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miércoles, 6 de mayo de 2020

Don Pablo


Soliloquios—5
Por José R. Bourget Tactuk





Francamente es casi imposible saber cuándo le va a tocar a uno morirse. 

Por ejemplo, miren lo que ocurrió a don Pablo. Conocí a don Pablo hace exactamente 30 años cuando yo internaba como capellán en un hospital en Mayaguez, Puerto Rico. La esposa de don Pablo, doña María, estaba muy enferma y cada mañana a las 8, cuando hacía mis rondas, iba primero a su habitación. Eran una parejita lindísima. Siempre encontraba a don Pablo peinando la larga cabellera gris de su esposa. Lo hacía con tanto amor y cuidado, como si el cabello hubiese sido de perlas preciosas y frágiles a las que sólo se podían tocar con sumo cuidado.

Me acuerdo como ahora que era martes en la mañana, el día en que don Pablo se iba a San Sebastián, donde vivían, a lavar la ropa de su esposa. El salía justo al momento cuando yo llegaba a la habitación y lo último que le escuché decir a doña María fue, "ya regreso amorcito, tan pronto termine ya regreso." A mi me susurró, "yo no quiero dejarla pero regreso ya mismo." Don Pablo subió al ascensor y desapareció piso abajo.

Mientras don Pablo iba a lavar la ropa su esposa murió. Me llamaron las enfermeras y enseguida les indiqué que tan pronto sintieran que don Pablo llegaba al piso que me llamaran. Desde mi oficina que quedaba al final del corredor ví cómo, exactamente a la una de la tarde, don Pablo salió del ascensor y rápidamente se dirigió a la habitación de su esposa con la ropa limpia en las manos. Y así como entró de rápido así mismo salió. Yo llegué a la estación de enfermeras justo cuando don Pablo, sus ojos llenos de lágrimas y temiéndose lo peor, le preguntaba a las enfermeras, "¿dónde está nanita, dónde está nanita? Así llamaba cariñosamente a su mujer.

Yo lo abrazé y le pedí que me acompañara a mi oficina. Habían menos de 100 pasos entre la estación de enfermeras y mi oficina y durante cada uno de esos pasos don Pablo susurraba entre sollozos "ay, mi nanita; ay, mi nanita." A mí se me partía el alma. Yo había visto morir a mucha gente ese verano, recuerdo todos los muertos de cáncer, incluyendo a la hermosa Josefina, una jóven de apenas 14 años con un cáncer duodenal irremisible; a los cuatro hijos de la familia Suárez, gente muy rica, que llegaron hechos pedacitos por causa de un accidente automovilístico; a Márgara, cuyo bebé falleció en el parto; y a don Ricardo, fallecido a consecuencia de un infarto fulminante. También me acuerdo de aquella pierna, fuerte y saludable, que me enseño el patólogo mientras me decía sosteniéndola en sus manos, "una pierna tan fuerte y tan bonita, y desperdiciarla así." Se trataba de un accidente de motor sufrido en la bajada de Bella Vista. Yo me las pasaba toda porque era a mí a quien le tocaba compartir las malas noticias con los familiares y hacer los últimos arreglos de lugar.

Pero ninguna de esas increíbles situaciones se me pareció a la de don Pablo. Tan pronto llegamos a la oficina el hombre se me tiró en el piso, comenzó a patalear, a darse en el concreto sólido con la cabeza mientras gritaba "yo quería irme primero, yo quería irme primero." En esos momentos a uno se le entra una cosa que no se puede parar. Abandonando mi rol formal y especializado, yo lo cogí en mis brazos, lo abrazé y llorando juntos le decía "se nos fue llena de su amor, don Pablo, usted le dió su amor como un tesoro y ella se nos fue llenita de amor." En unos minutos se quedó dormido en mis brazos.

Cuando despertó fuimos a la morgue a ver a su nanita. Ya parecía más consolado, todavía la miraba como si por los ojos se pudieran transmitir 70 años de felicidad compartida. Nanita murió a las 88 años y don Pablo tenía 86. Se casaron cuando ella tenía 18 y él 16 y nunca se habían separado el uno del otro. Procrearon 11 varones y adoptaron 3 niñas. Ocho de sus hijos habían muerto primero que ellos.

