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domingo, 7 de noviembre de 2010

¿De Quién Es La Culpa?

El Holocausto, conocido como el Shoah entre los hebreos, es el término generalmente utilizado para identificar el genocidio de 6 millones de judíos durante la segunda guerra mundial. Esos 6 millones representaban a dos tercios del total de la población judía en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. En esos 6 millones habían hombres, mujeres, niños y ancianos. Pero el genocidio nazi no se limitó a los judíos, incluyó también a prisioneros rusos y polacos, a los Roma (gitanos), a los homosexuales, Testigos de Jehová y a una multitud de oponentes politicos y religiosos, alemanes o no. Cuando se juntan a todos el total estimado de personas sistemáticamente eliminados llega entre 11 a 17 millones de personas. ¿De quién fue la culpa? El genocidio es inexcusable y militares alemanes fueron juzgados y sentenciados a muerte en los juicios de Nuremberg después de la guerra, pero la culpa, la verdadera culpa, en su amplitud y complejidad, puede echarse sobre muchas otras personas y condiciones, sociales y políticas.

Por cientos de años, la minoría Tutsi en el pais centroafricano de Rwanda había gobernado el pais y, en las últimas décadas, los belgas habían dado apoyo a los Tutsi sobre la mayoría Hutu porque los Tutsi, al ser de tez más clara, eran considerados más parecidos a los europeos. Asesinatos entre Tutsis y Hutus habían ocurrido por años, eventualmente desembocando en una guerra civil. Los Hutus, ya en el poder, reunieron al gabinete gubernamental y planearon un genocidio para los Tutsis. En menos de séis meses mataron aproximadamente 800,000 personas, generalmente los de tez clara y cuyas cédulas los identificaban como Tutsi. En ese tiempo había una “fuerza de paz” de las Naciones Unidas que no hizo nada, los paises europeos y los Estados Unidos de América bajo Clinton sabían lo que estaban haciendo los Tutsis y no hicieron nada. ¿De quién fue la culpa? ¿Día tras día esa gente salía a las calles con sus AK-47, buscando gente de tez clara, violando hijas, esposas y madres y sometiendo a miles de personas al imperio de las balas? 125,000 personas cada mes; 4,000 personas cada día; 800,000 personas en séis meses; y nadie los paraba. ¿De quién fue la culpa?

Por cerca de 31 años el Jefe gobernó el pais con mano férrea, dando y quitando vidas, construyendo y destruyendo, adueñándose de personas, tierras, bienes, adolescentes, esposas y casas, al igual que de las tradiciones, los honores y las identidades del pais. Nada escapó al alcance de su brazo, como tampoco escaparon hombres y mujeres, presidentes, religiosos y personas comunes. No escaparon expedicionarios y tampoco escaparon Tres Mariposas que dejaron de respirar en las montañas cercanas a Puerto Plata. Trujillo creó un imperio de miedo y de impunidad y la cultura resultante permanece hasta el día de hoy. Difícilmente haya una familia dominicana que no fue tocada vilmente, de una manera u otra, por este cruento e insaciable dictador. ¿De quién fue la culpa? ¿Cómo pudo durar tanto tiempo, 31 años, 365 meses, miles de crímenes, millones de abusos, terrores de día y de noche? ¿De quién fue la culpa?

Cuando se deja que las cosas malas ocurran, sin paro, sin castigo, sin consecuencias, se le llama “impunidad.” Literalmente el término quiere decir “sin pena” o “sin castigo.” Para responder la pregunta “¿de quién fue la culpa?” tenemos que confrontarnos a nosotros mismos con otra pregunta: ¿cuánto estoy dispuesto a soportar? En el caso de los Nazis, de los Hutus y Tutsis, de Trujillo, es más fácil ver a los culpables por el inmenso impacto de las acciones cometidas, porque se celebraron juicios y se encontraron culpables, porque muchos de ellos fueron condenados y se cerraron muchos capítulos pertinentes. En el caso de una comunidad como la nuestra donde a diario existin abusos, violaciones a la ley y donde existe un franco deterioro de las normas sociales mínimas a todos los niveles, empezando por los que más poder tienen, ¿qué se puede hacer? ¿De quién ES la culpa?

