Soliloquios—4
Por José R. Bourget Tactuk
Nada ni nadie puede decirnos “no” cuando
todas las fuerzas de nuestro ser interior quieren decirnos
“sí”.
Yaribel no podía creer que en esos
mismos momentos estaba al frente de una de las más grandes decisiones de su
vida, pero es difícil soltarse de brazos que aprisionan y más difícil aún es
decirle que no a esa pasión interior cuya curiosidad supera en creces a la
razón, a los consejos, a la iglesia, a los maestros y a las experiencias de
otros. Mil veces se había dicho que no le sucedería a ella pero
ahora, en sus brazos, se dió cuenta de que todo había sido un engaño y que
ahora ella sería una más, una adolescente más cargada con la obligación de un
embarazo para el cual estaba pobremente preparada.
No podía ser tan malo, razonaba dentro
de sí, después de todo su mamá la tuvo a ella a los 17 años y su abuela tuvo a
su mamá a los 15. Parecería que para la gran mayoría de las mujeres
en este pueblo el quedar embarazada siendo una adolescente era lo más normal
del mundo, es como si fuera casi una obligación, un premio a ser normal, la
medalla que te dice que eres como todas las demás. No importa si
afecta la escuela, no importa si crea severos problemas económicos, lo que
importa es cargar a ese paquetico de carne y hueso en los brazos, sentir como
el muñeco de plástico se convierte ahora en un ser vivo de verdad lleno de
mocos, orina, pupú, gripe, diarrea y noches enteras gritando y
molestando.
Ninguna de esas molestias importan
cuando se les compara al peso de la realidad de Luchi, Mencía, Yessica,
Milagritos, Yenni, Luz, Pili, Mina, Yanni, Esther, Rubia, Tomasa, Carmen,
Rodriga y Francisca quienes habían pasado por lo mismo y ahora ella sería una
más en la lista. “Claro que sí, soy una más, soy como las demás,
quiero ser como las demás.”
Para qué castigarse con la culpa y las
preocupaciones cuando lo que importa ahora es este momento, este encuentro,
este espacio de tiempo en que te sientes deseada, valorada, no escuchando más
las voces que te dicen que no sirves para nada sino la voz interior que te
produce cosquillas en tus partes íntimas y que a gritos exclama que eres mujer
y que para el que te abraza eres lo más importante ahora.
Tu
escuchas sus gemidos, su deseo animal, su fuerza y sus movimientos, ves sus
ojos cerrados, ves la expresión en su rostro y cada una de esas cosas te hace
sentir deseada, profundamente deseada, algo que ninguna amiga, amigo o
familiar te ha hecho sentir.
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Ay, si las adolescentes en brazos de
otros adolescentes pudieran comprender que en ese preciso momento hay una sola
cosa que le importa a ese muchachón y esa sola cosa ya está dentro de ella y
una vez termine su trabajo ahi se acabó y que ese trabajo dura unos solos
minutos comparado a los años que dura criar o mal-criar a un muchacho desde el
vientre hasta que se despega de uno.
Pero la vida es dura y las lecciones se
aprenden después que nos pasan las cosas. Alguien me decía que la
experiencia era lo más inútil en la vida, que cuando no la tenemos de nada nos
sirve y que cuando finalmente la obtenemos ya es demasiado tarde. Yo
hubiera deseado algo mucho mejor para Yaribel.
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