El potencial más grande que tiene la educación básica dominicana es que su audiencia principal son las mayorías desposeídas, por lo que la posibilidad de hacer el bien es directamente proporcional a las necesidades vigentes en esas mayorías.
La verdadera educación básica es la que educa para la ciudadanía, pero la gran mayoría de los alumnos de educación básica ni saben de los componentes más básicos en la vida cívica
productiva, ni son entes participantes del proceso democrático, ni saben los elementos básicos de la lectura, la escritura y la aritmética. Son veletas humanas a quienes las fuerzas auto-destructivas las llevan de aquí para allá..
El sistema político actual se nutre de la ignorancia de las masas. Una democracia efectiva requiere de una ciudadanía crítica y pensante. Por eso es que el clientelismo político no podría disfrutar de sus malvadas aspiraciones si las masas votantes estuvieran mejor educadas y es por eso que resulta muy fácil pensar que al político tradicional no le conviene una mejora trascendental en la educación.
¿Sería posible pensar que entre los mandamás de los partidos políticos existe una conjura universal, secreta pero efectiva, de que al pueblo hay que mantenerlo ignorante porque así pueden manipularlo mejor? Nadie es más amante de una conspiración que el dominicano y yo, como dominicano, soy el peor de los amantes; o sea, yo creo que en el momento en que una persona aspira a un cargo político ya aspira también a mantener al pobre dominicano tan bruto como sea posible, por medio de la ignorancia que fluye de nuestra aulas y que nutre la sangre y los huesos del clientelismo político.
La semana pasada hablaba de que los padres y las madres son actores centrales en esta comedia de cuadros en la que nuestros niños y niñas asisten a la escuela para no aprender, para ser más ignorantes, para pulirse en el arte de ser pobre. Decíamos que cuando los padres y las madres no forman parte activa del proceso educativo le roban tanto o más del futuro de sus hijos e hijas que lo que le roba el estado al sistema educativo negándole los recursos que necesita. Cuando los padres y las madres le roban de esa forma a sus hijos los están condenando a una vida
de pobreza y frustraciones y los están preparando, cebándolos, para el actual sistema político clientelista y explotador. En ese sentido, los padres y las madres conspiran junto a los políticos corruptos para mantener a los futuros votantes en un estado de ignorancia embriagante.
Pero los padres y las madres no son los únicos. Lamentablemente, la búsqueda de logros profesionales y de clase entre los maestros durante tres décadas o más, ha creado entre muchos de ellos quizás la mayoría la idea de que al ejercicio de la pedagogía se llega para lograr metas personales, no para servir al desarrollo nacional a través de la excelencia educativa. El maestro que deja de prepararse y de estudiar, que no procura su desarrollo intelectual y pedagógico, que se presta a las jugarretas políticas de los líderes de su clase y que persiste en hábitos de trabajo perniciosos y detractores de la conciencia cívica es igualmente un ladrón y una ladrona del futuro democrático, económico, cívico y social de sus educandos.
Nuestros maestros tienen muchas excusas y razones para persistir en la creencia de que no pueden enseñar bien porque no hay ni recursos ni condiciones. El estribillo es tan común que ellos mismos se lo creen. Pero la verdad es que para maestros mediocres nunca habrán suficientes recursos para hacer su trabajo. Por otro lado, en cada educando esos mismos maestros tienen razones suficientes para aspirar a ofrecer una mejor enseñanza, con o sin recursos. O sea, cada persona que como alumno/a entra a un aula entra también a un templo donde el sagrado don de la enseñanza se imparte por medio de sacerdotes y sacerdotisas al servicio del bienestar común. Cuando los maestros no se ven a sí mismos prestando a su comunidad el más alto y el más digno servicio cívico se prestan ellos mismos al sistema político explotador del cual se quejan.
Las muchas demandas de la sociedad actual, las constantes transiciones sociales que los tiempos modernos nos crean, los grandes desafíos económicos, culturales y sociales de esta sociedad dominicana tan golpeada por constantes luchas y desigualdades requieren de una ciudadanía capaz de enfrentar tales factores con sabiduría, constancia, inteligencia y destreza. Si esa ciudadanía no está preparada, entonces, como decimos popularmente, “se la va a comer el cuco.” Fortalecer la sociedad civil, aumentar el desempeño cívico, incrementar las destrezas en el ejercicio de la democracia, ameritan una educación en y para la ciudadanía, en y para el desarrollo, en y para el enriquecimiento económico y cultural, en y para el diálogo constructivo en comunidad.
Por otro lado, el error más grande de la educación básica dominicana es que no transciende a la sociedad en general. Ni los alumnos mismos, ni los maestros mismos creen que hay valor en lo que sucede en dichas aulas. No se dan cuenta (y si de dieron cuenta una vez ya lo han perdido), que una educación básica sólida, la que se logra por medio de la excelencia educativa, abre anchamente las puertas a conquistas sociales indispensables para la dignidad humana y para la convivencia civilizada.
Cómo carajo van a vivir bien los que nunca han adquirido las destrezas mínimas para saber cómo llegar a vivir bien y cómo mantenerse viviendo bien. Cómo van a vivir bien si lo único que aprendieron es a vivir esclavizados por la ignorancia y la ineptitud, arrodillados como estuvieron ante el santuario de la más vil de todas las maldades: la desesperanza.
La educación básica deficiente no sólo enseña para la pobreza, sino también para la desesperanza. De todos los males en la vida el peor de ellos es no tener esperanza. Lamentablemente, cada día en nuestras aulas muchos de nuestros niños y niñas pierden las esperanzas. Si es cierto que hay que tener valor para educar ante nuestras actuales circunstancias, igualmente es cierto que hay que ser muy cobarde para dejar que la educación siga como va.
No te quedes ahí leyendo mis palabras, ¡Haz algo! !Corre, grita, huye! !Zozobramos en la desesperanza! ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Sálvase quien pueda! Padre, madre, maestro, maestra, políticos, salvemos a la educación. Enseñemos para la democracia, eduquemos para un mejor futuro, aspiremos a la excelencia educativa.