Don Pablo me regaló algo muy especial. La peineta que había usado esa mañana para peinar la cabellera gris y sedosa de su nanita. La peineta estuvo 20 años conmigo hasta que se desapareció en una de mis mudanzas.

martes, 8 de diciembre de 2009

El Dolor Más Grande

La noticia del lunes trajo las malas nuevas de una madre en Bonao que perdió sus últimos dos hijos cuando murieron quemados. Ella dejó una vela prendida sobre la mesa mientras salía a llevarle la cena a su marido que trabaja como sereno y en ese tiempo su pequeña casita se quemó con los niños adentro. Eso es terrible. Lo que es más terrible aún es que a la misma madre tres años antes tres hijos perecieron bajo las mismas circunstancias: una vela dejada sobre la mesa que terminó quemando la casita.

Las guerras son terribles. Descuartizan cuerpos tanto de adultos como de niños, incluyendo a muchos inocentes. En Iraq solamente cerca de 100,000 civiles inocentes han muerto en la guerra, o sea, el equivalente a la población total de la provincia de Samaná.

Cientos de niñas mueren cada año por causa de la circuncisión femenina, la que a veces conlleva la remoción total de la labia, o del clítoris, o ambos. Generalmente son niñas entrando a la pubertad y la operación es realizada bajo mínimas condiciones de higiene. Generalmente las niñas son llevadas por sus propias madres para ser mutiladas.

El hambre es una de las condiciones más terribles que puedan existir. El fotógrafo sudafricana Kevin Carter tomó fotos en el Sudán que resultaron espantosas, como la del buitre presto a comerse a un niño hambriento y desahuciado, ganadora del premio Pulitzer. Kevin terminó suicidándose, aparentemente incapaz de hacerle frente a las memorias y a las realidades de su continente.

Las muertes por causas provocadas son igualmente terribles, como cuando un padre o una madre le da un trago de “tres pasitos” (un raticida) a un hijo o hija para que muera, o cuando un ex esposo o amante le cae a palos a su compañera hasta matarla, o cuando alguien le cae a machetazos a propósito a una persona, o cuando alguien simplemente toma una pistola y le da un par de balazos en la sien a otra persona.

¿Qué haría usted al saber que algo que se puede evitar va a causar la muerte, al igual que sufrimientos increíbles, a cientos de personas y que provocará graves consecuencias médicas a niños, además de daños irreparables a fetos, lo que conllevará nacimientos de criaturas anormales? ¿Cuánta riqueza es necesaria para que a usted no le duela la muerte de millones de peces en el agua, miles aves en el cielo y cientos de personas que fallecerán lentamente y por décadas y décadas? Piense solamente en lo está pasando por el rock ash en los alrededores de Arroyo Barril.

El Estado Dominicano, garante de la seguridad ciudadana, en la persona del Sr. Presidente, ha puesto en las manos de la compañía canadiense Barrick Gold, un contrato leonino, dándole todos los beneficios y quedándose sin nada, aún sabiendo que las consecuencias serán nefastas a seres humanos y al medio ambiente. Más aún, le va a permitir hacerlo sin recibir ni un solo centavo a cambio. Ese contrato fue aprobado por la mayoría de los diputados, incluyendo los dos diputados de la provincia.

El decreto del Presidente Leonel Fernández (arriba). Ver el artículo de Ivan Salcedo en http://toyjarto.com/2009/12/05/sobre-la-minera-de-pueblo-viejo/
Si esa mina de oro estuviera en Los Naranjitos y contaminara todas las lomas hasta traer el cianuro vía cañadas y ríos hasta la playa, donde morirían los peces, se enfermarían los turistas y se destruyera químicamente las playas, ¿estaría usted igualmente de acuerdo en que se saque el oro por los millones que le podría producir aún cuando implique destruir nuestro sistema de vida en este municipio?

Si eso le preocupa, infórmese. Dígale a los diputados que usted no está de acuerdo con el voto que echaron y ejerza ahora su derecho ciudadano de hacer oir su voz, porque si no lo hace hoy entonces un día de estos nos van a traer un muerto parecido por aquí. ¿Cuánto oro necesita que le den a usted para que usted ni vea, ni escuche, ni hable cuando esas cosas ocurren a su alrededor?

Que nos ocurriera lo mismo, damas y caballeros, sería un dolor muy grande.

Carta Abierta Para los Concejales

  Carta abierta a los concejales de Las Terrenas CONCEJALES PARA UN FUTURO MÁS CERTERO Por José Bourget, comunitario Querid@s Concejales: Si...