miércoles, 7 de septiembre de 2022

Mi amante furtiva

 


MI AMANTE FURTIVA (Apuntes al Margen #2)

Por José R. Bourget Tactuk (6 de septiembre, 2022)

Te encontré colgada en un cocotero, tus senos abiertos y abundantes bañaban mi piel como El Balatá un domingo de mañana.  Tus besos, dulces, lentos, abundantes, parecían ser reflejo del universo de estrellas que nos cubría.  Era una noche eterna.

Te conocí como por arte de magia, un encuentro furtivo, escondido y curioso en Calo Lima.  Estabas, más que nada, repleta de deseos secretos, como la sonrisa escondida después de aquel beso en Playa Encuentro, la playa de los amantes que caminan por Bonita como si fuera un sendero sin fin.  Ni tú ni yo dijimos palabras, pero la carne explotaba con discursos de imágenes ardientes y sudorosas.  

Aunque primero estabas a cuatro brazos de distancia, sentía tu latir como si estuvieras encima de mi, como aquella cueva en La Jagua de la que casi no pude salir.  Entonces te acercaste y me hiciste probar tu sal, tu arena, tu mar, tu jungla, tus espacios secretos y ese hendido que tienes detrás de tu oreja derecha, entre el lóbulo y tus cabellos.  Me entregaste una pasión que lo cubría todo, me cubría en todo, lo cegaba todo.

Bajé hacia los dedos de tus pies para luego subir por tus mulos verdes, tu sendero inescrutable como un ocho, perdiéndome a diestra y siniestra como si tus caminos llevaran donde quisiera y donde no podía ir, crucé jamaos chiquitos, puentes escondidos, lagunas inmensas y naranjales sin fin hasta llegar hacia esa figura esbelta, fuerte y frondosa   

Tus vueltas, tus curvas, tus arrullos de palmas y de guayabos entumecen mis sentidos como si estuviera montado en el más alto de tus mogotes.  Desde allí, mirando al norte, me pierdo en el infinito de tu larga y azulada cabellera, desenvuelta sobre el tamiz de tu arena como si fuera el Sahara haciéndole el amor a la Vía Láctea.

No me arrepiento de haber recorrido tus senderos ocultos y visibles, de haberme perdido en tus escondrijos y cuevas, de haberte escuchado reír y pedir más de lo que te vine a dar.  No hay suspiro suficientemente profundo que no haya escuchado, ni sonrisa tristemente ahogada que no se haya repetido en mi cuello mientras te sacudes de tus ansias incontrolables.  

Verte desde mi espalda, tus ojos cerrados como si fueras la cueva de Ali Babá, me revela que soy el ladrón perfecto de tus placeres, de tus frutos, de tus brisas, de tus senderos secretos y de tus aguas incansables.  Tus manantiales son insondables y salen de cada uno de tus recovecos, de tus axilas, tobillos, nalgas, cuello, brazos, labios, nariz y de otros espacios que aún me faltan por ver y descubrir.

No hay amante más pura, sincera, límpida, espontánea, veraz y efusiva que tú, la que me abre sus brazos sin contar segundos, ni horas, ni días, ni semanas, ni meses, ni años.  Cada día te ofreces, bajo el sol o bajo la lluvia, con calor o con frío, para que yo pueda mirarte y descansar mis brazos y mis pies, mi cuello y mis piernas, sobre la esbelta figura de tus arrabales, tus barrios, tus proximidades y tus colinas.  

Eres mi coima, mi tierna y apasionada manceba, mi verso y mi canto, mi suspiro y mi queja; nunca te vas y nunca te apartas, te acercas y te subes como columpio inagotable, el primer lugar y el último donde deseo estar después de estar contigo.

Eres eso y más, Terrenas, eso y mucho más.

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