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martes, 6 de septiembre de 2011

"Es Tan Difícil"

Hola Marcos:
            Te escribo esta carta porque, francamente, a esta altura del juego ya no sé qué mas hacer.  Cuando varios meses atrás me prometiste el cielo y la vida no te tomé en serio porque, ¿a quién se le ocurre ofrecer tales cosas?  En tus ojitos verdi-azules noté ese tono ensoñador de los que saben muy poco de la vida, o sea, de la vida que vivimos aquí.  Yo sé que conoces de la vida, después de todo no naciste ayer y, de hecho, tienes más años que yo.  Pero mi vida ha sido dura, muy dura, muy pobre, muy jodida, lo que me hace una persona menos confiada, más cuidadosa y menos soñadora.

            Esto no quiere decir que no tenga mis sueños y mis decepciones. Me acuerdo de las muchas veces que me quería ir, lejos de ti, de tus abrazos, de tu salamería, de la melcocha de tus besos espantados por el calor del mediodía sobre sábanas que no aguantaban un sudor más.  Después de esos momentos de estupor, de verte bajo el peso de mi cuerpo suspirando vanamente los placeres con los que te engañaba, terminaba volviendo mi rostro hacia la pared para no ver más en tu rostro la satisfacción que a mi misma me hastiaba.  Hubiese querido que fuese “mi primera vez” con un enamorado, pero no, Marcos, ya han sido cinco, séis, diez, o más y tú tampoco has podido marcar sobre mi cuerpo la herida mortal del amor para siempre.  

            No me siento culpable porque no te he dejado solo, porque cada noche que vengo donde ti me entrego, siguiendo melodiosamente tus caricias y comportándome como el cocotero del patio bajo la brisa, extendiendo mis brazos para acompañar el movimiento incansable de tus labios sobre mis pechos.  Confiesas que tengo la piel más dulce y más suave que jamás hayas conocido.  Ay, mi Marcos, te puedo llevar a cualquier barrio en Las Terrenas y vas a descubrir que en cada calle hay veinte o trenta chicas como yo, cada uno prometiendo piel de melao y suavidad de seda entre pecho y pecho.  ¿A quién quieres engañar?  Será a ti mismo, porque hace años que a mi ya no me engaña nadie, ni siquiera el padre de mi hija quien fue el primero que me enseñó que no hay tal cosa como  una mentira amarga.  Todas son dulces, las que te dicen al oído o en los callejones, en susurros o en maldiciones.  Hasta los engaños repetidos cada noche son endulzados con melao aunque al amanecer tengan sabor de trapo viejo en la boca.

            Marcos, Marcos, párate ahi, devuélvete, móntate en la guagua y súbete en el avión.  Regresa a tu pais, llévate en tus maletas el recuerdo que creaste para satisfacer tus propias fantasias.  De aquí no me saca nadie, ni sueños ni promesas, ni yola ni Yolanda, ni dólares ni Dolores, ni visas ni Euros.  Cuando llegues allá mirarás atrás y pensarás en mi.  Sí, eso lo sé, carajo, porque hice lo imposible para que no te olvidaras de mi, de mi piel, mis senos, mis entrañas, mis abrazos, mis risas y mis placeres, los que son fórmula macabra, embrujadora, marcándote para siempre con el veneno mortal de recuerdos imperecederos.  Se te caerán los dientes, Marcos, y todavía pensarás en mi, en el sudor inagotable de cada amor que hicimos en cada esquina de la casa.  Mientras hurtabas el placer de mi cuerpo nunca supiste el color del techo, yo sí Marcos.  Nunca supiste el olor de las cayenas al otro lado de la ventana, yo sí Marcos.  Nunca escuchaste los perros, yo sí Marcos.  Nunca escuchaste al platanero ni al que compra hierros viejos, yo sí marcos. Cuando te parabas de la cama lo primero que decías era “tengo hambre”.  Por eso, en parte, nunca confié en tus palabras porque si recién me acababas de comer cómo diantre podías tener hambre, ¿o es que nunca te diste cuenta de toda la energía que me costaba amarte?  Si había alguien con hambre debí haber sido yo porque mentirte como lo hacía cada vez que hacíamos el amor me sacaba todo lo que tenía por dentro.

            Te escribo estas media-verdades cuando estás al otro lado del mundo, del cual no quiero que vuelvas, por lo menos no vuelvas a buscarme, no vuelvas con nuevas (o viejas) promesas.  Séis mil setecientos kilometros me separan físicamente de ti, pero para mi son séis mil setecientos mundos, porque en el otro mundo, en el sensato, el real, el de cada día, el de no tener nada y desearlo todo, en ese mundo mío, muy mío, ahi vivo con mi distancia.  Tu mundo y el mío nunca se encontrarán, líneas paralelas que nunca se cansan de verse a distancia.  Entre tú y yo hay demasiados espacios vacíos de por medio que nunca se llenarán y, Marcos, más que nada, hay millones de cosas que nunca sabrás y que ni en ésta ni en la otra vida podrás descubrir.  

