Rafelito era un muchacho cualquiera: alto, moreno, flaquito, pelo crespo, una cicatriz encima de la ceja izquierda, nalgudo y comparón. Lo de comparón es debatible, pero las chicas que lo conocen dicen que como tiene los ojos claros se cree más chulo que nadie. La verdad es que hace un tiempo se fue a bailar a La Caldera, un barcito típico cerca del hotel Los Cocos, y allá se le pegó una sueca despampanante con la que se pasó una semana entera y desde esa fecha se sigue creyendo que es un mamito. No importa que la sueca le llevara 20 años, lo que vale es que era despampanante.
Yo no creo que era sueca ni nada, pero sí era rubia y de ojos azules. Yo estaba ahí, yo lo ví. Además, Rafelito nunca había tenido una noviecita rubia jincha y desde ese día todos pensamos que algo le dijo la gringa que lo hizo sentir ciudadano de los cielos y compañero de las nubes.
Bueno, Rafelito vivía en El Hoyo, uno de los barrios más feos que pueda haber, y después del episodio de La Caldera alguien le dijo que como ya era un chulo debía meterse en política, sobretodo por el hecho de que ya estudiaba derecho. El no le puso mucha atención al principio pero una noche se soñó acompañando al presidente de la república en un recorrido por la provincia y desde ese momento se soltaron las aguas. Se juntó a uno de los políticos ambiciosos del lar local, el que se amarró con uno de los gobernadores más ineptos y corruptos y con todos los amarres que hicieron ganaron la candidatura de su partido. (foto derecha, Rafelito era un muchacho cualquiera).
De la noche a la mañana Rafelito dejó de ser el muchacho alto, moreno, flaquito, pelo crespo, nalgudo y comparón y se convirtió en un chulo de la política. Lo pusieron a manejar los cuartos y él, que nunca se imaginó tal cosa, se infló de deseos, presunciones y hasta de autoridad. Como sabe todo el mundo, lo peor que se le puede dar a un ignorante es un poquito de autoridad porque se le sube a la cabeza, pero la política tradicional se basa en darle a un grupo de ambiciosos una pequeña cuota de poder (y de dinero) suficiente como para que se sientan hambrientos para coger más y, de ahí en adelante, nadie los para. Bueno, eso pasó con Rafelito. No solamente se llenó de autoridad sino que se infló de orgullo y vanalidad. Se compró una yipetica y mantenía a dos novias. ¿Quién diría que el morenito de El Hoyo, el de la vieja sueca, terminaría en esas alturas? Bueno, así son las cosas de la política…
Una vez hubo un lío con un inversionista que tenía una propiedad cercana a la playa y que quería adueñarse de un pedazo de terreno. Lo único es que el pedacito de terreno era un camino que conducía de una playa a la otra, caminito que usaban turistas y locales desde tiempos inmemoriales para llegar de un sitio a otro. El inversionista echó piedras, caliche, alambres de púas y hasta hormigón armado y cerró el paso a todo el mundo. Para lograrlo le dio un millón de pesos a Rafelito y decenas de miles de pesos a los regidores, quienes muy alegremente ni dijeron ni hicieron nada. Rafelito realmente maneja esos fondos para el síndico de la misma manera en que habla de cobrar solamente el 50% de los impuestos para el quedarse con el otro 40% (los inversionistas se ahorran un 10%). (Foto izquierda, Rafelito con la sueca).
Con todas esas lugubriedades Rafelito muy pronto se convirtió en un verdadero cacique político. Aunque terminó la universidad ya no necesita ese título. Tiene suficientes cantidades guardadas para durarle un buen rato, dió ejemplo de cómo convertirse de nada en algo y ayudó a inspirar en muchos jóvenes el deseo de hacer lo mismo. Esa es una de las vainas de este asunto, que el impacto de la malo perdura por generaciones cuando otros pobres desgraciados se dan cuenta de que la única manera de llegar a un sitio es robando y engañando, sobretodo porque nadie dice nada ni hace nada.
Rafelito nos presenta un dilema ético y social. Nosotros que contemplamos a Rafelito desde lejos debemos reflexionar sobre algunas cosas. ¿Por qué Rafelito llegó donde llegó? ¿Cómo es que un cualquiera puede adueñarse de tanto en tan poco tiempo? ¿Qué aprenden los jóvenes de las experiencias de personas como Rafelito? Si la única manera de llegar a ser alguien es siendo corrupto y robando ¿querrá eso decir que en este pais la única esperanza de los pobres es convertirse en político y aliarse con los más corruptos? (Foto derecha, Rafelito hecho un verdadero "pistolero".)
