viernes, 28 de marzo de 2008

La Ponchera


De todos los objetos que se pueden encontrar en una casa de familia, el más democrático, el más común, el más inocuo, el más visible, el más indispensable es la ponchera.


En la ponchera se lava, se limpia el arroz, se prepara el mabí, se limpia el mondongo, se echan los pollos pelaos antes de cocinarlos, se junta agua para uno bañarse, se recogen los trastes, se acumula la ropa para llevarla al río y después para tenderla al sol, en ella se hace pipí y otras necesidades, se usa para antenna de television y después que se ha usado por años y años, después que se ha llenado de hoyos y hundidos, se pone en ella tierra, se planta una mata y de allí salen flores.


En la historia de la humanidad hay una ponchera sumamente especial—la ponchera más famosa del mundo, por lo que se hizo con ella y por lo que simboliza. Hace dos mil años Jesús, quizás el ser más justo que ha andado sobre la tierra, fue llevado ante Pilato acusado vilmente por sus conciudadanos. Pilato, el gobernador romano en esa época, sabía que Jesús era inocente y quería dejarlo libre, pero acobardado por los ataques viles de aquellos que querían ver sangre en lugar de libertar al Justo, llamó a su siervo quien le trajo una ponchera llena de agua y en, ella se lavó las manos con la suciedad de su cobardía.


Pilato era un líder, era la persona responsable del gobierno regional de aquel entonces, era el representante del imperio, vivía en una mansión, conducía una yipeta, su mujer vestía de seda, sus hijos asistían a los mejores colegios privados bilingues, tenía dos o tres queridas bien situadas, tenía guardaespaldas, tenía un amplio presupuesto a su cargo con nóminas paralelas, tenía empleados y empleados bajo sus empleados, guardias de seguridad, siervos que le limpiaban los zapatos y hasta un pequeño ejército a su disposición. Pero en ese momento y en esa ponchera Pilato, el papaupa de la matica, se volvió un disparate.


Pilato se prostituyó con la corrupción, la bolsita con monedas de plata pasada por la izquierda y, en ese acto paupérrimo, se convirtió en lo peor de la sociedad. Ante el juicio de la posteridad se perfila como un corrupto inadecuado, como un perro rialengo del poder ejecutivo, como la bolsita plástica que se pichó y derramó el azúcar que contenía sobre el lodo. Sólo se le recuerda por haber tenido la mayor de las oportunidades y haber optado, sin embargo, por la peor de las decisiones. Pudo haber sido el comienzo de una historia diferente, pero no fue sino uno más y uno muy malo.


Todo esa porquería de liderazgo culminó vilmente en el acto sencillo y autocrático de lavarse las manos en una ponchera. Con el ejercicio innatamente errado del poder corrupto coronó de espinas al supremo derecho del puedo de elegir y ser elegido para que sus bienes y servicios sean entregados con el mayor nivel de entereza, efectividad y dignidad. La sangre que esa corona de corrupción derramó quejósamente sobre la frente del Inocente coloreó por siempre el perfil de todos aquellos que se le parecen.


Cuando un líder de grandes posibilidades se enloda las manos en la vileza de una ponchera de corrupción replica mil veces lo que Pilato hizo hace 2000 años.


Carajo! Cuánta cobardía en el acto sencillo de mojar los dedos y las palmas de manos a las que se le han entregado lo mejor de las esperanzas de un pueblo. Cuán simplemente se condenan al sirvilismo denigrante miles y millones de corazones que merecen el gesto más sencillo de dignidad y de servicio. Cuán terrible es el fraguar en agua el plomo que más tarde atravesará nuestras entrañas.


Cuando nuestros líderes, representantes del gobierno central o del gobierno local, ya sean líderes civiles o religiosos, cuando esos líderes se lavan las manos ante lo que es justo y ante lo que hay que hacer se están prostituyendo con la maldad tal como lo hizo Pilato hace 2000 años. ¡Pero no sólo los líderes! El ciudadano común que actúa sin apego a la ley y a las buenas costumbres se convierte en un Pilato! Cuando nos lavamos las manos y decimos que nuestros problemas sociales no son problemas nuestros, que el problema de la basura no es asunto nuestro, que el problema del abuso a nuestras esposas y a nuestros niños no es asunto nuestro, que el problema del analfabetismo, de la corrupción, de la contaminación ambiental, del uso malverso de los fondos del estado, que el conducir por las calles como si esto fuera una selva no es asunto nuestro, que andar en carros con las bocinas a to' lo que da, evitando pagar nuestros impuestos, engañando a los demás, y vendiendo gato por liebre a personas incautas no son asuntos nuestros, que cobrando peaje para que la gente no pague lo que debe y todas otras cosas similares no son tampoco asuntos nuestros, entonces somos similares al Pilato que se lava las manos y confiesa "yo no tengo que ver con esto."


Una simple ponchera nos enseña hoy la posibilidad de actuar hoy de manera muy diferente, con civismo. No nos lavemos las manos ante la patria usando la ponchera de la mezquindad. Si te vas a lavar las manos que sea para mostrar que eres una persona limpia. Acuérdate de que tu pueblo se merece lo mejor que tú puedas darle.

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