré de un libro, de su contenido, de su pasión, de su imaginación, de su creatividad, de sus historias y metáforas, de sus dobleces y sus verdades, de sus aventuras y sorpresas, de sus palabras, de sus párrafos y de sus imágenes. Lo sé, lo sé, la mayoría de nosotros pensamos que sólo nos podemos enamorar de algo hecho con carne y hueso; pero, señoras y señores, el placer de un buen libro dura mucho más que lo que ofrecen la carne y los huesos, uno lo puede repetir cuantas veces uno quiera sin necesidad de pastillas o artífices increíbles y, más que nada, no hay que usar las artimañas del diablo para recibir ese sentimiento profundo e incontenible del buen amor.

Perdónenme la osadía de decir que si usted no ha leído hasta enamorarse de lo que está leyendo entonces usted todavía no ha descubierto lo que es el verdadero amor, el amor a la belleza visible sólo a los ojos de la mente, a los oídos de la imaginación, al placer de ojos que nunca cierran sus párpados a la creatividad. Es una pena, pero si usted no ha sabido sentarse sin querer pararse ni para orinar por culpa de un libro, es porque aún no ha abierto sus ojos a la bendición más grande que pueda recibir cualquier humano: el amor al placer de la lectura.

Cuando leemos nos ponemos en contacto con ese espíritu universal que puede conectar nuestra alma a las almas de millones de personas que han leído ese mismo texto. A través de ese blanco y negro, ese fondo infinito de blanco relleno con curvas, rectas y detalles negros, que nos abre el puente hacia el universo infinito de las ideas, podemos crear nuevos cuerpos y nuevos corazones. Como lo dijera André Maurois, "la lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta." Y el que no lee es un aburrido. Imagínense viviendo con alguien que no ofrece nunca nada nuevo, que siempre tiene los mismos cuentos y las mismas historias, que su mundo se limita a lo que se le presenta ante su rostro, sin alcanzar el mundo del más allá, el de las sorpresas, de la imaginación, de los valores universales. Como dijera alguien, "no es analfabeto aquél que no sabe leer, sino aquél que sabiendo leer, no lee." ¿Qué mejor saludo que preguntarle a un amigo, 'y qué has estado leyendo ultimamente'?" Y que desgracia cuando nadie nos responde o nos dicen "nada, no estoy leyendo nada."

¡Cuántos corazones vacíos y cuántas almas soñolientas, huecas al placer de otros mundos, de otras caricias, del placer del intelecto y de la lujuria por la sabiduría que nos ofrecen los libros! El mejor amigo no es un perro, es un libro. No te ladra, no te gasta, no te ensucia, solo te ilustra, te enriquece, te da placer y te hace una mejor persona.

Terreneros y terreneras, leamos, enamorémonos de las páginas en blanco y negro que nos ofrecen todo un mundo de placer, en nuestras mentes y en nuestros corazones. ¡A leer todos!

Perdón

Cañita era tullío, ese nombre áspero y vulgar que le damos a las personas que padecen discapacidades físicas. En el caso de Cañita él había sufrido de polio cuando niño y ambos pies estaban doblados hacia fuera, de tal manera que caminaba como si fuera un pingüino, además de que arrastraba los pies al andar. Debía tener la cachaza más gruesa del mundo, porque nunca usaba zapatos y parecía que no le dolía las piedras, ni el calor de la talvia, ni los vidrios, ni la arena, ni el lodo, ni el agua, ni nada. Nos burlábamos de él viniendo desde atrás para empujarlo, para decirle nombres sucios e insultos y hasta para hacerlo que se cayera. Cuando se caía al suelo salíamos corriendo a carcajadas, como burlándonos del mal ajeno. Un día cayó tan mal que se rompió un labio, comenzó a sangrar y empezó a llorar. Las lágrimas no nos hicieron parar, sino que comenzamos con el estribillo: "Cañita es un pende--, Cañita es un pen--jo, Cañita es un ---dejo."

El mudo se llamaba Nelson Julio Velásquez Rodríguez, pero ninguno sabíamos el nombre, sólo le decíamos "el mudo," y con ese nombre se quedó. Lavaba los carros del vecindario y no me acuerdo nunca haberlo visto sin un cubo en la mano y un paño de lana roja sobre el hombre. Los pantalones siempre parecían como que se había orinado en ellos, pero el mudo tenía las manos más grandes que yo había visto en mi vida. Como andaba bien y corría mejor que nosotros, además de que era grande, fuerte y tan tigre como cualquiera de nosotros, no nos atrevíamos a hacerle nada. Pero como además de mudo era también sordo lo que sí hacíamos era imitar sus intentos de hablar que a veces sonaban como me imagino que sonaría un perro que intentara hablar. Una vez estaba en la sastrería de Colá, perdiendo el tiempo y el mudo me agarró imitándolo. No oía ni hablaba, pero enseguida se dió cuenta que lo estaba imitando a él y me dió tremendo jalón de orejas que me hizo llorar del dolor y del pique. Me fui llorando a mi casa a quejarme a mi mamá, mientras mis amiguitos se las cogieron con contarme el estribillo, "José es un pende--, José es un pen--jo, José es un ---dejo."

Del que mejor me acuerdo es de Ricardito. Tenía seis dedos en lugar de cinco. Decíamos que tenía un dedo de más para que pudiera robar mejor, porque no había mejor ladrón que Ricardito, lo cual no era cierto porque su papá tenía mucho dinero y él tenía los mejores juguetes del barrio y a él no le hacía falta nada de lo que nosotros teníamos. Pero como tenía un defecto que nosotros no teníamos entonces le tocó la mala suerte de que nos burláramos por la parte más débil de su ego, su sexto dedo en la mano izquierda. Me acuerdo mejor del él porque éramos vecinos y, además, compañero de curso. Me imagino que yo pasaba más tiempo viéndolo a él escribir (era zurdo) que atendiendo a mis maestros. Siempre me resultaba jocoso ver cómo el dedito chiquito (el sexto) se movía sobre el papel mientras él escribía.

Aunque les estoy revelando todas estas maldades, yo era el más santo de todos. Créanme. Yo nunca llevé un peo chino al teatro, ni les embarré a nadie las manubrios de la bicicleta con pupú de perro, ni vacié las gomas de ninguna camioneta, ni tiré piedras de noche a lo loco a ver a quién se le pegaba. Es más, yo nunca le levanté la falda a las monjitas ni me hice orines en el confesionario. Mis amiguitos, por el otro lado, eran puros diablos y me atrevería a decir que ni las ciguitas que ahorcaron, ni los perros apedreados, ni los chivos apaleados, ni las niñas con cuadernos garabateados cargan sobre mi conciencia sino sobre la de ellos. Pero sí les confieso que a veces me atormentan los empujones y burlas a Cañita y las faltas de respeto hacia el mudo.

No me pregunten por qué lo hice. No lo sé. No me pregunten qué ganaba con hacer tales cosas. Nada. No me comenten que eso estuvo muy mal hecho. Ya lo sé. No me hagan creer que la voy a pagar de una manera u otra. Ya pasaron más de 35 años de esas cosas y todavía no me han salido ni cachos ni rabo, como me decían algunas personas que sucedería por ser tan 'degraciao.' Pero llevo dentro de mí recuerdos que quisiera que no existieran. Aquella vez que Cañitas se rompió lo boca al único que miraba era a mi. Yo no fuí quien lo empujó, fue Ricardito, el hermanito de Chavela, el primer amor de mi vida. Pero fué a mi a quien miró, con los ojotes llenos de esos lagrimones. Creo que sé por qué, porque era a mi casa donde iba a comer ya que mi mamá era dueña de un hotel en el pueblo y le daba la comida a él todos los días. Yo pienso que él pensaba que yo pensaría lo mismo que él pensó; o sea, que por qué diablos yo era partícipe de eso habiendo salido de un santo vientre como el de mi mamá.