Si no actuamos la culpa ES de todos. Si no actuamos la culpa ES de los que se quedan callados. Si no actuamos todos sufriremos la consecuencia. Hoy en día no hay cámaras de gas, ni AK-47s, ni los cepillitos de la muerte. Hoy en día es más sutil, el abuso nos llega con un pétalo de rosa en la mano y nosotros somos los que engordamos a la impunidad.

lunes, 10 de noviembre de 2008

La Pela

Cuando tenía 9 años me fui de la casa a tiguerear con unos amiguitos. Era sábado de tarde y ni perdí permiso a mi mamá ni le dije a nadie dónde iba. Nos fuimos a un aserradero cercano, donde había un derricadero lleno de aserrín. Nos pasamos toda la tarde saltando al vacío y haciendo todo tipo de piruetas en el aire. Yo usaba espejuelos y me los había quitado y guardado debajo de un árbol.

Al comenzar a anochecer dejamos de saltar y yo fui a buscar mi espejuelos y no aparecieron por ningún sitio. Llegué a mi casa, no cené, me acosté medio a escondidas y no supe de mi hasta la mañana siguiente cuando mi mamá comenzó a llamarme. Dos tigueritos de los que andaban conmigo habían venido a traerle a mamá mis espejuelos, por lo que ella les dió 25 cheles, que en moneda de hoy debieron haber sido como 500 pesos. Los malvados lo habían escondido para luego pedir dinero. Para colmo de males, mis tíos paternos habían venido de visita desde la capital y como yo no había dicho dónde estaba mi mamá mandó gente a buscarme por todo el pueblo, con la vergüenza de que no me encontraron.

Me acuerdo como ahora que mi mamá le dijo a Monga, una de las señoras que nos ayudaban en la casa, que le buscara una varita de cayena. Yo ví con mis propios ojos cuando mi mamá le quitó las hojas una por una, luego me mandó a meterme bajo una llave de agua en el patio y cuando estaba bien mojadito me cogió y me dió la madre de todas las pelas. Nunca nunca se me han borrado de mis oídos el eco de mis gritos ese domingo de mañana y aunque era monaguillo por esa boca mía salieron más malas palabras que yo ni sabía dónde las pude haber aprendido.

Situaciones extremas ameritan tratamientos extremos. Situaciones comunes se manejan según se presentan. Yo no creo en el tipo de disciplina que usó mi madre en aquél entonces, pero también pienso que a los niños se les debe disciplinar. Y a los adultos que incurren en faltas familiares y sociales, ¿cómo se les disciplina? ¿Se les pela una varita de cayena para darle una pela? Alguien podría decir que al adulto se le aplica el peso de la ley. Bueno, si eso es así, parecería que muchos de nosotros adultos andamos como chivos sin ley, porque hacemos lo que nos venga en gana cuando nos dá nuestra santa y bendita gana.

Yo creo que en el caso del adulto lo mejor y lo más deseable es la autodisciplina. Yo les puedo asegurar que después de esa pela que me dio mi mamá que yo no me volví a desaparecer de la casa sin permiso. Aprendí mi lección y me autodisciplina. El adulto no tiene que necesariamente hacer lo malo para entonces hacer lo bueno. Uno piensa que un adulto tiene la capacidad para la reflexión, para pensar las cosas y no actuar como burro rialengo en luna llena.

Nuestro pueblo, nuestra patria necesita de hombres y mujeres que reflexionen, que se autodisciplinen y que actúen con responsabilidad. Comience por su casa, con sus seres queridos y usted verá cómo la autodisciplina lo beneficia a usted y también a la comunidad.

No se haga el chivo loco, cumpla con su deber. Si no, váyase preparando que esa varita de cayena pelá nos llega a todos de una manera u otra.