            Como lo dice Zacarías, "es tan difícil", Marcos, pero así es.
            Tu Bella.









sábado, 25 de diciembre de 2010

Mentira y Verdad


Todos decimos mentiras.  Según estudios recientes una persona promedio dice 9 mentiras al día, ó 63 a la semana, ó 1900 al mes, ó 23,000 al año.  Cuando cumplimos 45 años ya hemos mentido un millón de veces.  Esos estudios también revelan que las mujeres mienten la mitad de veces que los hombres.  Las mujeres tienden a mentir para que los demás se sientan mejor, mientras que los hombres mienten para ellos mismos sentirse mejor.

Sin importar quién somos, ni de dónde venimos, la verdad es que cada uno de nosotros en algún momento de nuestras vidas deseamos ser diferente a lo que somos, o deseamos que las cosas sean diferente a lo que son, por eso nos decimos mentiritas “blancas,” o pretendemos, tan sólo por un breve momento, que las cosas no son como son realmente, sino como deseamos que ellas sean.  

La mentira más común es “estoy bien, gracias”, seguida por “¡qué bien te ves!”  Pero la mentira que más escuchamos es “todo está bien y estará mejor”, al igual que “vamos a hacer ésto y aquéllo”, ambas cayendo en labios de politicos y de personas que desean que el público acepte lo que están diciendo.

Una de las consecuencias más poderosas del asunto Wikileaks es que revela cuán lejanas están las verdaderas realidades políticas en este mundo.  Nos ayuda a entender que un gobierno o el líder de un pais puede estar diciendo una cosa mientras hace otra.  El caso del ex-secretario de turismo, Felucho Jiménez, es francamente estrambótico en la manera en que él aspira a defender su “honor.”  Algunas personas no entienden que el honor lo perdieron hace tiempo.  O, cómo, en el caso de los Estados Unidos, todo ese pais es llevado a la guerra, la que trae la muerte de miles de soldados norteamericanos (oficialmente 4,430 soldados muertos, 33,000 heridos, aunque la cantidad real se estima en cerca de 100,000 heridos) y de cientos de miles de iraquíes (extra-oficialmente unas 108,312 personas), la gran parte de ellos víctivas civiles e inocentes, y todo por una mentira del gobernante y de los que le acompañaron en esa acción insensata y vulgar.

No todas las mentiras se dicen, a veces basta con callar la verdad, como en el caso de nuestro pais en el que es obvio que hay corrupción y robos a diestra y siniestra por partes de líderes politicos, pero nunca ha habido la más minima penalización y mucho menos admisión de lo que ocurre (aunque una encuesta reciente reveló que el 82% de la gente dice que la corrupción es rampante).  

Todo sabemos lo que realmente está ocurriendo, pero todos somos participes de una mentira compartida que cuando es tan generalizada y aceptada se convierte en una fibra de la cultura y de la identidad nacional.  En otras palabras, sabemos que nos mienten y aceptamos que nos sigan mientiendo.

Recientemente le dije a un líder local que no creo en nada de lo que dice ni en nada de lo que hace.  No importa lo que diga ni cómo lo diga creo que la persona en cuestión vive una patología de la mentira 24 horas al día, tanto es así que la persona seguramente se cree sus propias mentiras.  Cuando uno llega a ese punto es difícil soltar la mentira y vivir auténticamente.  Unas cuantas mentiras eventualmente se convierte en un patrón de mentiras y, eventualmente, se asimila dentro de la misma fibra del ser.  Es un peligro para el alma del individuo pero, peor aún, es trágico para los que tengamos que vivir bajo el liderazgo de esa persona.

El mayor desafío para nuestros líderes es dejar la postura de una verdad cuando se sabe que es una mentira.  La postura es crear la apariencia de que se habla y se actúa verazmente, cuando en realidad ellos y algunos otros saben lo que hay.  Aunque vivir verazmente todo el tiempo, o decir siempre el 100% de la verdad es humanamente imposible, lo que sí es deseable es que hagamos los intentos de vivir más auténticamente y que, en el caso del destino de un grupo de personas, pueblo o nación, que sus líderes sean mejor conocidos por decir mayormente la verdad que por decir mayormente la mentira.

Al empezar este nuevo año propongámonos hacer un cambio transcendental en nuestras propias vidas:  atrevámosnos a decir menos mentiras y provoquémosnos a demandar más verdad de parte de nuestros líderes.

Carta Abierta Para los Concejales

  Carta abierta a los concejales de Las Terrenas CONCEJALES PARA UN FUTURO MÁS CERTERO Por José Bourget, comunitario Querid@s Concejales: Si...