Cañitas, perdóname. Mudo, perdóname. Ricardito, perdóname, porque yo fui quien te rompió el avióncito que te habían traído de los nuevayores para tu cumpleaños. Lo hice a propósito, de maldad, por envidia. Berto, perdóname, yo fui quien escondió la mascota de gramática el día del examen, para que te quemaras. Rosario, perdóname, yo fuí quien pegó el chicle en tu hermosa cabellera, sedosa, negrecita como un azabache, la que siempre olía a canela con azucenas. Sor Clara, perdóneme. No fue que me desmayé, eso fue un embuste. Yo sólo quería verle los panties, porque si no lo hacía Carlitos iba a ir donde mi mamá a contarle lo que yo le había hecho a Rosario esa mañana. Padre Miguel, perdóneme, porque cuando me fui a confesar y le conté lo que Mercedita hizo cuando se llenó la boca de azúcar y me besó y usted me preguntó que si me arrepentía y yo le dije que sí pero realmente pensaba que no, que me había gustado ma'que'ldiablo y que lo volvería a hacer por lo menos cuchocientas mil veces más.

Perdónenme todas las ciguitas asesinadas con mis tirapiedras, todos los perros a los que le caía a palos, todas los grillos que perdían sus patas y antenas, todas las hormiguitas inundadas en agua, todos los zapitos electrocutados, todas las mariposas aplastadas y todas las niñas a quienes les halé el pelo o los moños, las empujaba y torturaba con mis chistes brutos; y tú, Freddy, perdóname mucho más, yo fuí quien te pichó la goma de la bicicleta el día que tenías que irte rápido a cuidar de tu abuelita enferma después de la escuela. Lo hice porque no me dejaste fijarme de tu papel durante el examen de geografía.

Y si sigo escribiendo van a descubrir mucho más "de lo malvaíto que era, que era ma' malo quel rabito de la cucarachita ma vieja del vecindario" como me decía la vieja Concha, vecina de mi casa. Eso eran cosas de muchacho degraciaíto. Antes era un degraciaíto, pensaba como degraciaíto y actuaba como degraciaíto. Ya no. Ahora soy diferente, pienso diferente y actúo diferente.

Me arrepiento de todas esas maldades y prometo no hacerlas jamás.

Sin Pensar

Aunque a veces uso mi imaginación, por regla general funciono en automático. O sea, sin pensar. No es que quiero que así sea, sino que así es que me salen las cosas.

Por ejemplo, si me majo un dedo clavando un clavo no pienso antes de gritar "¡co-o, co-ito, co-azo!" Si alguien me dice algo que me ofende, no lo piense dos veces antes de responderle con una ofensa proporcionalmente igual a la ofensa recibida. Y si usted se atreve a faltarme el respeto, puede estar seguro de que las pedradas, balazos y malas palabras le van a caer como lluvia en pleno mes de Mayo.

Actuar sin pensar es tan propio de mi conducta que la gatica que tenemos en casa, llamada Merengue, ya sabe desaparecerse del medio antes de que le dé una patada por el trasero cuando se sube a la mesa.

Pero, también sé ser muy generoso, sin pensarlo. Me gusta compartir con los amigos, no lo pienso antes de pagarles las bebidas y le doy bolas a todo el que me encuentro en el camino cuando voy en mi camioneta hacia Sánchez. Hace unas semanas me encontré con dos muchachas jóvenes, muy buenamozas, en el cruce de Sánchez, que necesitaban venir hacia Las Terrenas. Les dí una bola. No bien entraron en la camioneta cuando comenzaron a preguntarme que de dónde era. Les dije que de la capital. No me creyeron, comenzaron a decirme que tenía que ser un gringo. Yo les enseñé mi cédula. "Eso se consigue en cualquier parte," me ripostó una. "Bueno…", respondí yo. Luego me preguntaron si era casado y yo les dije la verdad. Me preguntaron si quería novia, yo les dije que ya había pasado esa etapa. Entonces yo les pregunté que a qué se dedicaban. Pausaron, se miraron entre sí y una me dijo, "yo vivo en mi casa con mi mamá." "¿Y tu mamá sabe que tú andas buscando novio por la calle?", le pregunté yo. "Ella es la primera que me manda," me dijo ella, "porque sabe que en mi casa no hay na' que comer."

Por poco actúo sin pensar para dejarme llevar de sus ingerencias y así proponerles algo que les daría algo de dinero…ya que no hay na' en la casa, claro está. Pero, afortunadamente para ellas, cambié el tema y les pregunté si les gustaba el paisaje. Se rieron. Entonces la que estaba sentada al lado mío me tocó la barriga y me dijo, "pero te ves muy bien." "Gracias," le respondí yo. Yo entonces le toqué su barriga y le dije lo mismo. Ella se rió. Creo que nos estábamos entendiendo, aunque en ese momento casi me voy por un barranco, por estar prestando atención a la sonrisita lasciviosa que ella tenía atrabancá en esa boquita linda que tenía. Pero nada pasó.

Les confieso que actué como todo un caballero, sin pensarlo mucho claro está, y deposité sendos cuerpos hermosos en frente de la Marina, después de cruzar el "policía acostao." Después de entrar a la Calle El Carmen me entró unas ganas de volver pa'trás y seguir conversando, pero soporté valientemente la tentación y terminé llegando a mi casa donde mi esposita me recibió con un besote y un abrazote. Casi cometo el error de contarle lo que había pasado—nuevamente, actuar sin pensar, pero me aguanté y sólo le dije que todo el viaje había ido bien. Me pregunto cuántos choferes en el trayecto Sánchez-Las Terrenas y Las Terrenas-Sánchez se enfrentan a semejantes aventuras.

Pero volviendo a lo de actuar sin pensar, creo que no soy el único que actúa sin pensar. Cada vez que pienso en la ciguapa de los otros días y del besote que me dió, me entra una rabia del carajo que me hace comenzar a actuar sin pensar. Me he encontrado con cuchocientas mil personas que me dicen que les gustó el cuento de la ciguapa, pero lo que ellos no saben es que no fue cuento ná, que ocurrió de verdad y que esa ciguapa se me sigue apareciendo cada vez que paso por la mismísima esquinita de la Calle Principal. La última vez que se me apareció me enfogoné tanto que le caí a pedrá limpia por todo el solar y cuando me vine a dar cuenta de lo que estaba haciendo casi estuve al punto de caer en el arroyo al final del solar. Por suerte que no caí en el agua, porque con toda la basura que viene arrastrando por ese Caño Seco, yo hubiera terminado convertido en una Ciguapa hedionda, cancerosa e indescriptiblemente fea.

Señores, la última vez que crucé el Caño Seco, camino a El Pueblecito, había un montón tan grande de basura, completa con ratones, pañales desechables, comida podrida, animales muertos y todo tipo de desechos, justo al lado del riíto, de tal manera que constantemente esa basura se deposita en el caño y, eventualmente, termina en nuestras playas. Si alguien actúa sin pensar son los responsables de la basura a quienes parece no importarles lo que está sucediendo ahí y en muchos otros sitios similares. ¿Pero señores, en pleno año 2006, un año de elecciones, en una comunidad que depende del turismo y la cosa se mantiene así? Eso es un crimen de primera magnitud y los culpables merecen que mil ciguapas los torturen de día y de noche. Si yo era tan malvaíto cuando chiquito y merezco mil latigazos en el mismísimo infierno, imagínense lo que esa gente se merece.

Pero, ¿saben una cosa? Los malos degracimaos de verdad no son tanto los que no hacen el trabajo que debieran estar haciendo con los cuartos que reciben de la LMD, sino los que ponen la basura ahi. Sí, los que echamos la basura sin funda, en áreas críticas como esa y sin que nos importe nada. Es bueno echarles la culpa a los burros por dar patadas a lo loco, pero aprendamos a tener responsabilidad propia y cuidar de nuestros entornos nosotros mismos.

