Es terrible vivir con una enfermedad mortal, es como vivir sobre una cuerda floja sabiendo que cualquier mal paso, cualquier viento incontrolado, cualquier estornudo, cualquiera falta de atención, nos lanzará al vacío impenetrable y mordaz.
Ese mal escondido se aloja en el tejido de nuestro ser, late con fuerza propia, respira nuestro oxígeno, se alimenta de nuestras proteínas y de nuestra vida misma. Crece, lentamente, pero crece y sigue creciendo hasta llenar una cavidad dentro y un espacio fuera. Nuestras venas y arterias conducen su letal energía a cada milímetro de nuestros músculos, esperando al acecho hasta el día más adecuado para despojarnos de nuestro último hálito.
Si uno pudiera con una tijera lo cortáramos, duélanos lo que nos duela, siempre y cuando sepamos que con ese corte sagaz se extirpa para siempre al mortal asesino. Pero esa es una esperanza agónica, la enfermedad mortal nos copa, nos llena con su vaho, respira con nosotros, vive nuestras vidas y agota nuestra existencia.
Este hermoso cuerpo natural, vivo, latiente, verde, bañado por playas primorosas, rodeado de cumbres exóticas y de cuevas vírgenes, florecido entre cocos y almendros, besado por los más nítidos atardeceres, su piel la arena tierna y ardiente, lleva dentro de sí una terrible enfermedad que lo carcome por dentro. La carcoma es lenta y persistente, sus resultados son perniciosos y totalmente destructivos. Al final queda un simple esqueleto que se derrumba en boronas.
La mentira es una verdad inventada, creada para hacernos sentir que poseemos lo que no existe. La mentira es un lodo que todo lo embarra, un hedor a cáncer que se siente a leguas. La mentira es la carcoma cancerosa que se lo está comiendo todo por dentro y por fuera. Los que se han inventado esa verdad ficticia son seres contaminantes, llenando a muchos con su propio lodo, contagiándolos con su virus mortal, pero provocando que en este bendecido pueblo nos acerquemos a una muerte insólita. Es la crónica de una verdad inventada a la que todos sabemos llamar por su nombre: mentira.
Por suerte hay muchos que están despertando y se han dado cuenta de que bastó cerrar los ojos una sola vez, quince o veinte años atrás, cuando muchos se abandonaron a la apatía creada por la avaricia, nutrida por el hambre de cosas desconocidas pero ambiciadas. Las Terrenas podrá sobrevivir solamente si ahora, ante la aparición de un terrible cáncer mortal, se llena de valentía y de un profundo amor por la verdad.
Los que fundaron esta patria pusieron en el corazón de su emblema palabras que hoy en día valen oro: “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Ahora les toca a los hijos de este pueblo declarar su amor por la verdad. Es lo único que nos salvará.