La Política
La política es la manera ideológica de organizar un grupo para lograr ciertos objetivos. La concepción del término “política” comenzó con Aristóteles hace 2,500 años, el que en su libro definió las ideas y parámetros para el gobierno de una ciudad o grupo de ciudades. Las “ciencias políticas” es la disciplina que se dedica al estudio de los asuntos pertinentes a la conducción de la política y de los políticos, pero casi todos sabemos que los que practican la política difícilmente han estudiado ciencias políticas como disciplina académica. La mayoría de ellos se han hecho políticos “en la calle.”
Aristóteles estaría muy contento con nuestros políticos de calle porque era un tipo pragmático que se contentaba mucho con explicar y dilucidar simplemente “lo que es.” Nuestros políticos de calle, quizás sin darse cuenta, son discípulos de Aristóteles porque al irse por los barrios repartiendo cosas, regalando ropas, dando de comer y repartiendo artefactos varios lo que hacen es enfocarse en “lo que es,” en la realidad fría y concreta de las gentes en los barrios.
En países como el nuestro hay mucha gente pobre que vive al nivel mínimo de subsistencia. Los políticos de calle se enfocan en ellos porque son las mayorías votantes y porque la política de calle es un fenómeno de cada cuatro años, o sea, antes de unas elecciones. Sin gente pobre el político de calle se caería muerto. El político de calle es un turpén cuando se trata de explotar “lo que es”, olvidándose totalmente de “lo que podría ser”, sobretodo después de ser elegido.
El Poder
¿Dónde radica el poder del político? ¿En su poder de dar algo concreto a las masas desposeídas pero votantes (noten que los que no votan como los niños y adolescentes, raramente reciben favores de los candidatos), o en su tremenda capacidad de convencernos de que pueden cambiar las cosas? Yo creo que el político exitoso tiene una capacidad inmensa para convencernos de que él tiene y tendrá el poder de mejorar las cosas. Además de aprovechar ese deseo innato en todo ser humano de que mejoren las cosas, los políticos nos invitan a compartir la lujuria por el poder; o sea, nos hacen pensar que al ser elegidos compartiremos el poder con ellos, disfrutando juntos del premio virginal de la doncella conquistada por nuestras habilidades políticas y de persuasión.
El poder es como la imagen de don Quijote sentado sobre Rocinante y andando los caminos perdidos de Dios “desfaciendo entuertos”, hasta llegar al lugar deseado, el regazo de la adorable doncella Dulcinea del Toboso. Amamos la imagen de este héroe absurdo pero vital, lanza en mano, sin oropeles, repleto de entusiasmo, protegido por una añeja armadura y por su cólera (y también por su locura). Aunque tengamos a un Sancho Panza recordándonos lo obvio (“que no son gigantes, que son molinos”), escogemos al seudo héroe que nos ofrece acabar con el hambre, con la miseria, con la falta de trabajo y con todos los otros demonios que vilmente nos envuelven. Por eso es que junto a nuestros Quijotes, nuestros políticos de calle, cabalgamos juntos por La Mancha, dilapidando fantasías y lujuriosamente borrachos de un poder trágicamente imaginado.
El Plagio
El plagio es un fenómeno clave en la política. Es el uso y abuso egoísta de los bienes intelectuales de otro para beneficio personal. Uno pudiera decir que, por definición, todos los políticos son plagiadores porque viven de copiar las tácticas exitosas de otros políticos y que raramente son personas originales y auténticas. Viven plagiando los éxitos de personas de su misma calaña, o viven replicando los enigmas y conclusiones de Nicolás Maquiavelo. Cuando un político de calle reparte bienes a diestra y siniestra está copiando inmisericordemente lo que miles de políticos han hecho antes que él. No tiene nada de original.
La única y la mejor oportunidad de originalidad, de autenticidad, que tiene cualquier político es poniendo por escrito su plan de gobierno.
Al final de un proceso de análisis y reflexión, el político serio ofrece una oportunidad elegante y hasta sublime de verter ante nosotros no sólo “lo que es” sino también “lo que podría ser.” Más allá de las limosnas concretas que satisfacen pasajeramente, un plan de gobierno es una oferta a largo plazo, es la creación de ideas sobre un futuro común y promisorio, es el puerto seguro al que todos deseamos arrivar.
Una comunidad que ofrezca (y demande!!!) políticos capaces de formular un plan de gobierno es una comunidad dichosa. El político que escribe un plan de gobierno conoce a fondo los desafíos y las oportunidades presentes, posee conciencia de estrategias que podrían dar resultados y sabe identificar los recursos que ayudarían a transformar las condiciones presentes en condiciones deseadas. Ese político podrá responder tajantemente a las preguntas sobre el acápite c, del artículo 12 de su plan de gobierno, porque sudó sangre escribiéndolo y porque lo conoce a fondo. Como salió de sus entrañas ese plan de gobierno representa mucho más que lo que oferte el político de calle que sólo vive de “lo que es.”
Somos muy bendecidos con la presencia de candidatos que rechazan al plagio, humanizan al poder y facultan a la política con planes de gobierno íntegros, prácticos y auténticos. ¿Verdad que sí?
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