Pero, carajo, ya se dieron cuenta de que escribí sin pensar y sin pensar se quedó así. Después de todo esto es un soliloquio, o sea, "pensar en voz alta." Y como yo generalmente actúo sin pensar, pues sin pensar se quedó.

Machos

Me atrevería a decir que dos de cada tres hombres es toda una mujer por dentro. No me mal entiendan, no es que quiera decir que sean homosexuales, afeminados o que carezcan de todo machismo o de cualquiera de esas cosas que nuestra sociedad machista y homofóbica nos enseña, o nos prescribe. Lo que quiero decir es que al sexo femenino se le conoce, generalmente, como más sensible, más en contacto con sus sentimientos y más capaz de expresión y que la mayoría de los hombres desearían ser igual a ellas en ese sentido.

Lo que sucede es que muchas veces nosotros los hombres nos suprimimos. No es que no sintamos, ni que no querramos, ni que no podamos expresar lo más profundo de nuestro ser. Por el contrario, todo hombre sabe (bueno, dos de cada tres hombres) que es muy capaz de sentir y hasta de llorar, pero se lo traga.

Hay dos ocasiones en la vida de cada uno de esos dos tercios de hombres en que los sentimientos se expresan a plenitud. La primera es cuando estamos perdidamente enamorados, "asfixiados" decimos por ahi. Entonces se nos sale el alma de poeta, cantamos canciones, repetimos el estribillo de las bachatas y de los boleros y se nos llenan los ojitos de lágrimas cuando pensamos en el objeto de nuestro amor. Como dicen por ahi, "un papel aguanta to' lo que se le ponga," así que aquellos que saben y pueden escribir mandan cartas de amoríos a las novias donde se dicen un montón de cosas; o echan tremendas miradas a su enamorada como si ese momento fuera el último en que se viera salir al sol; o repiten la bachata de porra un millón de veces hasta que la chica aprende y requete aprende de que el tipo está asfixiado por ella.

La segunda oportunidad cuando expresamos profundamente nuestros sentimientos es cuando nos emborrachamos. En ese estado se nos destapa hasta el cojoyito del alma y por ahi salen cosas que ni siquiera nos imaginábamos que teníamos. Mucho más si estamos en compañía de nuestros amigotes, cuando de veraz comenzamos a decir todo lo que pensamos, sentimos, deseamos, odiamos y hasta lo que lujuriamos o lo que secretamente repudiamos.

Mi papá fue enviado a Colombia siendo adolescente, para estudiar el sacerdocio. Por allá se pasó tres años en la Universidad Jaberiana y ya muy cerca de su ordenamiento decidió que eso no era para él, por la razón que fuera. Mi abuela me decía que el día en que lo vió llegar por el Aeropuerto de San Isidro y se desmontó del avión de la Fuerza Aérea Dominicana que Trujillo había autorizado usar para el viaje de regreso, ella suspiró que "hay, pero si vino a morirse," de lo flaco y escuálido que se veía. Décadas más tarde, borracho, el día antes del viaje mío al extranjero para comenzar mis estudios universitarios, me confesó en medio de su jumo en casa de un amigo en San Carlos, que él le había prometido a Dios que yo, su primogénito, iba a ser sacerdote. Yo no sé si eso fue realmente cierto (mi viejo a veces vive en medio de ese mágico realismo en que uno no sabe lo que es verdad o lo que es fantasía), pero su expresión tan sentida de su pesar al verme partir por muchos años, su cariño por mi y todo lo que podría haber existido en su corazón se salió así, de esa manera, entre una copa y la pared, entre ojos lagrimeantes y el hedor del ron en el aliento.

Muchos de nosotros, los hombres, somos conocidos por lo profundo que expresamos sentimientos tales, y otros, cuando estamos borrachos o cuando estamos perdidamente enamorados. La madre de mi primera esposa solía decir que un hombre se necesita en la casa por si hay que cambiar las bombillas. Lo que quiso decir con eso es que a veces los hombres dejan de expresar sus sentimientos y entonces se convierten en unas maquinitas de comer, de joder y de hacer el amor. Después, entrados en años, los hombres se vuelven como hermanitos de sus esposas y el amor se cambia o otra cosa. Eso depende, claro está, de dónde vengan esos hombres, porque aquí en Samaná cuando un hombre llega a los 50 es cuando comienza a tener mujeres e hijos. Aquí en Las Terrenas he conocido por lo menos a cinco hombres, ya en sus 70 años, y tienen hijos que apenas llegan ahora a los 20 y 25 años y hasta menos, después de haber procreado diez o quince más entre quién sabe cuántas mujeres.

De cualquier manera, sería muy bueno que nosotros, los machos de hombres, aprendamos a decir un poquito más de lo que sentimos. Dicen que es buena terapia y dicen que cuando hablamos más acerca de lo que sentimos de repente comenzamos dizque a sentir más, a disfrutar más, a vivir más y a vivir más contentos. Parece que hay algo de verdad en eso, a decir por el éxito que comienza a tener la película dominicana más reciente, "Un macho de mujer," que en su primera semana fue vista por más de 120,000 personas. En la película, tres machos de hombres cambian de roles y se transforman en fabulosas amas de casas, haciendo traspiés de sus antiguas costumbres. A juzgar por el éxito de la película es posible creer que, en el fondo, los hombres realmente deseamos ser más como las mujeres y que siendo así disfrutamos más de la vida.

Imagínense eso, señores y señoras.

Malas Lenguas


Si uno le cree a las malas lenguas, a este pueblo se lo va a llevar el mismísimo diablo. "Ofrézcome, te reprendo, Satanás"…dirán algunos. Yo también, pero aún me quedo con la preocupación acerca del futuro. Déjenme explicarme a continuación.

Primero, imagínense que ya se dió la noticia de que en noviembre próximo se inaugura el Aeropuerto Internacional de El Catey y que algunos vuelos comenzarán a llegar a partir de entonces (aunque oficialmente la apertura será en febrero próximo). Claro está, no todos los turistas que lleguen por El Catey vendrán para acá, algunos irán para la ciudad de Samaná, otros para Las Galeras, otros para Cabrera y una porción para Las Terrenas. En un vuelo de mediano tamaño llegan unos 360 turistas. Suponiendo que por lo menos una tercera parte vengan para Las Terrenas eso quiere decir que, por le menos, unos 120 vendrán para acá. Si llegan 2-3 aviones cada semana entonces estamos hablando de 250-300 turistas más. ¿Dónde los vamos a meter? ¿De dónde vienen? ¿Qué tipo de turistas son? Los que no se preocupan de los detalles se sentirán contentos con los que lleguen ya que a algunos, de una manera u otra, los beneficiará. Pero, señoras y señores, si hablamos de turistas "baratos," además de lo que le puedan entrar a algunos hoteles y restaurantes, los más beneficiados serán aquellos y aquellas dedicadas al comercio sexual y a la drogadicción. Quisiera pensar que eso es una exageración de mi parte, pero los que verdaderamente saben sabrán de lo que estoy hablando.

Segundo, hablemos del turista "caro," el que se espera que llegue a Puerto Bonito y al Country Club. Esos, señores y señoras, no me los imagino en el pueblo, caminando entre basura, perros, zafacones, aguas negras, ruido y el humazo de carros y motores. ¿O acaso se imaginan ustedes a uno de esos tutumpotes arriezgando su vida cruzando la calle principal o montado en un motoconcho? ¿Se lo imaginan por la Calle Duarte contemplando el espectáculo de los (por lo menos) 200 galones de agua y sangre que las carnicerías y polleras echan por los badenes casi a diario, además del agua negra acumulada de tantas otras fuentes? No, señores y señoras, esas gentes se quedarán en sus yates, cabañas y clubes del Country Club y Puerto Bonito, recibiendo los buenos servicios de un personal traído de fuera (digo eso, porque no he oído que hayan comenzado a entrenar localmente al nuevo personal que laborará en esos lugares), porque ¿de dónde saldrán 1000 nuevos empleados bien entrenados para suplir las áreas de servicio necesarias?.

