Todo el mundo tiene una idea de lo que se debe hacer en Las Terrenas.
Tráfico. Turismo. Basura. Corrupción. Delincuencia. Desarrollo. Educación. Medio ambiente. Playa. Deportes. Política. Impuestos. Hoteles. Villas. Restaurantes. Bares. Iglesias. Sindicatos. Carreteras. Puentes. 60 metros. Juventud. Salud. Niñez.
Y muchos, muchos más.
Esa búsqueda incesante de soluciones me recuerda el mito de Sísifo.
En la mitología griega, Sísifo fue fundador de Corinto y promotor de la navegación y el comercio. También era avaro y mentiroso, recurriendo a medios ilícitos entre los que se contaba el asesinato de viajeros y caminantes para incrementar su riqueza.
Sísifo tuvo fama de ser el más astuto de los hombres. Cuando Hades, el dios de la muerte, fue a buscarlo, Sísifo lo engañó y le puso grilletes, por lo que nadie pudo morir hasta que Hades fue liberado y la gente comenzó a morir de nuevo.
Después de un par de otras tretas y engaños, finalmente Sísifo fue condenado en el infierno a empujar una enorme piedra cuesta arriba, pero cada vez que llegaba a la cima de la colina la piedra siempre volvía a rodar hacia abajo y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio. El pobre Sísifo se pasa toda la eternidad empujando esa piedra cuesta arriba, sólo para tener que empujarla de nuevo cuesta arriba, y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo…
A veces me parece que la búsqueda constante de soluciones a los problemas de Las Terrenas se asemeja a la labor constante de Sísifo: subir la piedra y luego volver a tener que subirla; subir la piedra y luego volver a tener que subirla. Parecería que la piedra nunca tiene descanso, ni tampoco lo tiene Sísifo.
¿Por qué tenemos que sufrir constantemente los problemas que tenemos? Porque los problemas se han intentado resolver por medio de engaños y subterfugios, por medio de posposiciones e improvisaciones, por medio de irresponsabilidades y excusas. No importa en la dirección en que vayamos siempre volvemos al punto de origen y el problema vuelve a repetirse, vuelve a repetirse, vuelve a repetirse.
La alternativa al constante retroceso causado por la repetición de errores es la creación de procesos de cambio cuya finalidad sea descubrir, entender y resolver las áreas críticas en la comunidad con el fin de establecer sistemas de eficiencia y calidad en servicios, programas y en la toma de decisiones.
Hay otro mito igualmente significativo, el de Fénix. Cuenta la leyenda que el Fénix vivía en el Jardín del Paraíso, y estaba anidando en el rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró saltó una chispa y prendió el nido del Fénix, haciendo que ardieran éste y su inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, siendo el más destacado la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas. Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía, no se sabe si por el fuego que él mismo provocaba o por causa accidental. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo el mismo ave Fénix, siempre única y eterna. Esto ocurría cada 500 años. Según el mito, se le añaden otros dones, como el de la virtud de que sus lágrimas fueran curativas.
Para el ser humano, el Fénix ha sido un símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación, el principio femenino chino o yin y la inmortalidad. Este animal renace de sus cenizas demostrando su fuerza interior.
En Las Terrenas debemos descubrir nuestra fuerza interior, aprendiendo a renacer a un nivel de excelencia en todos los aspectos de vivencias comunitarias. La posibilidad es inspiradora.
Tráfico. Turismo. Basura. Corrupción. Delincuencia. Desarrollo. Educación. Medio ambiente. Playa. Deportes. Política. Impuestos. Hoteles. Villas. Restaurantes. Bares. Iglesias. Sindicatos. Carreteras. Puentes. 60 metros. Juventud. Salud. Niñez.
Y muchos, muchos más.
Esa búsqueda incesante de soluciones me recuerda el mito de Sísifo.
En la mitología griega, Sísifo fue fundador de Corinto y promotor de la navegación y el comercio. También era avaro y mentiroso, recurriendo a medios ilícitos entre los que se contaba el asesinato de viajeros y caminantes para incrementar su riqueza.
Sísifo tuvo fama de ser el más astuto de los hombres. Cuando Hades, el dios de la muerte, fue a buscarlo, Sísifo lo engañó y le puso grilletes, por lo que nadie pudo morir hasta que Hades fue liberado y la gente comenzó a morir de nuevo.
Después de un par de otras tretas y engaños, finalmente Sísifo fue condenado en el infierno a empujar una enorme piedra cuesta arriba, pero cada vez que llegaba a la cima de la colina la piedra siempre volvía a rodar hacia abajo y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio. El pobre Sísifo se pasa toda la eternidad empujando esa piedra cuesta arriba, sólo para tener que empujarla de nuevo cuesta arriba, y de nuevo, y de nuevo, y de nuevo…
A veces me parece que la búsqueda constante de soluciones a los problemas de Las Terrenas se asemeja a la labor constante de Sísifo: subir la piedra y luego volver a tener que subirla; subir la piedra y luego volver a tener que subirla. Parecería que la piedra nunca tiene descanso, ni tampoco lo tiene Sísifo.
¿Por qué tenemos que sufrir constantemente los problemas que tenemos? Porque los problemas se han intentado resolver por medio de engaños y subterfugios, por medio de posposiciones e improvisaciones, por medio de irresponsabilidades y excusas. No importa en la dirección en que vayamos siempre volvemos al punto de origen y el problema vuelve a repetirse, vuelve a repetirse, vuelve a repetirse.
La alternativa al constante retroceso causado por la repetición de errores es la creación de procesos de cambio cuya finalidad sea descubrir, entender y resolver las áreas críticas en la comunidad con el fin de establecer sistemas de eficiencia y calidad en servicios, programas y en la toma de decisiones.
Hay otro mito igualmente significativo, el de Fénix. Cuenta la leyenda que el Fénix vivía en el Jardín del Paraíso, y estaba anidando en el rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró saltó una chispa y prendió el nido del Fénix, haciendo que ardieran éste y su inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, siendo el más destacado la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas. Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía, no se sabe si por el fuego que él mismo provocaba o por causa accidental. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo el mismo ave Fénix, siempre única y eterna. Esto ocurría cada 500 años. Según el mito, se le añaden otros dones, como el de la virtud de que sus lágrimas fueran curativas.
Para el ser humano, el Fénix ha sido un símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación, el principio femenino chino o yin y la inmortalidad. Este animal renace de sus cenizas demostrando su fuerza interior.
En Las Terrenas debemos descubrir nuestra fuerza interior, aprendiendo a renacer a un nivel de excelencia en todos los aspectos de vivencias comunitarias. La posibilidad es inspiradora.
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