Cuando pienso en Rafelito doy gracias al universo por las personas honestas y sensibles, las que tratan de hacer algo con sensatez, con justicia y con integridad. ¿Qué bueno sería si algunos nos levantáramos a la altura de la bandera para exigir una transformación, para provocarnos a la honestidad y para darle una pela bien dada en las nalgotas jinchas de tipos como Rafelito.
Yo no creo que era sueca ni nada, pero sí era rubia y de ojos azules. Yo estaba ahí, yo lo ví. Además, Rafelito nunca había tenido una noviecita rubia jincha y desde ese día todos pensamos que algo le dijo la gringa que lo hizo sentir ciudadano de los cielos y compañero de las nubes.
Bueno, Rafelito vivía en El Hoyo, uno de los barrios más feos que pueda haber, y después del episodio de La Caldera alguien le dijo que como ya era un chulo debía meterse en política, sobretodo por el hecho de que ya estudiaba derecho. El no le puso mucha atención al principio pero una noche se soñó acompañando al presidente de la república en un recorrido por la provincia y desde ese momento se soltaron las aguas. Se juntó a uno de los políticos ambiciosos del lar local, el que se amarró con uno de los gobernadores más ineptos y corruptos y con todos los amarres que hicieron ganaron la candidatura de su partido. (foto derecha, Rafelito era un muchacho cualquiera).
De la noche a la mañana Rafelito dejó de ser el muchacho alto, moreno, flaquito, pelo crespo, nalgudo y comparón y se convirtió en un chulo de la política. Lo pusieron a manejar los cuartos y él, que nunca se imaginó tal cosa, se infló de deseos, presunciones y hasta de autoridad. Como sabe todo el mundo, lo peor que se le puede dar a un ignorante es un poquito de autoridad porque se le sube a la cabeza, pero la política tradicional se basa en darle a un grupo de ambiciosos una pequeña cuota de poder (y de dinero) suficiente como para que se sientan hambrientos para coger más y, de ahí en adelante, nadie los para. Bueno, eso pasó con Rafelito. No solamente se llenó de autoridad sino que se infló de orgullo y vanalidad. Se compró una yipetica y mantenía a dos novias. ¿Quién diría que el morenito de El Hoyo, el de la vieja sueca, terminaría en esas alturas? Bueno, así son las cosas de la política…
Una vez hubo un lío con un inversionista que tenía una propiedad cercana a la playa y que quería adueñarse de un pedazo de terreno. Lo único es que el pedacito de terreno era un camino que conducía de una playa a la otra, caminito que usaban turistas y locales desde tiempos inmemoriales para llegar de un sitio a otro. El inversionista echó piedras, caliche, alambres de púas y hasta hormigón armado y cerró el paso a todo el mundo. Para lograrlo le dio un millón de pesos a Rafelito y decenas de miles de pesos a los regidores, quienes muy alegremente ni dijeron ni hicieron nada. Rafelito realmente maneja esos fondos para el síndico de la misma manera en que habla de cobrar solamente el 50% de los impuestos para el quedarse con el otro 40% (los inversionistas se ahorran un 10%). (Foto izquierda, Rafelito con la sueca).
Con todas esas lugubriedades Rafelito muy pronto se convirtió en un verdadero cacique político. Aunque terminó la universidad ya no necesita ese título. Tiene suficientes cantidades guardadas para durarle un buen rato, dió ejemplo de cómo convertirse de nada en algo y ayudó a inspirar en muchos jóvenes el deseo de hacer lo mismo. Esa es una de las vainas de este asunto, que el impacto de la malo perdura por generaciones cuando otros pobres desgraciados se dan cuenta de que la única manera de llegar a un sitio es robando y engañando, sobretodo porque nadie dice nada ni hace nada.
Rafelito nos presenta un dilema ético y social. Nosotros que contemplamos a Rafelito desde lejos debemos reflexionar sobre algunas cosas. ¿Por qué Rafelito llegó donde llegó? ¿Cómo es que un cualquiera puede adueñarse de tanto en tan poco tiempo? ¿Qué aprenden los jóvenes de las experiencias de personas como Rafelito? Si la única manera de llegar a ser alguien es siendo corrupto y robando ¿querrá eso decir que en este pais la única esperanza de los pobres es convertirse en político y aliarse con los más corruptos? (Foto derecha, Rafelito hecho un verdadero "pistolero".)
Cuando pienso en Rafelito doy gracias al universo por las personas honestas y sensibles, las que tratan de hacer algo con sensatez, con justicia y con integridad. ¿Qué bueno sería si algunos nos levantáramos a la altura de la bandera para exigir una transformación, para provocarnos a la honestidad y para darle una pela bien dada en las nalgotas jinchas de tipos como Rafelito.
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