Tercero, hablemos del turista dominicano, el que podrá venir de la capital en menos de dos horas cualquier fin de semana. Imaginémonos por lo menos 100 yipetas más subiendo y bajando por esa loma, por la calle El Carmen y por la Duarte. Imaginémos los nuevos problemas de tráfico y polución, de estacionamiento, de peligro en la loma y en el pueblo, de las demandas para el transporte público, de los servicios que será necesario aumentar (luz, agua, recogida de basura) y del encarecimiento resultante para el habitante local. ¿En qué sitios vamos a meter a esa gente y cómo vamos a manejar el nuevo tráfico, esos nuevos servicios y los desperdicios resultantes? Me imagino que es sólo asunto de tiempo para que aquí nadie pueda vivir.

Y, entonces, uno tiene que hacerse la pregunta: ¿dónde está la gente y líderes que están discutiendo estos problemas? ¿Dónde están los que comienzan a planificar el futuro urbano, el manejo de la basura, del trafico vehicular, del estacionamiento y de los servicios básicos? ¿Será que las autoridades edilicias han preparado comisiones en preparación para estas nuevas circumstancias, potencialmente traumáticas para todos? ¿Será que las autoridades provinciales y del gobierno central lo tienen ya todo preparado para que Las Terrenas se mantenga siendo un "paraíso," un "Montecarlo del Caribe"? ¿A quién le pica, señores y señoras, lo que va a ocurrir en este pueblo en los meses siguientes cuando tendremos un flamante country club, una flamante marina, una flamante autopista a la capital y un flamante aeropuerto internacional?

Sueno la voz de alarma: a nosotros nos va a llevar el mismísimo diablo. Y en un año de elecciones municipales nadie parece estar pensando en eso porque lo más importante ahora y por los próximos meses es ser elegido y resolver la situación partidista en la que muchos están envueltos.

Pienso que nos hace falta un diálogo, una conversación sobre planes a largo plazo, estratégicos, bien pensados y elaborados técnicamente y con visión gerencial astuta y certera. Pienso que líderes actuales y aquellos por surgir necesitan rápidamente acquirir destrezas y talentos que quizás carecen actualmente, para así poder hacer frente a los desafíos del futuro cercano. Desde mi punto de vista, pienso que primero deben aprender a hablar se entre sí mismos, a pensar en término de consenso, de visión comunitaria, de bienestar conjunto aun cuando les sea dificilísimo y les parezca antinatural el que por un momento abandonen propuestas partidistas para buscar estrategias para el bien común.

Un buen ejemplo de lo bueno y de lo malo podemos observarlo en la iniciativa de los últimos meses de hablar sobre la seguridad ciudadana. Lo bueno: ha sido eso, hablar mucho, entre muchas personas interesadas, organismos que empujan al diálogo (la secretaría de turismo y sus representantes locales, POLITUR, la Asociación Humanitaria Domínico-Europea, los dueños de hoteles y restaurantes y muchos ciudadanos mayormente extranjeros, entre otros). Lo malo: que ha sido eso, mucho hablar, que después de tantas reuniones en los pasados 18 meses han habido muy pocos resultados visibles, prácticos y transformadores. Hemos gastado horas hablando, compartiendo lo que hartamente conocemos que ocurre, oyendo las mismas quejas y compartiendo los mismos ideales. Señores y señoras, quizás es el momento ya para que nos constituyamos en comisiones de trabajo, enfocadas cada uno en áreas específicas, buscando objetivos claros y tangibles y evaluando los resultados a corto y a largo plazo. Ya basta de hablar, ahora vamos a actuar, si no todo el proceso va a perder más credibilidad. Además, no puede ser asunto de unos pocos sino de todos, incluyendo las voces ausentes de la comunidad, que aunque no vengan hay que salir a buscarlas. Más que un foro de exposición necesitamos ahora un campo de acción y hay procesos que ayudan a llegar ahí.

Claro está, yo sólo estoy hablando en voz alta ("soliloquio") y ya todos saben que aquellos que comienzan a hablar en voz alta es porque se están volviendo locos, pasan de un "soliloquio" o un "soliloquear." Entre uno y otro no hay mucho trecho. Sin embargo, sigo pensando que en lugar de hablar de seguridad ciudadana, o de lo que viene o no viene por ahí; inclusive, en lugar de hablar de las elecciones de Mayo, lo que deberíamos estar haciendo es elaborando un plan estratégico para Las Terrenas durante los próximos diez años, un plan amplio pero certero, que incluya aspectos claves de la vida comunitaria—tal como la seguridad ciudadana—pero como entes interrelacionados entre sí, no independientes el uno del otro. Y por eso, desde el ayuntamiento hasta la junta de vecinos, pasando por TODOS los partidos políticos, las iglesias, los estudiantes universitarios, los clubes de madres, el ámbito judicial, el gubernativo, el comercial, los servicios, etc., a todos se les debe dar voz, vista y oído. Entonces, cuando lleguen las elecciones, será más fácil decidir por quién votar, por aquél o aquella que sea más capaz para llevar tal plan estratégico hacia su cometido exitoso.

Sueno la voz de alarma, pero también la voz de la esperanza. Quizás no soy solamente yo, quizás otros se sientan igual. Comenzemos a hablar, comenzemos a buscarnos, comenzemos a estrategizar. Procuremos el cambio, tengamos fé, tengamos esperanza.

Dominicanos

Para saber si la piña está agria hay que darle una mordida. No importa lo bonita que se vea, no importa sus colores y olores, su tamaño y forma, lo que vale es cuando se le mete los dientes.

Algo que yo he oído mencionar mucho, tanto en la radio como en la televisión, entre amigos y de boca de muchos extranjeros, es que los dominicanos somos una gente alegre, sencilla y hospitalaria. Igualmente somos la gente más llevadera del mundo. Soportamos abusos, molestias, descortesías y maltratos como si cualquier cosa. De hecho, al mal viento ponemos mala cara y aunque ese maldito motor se nos metió en el medio, el carro nos echó lodo y el vecino me tira la basura en el mismo frente de mi casa siempre lo recibimos con sonrisa, disculpamos al ofensor y seguimos adelante.

Sugiero explicar las razones detrás de esa conducta. Primero, todos podemos recibir el calificativo de ofensores de igualdad. O sea, que no es sólo una parte de la población la que ofende al vecino, al transeúnte, o al prójimo, sino que todos lo hacemos y, por lo tanto, si tú me ofendes hoy y yo estoy destinado a ofenderte mañana es entonces mejor tomarlo de buena forma porque así, a largo plazo, resultan mejor las cosas.

Segundo, este es un pais pobre, aún en desarrollo y carente de cierta calidad en los servicios básicos. ¿Quién en este pais no ha tenido que bañarse una que otra vez con una cubeta y un jarrito? ¿Quién no ha tenido que comer a oscuras? ¿Quién no se ha tenido que montar en un motoconcho, camioneta, camión, patana y hasta burro, para poder llegar a su destino? ¿Quién no ha tenido que ir a un hospital o clínica donde no se encontró ni doctora, ni enfermera, ni medicinas para atenderlo y, por lo tanto, tuvo que salir huyendo por ahi a ver qué se hace? ¿En qué otro pais del mundo la profesión de "vivo" se reconoce como categoría oficial, reconocida oficialmente por empleadores, padres y vecinos? Cuando uno dice "ese es un vivo" es hasta un piropo. Señores, en este pais todos hemos tenido que ser "vivo" en un momento a otro, o nos hubiéramos caído muertos allí mismo.

