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miércoles, 6 de mayo de 2020

Ciguapeo

Soliloquios—6
Por José R. Bourget Tactuk





La próxima vez que ustedes vayan a mi pueblo de Las Terrenas acérquense al solar vacío entre la Residencia Caribe y la discoteca Nuevo Mundo.

En la esquina de la Residencia Caribe hay una mata de coco y, a su lado, un basudero. Unas noches atrás, a eso de las diez, estaba todo oscuro por causa de un apagón y yo me dirigía a mi casa. Al cruzar frente a la mata de coco, entre el coco y el basudero, se me apareció una maldita ciguapa. No, señoras y señores, no era una sankipanki sino una ciguapa.

Yo sé que era una ciguapa porque tenía pelo largo y los pies estaban virados pa'trás. Los ojos eran lindísimos, lo único era que parecían de fuego. Yo me sentí medio hipnotizado y no me podía mover. ¿Ustedes saben lo que me dijo? Esa maldita tenía una vocecita tan linda, tan dulce, tan sensual, tan atractiva, que yo me comenzé a hacer pipí ahi mismo. La malvá me dijo las mismas palabras del famoso merengue de la década del 70: "ven acá bola'e fuego," "ven acá dame gu'to."

Yo les puedo asegurar que yo quería salir huyendo más rápido que de carrera, pero mis pies no se podían mover. Entonces ella se me comenzó a acercar y yo les aseguro que no hay cosa más tenebrosa que unos pies caminando al revés. Y cuando se me acercaba comenzó a levantar los brazos como si me fuera a abrazar.

Yo estaba sembrado en esa oscuridad, mi respiración paró y un sudor frío comenzó a llenar todo mi cuerpo. Miré a la izquierda y miré a la derecha y no veía a nadie; quería comenzar a gritar, "socorro, ayúdenme" pero no me salía ni un gritico de la garganta. Y entonces la malva ciguapa me abrazó, me dió un besote en la boca y entonces, bueno, ¿alguna vez alguna malvá ciguapa le ha dado un beso en la boca a usted?

Miren, yo sentí como que un fuego me llenaba toda la garganta por dentro. El estómago se me sintió como una batidora haciendo batida con pedacitos de piedra, la boca me sabía a polvo de caliche y por la nariz me comenzó a salir un humo con sabor a carbón, como el que echan los motoconchos por la calle. Me entró una tembladera que parecía un merengue mal entonao y entonces, cuando comencé a sentir un saborsito a orines en la boca comencé a temblar.

Señores, yo eso no se lo deseo a nadie. El beso de una ciguapa es como tragar agua salada cuando uno se está muriendo de la sed. O cuando uno le dá una mordida a un mango y le salen cuchocientos mil gusanos. Es un beso duro y seco, como comerse un plátano trasnochao a las 5 de la mañana. ¿Ustedes saben lo malo que es comerse un pedazo de piña to' podrido?

Señores, yo temblé tanto y sentía tanto asco. De repente escuché otra voz que me dijo, "José, José, ¿que te pasa?" Era mi mujer, que me despertaba de tan terrible sueño y me decía, "estabas temblando y gritando como si en medio de una pesadilla." Amigos y amigas, yo quiero decirles que me hice pipí en la cama; pero cuando mi mujer me despertó experimenté un remedio tan grande que no lo puedo describir. Me sentí tan bien como después de una hartura del mejor sancocho del mundo. Se me llenaron los pulmones de felicidad, le di un abrazo tan grande a mi mujer que casi se le rompieron las costillas.

Lo que yo les puedo decir es que el beso de una ciguapa es como una cosa terrible, no hay por donde escapar, se le echa a uno encima, lo rellena a uno de un bajo indescriptible y la degracimá no te quiere soltar. Eso es como vivir en un pueblo donde nadie se ocupe de nada, donde cada uno le cae encima a uno para abrazarlo pero es para clavarle el puñal; es sentirse atrapado en suciedad, corrupción, violencia, indignidad, persecución, enfermedad, podredumbre, cautivo de la desesperanza y de la impotencia. Es sentirse lleno de un polvo constante, de un ruido que no para, en la oscuridad, en la dejadez, en la incompetencia, en la corrupción.

Para despertar de ese beso maldito hace falta que uno despierte, que uno adquiera conciencia de algo mejor. Señoras y señores no hay nada mejor que imaginarse que es posible vivir mejor, que hay alguien a quien uno le pueda dar un beso y un abrazo sin temor a que lo llenen a uno de bajo. No hay nada mejor que vivir en confraternidad, en un ambiente de mutuo respeto, de cortesía, de bondad. Vivir sabiendo que no le están robando a uno lo que es de uno y de todos.

Que bueno es vivir en un pueblo donde las gentes se respeten los unos a otros y donde todos trabajemos por el bien común DE TODOS, no sólo de algunos pocos que reciben una mensualidad y se nutren de lo que debiera ser de todos, no sólo de unos pocos. Eso es civismo, vivir en sana convivencia pensando y actuando por el bien comón.

Despertemos de la pesadilla y abramos nuestros ojos a un mundo nuevo. El mundo nuevo empieza contigo. Sueña grande, sueña limpio, sueña lindo.

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