Cada
mes, a principios de mes, miles de personas sufren la terrible tortura de la
ansiedad. Les dá dolor de estómago y
hasta un poco de diarrea, la cabeza comienza a palpitar, a las manos les da raquiña
y no pueden dormir bien. Finalmente se
apretujan en la esquina de sus corazones y se someten a la pesadumbre de lo
inevitablemente maldito: la factura de
la luz. Es un rito mensual, como la luna
de las mujeres, a veces chiquita, a veces grande, siempre incómoda y un poco
dolorosa y siempre dejando detrás un vacío interno incomparable. Esa déspota factura nos avasalla con la
incongruencia de su realidad, porque la pagamos cara, porque nunca estamos
ciertos de que es lo que es y porque sobre nuestros hombros pesa esa temible
convicción de que es injusta y abusiva.
Nada se le compara, ni el cobro del médico, ni el alto costo de la
comida, ni la renta ni el pasaje. La
factura de la luz es un caso aparte y cada mes, lo querramos o no, la tortura
nos llega simple, directa, puntual e inconmovible.
Dilma Rousseff |
Cada
cuatro años soñamos lo imposible y nos torturamos con el sueño que nunca se
hará realidad. Nos espetamos la pastilla
que nos hace endurecer en la parte de nuestro cuerpo que más placer nos
da: el cerebro. Allí, en pleno cerebelo, nos repetimos el
mantra universal de todos los que soñamos:
“qué bueno sería si tuviéramos un alcalde que valga la pena.” Pero los sueños sueños son y por eso cada
cuatro años la tortura regresa para recordarnos que, como tortura al fin,
dejará sus marcas y tales marcas duelen para siempre. Aquí hemos sufrido profundas y dolorosas
torturas y ahora, en esta navidad repleta de playas, calles y calzadas sucias,
rellenos de turistas de todos lados, la tortura se repite antes de los cuatro
años, gracias a una gestión municipal que se ha convertido en una verdadera
pesadilla. Lo peor de todo es que la
tortura no esperó cuatro años, nos llegó antes.
Nelson Mandela |
Cada
día lo tortura nos acuerda de que la esperanza es ilimitada. Dilma Roussef, presidenta de Brazil, estuvo
presa por tres años bajo la dictadura militar 20 años del 1965 al 1985. La torturaron, le golpeaban la quijada hasta
que le saltaron varios dientes y le desencajaron la mandíbula, le dieron
electrochoques y azotes. Hasta el día de
hoy le duelen las muelas. Mandela sufrió
terribles torturas físicas y mentales en las prisiones de sus captores
Afrikaners, nadie sabrá a ciencia cierta las heridas profundas en su
espíritu. José Mujica, presidente de
Uruguay, antiguo Tupamaro, sufrió torturas y vejaciones en la cárcel y
recientemente, siendo presidente del Uruguay, tomó la iniciativa de pedir
perdón públicamente por las torturas y abusos cometidos por el gobierno de
Uruguay décadas atrás, durante los tiempos en que fue guerrillero. Dilma, Mandela y Mujica fueron prisioneros y torturados
y los tres ascendieron a la primera magistratura de sus naciones. Convirtieron recuerdos ingratos en reformas
sociales profundas no sólo para sus países sino también para el mundo.
José Mujica |
En
Las Terrenas no tenemos a una Dilma, ni a un Mandela ni a un Mujica. Cuánta falta nos hace alguien que se acercara
siquiera al dedo chiquito del pie izquierdo de alguno de ellos!! Por ahora, sufrimos la tortura de un gran
desencanto, de una ineptitud a prueba de toda mejora y nos seguimos torturando
con el deseo profundo de que nuestra realidad fuese diferente.
Maña
tortura, carajo!