Tercero, hay algo romántico en esa imagen del dominicano como tipo que es capaz de aguantarlo todo, de sufrirlo todo, de adaptarse a todo. El hombre busca a la mujer que no sea muy "parejera," que se meta donde hay que meterse y que prepare comida con lo que hay, usando lo que se pueda. ¿En cuál otro pais existen ciudadanos que si le dan un palo se vuelven para que le den otro palo en el otro lado de la espalda? El obrero está acostumbrado a que el jefe le robe su salario, no le dé beneficio y aún así vuelve a la misma persona para que lo engañen otra vez. El comerciante sabe que para echar pa'lante tiene que vivir cogiéndole a uno para resolverle a otro, que no hay garantía de que lo que le entregaron tiene la calidad ofrecida y que el nivel de pérdida puede ser alto, pero aún así "algo se le va a ganar."

Finalmente, nos abraza una religión común que enseña que el reino de los cielos es de los pendejos. O sea, "aguanta ahi que tu recompensa está en el reino de los cielos." A la mujer a quien el marido la llenó de moratones, "aguanta ahi que el Señor proveerá y te cuidará." Los niños que no comieron porque el papá se bebió to' los cuartos, "aguanten ahi, carajo, que aquí no hay na', salgan por ahi coñ- y encuentren algo pa comer." La mujer que tiene que "bu'cársela por ahi" para sostener a hijos, madre y su propia casa "es una santa" o una "tígera", pero, a fin de cuentas, mujer.

Este pais está lleno de gente valiente, fuerte y astuta. Puede que no sepamos leer ni escribir, pero sabemos buscárnolas. Arreglamos lo que sea, reparamos lo que sea, hacemos lo que sea, quizás mal hecho, quizás imperfectamente, pero lo hacemos. No nos ponemos con parejerías sobre si los platos están sucios o si el lugar es una pocilga; no, comemos donde quiera.

Claro está, no todos somos así. Para algunos los estándares son mucho más altos, las expectativas diferentes; y algunos que "ascendieron" de escala socio-económica jamás en la vida pueden volver atrás. Ese hombre que ya dejó de ser obrero tiene que buscársela para asegurarse de que nunca más vuelva al lugar de donde salió. Esa mujer que era pobre y ahora es de clase media no puede permitirse lavarse y secarse el pelo ella sola, tiene que ir al salón, emplear a una doméstica para que limpie los sanitarios y cocine y para que cuide a los niños. Con nuestro progreso hacemos malabares, para buscar la mejor vida posible, para darnos el gusto de mostrar lo que tenemos y para, claro está, disfrutar lo más que podamos.

Entre lo que vemos entre los dominicanos aquí y lo que existe realmente entre todos los dominicanos hay un largo trecho. O sea, que hay de todo, en todas las variedades habidas y por haber y en todas las formas y colores. Somos una sociedad muy compleja, mordida dolorosamente entre clases sociales y castigada sin piedad por el vaivén de corrientes partidistas. Al fin y al cabo, todos sí buscamos lo que buscan todas las personas alrededor del mundo—la felicidad, la tranquilidad, la satisfacción de nuestros deseos más profundos. Que algunos vivamos engañados es una cosa, lo cierto es que la búsqueda en una sola, es universal y se nos presenta de diversas maneras.

A ti, compatriota dominicano/a te saludo de corazón. Claro está, hay mucho que podemos hacer aún para mejorarnos a nosotros mismos y para aprender a aumentar nuestra calidad de vida; pero, al abrir los ojos cada día veo héroes y heroínas enfrascados en la lucha nuestra de cada día, brindando apoyo y fuerzas al débil, escuchando al que necesita hablar, compartiendo con el que busca compañía, sirviendo al más debil. A mi alrededor, veo grandes esperanzas y amplios sueños y veo a tanta gente con tanto amor. Sobretodo veo mucha belleza en alma y corazón. Tengo fe en mi gente y creo que de lo mejor que tenemos seguiremos dando. ¡Salve pueblo dominicano!

Don Pablo

Francamente es casi imposible saber cuándo le va a tocar a uno morirse. Por ejemplo, miren lo que ocurrió a don Pablo. Conocí a don Pablo hace exactamente 30 años cuando yo internaba como capellán en un hospital en Mayaguez, Puerto Rico. La esposa de don Pablo, doña María, estaba muy enferma y cada mañana a las 8, cuando hacía mis rondas, iba primero a su habitación. Eran una parejita lindísima. Siempre encontraba a don Pablo peinando la larga cabellera gris de su esposa. Lo hacía con tanto amor y cuidado, como si el cabello hubiese sido de perlas preciosas y frágiles a las que sólo se podían tocar con sumo cuidado.

Me acuerdo como ahora que era martes en la mañana, el día en que don Pablo se iba a San Sebastián, donde vivían, a lavar la ropa de su esposa. El salía justo al momento cuando yo llegaba a la habitación y lo último que le escuché decir a doña María fue, "ya regreso amorcito, tan pronto termine ya regreso." A mi me susurró, "yo no quiero dejarla pero regreso ya mismo." Don Pablo subió al ascensor y desapareció piso abajo.

Mientras don Pablo iba a lavar la ropa su esposa murió. Me llamaron las enfermeras y enseguida les indiqué que tan pronto sintieran que don Pablo llegaba al piso que me llamaran. Desde mi oficina que quedaba al final del corredor ví cómo, exactamente a la una de la tarde, don Pablo salió del ascensor y rápidamente se dirigió a la habitación de su esposa con la ropa limpia en las manos. Y así como entró de rápido así mismo salió. Yo llegué a la estación de enfermeras justo cuando don Pablo, sus ojos llenos de lágrimas y temiéndose lo peor, le preguntaba a las enfermeras, "¿dónde está nanita, dónde está nanita? Así llamaba cariñosamente a su mujer.

Yo lo abrazé y le pedí que me acompañara a mi oficina. Habían menos de 100 pasos entre la estación de enfermeras y mi oficina y durante cada uno de esos pasos don Pablo susurraba entre sollozos "ay, mi nanita; ay, mi nanita." A mí se me partía el alma. Yo había visto morir a mucha gente ese verano, recuerdo todos los muertos de cáncer, incluyendo a la hermosa Josefina, una jóven de apenas 14 años con un cáncer duodenal irremisible; a los cuatro hijos de la familia Suárez, gente muy rica, que llegaron hechos pedacitos por causa de un accidente automovilístico; a Márgara, cuyo bebé falleció en el parto; y a don Ricardo, fallecido a consecuencia de un infarto fulminante. También me acuerdo de aquella pierna, fuerte y saludable, que me enseño el patólogo mientras me decía sosteniéndola en sus manos, "una pierna tan fuerte y tan bonita, y desperdiciarla así." Se trataba de un accidente de motor sufrido en la bajada de Bella Vista. Yo me las pasaba toda porque era a mí a quien le tocaba compartir las malas noticias con los familiares y hacer los últimos arreglos de lugar.

Pero ninguna de esas increíbles situaciones se me pareció a la de don Pablo. Tan pronto llegamos a la oficina el hombre se me tiró en el piso, comenzó a patalear, a darse en el concreto sólido con la cabeza mientras gritaba "yo quería irme primero, yo quería irme primero." En esos momentos a uno se le entra una cosa que no se puede parar. Abandonando mi rol formal y especializado, yo lo cogí en mis brazos, lo abrazé y llorando juntos le decía "se nos fue llena de su amor, don Pablo, usted le dió su amor como un tesoro y ella se nos fue cargarida de amor." En unos minutos se quedó dormido en mis brazos. Cuando despertó fuimos a la morgue a ver a su nanita. Ya parecía más consolado, todavía la miraba como si por los ojos se pudieran transmitir 70 años de felicidad compartida. Nanita murió a las 88 años y don Pablo tenía 86. Se casaron cuando ella tenía 18 y él 16 y nunca se habían separado el uno del otro. Procrearon 11 varones y adoptaron 3 niñas. Ocho de sus hijos habían muerto primero que ellos.

