miércoles, 2 de junio de 2010

Paciencia

La vida es el cambio que nos ofrece cada día. Aunque a veces parezca imposible la vida sigue el curso de cada día, de sus horas, minutos y segundos, marcando una pauta de avance hacia otro nuevo día mientras nos añejamos esperando que el de hoy pase para que llegue el que sigue. Aunque muchos desearían que los segundos y minutos suspendieran su agitado tronar por el espacio humano, la verdad es que todo sigue sin parar bajo el cielo que todos compartimos.
Paciencia.
A la vida no se la puede agarrar por los moños y forzarla a seguir un sendero pre-escogido o cuidadosamente seleccionado. Aunque nos aflijamos, aunque no podamos dormir, aunque se nos revienten las úlceras estomacales, los días siguen el fluído eterno del universo, el viento entona su cantar a través de ramas y flores, el sol descansa su ardor sobre la arena y la lluvia canta su eterna metamorfosis de agua-gas-agua. Las cositas que pensamos que son resultado de nuestro control son bromas que nos juega el universo para que no nos resulte tan pesado descubrir que, a fin de cuentas, no controlamos nada.
Paciencia.
Millones vienen y millones van, pero si nos elevamos en la atmósfera lo suficientemente alto al fin y al cabo todo se verá tan pequeño! Todo, absolutamente todo, puede terminar en un breve segundo. Si no, pregúntenle a José “el Mambo” Lima, quien con apenas 37 añitos y en el curso de una excelente carrera como pelotero no pudo hacer nada para impedir que su corazón le dijera “basta ya.”
Paciencia.
No sólo es asunto de morir. Es mayormente asunto de vida. Cada aspecto de la existencia sigue el designio perfecto de la física y de la química. Nada se destruye, todo se transforma. Nosotros, los seres humanos; todos los seres vivos desde árboles hasta los microorganismos invisibles dentro de nuestras orejas, se mueven al compás de un ritmo que nadie puede ni avanzar ni parar como le plazca. Por más canas que nos halemos de entre los cabellos que nos quedan, el cielo seguirá donde está, el mar seguirá yendo y viniendo y la arena de hoy entre nuestros dedos terminará siendo la arena de otro lugar, de otra playa y hasta de otros dedos.
Paciencia.
El mal es la enredadera que chupa la sangre de cualquier pared, árbol o casa. Como ente vivo al fin, la enredadera se ve creciente, expansiva, engañosa en su frondosidad y en la complejidad de su telar. Pero la corrupción corrompe y debajo de la aparente vida hay muerte y dolor. Las cosas y las personas se destruyen y otras se autodestruyen bajo el amparo de la corrupción. Es sólo asunto de tiempo.
Paciencia.
El bien es una gota capaz de penetrar la roca más dura. La vida es la esperanza narrada en cada pincelada de nuestro aliento. Hacer el bien es el canto que ofrecemos al pasado y al futuro, es la sonrisa ofrendada al presente, es saber decir que hay una mejor forma de vivir. Sin importar los costos el bien siempre resultará más barato, porque dando el bien se da vida y dando vida nos enriquecemos más. Cuando todos somos ricos todo cuesta menos. Es cuando la maldad nos empobrece que todo nos sale mucho más caro.
Paciencia.
El amor es recostar la cabeza sobre la arena debajo de un almendro y contemplar al sol moverse entre las hojas. Hacer el amor es el momento esperado, cuando las hojas se mueven para dejar pasar el ardor de una estrella incansable. Hay más disfrute en esa espera imposible que en mil fosforitos prendidos al azar. En esa espera hay imágenes y sueños, hay toques y susurros, hay abrazos y consuelos. Más que nada hay pasión, pero no como la describe el sonado regatón. Eso lo puede hacer cualquiera, hasta una máquina. Amar en la paciencia de la espera es el vaivén del mar, la lección de nubes que se transforman cada segundo, haciendo que el azul del cielo sea la película que nunca cansa, que nunca entristece, que siempre permanece.
Paciencia.
¿Cuánto habrá que esperar para que en Las Terrenas más gente pobre viva mejor? ¿Cuánto tendremos que rezar para que el amor al prójimo sea el norte de toda actividad? ¿Cómo podremos motivar a los que tienen poder y recursos para que más de ambos sea compartido equitativamente? ¿Cómo invitamos a los intrépidos ignorantes, vaqueros de la soberbia, buzos de la iniquidad, payasos en la tragedia teatral política, a descubrir la fortaleza y la sabiduría que se obtiene del servicio honesto y solidario hacia los demás?
Paciencia.

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