lunes, 20 de noviembre de 2006

Costo Social

Los que vivimos en un país pobre tenemos dos opciones: volvernos ciegos o actuar ante lo que vemos. .
Volvernos ciegos significa que la pobreza ni nos importa ni es culpa nuestra. En nuestra ceguera comemos, bebemos y dormimos pretendiendo que todo sigue normal, que nuestro mundo está protegido y que nuestros bienes, ensueños y vida son parte esencial de nuestro paraíso, al que ni los pobres ni la pobreza pueden alterar. Nos podemos quejar de muchas vainas: de la luz y del agua, de la basura y del ruido, del gobierno y de los mosquitos, de los precios y del cambio del dólar y de los euros; pero, al fin y cuentas, todas las realidades de una sociedad pobre, incompleta y frágil, nos corren sobre la piel como lluvia sobre el techo, empapando el ambiente pero sin mojarnos.
Actuar ante lo que vemos implica reconocer el costo social en nuestro diario vivir. Usted sabe que en cualquier momento la persona que le ayuda en la casa va a tener una necesidad especial (enfermedad, escasez, hambre) y usted ayuda. Si usted está construyendo un proyecto o una villa, usted sabe que sus empleados necesitan esa quincena y que si usted se tarda se van a perjudicar muchos otros (incluyendo colmados, escuelas y la factura de la luz eléctrica), por eso usted paga al día y paga justamente. Y como residente aquí, usted también se preocupa por el bienestar de la comunidad, apoyando iniciativas de desarrollo, ayudando a mejorar las cosas, proporcionando fondos para proyectos específicos y/o creando nuevas oportunidades para el progreso. Aunque quizás no haga grandes cosas, usted comprende que aún lo poco que usted pueda hacer es parte del costo social que resulta por el vivir en un país pobre.
Vivir ciego o tener visión revela la naturaleza de las personas. Yo estoy convencido de que nuestra comunidad tiene muchas personas de gran visión. Son personas que ayudan y que están comprometidas con la gente y con el pueblo. No sólo viven en su paraíso sino que ayudan a que otros también disfruten de lo mismo. Yo doy gracias cada día por las muchas personas, nacionales y extranjeras, que tienen visión y que ayudan a que nuestra comunidad mejore y a que eche pa’lante.
Lamentablemente hay muchas otras personas que son totalmente ciegos y viven completamente dentro de la burbuja de su apatía. Los escucho decir atrocidades de los dominicanos, de los extranjeros, del gobierno y de todo lo que existe aquí. Sin importar su nacionalidad se amparan bajo la crítica constante. Pero, ¡carajo! ¿qué hacen aquí? Váyanse para Santo Domingo, Nagua, San Francisco, París, Roma, Frankfurt, Madrid o de donde diablos sea que vinieron. Si sólo vinieron a existir dentro de su burbuja no añaden nada, sólo gastan el aire que respiran y la arena que pisan.
La verdad es dura. Hay tantas posibilidades de ayudar a mejorar las cosas porque, señores y señoras, la comunidad en la que vivimos ha sufrido una transformación traumática, fruto del desarrollo excesivo, acelerado y sin planeamiento que ocurrió muy por encima de la capacidad de ajuste y de absorción del pueblo y de sus organismos. Es también una comunidad huérfana de una gerencia municipal adecuada porque lo que la comunidad necesita no son parches sino transformaciones profundas y fundamentales, la que sólo se puede lograr por medio del uso de la inteligencia colectiva, del fomento y fortalecimiento de los organismos de la sociedad civil y de una gerencia transparente y participativa.
Las Terrenas necesita urgentemente de hombres y mujeres, de iglesias y de pastores, de gerentes y empresarios, de educadores y de profesionales que no estén dormidos ante las profundas transformaciones sociales que nos impactan. Nos estamos llenando de problemas como la delincuencia que bordea al franco terrorismo social, el tráfico y consumo de drogas infrenables, la explotación sexual beligerante, una corrupción administrativa que muchos condonan, el impago de impuestos por parte de muchos dominicanos y extranjeros, la violación a las leyes y la presencia de profesionales de la ley que no saben ni por dónde empezar un caso, el desastre del tránsito motriz que casi cada semana cobra piernas o vidas y, finalmente, la imperante inseguridad ciudadana que ha hecho que muchos cojan sus maletas y se vayan y que muchos otras hayan decidido no venir. Si las cosas siguen como están en apenas dos años aquí no se podrá vivir y ¡cuánto lamentaremos habernos comido hasta los huesos a la gallina de los huevos de oro!
La raíz del problema es compleja y no está en un solo sitio sino en todas partes. Por eso es que hay que comenzar a ver y a actuar. Las Terrenas clama por hombres y mujeres de visión que estén dispuestos a cubrir el costo social en nuestra comunidad, antes de que nos lleve la mismísima ciguapa de la descomposición social total.

Carta Abierta Para los Concejales

  Carta abierta a los concejales de Las Terrenas CONCEJALES PARA UN FUTURO MÁS CERTERO Por José Bourget, comunitario Querid@s Concejales: Si...