Don Pablo me regaló algo muy especial. La peineta que había usado esa mañana para peinar la cabellera gris y sedosa de su nanita. Estuvo 20 años conmigo hasta que se desapareció en una de mis mudanzas.

¡Voten por Yo!

¡Voten por Yo! ¡Voten por Yo! Soy el mejor, el único y el más bueno. Voten por YO porque YO me lo merezco.

En primer lugar YO soy totalmente honesto. Si alguna vez YO me quedé con dinero o propiedades de alguien, o si YO no he manejado bien mis cuentas, no ha sido con mala intención, fueron las circunstancias de la vida. Les juro que mi corazón y mente están limpios y de que YO soy capaz sólo de hacer el bien.

Segundo, es cierto que mi hablar es un poco limitado y que YO ni leo ni escribo bien, pero el público que me apoya me entiende y se identifican conmigo por esas mismas razones. Aunque no me guste leer o escribir, aunque YO me encuentro esta misma columna un poco larga (realmente muy larga), YO sigo creyendo que YO soy el mejor candidato para traer la educación a este pueblo que tanto la necesita. YO voy a construir escuelas técnicas y dirigir campañas de alfabetización para que todos los terreneros puedan mejorar su vida. Por favor no hagan caso a los horrores ortográficos en mis letreros o mis horrores de dicción al hablar, es que siempre YO ando muy apurado, la gente me atacan mucho y en campaña política es muy difícil hacer mejor de ahi.

Tercero, también quiero decirles que YO he cambiado mucho. Fíjense que YO vivía dándome tragos, YO tenía unos liítos por la izquierda y YO tuve que meterme en deuda, pero todo eso ya pasó. Inclusive, YO ya no tiro basura en la calle, mis papelitos y botellitas van directicos al zafacón. Ni YO hago ruidos innecesarios ni llevo una pistola al cinto. Tanto es así que en apego fiel a la ley YO he prohibido totalmente que mi equipo de promoción utilice las camioneticas esas anunciendo mi nombre YO, repitiéndole sin tin si non, a ritmo de bachata, de merengue y de regetón. YO sé que algunos de los que me apoyan son tan fanáticos que todavía lo hacen. Perdónenlos que es porque están en campaña, pero tan pronto YO sea elegido todo eso va a cambiar y YO voy a comenzar a prohibir todas esas vagabunderías. Señores, es que cuando entra la política nosotros los YO dominicanos, sobretodo los YO terreneros, somos altamente creativos y como llevamos la musiquita por dentro tenemos que inventarnos algo, no sólo la música sino también los colores. Por eso es que postes, paredes y casas llevan mis YO colores. Pero eso sí, cuando voten por YO y tan pronto YO salga elegido YO seré un fiel guardián del medio ambiente.

Cuarto, YO prometo que se acabarán los hoyos en las calles, los badenes mal hechos y los obstáculos en las aceras. Y Las Terrenas dejará ser una Villa de Caliche. Y voy a trabajar para mejorar las calzadas. YO mismo me he caído ya como diez veces en las pistas de obstáculos que llamamos calzadas. Aunque YO llevo la frente guayada con todos los cables, letreros y zinc que cuelgan sobre las calzadas, YO les prometo que eso YO lo voy a cambiar tan pronto YO llegue a la silla, para que nuestro pueblo sea también un pueblo para los transeúntes, no sólo para los motoristas. A los primeros que YO les voy a jalar los moños va a ser a esos extranjeros locos que andan por ahi montados en quads y yipetas como si tuvieran en una selva. Si no se arreglan YO los montaré en el avión y los mandaré al mismo sitio de donde vinieron.

Quinto, cuidado del que piense de que YO no soy una persona capaz. YO soy el mejor de todos, YO soy el mejor estratega, YO soy el mejor gerente, YO soy el mejor orador, YO soy el más convincente, YO soy el que mejores recursos tiene. Aunque algunos piensen que YO he engañado a algunas gentes, extranjeros y dominicanos, YO voy a ser el líder más honesto en la historia de este pueblo. Es cierto que YO doy botellas de ron, botellitas y fundidas de agua, sacos de arroz, planchas de zinc y madera para todo el que quiera, que YO construyo canchas y YO edifico puentes. Y si todo eso YO lo puedo hacer ahora, imagínense lo que YO podré hacer cuando YO sea elegido por este pueblo.

Sexto, señores, para qué esperar más. Es más, no hay ni que esperar para el 16 de mayo ni mucho menos para el 16 de agosto. Háganme su líder por proclama popular y si eso no se puede entonces hagan lo que todo terrenero en sano juicio debe hacer. Voten por el mejor, por el más sabio, por el que va a cambiar todo, por la mejor oferta, por las mejores promesas, por la mayor capacidad, por la mayor esperanza, por el mejor historial, por el ejemplo más grandioso, por el de mayor integridad, por el más amistoso, por la sonrisa más abierta, por el más dadivoso, por el que ha construído más canchas, por el que ha repartido más cuartos, por la verdadera esperanza en carne y hueso de nuestra gloriosa Las Terrenas.

Y, finalmente, señores, aunque no lo parezca, YO soy de Samaná, de aquí mismitico de Las Terrenas. Sucede que mi tatarabuelo era de aquí y aunque mi familia se fue para otros sitios YO regresé al lugar de mi origen sanguíneo. Por eso YO creo que debemos cerrarle las puertas a todo el que no es de aquí. YO grito y declaro a viva voz, "Las Terrenas para los Terreneros. Que se vayan todos los otros pa'l cachimbo." Eso de que es mejor buscar la diversidad, la pluralidad, la multiculturalidad es el discurso de los que quieren abusar de nosotros. La prueba de un buen candidato es tener un nombre como YO, terrenero y los que no lo tengan que cierren campaña porque todo el mundo sabe que los terreneros sólo votan por terreneros, que los terreneros votamos en familia y que aunque nos cambiamos para aquí y para allá acabamos votando por nosotros mismos. Terrenero, YO soy to voz, YO soy tu sangre, YO soy to corazón, YO soy to brazo y tus pies, YO soy un hijo de esta tierra, de aquíٕ no me saca nadie y YO soy el mejor. Terrenero, vota por YO.

Lavando en el Río

Cimbapo ci li peka; ci li kutima ku cimbipo.
"No vale la pena tratar de cambiar la mente de un testarudo."
Proverbio de los Umbumdu de Angola (Africa)

Hace varios años estaba en Namibia, en el sur del continente africano, conversando con una colega quien me contó una de esas historias que guardan lecciones para toda una eternidad.

Me relataba que a una comunidad que conocía le llegó una voluntaria a trabajar en la escuela de la aldea. La voluntaria daba clases de inglés, colaboraba con los grupos de madres y prestaba apoyo a otras iniciativas comunitarias. La voluntaria había observado que las mujeres iban dos veces a la semana al río a lavar sus ropas y dentro de poco comenzó a pensar que era una pérdida de tiempo muy grande. Sólo compartió sus sentimientos con un par de personas las cuales, como era de esperarse, lo compartieron con otras tantas personas y, dentro de poco, pues la gran mayoría de la gente ya sabía sobre lo que ella pensaba.

Nada de importancia ocurrió durante las primeras semanas de estadía de la voluntaria, pero un día, en una reunión comunitaria, la voluntaria explotó. En medio del público comenzó a criticar la costumbre, argumentando que las mujeres gastaban demasiado tiempo lavando unas cuantas piezas de ropa, que debían pasar más tiempo trabajando en otras alternativas para ganarse su sustento y de que le estaban dando un muy mal ejemplo a las niñas y señoritas de la aldea quienes debían aprender de sus mayores mejores hábitos de trabajo y de vocación.
Todos se sintieron un poco transtornadas y hasta ofendidos por la situación sobretodo tratándose de una persona que no era de ahí, pero no dijeron nada, sólo que salieron del lugar frustrados y acongojados un poco.

La voluntaria sintió que había cumplido con su deber de "decir la verdad," de advertirles sobre un mal que dañaba, según ella, el porvenir de la comunidad y de haber cumplido con lo que ella sentía era su deber como participante activa en el bienestar de la comunidad.

Nada nuevo ocurrió hasta varias semanas más tarde cuando una de las mujeres de mayor edad vino a visitar a la voluntaria a su casa. Se sentaron a compartir una taza de té y a charlar un poco. La señora charlaba con ella de varias cosas y entre esas cosas le relató sin mayor importancia lo que había ocurrido ese día en el río, mientras las mujeres lavaban sus ropas. Le decía de la madre que mientras le lavaba el pelo a la hija que se iba a casar pronto también le hablaba sobre cómo mantener la vida familiar, como tratar a su esposo y cómo prepararse para tener hijos. También de cómo algunas mujeres hablaban de la cosecha de café que iban a recoger y de que debían llevar la cosecha a vender a otra aldea porque recibirían mejor precio. También compartieron sus opiniones sobre el jefe de la aldea que recientemente se había casado con su tercera esposa, una mujer 20 años más joven que él y simpatizaban con los sentimientos de la primera esposa que no estaba muy a gusto con la situación. Le relataba también sobre el hijo de una de las mujeres, que había sido enviado al ejército y quien viviría durante el tiempo de su servicio militar en otra aldea, en medio de otro grupo étnico que hablaba un idioma diferente y tenían costumbres diferentes.

En fin, la señora compartió esas y muchas otras cositas que ocurrieron mientras las mujeres lavaban sus ropas. Luego la señora se fué. La voluntaria se quedó en su casa pensando un poco. Poco a poco sintió que su mente y corazón se preñaban con nuevas impresiones e ideas, hasta parir de sopetón todo un arcoiris de profundos sentimientos, algunos de dolor y congoja y otros de comprensión sin igual.

Mi colega me dijo que la voluntaria le confesó más adelante que lo que ella comenzó a sentir era algo nuevo y diferente, porque poco a poco ella comenzó a entender lo que realmente ocurría en el río, mientras las mujeres lavaban sus ropas. Era cierto que las mujeres podrían lavar sus ropas en menos de una hora, pero "ir al río" no era solamente para lavar ropas. Allí, entre piedras y estanques, bajo las sombras de las grandes árboles y en medio del canto, risas y juegos de niñas y jovencitas, las mujeres compartían entre ellas sus vidas, sus sueños, sus necesidades y sus realidades. Allí se mantenían todas informadas, se solucionaban problemas, se compartían recursos, se daban consejos, se aconsejaban entre sí sobre cómo proceder con esposos y con hijos, se enseñaban cómo manejar mejor sus recursos, cómo compartir sus enseres de la casa cuando habían necesidades especiales y cosas por el estilo. Allí se tomaban decisiones que los esposos nunca se enterarían, se tomaban medidas y se solucionaban problemas que sólo ellas sabían; por encima de todo, allí en el río, entre enjuagues y enjuagues, se conocía un mundo paralelo a la vida de la aldea, un mundo tal sin el cual la aldea realmente no hubiera podido existir.

Esa comprensión le llegó a la voluntaria como le llega a uno una calentura desde dentro hacia afuera. Fue algo incontrolable, como un vómito inesperado, colvulsionando las entrañas, los tuétanos y los huesos. Y cuando todos los tremores hubieron pasado la voluntaria nació a una nueva realidad de sí misma, de dónde estaba y de lo que estaba sucediendo.

Al día siguiente cuando las mujeres de la aldea llevaban sus bateas para lavar al río la voluntaria las acompañó. Ese día ella nació a un mundo nuevo de comprensiones, de dichas y pesares compartidos, de sueños y realidades comunes y de esperanzas a flor de piel en cada una de ellas. De ahi en adelante nadie la podía sacar del río cuando las mujeres iban a lavar sus ropas.

Tal como esa experiencia, hay muchas realidades en la vida que nos llegan en un gotero, recibiéndolas gota a gota, para que no nos haga mucho daño. Las grandes sentimientos se suelen "parir," y casi siempre vienen acompañados de dolores de parto; de la misma manera, una vez paridos producen mucha felicidad, porque vemos el comienzo de una nueva vida interior, un nuevo sentir, un nuevo respeto y una mejor comprensión.

Comienzos

Los comienzos y los finales son muy difíciles. Comenzar una amistad, un noviazgo, un negocio, una construcción son ejemplos de comienzos que pueden ser difíciles porque conllevan establecer confianza, tomar decisiones, abandonar a veces viejas costumbres y empezar unas nuevas. Terminar una relación, una etapa en la vida, una esperanza o un sueño son ejemplos de finales difíciles porque conllevan a veces cambios bruscos, a veces inesperados, pérdidas de confianza y de esperanza y hasta de valor personal.

Por naturaleza al ser humano le gusta la estabilidad, que las cosas continúen siendo como siempre han sido, ver siempre el mismo panorama, las mismas cosas, las mismas costumbres, las mismas expectativas y el mismo andar. En otras palabras, la rutina de siempre. Imagínense que llegue la hora de comida y cuando usted se sienta a la mesa para llenar los buches con arroz y habichuelas, se le aparecen con piernas de sapo fritas. Yo estoy seguro que lo primero que se le ocurriría sería un par de malas palabras. O, quizás, si usted espera a su novio en casa y llega tarde porque, dizque, le estaba haciendo ojo bonito a una vecina coquetísima que se acaba de mudar al lado. Yo estoy seguro que lo primero que se le ocurriría sería decirle al novio que se regrese por donde vino y que se vaya a seguir ayudando a mudarse a la nueva vecina por el resto de su vida.

Otra de las cosas más difíciles es cuando los hijos comienzan a tomar decisiones por cuenta propia. Ya no es ni mami ni papi los que deciden, si no ellos mismos. Algunos padres no pueden aguantar eso, o sea, no pueden aceptar el cambio de que sus hijos e hijas son ya entes independientes. Quieren seguir manteniéndolos debajo de la falda materna o de la correa paterna cueste lo que cueste.

Pero, quizás lo más difícil de la vida es abandonar un sueño. Uno de esos sueños acariciados de cada día, los que uno se repite de día y de noche, pasándoles la mano del deseo por su cabecita y, a veces, hasta echándoles una que otra lagrimita para que nos sepan más a realidad. Puede ser el sueño de casarnos con una persona que consideramos especial, de llegar a una mejor posición en el trabajo, de conseguir una buena ventaja comercial, o de ganar unas elecciones. En todos esos casos se invirtieron tantas energías, esperanzas, deseos, recursos, emociones y hasta una partecita de nuestro ser. Es duro tener que abandonar el sueño, saber que no se nos dio, que ese noviecito o noviecita escogió a otra persona, que ese negocio no se dio, que no hay esperanza de avanzar en el trabajo y que, como acabó de suceder recientemente, que los votantes no nos favorecieron sino que escogieron a otros.

Cuántas veces el amante o la amante, el esposo o la esposa, se repite constantemente que “las cosas van a cambiar,” “él va a cambiar,” “ella va a cambiar.” Con el tiempo se descubre dolorosamente que el cambio no viene, que era sólo el fruto de nuestra imaginación, esa lucha constante por mantener la estabilidad de nuestros pensamientos, las creencias que nos sostienen y nos dan de dónde aferrarnos. Señores, es duro cuando el piso donde estamos parados se nos hunde y caemos al vacío desconocido. ¿Qué vamos a hacer? ¿Hacia dónde iremos? ¿Quién nos va a ayudar? El peor de los miedos no es el que ya conocemos sino el que nos falta por descubrir.

La verdad es que cuando se nos presentan cambios inesperados y sentimos que nos va a tragar la tierra es la mejor manera de descubrir nuestros temores ocultos, los que a veces tememos revelarnos a nosotros mismos. Aunque algunos sueños terminen contrario a como los esperábamos, siempre hay nuevas noches para soñar otra vez. Y también nuevos días. En realidad, a veces los sueños no realizados son puertas ocultas a través de las cuales podemos transitar hacia horizontes inesperados y hasta insospechados, pero igualmente productivos y felices. Yo estoy igualmente seguro que cualquier persona a la que se le haya truncado un sueño muy pronto descubrió que existen otras realidades paralelas, que la visión de túnel—esa percepción de que las cosas sólo pueden ser de una manera, la nuestra—era un simple engaño de nuestra imaginación, un cruel espejismo, una adivinanza fortuita.

Los cambios, o sea, cuando las cosas dejan de ser como siempre han sido para nosotros, o cuando las circunstancias cambian y se colocan fuera de nuestro control, pueden ser muy difíciles y traumáticos. Sin embargo, el cambio es la constante más permanente en la existencia humana y en la naturaleza, lo que pasa es que nuestros ajustes al cambio ocurren de manera imperceptible; o sea, que no nos damos cuenta de lo bien que nos estamos ajustando. Así como nos atemorizan los cambios así también tenemos dentro de nosotros las capacidades para lidiar con ellos.

Cuando le pongan patas de sapo fritas en su mesa, diga las dos malas palabras que le salen por la lengua, pero también atrévase a probarlas y así se dará cuenta de que, después de todo, también saben a pollo frito.

Cazadores

Junio 5, Día Mundial del Medio Ambiente.—En las profundidades de las selvas de Ecuador, vivió un grupo de gente cuya sociedad se basaba en el asesinato. Durante siglos mantuvieron sangrientas guerras de venganza, cortando la cabeza de los enemigos que mataban. Sus rituales de reducción de cabezas impresionaron al mundo.

Ellos se hacían llamar simplemente "humanidad", en su lenguaje: "el Shuar". Sus vidas eran un interminable ciclo de violencia, una eterna lucha de sangre de vecinos contra vecinos, un mundo dominado por las inapelables leyes de la venganza. En este violento cosmos, los despiadados enemigos se mataban unos a otros a lo largo de los oscuros caminos de la selva y la supervivencia dependía de quien obtenía primero la cabeza del enemigo.

Para los shuar el coleccionar cabezas humanas era una verdadera obsesión. No se les consideraba hombres a menos que obtuviesen una cabeza como trofeo a los 10 u 11 años de edad. Creían que su propia fuerza masculina y virilidad tenía que ver con el hecho de salir y matar a alguien. Pensaban que el poder adquirido venía de la cabeza de aquel a quien asesinaban.
Los shuar creían que el mundo a su alrededor no era más que un pálido reflejo de una realidad más profunda, un mundo espiritual más allá de lo que podían percibir los sentidos. Para buscar esa realidad, los shuar se convirtieron en expertos en la utilización de las plantas alucinógenas, que crecían en la selva que los rodeaba. Tan arraigada estaba su creencia en un mundo espiritual superior que los shuar incluso le daban alucinógenos a sus niños para mostrarles esta realidad. Cuando un joven llegaba a la pubertad sus representantes lo consideraban preparado para una escalofriante y agotadora prueba. A ningún shuar le era permitido hacer el amor a una mujer hasta no haber pasado este desgarrador rito.

Los shuar creían que cualquiera que tuviera un alma arutam no podía ser asesinado. Sin embargo, el poder del arutam comenzaría a desvanecerse en pocas semanas. Para conservar su arutam el hombre shuar debía cortar la cabeza de un enemigo. La cacería de cabezas era un ataque sencillo y despiadado. Los shuar atacaban sin avisar, generalmente de madrugada. Sus objetivos eran clanes enemigos u hombres sagrados sospechosos de brujería. Los mayores y más experimentados jefes iniciaban a los jóvenes en las tácticas de la cacería de cabezas. Frecuentemente obligaban a sus víctimas a salir al descubierto prendiendo fuego a sus viviendas. Cuando los adormilados y asustados habitantes huían de las llamas los cazadores de cabezas los mataban; hombres, mujeres y niños, jóvenes y viejos.

Cuando la matanza terminaba, los shuar no perdían tiempo en celebraciones. Se apresuraban a regresar a sus casas cargando consigo las cabezas del enemigo. Creían que las muertes habían desatado una nueva y más temible fuerza: las almas en pena de sus víctimas sedientas de venganza. Para protegerse de estos espíritus vengadores, los asesinos debían realizar uno de los más misteriosos rituales de la humanidad...

Los científicos de la época se preguntaban acerca de las técnicas de reducción de cabezas. La primera presentación de una cabeza reducida a una sociedad científica fue en 1862, esto fue en la Sociedad Antropológica de París. Cien años más tarde, el Occidente había aprendido mucho más acerca de la reducción de cabezas.

Un concepto errado muy común con respecto a las cabezas era que se reducían con el cráneo y todo. Es un hecho que un cráneo humano no puede reducirse, es hueso sólido así que ello no sería posible. La solución para esto era bastante simple: la cabeza era separada del cuerpo y se efectuaba un corte que se hacía, usualmente, desde la parte trasera del cráneo hasta la coronilla, entonces la piel era despegada. En ese punto el cráneo ya no tenía ninguna utilidad así que era sencillamente desechado. Luego, comenzaba el proceso de sumergir la cabeza en agua próxima a hervir. El secreto era en dejar que el agua no hirviese totalmente, pues el cabello se dañaría y caería. Después de retirar la cabeza del agua próxima a hervir, se volteaba, y varias piedras calientes eran colocadas dentro de ella. Entonces estas eran removidas cuando se enfriaban para luego sustituirlas por otras nuevas y finalmente por arena caliente. Este proceso continúa reduciendo la cabeza y la seca. Luego la cabeza es suspendida sobre una hoguera humeante en la que se seca y reduce más su tamaño. Tan pronto la cabeza ha sido colgada y secada es de aproximadamente la mitad del tamaño de una cabeza humana normal.

En los años 1970, gracias a unas leyes promulgadas por el gobierno, la cacería de cabezas llegó a su fin. Una forma de vida de miles de años de antigüedad había desaparecido. La cacería de cabezas fue víctima de la modernización. Muchos temen que los mismos shuar sean las próximas víctimas.

En años recientes las principales selvas del Amazonas se encuentran bajo el feroz ataque de un nuevo y mortal enemigo: la codicia del mundo industrializado. Cada año, 42 millones de acres de selva desaparecen para siempre (un acre contine 3,000 metros cuadrados, o casi cinco tareas dominicanas). Como sus antiguos predecesores, los shuar de hoy en día están luchando por sobrevivir, pero con una estrategia totalmente diferente. El plan de batalla de la nueva generación shuar es pedir a los visitantes que los ayuden en sus luchas por salvar sus tierras y su antigua cultura antes de que ambas sean destruidas.

¿Podría ser que esta gente antigua nos recuerde algo que debido a nuestro gran poder hemos olvidado? Muchos conocedores piensan que sí. Los shuar nos dicen que no debemos ver al mundo como algo para usar y del cual abusar. Debemos verlo como parte de nosotros, el medio ambiente no esta afuera de nosotros, es lo que somos. [Fuente e información más completa sobre los "cazadores de cabeza" aparece en http://www.geocities.com/mysteryplanet2/CA/shuar.htm.]

Sísifo y el Fénix

  LA DESGRACIA DE SÍSIFO Y LA PROMESA DEL FÉNIX (Escrito en el 2009) Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas. T...